Buscar Poemas con Apague


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Se han encontrado 8 poemas con la palabra apague

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Jaime Torres Bodet

nocturno ii

-- de Jaime Torres Bodet --

Ii
principia, pues, aquí, tu obra futura,
noche, y con lengua libre de falacia
explícame la edad, el sol, la acacia,
el río, el viento, el musgo, la escultura...
De los colores adjetivos cura
esta instantánea flor, póstuma gracia
de un idioma que fue con pertinacia
retórica guirnalda a la hermosura.
Brújula sin piedad, tiniebla pura,
orienta, noche, mis sentidos hacia
las torres de tu intrépida estructura
y deja que, en racimos de luz dura,
se apague esta inquietud que nada sacia
sino el error de ser tiempo y figura.

Poema nocturno ii de Jaime Torres Bodet con fondo de libro

José Ángel Buesa

ya todos la olvidaron

-- de José Ángel Buesa --

Ya todos la olvidaron. Ahora sí que se ha ido,
pero, sobre las rosas de la tumba reciente,
florecía el recuerdo más allá del olvido
yo era el hosco, el ausente.
Qué le importa a la noche que se apague una estrella,
si el mar sigue cantando cuando pierde una ola.
Ya están secos los ojos que lloraron por ella.
Ya se ha quedado sola.
Ahora ya sigue, sola, su viaje hacia el espanto,
por las noches profundas, bajo el cielo inclemente.
Ya nadie me reprocha que no lloré aquel llanto,
que fui el hosco, el ausente
ya nadie le disputa su silencio y su sombra,
sobre todo su sombra, bajo la luz del día.
Ya todos la olvidaron, señor. Nadie la nombra.
Yo la recuerdo todavía

Poema ya todos la olvidaron de José Ángel Buesa con fondo de libro

José Ángel Buesa

envío

-- de José Ángel Buesa --

La vida pasa; la vida rueda...
Quizás se aparten tu alma y la mía,
pero el recuerdo nace y se queda...
Y aunque el deseo no retroceda
y nuestra llama se apague un día,
mientras yo pueda soñar, y pueda
regar mis sueños en la vereda
de la armonía,
tendré la dulce melancolía
de aquellas frases entre la umbría
y aquellos besos en la alameda.

Poema envío de José Ángel Buesa con fondo de libro

Gaspar María de Nava Álvarez

Razón de no hacer versos durante la guerra

-- de Gaspar María de Nava Álvarez --

Cupido, como niño, se estremece
del temeroso son del bronce herido,
y en las faldas de Venus escondido,
mientras dura la guerra no aparece.

Como el numen, que el pecho me enardece,
a sus blancos halagos lo he debido,
con el bélico afán está abatido,
con el continuo susto se enflaquece.

Pues tiembla y huye de la lid el ciego,
pues sin él no hay ardor ¿por qué me afano?
¿Por qué en pos de las musas no sosiego?

No más versos, no más hasta que Jano
a la Discordia apague el turbio fuego,
y la graciosa Paz nos de la mano.



Marilina Rébora

la antorcha

-- de Marilina Rébora --

La antorcha
juntas, bajo el cristal, amoroso capricho,
la virgen de la linda vidriera de colores,
atavío en azul sobre encarnado nicho,
como ascuas centelleantes los vivos resplandores;
nefertiti, la reina, que muestra de perfil
tan alargado cuello por fino, más esbelto,
y que el rostro parece esculpido en marfil,
el cabello invisible en ceñidor envuelto.
Y a más, la sirenita, esperando en la roca
los barcos que se acercan hasta el puerto danés.
Así la azul imagen, nefertiti y su toca,
y el ser de sortilegio que aguarda en copenhague,
alimentan la antorcha, para que no se apague,
ésa que en el espíritu arde con ellas tres.



Carolina Coronado

por bajo de una lámina que representaba a la virgen

-- de Carolina Coronado --

escucha, madre mía,
la de el velo de estrellas; bienhechora,
dulce y bella maría.
Escucha la que implora
dolorido y mortal; madre y señora.
Si a mi débil acento
romper los aires y turbar es dado
allá del firmamento
el azul sosegado,
escucha, virgen pura, mi cuidado.
La sola voz que el pecho
pudiera ya exhalar, a ti revela
el corazón deshecho,
que tu piedad anhela
y hasta tu trono arrebatado vuela.
¡Oh tu dulce señora
de la esfera eternal!... La tierra mira
y al infeliz que llora
y al triste que suspira
resignación y fe y amor inspira.
De tu sagrada mano
piadoso manantial brote a raudales
donde beba el humano
alivios celestiales,
donde se apague el fuego de los males.
Y lleva hacia tu seno
a los dolientes hijos que te amaron:
¡no más gima ya el bueno
en grillos que forjaron
los que rebeldes contra ti se alzaron!



Clemente Althaus

El hablador

-- de Clemente Althaus --

I

Llega, y con tono magistral y grave
de la palabra al punto se apodera,
y empieza a disertar sobre cualquiera
materia, porque todas se las sabe.
No habla más largo ni seguido el ave
que nuestro idioma imita vocinglera;
y aunque su voz apague la ronquera,
ni remota esperanza hay de que acabe.
Crece en tanto el fastidio, el tiempo pasa,
a despedirse empieza ya la gente,
y a tanta reunión la antes escasa
sala se desocupa, y solamente
con la infeliz señora de la casa
se queda el hablador impertinente.

II

¡Ay del que con Don Juan entra en disputa!
de aquel a quien siquiera se le escapa
la réplica menor, pues se reputa
más infalible que el romano Papa.
Cuanto dice verdad es absoluta
que a la misma Verdad la boca tapa,
aunque diga que en Francia está Calenta
y a París ponga en África su mapa.
Materia en todo para eterna plática
halla, a pesar de su apariencia tísica
y de su cruel respiración asmática;
y desde rudimentos de gramática
hasta la más sublime metafísica
en todo su sentencia da, dogmática.



Ramón López Velarde

Si soltera agonizas

-- de Ramón López Velarde --

Amiga que te vas:
quizá no te vea más.

Ante la luz de tu alma y de tu tez
fui tan maravillosamente casto
cual si me embalsamara la vejez.

Y no tuve otro arte
que el de quererte para aconsejarte.

Si soltera agonizas,
irán a visitarte mis cenizas.

Porque ha de llegar un ventarrón
color de tinta, abriendo tu balcón.
Déjalo que trastorne tus papeles,
tus novenas, tus ropas, y que apague
la santidad de tus lámparas fieles...

No vayas, encogido el corazón,
a cerrar tus vidrieras
a la tinta que riega el ventarrón.

Es que voy en la racha
a filtrarme en tu paz buena muchacha.



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