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Luis Cañizal de la Fuente

corral de luz hipnotizada

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

Ropa tendida, humilde y pueblerinamente,
en el silencio deslumbrado de las cinco:
banderas derrotadas que no besan el polvo
pero dentro contienen personas bocabajo,
humilladas en su estatura modesta
como reyes antiguos que vendieron
el balandrán poluto a los museos.
Pero estos de ahora, y sobre todo éstas,
lavaron muy lavadas sus holgadas mudas
antes de resignarse pecho a tierra,
por si había que recibir a la muerte con decencia.
Y ahí están, en suspenso la respiración:
mandan un sano olor caliente a tonsura labriega.

Poema corral de luz hipnotizada de Luis Cañizal de la Fuente con fondo de libro

Jorge Luis Borges

la víspera

-- de Jorge Luis Borges --

Millares de partículas de arena,
ríos que ignoran el reposo, nieve
más delicada que una sombra, leve
sombra de una hoja, la serena
margen del mar, la momentánea espuma,
los antiguos caminos del bisonte
y de la flecha fiel, un horizonte
y otro, los tabacales y la bruma,
la cumbre, los tranquilos minerales,
el orinoco, el intrincado juego
que urden la tierra, el agua, el aire, el fuego,
las leguas de sumisos animales,
apartarán tu mano de la mía,
pero también la noche, el alba, el día

Poema la víspera de Jorge Luis Borges con fondo de libro

Enrique Álvarez Henao

Gota de agua

-- de Enrique Álvarez Henao --

Penetra el viejo sabio al gabinete
a recordar su ciencia micrográfica,
y sobre el transparente porta-objeto
coloca una brillante gota de agua.

La somete al examen microscópico
y la escudriña con febril mirada,
y torna a ver lo que en antiguos tiempos:
monstruos enormes de figuras raras.

Y remira esa hambrienta turbamulta
de infusorios de formas tan fantásticas,
y ve que unos a otros se devoran
como en los mares de la especie humana.

Abandona de pronto el microsopio
y murmura, calándose las gafas:
¡ cuántos monstruos se irán también matando
ocultos en el fondo de una lágrima!...

Poema Gota de agua de Enrique Álvarez Henao con fondo de libro

Arturo Borja

(Lola, para que cante yo todos tus tesoros...)

-- de Arturo Borja --

Lola, para que cante yo todos tus tesoros
necesito el aperitivo que regenera,
las lejanías glaucas de una feraz pradera
y el geométrico ritmo de los antiguos coros...

La pedrería exótica, los esmaltes, los oros
que prestigian la gracia de tu helénica pose
serán en mis versos desusados, y no se
sentirán palpitantes desechando decoros.

Y así, pido una venia para este pordiosero
de belleza, siguiendo los cortesanos ritos:
Yo, que vivo soñando, no siento que me muero...

Quiero decir un verso pulido y diamantino
todo el prestigio helénico

references



José María Eguren

lied iii

-- de José María Eguren --

En la costa brava
suena la campana,
llamando a los antiguos
bajales sumergidos.

Y como tamiz celeste
y el luminar de hielo,
pasan tristemente
los bajales muertos.

Carcomidos, flavos,
se acercan bajando...
Y por las luces dejan
oscuras estelas.

Con su lenguaje incierto,
parece que sollozan,
a la voz de invierno,
preterida historia.

En la costa brava
suena la campana
y se vuelven las naves
al panteón de los mares.



Juan de Arguijo

Al Guadalquivir, en una avenida

-- de Juan de Arguijo --

Tú, á quien ofrece el apartado polo,
Hasta donde tu nombre se dilata,
Preciosos dones de luciente plata,
Que invidia el rico Tajo y el Pactolo;

Para cuya corona, como á solo
Rey de los rios, entreteje y ata
Pálas su oliva con la rama ingrata
Que contempla en tus márgenes Apolo;

Clara Guadalquivir, si impetuoso
Con crespas ondas y mayor corriente
Cubrieres nuestros campos mal seguros,

De la mejor ciudad, por quien famoso
Alzas igual al mar la altiva frente,
Respeta humilde los antiguos muros.



Santiago Montobbio

única edad

-- de Santiago Montobbio --

Única edad
porque alguien fue un instante hermoso
y de antiguos, nunca escritos libros rescató
palabras parecidas a piedad o casi tan extrañas
ante la impasibilidad estéril de los muros
como en un final cualquiera comprendimos
que la única edad del hombre es la que calla.



Vicente Gerbasi

canto ix

-- de Vicente Gerbasi --

Dejaste en mi existencia la nostalgia del mundo.
Adoro las ventanas que tiñen los crepúsculos,
contemplo las estampas de algún campo del norte,
elevo las aldeas a nevadas del cielo
y un reno silencioso se yergue en mi silencio.
Muero contra los pinos por ráfagas heladas,
a mis manos se acercan pájaros del invierno,
y un aire de mendigo difunde coros tristes.
No sé si alguna hora de copos solitarios,
esos que a veces caen en grises cementerios,
sobre harapientas sombras, en plazas vespertinas,
me espera en algún sitio lejano de la tierra.
Por ti, que caminabas con tus ropas pesadas,
entre los esqueletos vegetales del frío,
ya vago por la orilla de un lago taciturno,
oyendo una campana de antiguos molineros.



Andrés Héctor Lerena Acevedo

Aquellos ojos

-- de Andrés Héctor Lerena Acevedo --

Eran aquellos ojos, inmensos y rasgados.
Los conocí hace tiempo, siempre puros e iguales,
quietos, como el ensueño de los claustros sellados.
En las horas de éxtasis vibraban musicales
al igual de esos pozos frescos, de aguas cantantes.
Jamás los vi cerrados. Fijos en los caminos
contemplaban, absortos, el ir de los viandantes
con la ignota indulgencia de los rostros divinos.

Solía verlos, ya tarde, bajo un rayo postrero;
y cuando me miraban, mi alma ardiente y gozosa
se sustraía al frágil tiempo perecedero.
Pero han pasado lustros. La rueca silenciosa
sobre mi adolescencia devanó su telar.
Los antiguos ensueños de mi alcázar interno,
como las naves nómadas que buscan cielo y mar,
se han perdido, uno a uno, rumbo al azul eterno.
Como las naves nómadas, bogan, lejos, remotos...
Sólo del fondo ambiguo de los tiempos vividos
siguen, siempre, mirándome esos ojos devotos
quietos, como la vida de los claustros dormidos!



Mariano José de Larra

Al concierto dado por las bellas de Mantua

-- de Mariano José de Larra --

Llegó en sordo lamento al Manzanares
El grito de los pueblos que cayeron,
Y piadosas sus bellas le ofrecieron
El fruto de sus célicos cantares.

Llevolo el eco hasta los hondos mares
Y su llanto los tristes suspendieron,
Y a sus acentos asombrados vieron
De nuevo alzarse sus antiguos lares.

Como en Grecia dulcísimo y sonoro
Hiriendo el aire el poderoso canto
Blando pulsaba Anfión la lira de oro;

Y en techos y columnas se ordenaban
Las piedras, atraídas del encanto,
Y la discorde Tebas levantaban.



Marilina Rébora

quién volviese a tener...

-- de Marilina Rébora --

Quién volviese a tener...
¡Quién volviese a tener, para que nos cubriera,
una madre de noche, los párpados febriles,
quién un rozar de labios en la frente sintiera
despejando el fantasma de temores pueriles!
¡quién tuviese, otra vez, sobre la cabecera
un rostro de ternura en pálidos marfiles
y quién bajo una mano que al fin nos bendijera
sintiese disipar las penas infantiles!
habría que tornar a la distante infancia
a los antiguos días de los alegres años,
esos tiempos de ayer en los que la fragancia
era toda de miel, bálsamo y ambrosía,
en los cuales la cura de los mayores daños
se lograba con sólo tu beso, madre mía!



Nicanor Parra

el hombre imaginario

-- de Nicanor Parra --

El hombre imaginario
el hombre imaginario
vive en una mansión imaginaria
rodeada de árboles imaginarios
a la orilla de un río imaginario
de los muros que son imaginarios
penden antiguos cuadros imaginarios
irreparables grietas imaginarias
que representan hechos imaginarios
ocurridos en mundos imaginarios
en lugares y tiempos imaginarios
todas las tardes tardes imaginarias
sube las escaleras imaginarias
y se asoma al balcón imaginario
a mirar el paisaje imaginario
que consiste en un valle imaginario
circundado de cerros imaginarios
sombras imaginarias
vienen por el camino imaginario
entonando canciones imaginarias
a la muerte del sol imaginario
y en las noches de luna imaginaria
sueña con la mujer imaginaria
que le brindó su amor imaginario
vuelve a sentir ese mismo dolor
ese mismo placer imaginario
y vuelve a palpitar
el corazón del hombre imaginario



Julio Herrera Reissig

Invierno

-- de Julio Herrera Reissig --

El invierno embalsama, con sugestión de faustos
emolientes, las cosas... Ebria por el ventisco,
la luna sesga en postuma decrepitud su disco
de azogue, que hipnotiza los predios inexhaustos.

La casa se reposa... Se oye el balar arisco,
como una pesadilla de clamores infaustos,
en duelo de quién sabe qué antiguos holocaustos
que lloran en el alma cristiana del aprisco.

Riendo ante la bella Neith que su prez modula,
el viejo una gloriosa lágrima disimula...
Por fin, la besa y luego que solemne la escruta,

úngela de tabaco, y su dicha completa
picándola en su barba las mejillas de fruta,
que aterciopela un vello brumoso de violeta...



Julio Herrera Reissig

las madres

-- de Julio Herrera Reissig --

Verde luz y heliotropo en los amplios confines...
El cielo, paso a paso, deviénese incoloro;
en la fuente decrépita iza un iris canoro
la escultura musgosa de los cuatro delfines.

Suena, de roca en roca, sus cándidos trintrines
la vagabunda esquila del rebaño, y en coro,
ante dios que retumba en la tarde, urna de oro,
los charcos panteístas entonan sus maitines.

Y a grave paso acuden, por los senderos todos,
gentes que rememoran los antiguos éxodos:
mujeres matronales de perfiles oscuros,

cuyas carnes a trébol y a tomillo trascienden,
ostentando el pletórico seno de donde penden
sonrosados infantes, como frutos maduros.



Federico García Lorca

Paisaje con dos tumbas y un perro asirio

-- de Federico García Lorca --

Amigo,
levántate para que oigas aullar
al perro asirio.
Las tres ninfas del cáncer han estado bailando,
hijo mío.
Trajeron unas montañas de lacre rojo
y unas sábanas duras donde estaba el cáncer dormido.
El caballo tenía un ojo en el cuello
y la luna estaba en un cielo tan frío
que tuvo que desgarrarse su monte de Venus
y ahogar en sangre y ceniza los cementerios antiguos.

Amigo,
despierta, que los montes todavía no respiran
y las hierbas de mí corazón están en otro sitio.
No importa que estés lleno de agua de mar.
Yo amé mucho tiempo a un niño
que tenía una plumilla en la lengua
y vivimos cien años dentro de un cuchillo.
Despierta. Calla. Escucha. Incorpórate un poco.
El aullido
es una larga lengua morada que deja
hormigas de espanto y licor de lirios.
Ya vienen hacia la roca. ¡No alargues tus raíces!
Se acerca. Gime. No solloces en sueños, amigo.

¡Amigo!
Levántate para que oigas aullar
al perro asirio.



Fernando de Herrera

Voy por esta desierta, estéril tierra

-- de Fernando de Herrera --

Voy por esta desierta, estéril tierra,
de antiguos pensamientos molestado,
huyendo el resplandor del sol dorado,
que de sus puros rayos me destierra.

El paso a la esperanza se me cierra,
de una ardua cumbre a un cerro do enriscado,
con los ojos volviendo al apartado
lugar, sólo principio de mi guerra.

Tanto bien representa la memoria
y tanto mal encuentra la presencia,
que me desmaya el corazón vencido.

¡Oh crueles despojos de mi gloria!
desconfianza, olvido, celo, ausencia,
¿por qué cansáis a un mísero rendido?



Fernando de Herrera

Yo voy por esta solitaria tierra

-- de Fernando de Herrera --

Yo voy por esta solitaria tierra,
de antiguos pensamientos molestado,
huyendo el resplandor del sol dorado,
que de sus puros rayos me destierra.

El paso a la esperanza se me cierra;
de una ardua cumbre a un cerro vo enriscado,
con los ojos volviendo al apartado
lugar, solo principio de mi guerra.

Tanto bien presenta la memoria,
y tanto mal encuentra la presencia,
que me desmaya el corazón vencido.

¡Oh crüeles despojos de mi gloria,
desconfïanza, olvido, celo, ausencia!;
¿por qué cansáis a un mísero rendido?



Francisco de Quevedo

agradece, en alegoría continuada

-- de Francisco de Quevedo --

Qué bien me parecéis, jarcias y entenas,
vistiendo de naufragios los altares,
que son peso glorioso a los pilares
que esperé ver tras mi destierro apenas!
símbolo sois de ya rotas cadenas
que impidieron mi vuelta, en largos mares;
mas bien podéis, santísimos lugares,
agradecer mis votos en mis penas.
No tanto me alegrárades con hojas
en los robres antiguos, remos graves,
como colgados en el templo y rotos.
Premiad con mi escarmiento mis congojas;
usurpe al mar mi nave muchas naves;
débanme el desengaño los pilotos.



Francisco Villaespesa

ensueño de opio

-- de Francisco Villaespesa --

Es otra señorita de maupin. Es viciosa
y frágil como aquella imagen del placer,
que en la elegancia rítmica de su sonora prosa
nos dibujó la pluma de theófilo gautier.
Sus rojos labios sáficos, sensitivos y ambiguos,
a la par piden besos de hombre y de mujer,
sintiendo las nostalgias de los faunos antiguos
cuyos labios sabían alargar el placer.
Ama los goces sádicos. Se inyecta de morfina;
pincha a su gata blanca. El éter la fascina,
y el opio le produce un ensueño oriental.
De súbito su cuerpo de amor vibra y se inflama
al ver, entre los juncos, temblar como una llama
la lengua roja y móvil de algún tigre real.



José Cadalso

unos pasan, amigo

-- de José Cadalso --

Unos pasan, amigo,
estas noches de enero
junto al balcón de cloris,
con lluvia, nieve y hielo;
otros la pica al hombro,
sobre murallas puestos,
hambrientos y desnudos,
pero de gloria llenos;
otros al campo raso,
las distancias midiendo
que hay de venus a marte,
que hay de mercurio a venus;
otros en el recinto
del lúgubre aposento,
de newton o descartes
los libros revolviendo;
otros contando ansiosos
sus mal habidos pesos,
atando y desatando
los antiguos talegos.
Pero acá lo pasamos
junto al rincón del fuego,
asando unas castañas,
ardiendo un tronco entero,
hablando de las viñas,
contando alegres cuentos,
bebiendo grandes copas,
comiendo buenos quesos;
y a fe que de este modo
no nos importa un bledo
cuanto enloquece a muchos,
que serían muy cuerdos
si hicieran en la corte
lo que en la aldea hacemos.
Esta obra se encuentra en dominio público.
Esto es aplicable en todo el mundo debido a que su autor falleció hace
más de 100 años. La traducción de la obra puede no estar en dominio
público.



José Cadalso

anacreóntica II

-- de José Cadalso --

Unos pasan, amigo,
estas noches de enero
junto al balcón de cloris,
con lluvia, nieve y hielo;
otros la pica al hombro,
sobre murallas puestos,
hambrientos y desnudos,
pero de gloria llenos;
otros al campo raso,
las distancias midiendo
que hay de venus a marte,
que hay de mercurio a venus;
otros en el recinto
del lúgubre aposento,
de newton o descartes
los libros revolviendo;
otros contando ansiosos
sus mal habidos pesos,
atando y desatando
los antiguos talegos.
Pero acá lo pasamos
junto al rincón del fuego,
asando unas castañas,
ardiendo un tronco entero,
hablando de las viñas,
contando alegres cuentos,
bebiendo grandes copas,
comiendo buenos quesos;
y a fe que de este modo
no nos importa un bledo
cuanto enloquece a muchos,
que serían muy cuerdos
si hicieran en la corte
lo que en la aldea hacemos.



Carlos Pellicer

los sonetos de zapotlán

-- de Carlos Pellicer --

i
a juan josé arreola
un amarillo estar de otoño al día.
Sus olvidadas comunicaciones
abrieron los antiguos corazones
que junio en otros junio exprimía.
Triunfos de corporal idolatría
desnudan sepulcrales posesiones.
Las perlas, amargadas, las acciones
atléticas, vejada fantasía.
¿En dónde estás, eterna primavera?
¿por qué perdí tu claridad ligera
y en flores amarillas te descubro?
y devorado por mi boca herida,
con las palabras que te digo cubro
la muerte más hermosa de mi vida.



Roque Dalton García

y sin embargo, amor

-- de Roque Dalton García --

y sin embargo, amor, a través de laslágrimas,
yo sabía que al fin iba a quedarme
desnudo en la ribera de la risa.
Aquí,
hoy,
digo:
siempre recordaré tu desnudez en mis manos,
tu olor a disfrutada madera de sándalo
clavada junto al sol de la mañana;
tu risa de muchacha,
o de arroyo,
o de pájaro;
tus manos largas y amantes
como un lirio traidor a sus antiguos colores;
tu voz,
tus ojos,
lo de abarcable en ti que entre mis pasos
pensaba sostener con las palabras.
Pero ya no habrá tiempo de llorar.
Ha terminado
la hora de la ceniza para mi corazón.
Hace frío sin ti,
pero se vive.



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