Buscar Poemas con Anhelante


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Se han encontrado 17 poemas con la palabra anhelante

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Teófilo V. Méndez Ramos

Ansiedad (Méndez Ramos)

-- de Teófilo V. Méndez Ramos --

Ven, amada;
anhelante mi espíritu te llama

En la fuente piadosa de tus labios
apagaré mi sed,
y bendita serás como la dulce
samaritana bíblica.

¡0H, mi sed de ternura!
Ven, amada;
anhelante mi espíritu te llama.

Poema Ansiedad (Méndez Ramos) de Teófilo V. Méndez Ramos con fondo de libro

José Martí

yo visitaré anhelante

-- de José Martí --

iv
yo visitaré anhelante
los rincones donde a solas
estuvimos yo y mi amante
retozando con las olas.
Solos los dos estuvimos,
solos, con la compañía
de dos pájaros que vimos
meterse en la gruta umbría.
Y ella, clavando los ojos,
en la pareja ligera,
deshizo los lirios rojos
que le dio la jardinera.
La madreselva olorosa
cogió con sus manos ella,
y una madama graciosa,
y un jazmín como una estrella.
Yo quise, diestro y galán,
abrirle su quitasol;
y ella me dijo: «¡qué afán!
¡si hoy me gusta ver el sol!
»nunca más altos he visto
estos nobles robledales:
aquí debe estar el cristo,
porque están las catedrales.
»Ya sé dónde ha de venir
mi niña a la comunión;
de blanco la he de vestir
con un gran sombrero alón».
Después, del calor al peso,
entramos por el camino,
y nos dábamos un beso
en cuanto sonaba un trino.
¡Volveré, cual quien no existe,
al lago mudo y helado:
clavaré la quilla triste:
posaré el remo callado!

Poema yo visitaré anhelante de José Martí con fondo de libro

Amado Nervo

eso me basta

-- de Amado Nervo --

Este libro tiene muchos precedentes¹,
tantos como gentes
habrán sollozado
por un bien amado,
desaparecido,
por un gran amor extinguido.
Tal vez muchos otros lloraron mejor
su dolor que yo mi inmenso dolor,
quizá (como eran poetas mayores)
había en sus lágrimas muchos más fulgores...
Yo en mis tristes rimas no pretendo nada:
para mí es bastante
con que mi adorada
para siempre ida,
detrás de mi hombro las lea anhelante
y diga: este sí que es un buen amante
que nunca me olvida .

Poema eso me basta de Amado Nervo con fondo de libro

Luis Palés Matos

el río

-- de Luis Palés Matos --

El río es una melancolía estirada y sofocante.
El río es una irritación de piedras, calcinante.
Está seco, no tiene lágrimas porque el sol quemante
lo ha mirado con pupila penetrante...

El río está sediento... Rememora anhelante,
cuando espejeó la nieve de un semblante
y adormeció a un cuerpo fragante...
¡Oh el perfume en su onda voluptuosa y palpitante!

voló a otras regiones el martinete errante;
y está marchita en su margen la flor odorante.
El lirio no genuflexiona arrogante...

El río embiste la vista plúmbeo y abrasante;
el río es un pesar petrificado y punzante...
El río es una melancolía estirada y sofocante.



Manuel Acuña

La ausencia del olvido

-- de Manuel Acuña --

Iba llorando la Ausencia
con el semblante abatido
cuando se encontró en presencia
del Olvido,
que al ver su faz marchitada,
le dijo con voz turbada:
sin colores,
-"Ya no llores niña bella,
ya no llores."

Que si tu contraria estrella
te oprime incansable y ruda
yo te prometo mi ayuda
contra tu mal y contra ella".
Oyó la Ausencia llorando
la propuesta cariñosa,
y los ojos enjugando
ruborosa,
-"Admito desde el momento
buen anciano".
Le dijo con dulce acento.
"Admito lo que me ofreces
y que en vano
he buscado tantas veces,
yo que triste y sin ventura,
la copa de la amargura
he apurado hasta las heces"
Desde entonces, Lola bella,
cariñosa y anhelante
vive el Olvido con ella,
siempre amante;
y la Ausencia ya no gime,
ni doliente
recuerda el mal que la oprime;
que un amor ha concebido
tan ardiente
por el anciano querido,
que si sus penas resiste,
suspira y llora muy triste
cuando la deja el Olvido.



Jorge Isaacs

Amor eterno

-- de Jorge Isaacs --

Puso el Creador en tus esquivos ojos
Cuanto bello soñó mi loca mente;
Para saciar la sed de mi alma ardiente
Diole a un ángel mortal tus labios rojos.

El anhelante seno... Los sonrojos
Que el mármol tiñen de tu casta frente,
El blando arrullo de tu voz doliente
Si miras en mi faz sombras o enojos ...

¡Amor! Amor ideal de mis delirios,
Eterno amor que el alma presentía,
Galardón de cruelísimos martirios,

Puso en tu virgen corazón el Cielo
Para hacerte en la tierra sólo mía,
En mi existencia luz, gloria y consuelo.



Enrique González Martínez

a la que va conmigo

-- de Enrique González Martínez --

Iremos por la vida como dos pajarillos
que van en pos de rubias espigas, y hablaremos
de sutiles encantos y de goces supremos
con ingenuas palabras y diálogos sencillos.

Cambiaremos sonrisas con la hermana violeta
que atisba tras la verde y oscura celosía,
y aplaudiremos ambos la célica armonía
del amigo sinsonte que es músico y poeta.

Daremos a las nubes que circundan los flancos
de las altas montañas nuestro saludo atento,
y veremos cuál corren al impulso del viento
como un tropel medroso de corderillos blancos.

Oiremos cómo el bosque se puebla de rumores,
de misteriosos cantos y de voces extrañas;
y veremos cuál tejen las pacientes arañas
sus telas impalpables con los siete colores.

Iremos por la vida confundidos en ella,
sin nada que conturbe la silenciosa calma,
y el alma de las cosas será nuestra propia alma,
y nuestro propio salmo el salmo de la estrella.

Y un día, cuando el ojo penetrante e inquieto
sepa mirar muy hondo, y el anhelante oído
sepa escuchar las voces de los desconocido,
se abrirá a nuestras almas el profundo secreto.



José María Blanco White

A doña María Ana Beck

-- de José María Blanco White --

Cual tañedor de armónico instrumento
Que deseando complacer, lo mira,
Hiere al azar sus cuerdas, y suspira
Incierto, temeroso y descontento;

Si escucha un conocido, tierno acento,
Anhelante despierta, en torno gira
los arrasados ojos y respira
Poseído de un nuevo y alto aliento,

Tal, si aún viviese en mí la pura llama
Y el don de la divina poesía,
Pudiera yo cantar a tu mandado;

Mas el poeta humilde que te ama,
Teme tocar ¡oh María Ana mía!
Un laúd que la edad ha destemplado.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima lxxxix

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Si copia tu frente
del río cercano la pura corriente
y miras tu rostro del amor encendido,
soy yo, que me escondo
del agua en el fondo
y, loco de amores, a amar te convido;
soy yo, que, en tu pecho buscada morada,
envío a tus ojos mi ardiente mirada,
mi blanca divina...
Y el fuego que siento la faz te ilumina.
Si en medio del valle
en tardo se trueca tu amor animado,
vacila tu planta, se pliega tu talle...
Soy yo, dueño amado,
que, en no vistos lazos
de amor anhelante, te estrecho en mis brazos;
soy yo quien te teje la alfombra florida
que vuelve a tu cuerpo la fuerza de la vida;
soy yo, que te sigo
en alas del viento soñando contigo.
Si estando en tu lecho
escuchas acaso celeste armonía
que llena de goces tu cándido pecho,
soy yo, vida mía...;
Soy yo, que levanto
al cielo tranquilo mi férvido canto;
soy yo, que, los aires cruzando ligero
por un ignorado, movible sendero,
ansioso de calma,
sediento de amores, penetro en tu alma.



Andrés Héctor Lerena Acevedo

Como los pájaros

-- de Andrés Héctor Lerena Acevedo --

Ya se alzan los pájaros, tiéndeme la mano.
Nos iremos, juntos, tras el sol lejano;
nos iremos, juntos, cuando el bosque cante,
trémulos los labios, el pecho anhelante,
oyendo el albogue de los hontanares...
Serán tus penares mis viejos penares,
serán tus ensueños los ensueños míos;
huyendo de pueblos y de caseríos,
errantes y alegres, como los vencejos,
cuando el bosque cante nos iremos lejos,
tan lejos, que el viento, cual galgo cansino,
se echará vencido tras nuestro camino.
Nos iremos lejos de este mundo vano,
nos iremos, juntos, tras el sol lejano,
tu mano en mi mano.



Antonia Díaz Fernández de Lamarque

A Doña María del Pilar Sinués de Marco

-- de Antonia Díaz Fernández de Lamarque --

Con motivo de estar escribiendo una obra
para el príncipe de Asturias, titulada
EL CETRO DE FLORES.

Hoy que brillantes páginas de oro
Anhelante preparas, oh María,
Para el vástago tierno que algun dia
Será sosten del español decoro;

Suene tu voz como raudal sonoro
Y enaltezca con plácida armonía,
Al par que la inmortal sabiduría
De la virtud el celestial tesoro.

¡Oh! reina entre las musas españolas,
Y aparezcan cual astros rutilantes
Los bellos cuadros que tu mente crea:

Ciñan tu sien fulgentes aureolas,
Y la fecunda pluma de Cervantes
Cetro de flores en tu mano sea.



Rosalía de Castro

Santa Escolástica

-- de Rosalía de Castro --

SANTA ESCOLÁSTICA

I

Una tarde de abril, en que la tenue
Llovizna triste humedecía en silencio
De las desiertas calles las baldosas,
Mientras en los espacios resonaban
Las campanas con lentas vibraciones,
Dime a marchar, huyendo de mi sombra.

Bochornoso calor que enerva y rinde,
Si se cierne en la altura la tormenta,
Tornara el aire irrespirable y denso.
Y el alma ansiosa y anhelante el pecho
A impulsos del instinto iban buscando
Puro aliento en la tierra y en el cielo.

Soplo mortal creyérase que había
Dejado el mundo sin piedad desierto,
Convirtiendo en sepulcro a Compostela.
Que en la santa ciudad, grave y vetusta
No hay rumores que turben importunos
La paz ansiada en la apacible siesta.



Juan Nicasio Gallego

A Pradina ausente

-- de Juan Nicasio Gallego --

¿Será que siempre esté, cara Pradina
tu larga ausencia y desamor llorando?
¿No escucharé jamás tu acento blando
ni he de embeberme en tu beldad divina?

Huyó el octubre: la robusta encina
vino el sañudo cierzo derribando;
siguiole abril, los campos matizando,
y tu dureza más y más se obstina.

Llega anhelante el polvoroso estío;
vuelve otoño de vides coronado;
torna la escarcha del invierno frío:

y tú tranquila, inmóvil, sin cuidado
dejas desfallecer el pecho mío,
ya de gemir y de esperar cansado.



Francisco Sosa Escalante

A la invención del telégrafo eléctrico

-- de Francisco Sosa Escalante --

De las corrientes de la mar sonora,
Del rayo de la luz que baña el suelo,
Del águila caudal que eleva el vuelo
A los espacios do la nube mora;

Del eco del cañon que aterradora
Llama vomita derramando el duelo;
De cuanto el hombre concibió en su anhelo
De poder, eres tú la vencedora.

¡Quién igualarte puede, mensajera
Que cruzas el espacio, y el profundo
Abismo de la mar airada y tiera!

Prodigio entre prodigios sin segundo,
Consuelo das al que anhelante espera
Y eres lazo de amor que liga el mundo.



Francisco Sosa Escalante

Apariencia engañosa

-- de Francisco Sosa Escalante --

Ah! no es la tuya, Rosa, la alegría
Que inunda al alma con su amor dichosa:
Es la máscara no más con que afanosa
Ocultas la tenaz melancolía.

Como la luz al espirar el día
Es la luz de tus ojos, misteriosa,
Y hasta el acento de tu voz, ¡oh Rosa!
El dejo tiene de tristeza impía.

El beso de tus labios no es el beso
Que al sueño dulce del amor provoca;
La frente quema donde fuera impreso.

En vano buscas anhelante y loca
La dicha, del festin en el exceso:
La muerte allí tu corazon invoca.



José de Diego

la borinqueña

-- de José de Diego --

¿qué alma, llorando su infeliz destino
dentro del himno popular se agita,
al ascender la música infinita
en el fondo del aire cristalino?

vibra en la flauta el prolongado trino,
la tempestad en el tambor palpita,
gime el violín, el clarinete grita
y solloza profundo el bombardino...

Es el acento múltiple, anhelante,
de la perdida caravana errante
que del nativo hogar la suerte implora...

¡Es el alma de un pueblo sin enseña!
¡es la dulce, la triste borinqueña ,
madre ideal que por sus hijos llora!



Ramón López Velarde

cuando contigo estoy, dueña del alma

-- de Ramón López Velarde --

Cuando contemplo a veces
que plegando los labios enmudeces,
mi adoración pretende en su locura
bajar hasta tu alma a paso lento
y sorprender, en su mansión oscura,
como nota de luz tu pensamiento.
Cuando me miran, oh mujer, tus ojos
luminosos cual sol de primavera,
por oír anhelante
las pulsaciones de tus nervios flojos
y el rumor de tu pecho palpitante,
en mi pasión quisiera
el misterioso oído de los magos
que en las nocturnas sombras escondidos
escuchan, a la orilla de los lagos,
hasta sus más recónditos murmullos,
de las ramas los débiles crujidos
y la reventazón de los capullos.
Y al sospechar que los recuerdos llenas
de otro amor ya pasado con la historia,
me muerden el espíritu los celos
y quieren mis anhelos
extender con la sombra de mis penas
la noche del olvido en tu memoria.



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