Buscar Poemas con Altura


  ·En el buscador de poemas puedes encontrar entre más de doce mil poemas todos aquellos que contienen las palabras de búsqueda. Los poemas forman parte de la antología poética de los 344 poetas más importantes en lengua Española de todos los tiempo. Puedes elegir entre dos tipos de búsqueda:
  ·Buscar entre todos los poemas los que contienen las palabras de la búsqueda.
  ·Buscar sólo los poemas cortos -aquellos que tienen 8 versos o menos- que coinciden con el criterio de búsqueda.

Se han encontrado 82 poemas con la palabra altura

Si lo prefieres puedes ver sólo los poemas cortos, aquellos que tienen ocho versos o menos aquí

Rosalía de Castro

Brillaban en la altura

-- de Rosalía de Castro --

Brillaban en la altura cual moribundas chispas
las pálidas estrellas,
y abajo... Muy abajo en la callada selva,
sentíanse en las hojas próximas a secarse,
y en las marchitas hierbas,
algo como estallidos de arterias que se rompen
y huesos que se quiebran,
¡qué cosas tan extrañas finge una mente enferma!

Tan honda era la noche,
la oscuridad tan densa,
que ciega la pupila
si se fijaba en ella
creía ver brillando entre la espesa sombra
como en la inmensa altura las pálidas estrellas,
¡qué cosas tan extrañas se ven en las tinieblas!

En su ilusión creyóse por el vacío envuelto,
y en él queriendo hundirse
y girar con los astros por el celeste piélago,
fue a estrellarse en las rocas que la noche ocultaba
bajo su manto espeso.

Poema Brillaban en la altura de Rosalía de Castro con fondo de libro

Mario Benedetti

credo

-- de Mario Benedetti --

De otros diluvios
d'altri diluvi una colomba ascolto
giuseppe ungaretti
de pronto uno se aleja
de las imágenesqueridas
amiga
quedás frágil en el horizonte
te he dejado pensando en muchas cosas
pero ojalá pienses un poco en mí
vos sabés
en esta excursión a la muerte
que es la vida
me siento bien acompañado
me siento casi con respuestas
cuando puedo imaginar que allá lejos
quizá creas en mi credo antes de dormirte
o te cruces conmigo en los pasillos del sueño
está demás decirte que a esta altura
no creo en predicadores ni en generales
ni en las nalgas de miss universo
ni en el arrepentimiento de los verdugos
ni en el catecismo del confort
ni en el flaco perdón de dios
a esta altura del partido
creo en los ojos y las manos del pueblo
en general
y en tus ojos y tus manos
en particular.

Poema credo de Mario Benedetti con fondo de libro

Rosalía de Castro

En la altura los cuervos graznaban

-- de Rosalía de Castro --

En la altura los cuervos graznaban,
Los deudos gemían en torno del muerto,
Y las ondas airadas mezclaban
Sus bramidos al triste concierto.

Algo había de irónico y rudo
En los ecos de tal sinfonía,
Algo negro, fantástico y mudo
Que del alma las cuerdas hería.

Bien pronto cesaron los fúnebres cantos;
Esparcióse la turba curiosa;
Acabaron gemidos y llantos
Y dejaron al muerto en su fosa.

Tan sólo a lo lejos, rasgando la bruma,
Del negro estandarte las orlas flotaron,
Como flota en el aire la pluma
Que al ave nocturna los vientos robaron.

Poema En la altura los cuervos graznaban de Rosalía de Castro con fondo de libro

Evaristo Ribera Chevremont

ellos

-- de Evaristo Ribera Chevremont --

La tierra de las cumbres en su barro los cuaja.
Esplenden por el sobrio valor de sus figuras.
Muestran líneas del río, del matojo y la laja.
Ajustan sus espíritus a sus musculaturas.

Huelen a hierbas propias del solar. ¿Quién los guía?
¿quién los defiende? nadie. Pero, ¡qué resistencias
las de estos hombres! tienen intacta la energía.
Sanas, como sus cuerpos, mantienen sus conciencias.

Como en la altura moran, de altura es su legado.
Dan lo que recibieran de los mejores cielos.
La precisión gozosa del día soleado
se capta en sus pupilas, que excluyen los recelos.

Suavizan su asperezas las sabias mansedumbres.
Bajo la piel quemada la sangre es generosa,
como es de generosa la vida de las cumbres,
donde la luz alcanza tonos de blanco y rosa.



Alejandro Tapia y Rivera

A una señorita

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

I
El sol de la ventura
no ha dado aún a mis ojos
tu imagen; mis antojos
perciben tu hermosura,
perciben en la altura
de un ángel el destello,
de un hada el rostro bello...
Para llamar feliz mi triste suerte,
ángel, hada o mujer, anhelo verte.

II
Amor me inspira el ave
del aire mensajera,
que lleva al alta esfera
como celeste nave
de amor el canto suave;
también amor me inspira
la flor que aroma espira,
y tal dicha en mi ser tu nombre vierte,
que flor, ave o mujer, muero por verte.

III
No sé si eres lucero
que anuncia alegre día,
o en tempestad umbría
ofrece un derrotero
al triste marinero;
empero ángel o hada,
o ave o flor preciada,
o mágico lucero;
para amar más la vida que la muerte,
es mi anhelo, señora, conocerte.



Amado Nervo

a felipe ii

-- de Amado Nervo --

Para rafael delgado.
Ignoro qué corriente de ascetismo,
qué relación, qué afinidad impura
enlazó tu tristura y mi tristura
y adunó tu idealismo y mi idealismo.
Más sé por intuición que un astro mismo
ha presidido nuestra noche oscura,
y que en mí como en ti libra la altura
un combate fatal con el abismo.
¡Oh, rey; eres mi rey! hosco y sañudo
también soy; en un mar de arcano duelo
mí luminoso espíritu se pierde,
y escondo como tú, soberbio y mudo,
bajo el negro jubón de terciopelo,
el cáncer implacable que me muerde.



Amado Nervo

Deidad

-- de Amado Nervo --

Como duerme la chispa en el guijarro
y la estatua en el barro,
en ti duerme la divinidad.
Tan sólo en un dolor constante y fuerte
al choque, brota de la piedra inerte
el relámpago de la deidad.
No te quejes, por tanto, del destino,
pues lo que en tu interior hay de divino
sólo surge merced a él.
Soporta, si es posible, sonriendo,
la vida que el artista va esculpiendo,
el duro choque del cincel.

Qué importan para ti las horas malas,
si cada hora en tus nacientes alas
pone una pluma bella más?
Ya verás al cóndor en plena altura,
ya verás concluida la escultura,
ya verás, alma, ya verás...



Leandro Fernández de Moratín

oda. traducción de horacio - rumbo mejor, licino

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Rumbo mejor, licino,
seguirás no engolfándote en la altura,
ni aproximando el pino
a playa mal segura,
por evitar la tempestad oscura.
El que la medianía
preciosa amó, del techo quebrantado
y pobre se desvía
como del envidiado
alcázar, de oro y pórfidos labrado.
Muchas veces el viento
árboles altos rompe; levantadas
torres, con más violento
golpe caen arruinadas;
hiere el rayo las cumbres elevadas.
No en la dicha confía
el varón fuerte; en la aflicción espera
más favorable día:
jove la estación fiera
del hielo vuelve en grata primavera.
Si mal sucede ahora,
no siempre mal será. Tal vez no excusa
con cítara sonora,
febo, animar la musa;
tal vez el arco por los bosques usa.
En la desgracia sabe
mostrar al riesgo el corazón valiente;
y si el viento tu nave
sopla serenamente,
la hinchada vela cogerás prudente.



Leandro Fernández de Moratín

oda. traducción de horacio - más seguro ¡oh! licino

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Más seguro ¡oh! licino
vivirás no engolfándote en la altura,
ni aproximando el pino
a playa mal segura,
por evitar la tempestad obscura.
El que la medianía
preciosa amó, del techo quebrantado
y pobre se desvía
como del envidiado
albergue en oro y pórfidos labrado.
Muchas veces el viento
árboles altos rompe; levantadas
torres con más violento
golpe caen arruinadas;
hiere el rayo las cumbres elevadas.
No en la dicha confía
el varón fuerte; en su aflicción espera
más favorable día:
jove la estación fiera
del hielo vuelve en grata primavera.
Si mal sucede ahora,
no siempre mal será. Tal vez no excusa
con cítara sonora
febo animar la musa;
tal vez el arco por los bosques usa.
En la desgracia sabe
mostrar al riesgo el corazón valiente
y si el viento tu nave
sopla serenamente
la hinchada vela cogerás prudente.



Lope de Vega

Maestro mío, ved si ha sido engaño

-- de Lope de Vega --

Maestro mío, ved si ha sido engaño
regular por amor el movimiento,
que hace en paralelos de su intento
el sol de Fili, discurriendo el año.

Tomé su altura en este desengaño,
y en mi sospecha, que es cierto instrumento,
por coronas conté su pensamiento
y señalome el índice mi daño.

O no son estos arcos bien descritos,
(digo estos ojos) o este limbo indicio,
que a aquella antigua oscuridad me torno,

o yo no observo bien vuestros escritos,
que si hace Fili en Géminis solsticio,
no escapa mi Cenit de Capricornio.



Luis Muñoz Rivera

abismos

-- de Luis Muñoz Rivera --

Dios puso en los abismos del espacio
esos vapores tenues,
que, en nube convertidos, se coloran
con tinta suave cuando el alba viene.

La nube engendra el rayo
que esparce por doquier estrago y muerte:
¡culpad a dios, que derramó en la altura
del huracán el germen!

dios puso en el cerebro esas ideas
que poderosas crecen
y, comprimidas sin piedad, estallan
soberbias, indomables y rebeldes.

La rebelión engendra
brisas de fuego y ráfagas de muerte:
¡culpad a dios que puso en el cerebro
del huracán el germen!



Luis Muñoz Rivera

las campanas

-- de Luis Muñoz Rivera --

Ya sé lo que dicen
las roncas campanas
cuando en recio y confuso desorden,
agitan con fuerza sus lenguas metálicas.

Anuncian dolientes
la hora del alba,
porque el astro que sube a los cielos
es astro que alumbra vergüenzas y lagrimas.

Al pueblo congregan
y escuchan con rabia
por las naves del templo sombrío
subir a la altura la humilde plegaria,

en tanto que a gritos
exige la patria
ancho muro de pechos viriles,
de pólvora en estruendos y choque de espadas.

Ya sé lo que dicen
las roncas campanas
cuando vibran en brusco desorden:
ya sé lo que dicen: ¡venganza! ¡venganza!



Luis Rosales

de cómo vino al mundo la oración

-- de Luis Rosales --

De lirio en oración, de espuma herida
por el paso del alba silenciosa;
de carne sin pecado en la gozosa
contemplación del niño sorprendida;
de nieve que detiene su caída
sobre la paja que al señor desposa;
de sangre en asunción junto a la rosa
del virginal regazo desprendida;
de mirar levantado hacia la altura
como una fuente con el agua helada
donde el gozo encontró recogimiento;
de manos que juntaron su hermosura
para calmar, en la extensión nevada,
su angustia al hombre y su abandono al viento.



Manuel del Palacio

A un amigo muerto

-- de Manuel del Palacio --

Rico, noble, feliz, enamorado,
Pródigo de talento y de alegría,
Amigo caro, me llamaste un día,
Y placer y amistad hallé á tu lado.

Del mundo por el piélago agitado
Los dos corrimos sin timon ni guia,
Sin esperar de la tormenta impía
Pesadumbre, ni susto, ni cuidado.

Luégo, en vez del amor y la ventura,
Te dió el martirio su temida palma,
Siendo el sepulcro fin á tu amargura.

¡Duerme tranquilo en paz, cuerpo sin alma!
¡Dichoso aquel que encuentra en el altura
Tras la deshecha tempestad la calma!



Manuel del Palacio

Semblanzas: I

-- de Manuel del Palacio --

Es madre y de sus hijos se murmura;
Es vieja, y con enredos se entretiene;
Es rica, y nadie sabe lo que tiene;
Es enferma de amor, y pide cura.

Aunque pocos le han visto la figura
Dicen que con su espíritu se aviene;
Y tímida ó viril, según conviene,
El eco de su voz vibra en la altura.

Pilláronla una vez en un renuncio,
Y aun puedes ver impreso en los diarios
De su historia fatal el triste anuncio;

Vive en la córte haciendo calendarios,
Y en la plaza del Rey, ó en la del Nuncio,
Admite flete á precios ordinarios.



Manuel del Palacio

Semblanzas: VIII

-- de Manuel del Palacio --

Le odié ministro y le admiré poeta;
Hoy que la unión le engancha en sus pendones,
Su lira, sus discursos, sus blasones
No valen para mí ni una peseta.

El yelmo de su escudo es ya veleta;
Huelen á memorial sus producciones,
Y á través de su alcurnia y sus doblones
Se descubre el amor á la chuleta.

Si respeto le tuve de polaco,
Hoy al mirarle vuelta la casaca
Me parece un solemne monicaco:

Y á pesar de sus cruces y su placa,
No le doy más altura que á un macaco
Ni más entendimiento que á una jaca.



Joaquín Nicolás Aramburu

A Dios (Aramburu)

-- de Joaquín Nicolás Aramburu --

¿En dónde está ese Dios que no me oído
cuando mil y mil veces le he llamado
con gritos de dolor desesperado,
en el naufragio de mi bien perdido?

¿En qué lugar del mundo se ha escondido
que en vano por doquiera le he buscado,
y en la lucha indefenso me ha dejado,
del mal esclavo, de la duda herido?

¿Arriba estás? Pues ve desde la altura
esta contienda desigual y horrible
que el mismo tiempo que mi vida dura.

Y si aún me juzgas corazón sensible,
amante y resignado en mi amargura,
pedirás, con ser Dios, un imposible.



Jorge Guillén

ars vivendi

-- de Jorge Guillén --

Presentes sucesiones de difuntos
quevedo
pasa el tiempo y suspiro porque paso,
aunque yo quede en mí, que sabe y cuenta,
y no con el reloj, su marcha lenta
nunca es la mía bajo el cielo raso.
Calculo, sé, suspiro no soy caso
de excepción y a esta altura, los setenta,
mi afán del día no se desalienta,
a pesar de ser frágil lo que amaso.
Ay, dios mío, me sé mortal de veras.
Pero mortalidad no es el instante
que al fin me privará de mi corriente.
Estas horas no son las postrimeras,
y mientras haya vida por delante,
serás mis sucesiones de viviente.



Jorge Riechmann

verwisch die spuren

-- de Jorge Riechmann --

Me han hablado del poeta
que se arroja ácido a la cara durante los recitales
y escribe en el cielo preprogramado de california
con humo de aeroplanos
y me impresiona la calidad de esta ética laboral
tan a la altura
de nuestros tiempos de paleocapitalismo posmoderno:
todo por la patria
por el patrón
por el poder
por la poesía...
Pero me temo
que ni siquiera con tanto sacrificio
consigue durar más de diez segundos en los telediarios.
Prefiero
otra estrategia lateral, contraria:
escribir en la arena
y hablar en voz muy baja
para que tú me oigas.
Borrar las huellas.



César Vallejo

Trilce: LXIV

-- de César Vallejo --

Hitos vagarosos enamoran, desde el minuto montuoso que obstetriza
y fécha los amotinados nichos de la atmósfera.

Verde está el corazón de tánto esperar, y en el canal de Panamá
¡hablo con vosotras, mitades, bases, cúspides! retoñan los peldaños,
pasos que suben,
pasos que baja-
n.
Y yo que pervivo,
y yo que sé plantarme.

Oh valle sin altura madre, donde todo duerme horrible mediatinta,
sin ríos frescos, sin entradas de amor. Oh voces y ciudades, que pasan
cabalgando en un dedo tendido que señala a calva Unidad. Mientras
pasan, de mucho en mucho, gañanes de gran costado sabio, detrás de las
tres tardas dimensiones.

Hoy Mañana Ayer
(No, hombre!)



César Vallejo

hitos vagarosos enamoran, desde el minuto montuoso

-- de César Vallejo --

lxiv
hitos vagarosos enamoran, desde el minuto montuoso que obstetriza
y fecha los amotinados nichos de la atmósfera.
Verde está el corazón de tantoesperar; y en el canal de panamá
¡hablo con vosotros, mitades, bases,cúspides! retoñan los peldaños,
pasos que suben,
pasos que baja-
n.
Y yo que pervivo,
y yo que sé plantarme.
Oh valle sin altura madre, donde todo duermehorrible mediatinta, sin ríos frescos, sin entradas de amor.Oh voces y ciudades que pasan cabalgando en un dedo tendidoque señala a calva unidad. Mientras pasan, de mucho en mucho,gañanes de gran costado sabio, detrás de las tres tardasdimensiones.
Hoy mañana ayer
(no, hombre!)



César Vallejo

lomos de las sagradas escrituras

-- de César Vallejo --

Sin haberlo advertido jamás, exceso por turismo
y sin agencias
de pecho en pecho hacia la madre unánime.
Hasta parís ahora vengo a ser hijo. Escucha,
hombre, en verdad te digo que eres el hijo eterno,
pues para ser hermano tus brazos son escasamente iguales
y tu malicia para ser padre, es mucha.
La talla de mi madre moviéndome por índole de movimiento,
y poniéndome serio, me llega exactamente al corazón:
pesando cuanto cayera de vuelo con mis tristes abuelos,
mi madre me oye en diámetro callándose en altura.
Mi metro está midiendo ya dos metros,
mis huesos concuerdan en género y en número
y el verbo encarnado habita entre nosotros
y el verbo encarnado habita, al hundirme en el baño,
un alto grado de perfección.



César Vallejo

cesa el anhelo, rabo al aire

-- de César Vallejo --

Cesa el anhelo, rabo al aire. De súbito, la vida amputa, enseco. Mi propia sangre me salpica en líneas femeninas, y hastala misma urbe sale a ver esto que se para de improviso.
Qué ocurre aquí, en este hijo del hombre? clama laurbe, y en una sala del louvre, un niño llora de terror a lavista del retrato de otro niño.
Qué ocurre aquí, en este hijo de mujer? clama la urbe,y a una estatua del siglo de los ludovico, le nace una brizna de yerbaen plena palma de la mano.
Cesa el anhelo, a la altura de la mano enarbolada. Y yo me escondodetrás de mí mismo, a aguaitarme si paso por lo bajo omerodeo en alto.



César Vallejo

altura y pelos

-- de César Vallejo --

¿quién no tiene su vestido azul?
¿quién no almuerza y no toma el tranvía,
con su cigarrillo contratado y su dolor de bolsillo?
¡yo que tan sólo he nacido!
¡yo que tan sólo he nacido!
¿quién no escribe una carta?
¿quién no habla de un asunto muy importante,
muriendo de costumbre y llorando de oído?
¡yo que solamente he nacido!
¡yo que solamente he nacido!
¿quién no se llama carlos o cualquier otra cosa?
¿quién al gato no dice gato gato?
¡ay, yo que sólo he nacido solamente!
¡ay!, ¡yo que sólo he nacido solamente!



César Vallejo

y si después de tantas palabras...

-- de César Vallejo --

¡y si después de tántas palabras,
no sobrevive la palabra!
¡si después de las alas de los pájaros,
no sobrevive el pájaro parado!
¡más valdría, en verdad,
que se lo coman todo y acabemos!
¡haber nacido para vivir de nuestra muerte!
¡levantarse del cielo hacia la tierra
por sus propios desastres
y espiar el momento de apagar con su sombra su tiniebla!
¡más valdría, francamente,
que se lo coman todo y qué más da...!
¡Y si después de tanta historia, sucumbimos,
no ya de eternidad,
sino de esas cosas sencillas, como estar
en la casa o ponerse a cavilar!
¡y si luego encontramos,
de buenas a primeras, que vivimos,
a juzgar por la altura de los astros,
por el peine y las manchas del pañuelo!
¡más valdría, en verdad,
que se lo coman todo, desde luego!
se dirá que tenemos
en uno de los ojos mucha pena
y también en el otro, mucha pena
y en los dos, cuando miran, mucha pena...
Entonces... ¡Claro!... Entonces... ¡Ni palabra!



César Vallejo

intensidad y altura

-- de César Vallejo --

Quiero escribir, pero me sale espuma,
quiero decir muchísimo y me atollo;
no hay cifra hablada que no sea suma,
no hay pirámide escrita, sin cogollo.
Quiero escribir, pero me siento puma;
quiero laurearme, pero me encebollo.
No hay toz hablada, que no llegue a bruma,
no hay dios ni hijo de dios, sin desarrollo.
Vámonos, pues, por eso, a comer yerba,
carne de llanto, fruta de gemido,
nuestra alma melancólica en conserva.
Vámonos! vámonos! estoy herido;
vámonos a beber lo ya bebido,
vámonos, cuervo, a fecundar tu cuerva.



Manuel José Othón

angelus domini

-- de Manuel José Othón --

Sobre el tranquilo lago, occiduo el dia,
flota impalpable y misteriosa bruma
y a lo lejos vaguísima se esfuma
profundamente azul, la serranía.

Del cielo en la cerúlea lejanía
desfallece la luz. Tiembla la espuma
sobre las ondas de zafir, y ahúma
la chimenea gris de la alquería.

Suenan los cantos del labriego; cava
la tarda yunta el surco postrimero.
Los últimos reflejos de luz flava

en el límite brillan del potrero
y, a media voz, la golondrina acaba
su gárrulo trinar, bajo el alero.

Ii

ondulante y azul, trémulo y vago,
el ángel de la noche se avecina,
del crepúsculo envuelto en la neblina
y en los vapores gráciles del lago.

Del septentrión al murmurante halago
los pliegues de su túnica divina
se extienden sobre el valle y la colina,
para librarlos del nocturno estrago.

Su voz tristezas y consuelo vierte.
Humedecen sus ojos de zafiro
auras de vida y ráfagas de muerte.

Levanta el vuelo en silencioso giro
y, al llegar a la altura, se convierte
en oración, y lágrima, y suspiro.



Oliverio Girondo

corso

-- de Oliverio Girondo --

La banda de música le chasquea el lomo
para que siga dando vueltas
cloroformado bajo los antifaces
con su olor a pomo y a sudor
y su voz falsa
y sus adioses de naufragio
y su cabellera desgreñada de largas tiras de papel
que los árboles le peinan al pasar
junto al cordón de la vereda
donde las gentes
le tiran pequeños salvavidas de todos los colores
mientras las chicas
se sacan los senos de las batas
para arrojárselos a las comparsas
que espiritualizan
en un suspiro de papel de seda
su cansancio de querer ser feliz
que apenas tiene fuerzas para llegar
a la altura de las bombitas de luz eléctrica.



Pablo Neruda

fantasma

-- de Pablo Neruda --

Cómo surges de antaño, llegando,
encandilada, pálida estudiante,
a cuya voz aún piden consuelo
los meses dilatados y fijos.
Sus ojos luchaban como remeros
en el infinito muerto
con esperanza de sueño y materia
de seres saliendo del mar.
De la lejanía en donde
el olor de la tierra es otro
y lo vespertino llega llorando
en forma de oscuras amapolas.
En la altura de los días inmóviles
el insensible joven diurno
en tu rayo de luz se dormía
afirmado como en una espada.
Mientras tanto crece a la sombra
del largo transcurso en olvido
la flor de la soledad, húmeda, extensa,
como la tierra en un largo invierno.



Pablo Neruda

soneto li cien sonetos de amor (1959) mediodía

-- de Pablo Neruda --

Soneto li
tu risa pertenece a un árbol entreabierto
por un rayo, por un relámpago plateado
que desde el cielo cae quebrándose en la copa,
partiendo en dos el árbol con una sola espada.
Sólo en las tierras altas del follaje con nieve
nace una risa como la tuya, bienamante,
es la risa del aire desatado en la altura,
costumbres de araucaria, bienamada.
Cordillerana mía, chillaneja evidente,
corta con los cuchillos de tu risa la sombra,
la noche, la mañana, la miel del mediodía,
y que salten al cielo las aves del follaje
cuando como una luz derrochadora
rompe tu risa el árbol de la vida.



Pablo Neruda

soneto lvi cien sonetos de amor (1959) tarde

-- de Pablo Neruda --

Soneto lvi
acostúmbrate a ver detrás de mí la sombra
y que tus manos salgan del rencor, transparentes,
como si en la mañana del mar fueran creadas:
la sal te dio, amor mío, proporción cristalina.
La envidia sufre, muere, se agota con mi canto.
Uno a uno agonizan sus tristes capitanes.
Yo digo amor, y el mundo se puebla de palomas.
Cada sílaba mía trae la primavera.
Entonces tú, florida, corazón, bienamada,
sobre mis ojos como los follajes del cielo
eres, y yo te miro recostada en la tierra.
Veo el sol trasmigrar racimos a tu rostro,
mirando hacia la altura reconozco tus pasos.
Matilde, bienamada, diadema, bienvenida!



Pablo Neruda

soneto xlii cien sonetos de amor (1959) mediodía

-- de Pablo Neruda --

Radiantes días balanceados por el agua marina,
concentrados como el interior de una piedra amarilla
cuyo esplendor de miel no derribó el desorden:
preservó su pureza de rectángulo.
Crepita, sí, la hora como fuego o abejas
y es verde la tarea de sumergirse en hojas,
hasta que hacia la altura es el follaje
un mundo centelleante que se apaga y susurra.
Sed del fuego, abrasadora multitud del estío
que construye un edén con unas cuantas hojas,
porque la tierra de rostro oscuro no quiere sufrimientos
sino frescura o fuego, agua o pan para todos,
y nada debería dividir a los hombres
sino el sol o la noche, la luna o las espigas.



Pablo Neruda

el pozo

-- de Pablo Neruda --

A veces te hundes, caes
en tu agujero de silencio,
en tu abismo de cólera orgullosa,
y apenas puedes
volver, aún con jirones
de lo que hallaste
en la profundidad de tu existencia.
Amor mío, qué encuentras
en tu pozo cerrado?
algas, ciénagas, rocas?
qué ves con ojos ciegos,
rencorosa y herida?
mi vida, no hallarás
en el pozo en que caes
lo que yo guardo para ti en la altura:
un ramo de jazmines con rocío,
un beso más profundo que tu abismo.
No me temas, no caigas
en tu rencor de nuevo.
Sacude la palabra mía que vino a herirte
y déjala que vuele por la ventana abierta.
Ella volverá a herirme
sin que tú la dirijas
puesto que fue cargada con un instante duro
y ese instante será desarmado en mi pecho.
Sonríeme radiosa
si mi boca te hiere.
No soy un pastor dulce
como en los cuentos de hadas,
sino un buen leñador que comparte contigo
tierra, viento y espinas de los montes.
Ámame tú, sonríeme,
ayúdame a ser bueno.
No te hieras en mí, que será inútil,
no me hieras a mi porque te hieres.



Pablo Neruda

el cóndor

-- de Pablo Neruda --

Yo soy el cóndor, vuelo
sobre ti que caminas
y de pronto en un ruedo
de viento, pluma, garras,
te asalto y te levanto
en un ciclón silbante
de huracanado frío.
Y a mi torre de nieve,
a mi guarida negra
te llevo y sola vives,
y te llenas de plumas
y vuelas sobre el mundo,
inmóvil, en la altura.
Hembra cóndor, saltemos
sobre esta presa roja,
desgarremos la vida
que pasa palpitando
y levantemos juntos
nuestro vuelo salvaje.



Pablo Neruda

regreso

-- de Pablo Neruda --

Hostiles cordilleras,
cielo duro,
extranjeros, ésta es,
ésta es mi patria,
aquí nací y aquí viven mis sueños.
El barco se desliza
por el azul, por todos los azules,
la costa es la más larga
línea de soledad del universo,
pasan y pasan las arenas blancas,
suben y bajan los montes desnudos,
y corre junto al mar la tierra sola,
dormida o muerta en paz ferruginosa.
Cuando cayeron las vegetaciones
y el dulce verde abandonó estas tierras
el sol las calcinó desde su altura,
la sal las abrasó desde sus piedras.
Desde entonces se desenterraron
las antiguas estrellas minerales:
allí yacen los huesos de la tierra,
compacto como piedra es el silencio.
Perdonad, extranjeros,
perdonad la medida desolada
de nuestra soledad,
y lo que damos en la lejanía.
Sin embargo,
aquí están las raíces de mi sueño,
ésta es la dura luz que amamos,
y de algún modo, con distante orgullo,
como en los minerales de la noche,
vive el honor en esta larga arena.



Pedro Miguel Obligado

ausencia

-- de Pedro Miguel Obligado --

La rama de los astros se estremece en la altura,
movida por el viento de la eterna armonía,
y el silencio murmura
su vaga poesía.

Tú ya no estás conmigo para hacerme dichoso,
y te hallas tan lejana, que eres una tristeza;
pero todo, esta noche, se vuelve más hermoso,
tal como si estuviese pensando en tu belleza.

Un arroyito claro por la pradera, ondula,
el temblor de las plantas le descubre su anhelo,
y la tierra se azula
deseando ser un cielo

siento que te aproximas en esta noche tierna;
pues aunque vives lejos, el ensueño nos une,
como a dos estrellitas una misma cisterna,
donde la fantasía del agua las reúne.

La belleza es misterio, que tu amor profundiza,
tu recuerdo, en guiadora claridad se convierte;
y la ausencia idealiza
la pena de quererte.

¡Si no sólo en mis versos, si en realidad vinieras!
¿no oyes la melodía que, de cariño, llora?
se muestra el mundo bueno, como si me quisieras
¿dónde estarás ahora? ¿dónde estarás ahora?



Pedro Miguel Obligado

¿nada más

-- de Pedro Miguel Obligado --

¿nada más que tu amble disciplina merezco,
y el cariño oportuno que dices que me das,
y sonrisas piadosas para el mal que padezco?
¿nada más, nada más?...

Yo sé que no te he dado sino un alma sincera,
y un amor que no buscas y que no buscarás,
y los días opacos de una vida cualquiera.
Nada más, nada más

tal vez como un sonido que se pierde en la altura,
vagamente en ti misma, mi ensueño sentirás;
y será mi recuerdo, delicada amargura.
Nada más, nada más

pero cuesta volverla juiciosa, a la esperanza,
mostrarle que su ensueño querido está de más,
y sólo es una sombra que sobre el suelo danza.
Nada más, nada más



Rafael María Baralt

A una señorita con motivo de haber entrado en religión

-- de Rafael María Baralt --

En la cándida frente el sacro velo
muestras como señal de la victoria
que sobre el mundo y su falaz memoria
consiguió tu virtud, hija del cielo.

Así burlaste mi amoroso anhelo
palma inmortal labrándote de gloria;
cuando, ausente de ti, será mi historia
llamarte en vano y sin cesar con duelo.

¡Espíritu feliz! de la clausura
del cuerpo desatado, alegre, altivo,
libre de tu prisión miras la altura;

Mientras con mi pasión el alma enclavo
en este oscuro suelo, donde vivo
del ya imposible amor mísero esclavo.



José María Pemán

oración a la luz

-- de José María Pemán --

Oración a la luz
señor: yo sé que en la mañana pura
de este mundo, tu diestra generosa
hizo la luz antes que toda cosa
porque todo tuviera su figura.
Yo sé que te refleja la segura
línea inmortal del lirio y de la rosa
mejor que la embriagada y temerosa
música de los vientos en la altura.
Por eso te celebro yo en el frío
pensar exacto a la verdad sujeto
y en la ribera sin temblor del río:
por eso yo te adoro, mudo y quieto:
y por eso, señor, el dolor mío
por llegar a ti se hizo soneto.



José Tomás de Cuellar

El primer beso

-- de José Tomás de Cuellar --

DE Dios el sumo poder
Y de su alto amor en nombre,
Formó en el Edén al hombre
Y enseguida á la mujer.

Al ver él tanta hermosura,
Y al ver ella tanto ardor,
Sorprendieron al amor
Bajando desde la altura.

Y los tres en el exceso
De placer tan sin segundo.
Hicieron temblar al mundo
Al eco del primer beso.



José Tomás de Cuellar

El árbol (Cuéllar)

-- de José Tomás de Cuellar --

ME siento como el arbol: de la tierra
Brotó mi ser y por la tierra aliento;
Pido á la tierra goce y alimento,
Ella el pasado y el presente encierra.

Pero al rayo de luz que de la altura
Me da vida y ventura,
Y por el que otra vida he concebido,
Vida y ventura sin cesar le pido.



José Ángel Buesa

yo la vi anoche ardiendo

-- de José Ángel Buesa --

Yo la vi anoche ardiendo en su tamaño,
y yo crecía hacia la noche pura
en un afán secreto de estatura,
uniendo mi alegría con mi daño.
Y aquella realidad era un engaño,
en un sabor de ensueño y de aventura;
y abrí los ojos en la noche oscura,
y yo era yo, creciendo en un extraño.
Y yo era yo, pequeño en mi amargura,
muriendo en sombra bajo el cielo huraño
y cada vez más lejos de la altura.
Y odié mi realidad y amé mi engaño,
y entonces descendió la noche pura,
y sentí en mi estatura su tamaño.



Juan Abel Echeverría

El avión

-- de Juan Abel Echeverría --

Águila real que en el cenit admiro,
pasmo del genio creador, invento
que en ti llevas, como alma, el pensamiento,
que al éter te lanzó con raudo giro;

lumbre de ciencias en tus alas miro,
que te hacen navegar señor del viento,
y eres bajo el cerúleo firmamento,
cruz de nácar en fondo de zafiro.

Se encumbra, al par de ti, la inteligencia,
y al corazón agita tu presencia,
con temblor de ansias y bullir de anhelos,

y en éxtasis el alma, a lo infinito
vuela de adoración su ardiente grito:
¡Gloria a Dios en la altura de los cielos!



Gabino Alejandro Carriedo

honestidad y cometido del arquitecto antonio miró

-- de Gabino Alejandro Carriedo --

Miró miró la arquitectura
con las lentes de su bondad
lento mirar hacia la altura
que el edificio crece sin cesar
miró miró la gente dura
parapetada en su vanidad
la vio pequeña de estatura
genitiva negativa letal
miró miró la regla pura
para su cálculo racional
reglamentando la textura
de esta función fundamental
miró miró con voz oscura
desde su telescopio catalán
y vio la vida por ventura
como es: arte y oficio de cristal



Gabriela Mistral

la lluvia lenta

-- de Gabriela Mistral --

Esta agua medrosa y triste,
como un niño que padece,
antes de tocar la tierra
desfallece.
Quieto el árbol, quieto el viento,
¡y en el silencio estupendo,
este fino llanto amargo
cayendo!
el cielo es como un inmenso
corazón que se abre, amargo.
No llueve: es un sangrar lento
y largo.
Dentro del hogar, los hombres
no sienten esta amargura,
este envío de agua triste
de la altura.
Este largo y fatigante
descender de aguas vencidas,
hacia la tierra yacente
y transida.
Llueve... Y como un chacal trágico
la noche acecha en la sierra.
¿Qué va a surgir, en la sombra,
de la tierra?
¿dormiréis, mientras afuera
cae, sufriendo, esta agua inerte,
esta agua letal, hermana
de la muerte?



Gabriela Mistral

los que no danzan

-- de Gabriela Mistral --

Una niña que es inválida
dijo: «¿cómo danzo yo?»
le dijimos que pusiera
a danzar su corazón...
Luego dijo la quebrada:
«¿cómo cantaría yo?»
le dijimos que pusiera
a cantar su corazón...
Dijo el pobre cardo muerto:
«¿cómo danzaría yo?»
le dijimos: «pon al viento
a volar tu corazón...»
Dijo dios desde la altura:
«¿cómo bajo del azul?»
le dijimos que bajara
a danzarnos en la luz.
Todo el valle está danzando
en un corro bajo el sol,
y al que no entra se le hace
tierra, tierra el corazón.



Gerardo Diego

giralda

-- de Gerardo Diego --

Giralda
giralda en prisma puro de sevilla,
nivelada del plomo y de la estrella,
molde en engaste azul, torre sin mella,
palma de arquitectura sin semilla.
Si su espejo la brisa enfrente brilla,
no te contemples ay, narcisa, en ella,
que no se mude esa tu piel doncella,
toda naranja al sol que se te humilla.
Al contraluz de luna limonera,
tu arista es el bisel, hoja barbera
que su más bella vertical depura.
Resbala el tacto su caricia vana.
Yo mudéjar te quiero y no cristiana.
Volumen nada más: base y altura.



Gutierre de Cetina

en un olmo vandalio escribió un día

-- de Gutierre de Cetina --

Do la corteza estaba menos dura,
el nombre y la ocasión de su tristura;
después, mirando al cielo, así decía:
«tanto crezcas, ¡oh bella planta mía!,
que al más alto ciprés venzas de altura,
y tanta sea mayor tu hermosura
cuanta aquella de dórida sería.
»Crezcan a par del olmo en su grandeza
las letras del amado y dulce nombre,
y en él hagan perpetua su memoria;
»porque los que vendrán sepan que un hombre
levantó el pensamiento a tanta alteza
que es digno al menos de inmortal renombre».



Hernando de Acuña

De Endimión

-- de Hernando de Acuña --

En una selva, al parecer del día,
se estaba Endimión, triste y lloroso,
vuelto al rayo de sol que presuroso
de la cumbre de un monte descendía.

Mirando el turbador de su alegría,
contrario de su bien y su reposo,
tras un grave suspiro doloroso,
tales palabras contra el sol decía:

«Luz clara, para mí triste y oscura,
que con furioso curso apresurado
mi sol con tu tiniebla oscureciste,

si te pueden mover en tanta altura
las quejas de un pastor apasionado,
no tarde en volver donde saliste».



Hernando de Acuña

Ícaro

-- de Hernando de Acuña --

Con Ícaro, de Creta se escapaba
Dédalo, y ya las alas extendía,
y al hijo, que volando le seguía,
con amor maternal amonestaba:

Que si el vuelo más alto levantaba,
la cera con el sol se desharía,
y en el mismo peligro le pondría
el agua y su vapor, si más bajaba.

Mas el soberbio mozo, y poco experto,
enderezóse luego al alo cielo
y, ablandada la cera en la altura,

perdió las alas, y en el aire muerto,
recibiéndole el mar del alto vuelo,
por el nombre le dio la sepultura.



Hernando de Acuña

Pastora en quien mostrar quiso natura

-- de Hernando de Acuña --

Pastora en quien mostrar quiso natura,
a la miseria de este bajo suelo,
la más cierta señal del bien del cielo
y un claro sol en la tiniebla oscura,

si pastoral ingenio a tanta altura
pudiese levantar su corto vuelo,
que cantase Damón cuanto consuelo
es verte y no te ver cuál desventura,

desde el un polo al otro se sabría
que no yo solo, más cualquier que ausente
de tu presencia vive, oh Galatea,

debe sentir la misma pasión mía,
pues sola en ti se halla juntamente
cuanto bien se procura y se desea.



Hérib Campos Cervera

pequeña letanía en voz baja

-- de Hérib Campos Cervera --

Baja para el recuerdo de roque molinari
laurin.-Donde estuviere. Elegiré una piedra.Y un
árbol. Y una nube.Y gritaré tu nombrehasta que el aire
ciego que te llevame escuche.(En voz baja). Golpearé la
pequeña ventana del rocío;extenderé un cordaje de cáñamo y
resinas;levantaré tu lino marinerohasta el viento primero de tu
signo,para que el mar te nombre(en voz baja). Te lloran:
cuatro pájaros;un agobio de niños y de títeres;los jazmines nocturnos de
un patio paraguayo.Y una guitarra coplera.(En voz baja). Te
llaman:todo lo que es humilde bajo el cielo;la inocencia de un pedazo de
pan;el puñado de sal que se derrama sobre el mantel de un pobre;la
mirada sumisa de un caballo,y un perro abandonado.Y una carta.(En
voz baja). Yo también te he llamado,en mi noche de altura y de
azahares.(En voz baja). Sólo tu soledad de ahora y
siemprete llamará, en la noche y en el día.En voz alta.



El sueño de la enredadera

-- de Vicenta Castro Cambón --

A Dolores Caeiro de Castro,

filialmente.

¡OH tierra que alimentas mis raíces!
alejarme de ti es mi vivo anhelo;
por eso, aunque muy débiles, mis ramas
suben y suben, cual buscando el cielo.

Varas enjutas que formáis mi zarzo,
aunque no alcance yo la ansiada altura
os ceñiré con fraternales brazos
y luciréis alegre vestidura.

Nadie en breve podré reconoceros
cubiertas por mis hojas y mis flores,
y a nuestra fresca sombra muchos seres
vendrán a refugiarse en los calores.

Y vendrán, confundiendo sus encantos,
picaflores y lindas mariposas
a buscar el sustento de su vida
en la miel de mis flores olorosas.

¡Cuán alegre seré la vida, entonces,
cuando pueda ofrecer mi seno amigo
a vivientes tan bellos e inocentes,
dulce alimento y protector abrigo!

¡Oh tierra que alimentas mis raíces!
alejarme de ti es mi vivo anhelo.
Elevarme, dar flores, muchas flores:
es esa mi misión y ese es mi cielo.

Y lo mismo que muere sin temores
el hombre que fué activo, honrado y bueno,
cumplida mi misión, oh madre tierra,
trocada en polvo volveré a tu seno.



Vicente Huidobro

vocación de altura

-- de Vicente Huidobro --

Es inútil andar por el desprecio con el desprecio a cuestas
es inútil marchar por el cielo y con el cielo al hombro
es inútil ser mar con grandes alas como noches
nunca la verde pluma solitaria tan alta y musical
calmará sus anhelos ni las rocas violentas del planeta
el viento pasa a través del esqueleto
hace sonar marfiles al fondo del tiempo y de mi soledad
bate alturas derramadas y llantos de lejanas circunstancias
tiene tanto sabor de cielo malherido
que la voz se acaricia como la sombra de un barco muriéndose deangustia
los árboles no cantan en sus orillas deseadas
pero la noche tiene un agua suave
hay cosas puras como el muerto entre sus velas
hay cosas dulces como la aldea en sus ventanas y sus enredaderas
hay cosas tristes como la lámpara de ciertas tumbas para leer unnombre
el viento pasa a través de los hombres
y lleva el olor de su planeta



José Alcalá Galiano

Aparición

-- de José Alcalá Galiano --

Miré tu rostro, y de la inmensa altura
Bajé á mi corazón,
Y al verle encadenado á tu hermosura
Bendije mi prision.

La noche en su silencio y con su calma
Adormeció mi sér,
Y al mecerse tranquila, olvidó el alma
Su eterno padecer;

Una sola mirada de tus ojos
Del sueño me sacó,
Y una sonrisa de tus labios rojos
De amor me estremeció.

La quietud con su mágico misterio
Me hacia meditar;
Oí tu voz de irresistible imperio
Y prorumpí á llorar.

Léjos de las miserias de la vida,
De los astros en pos,
Mi mente, con delirio, iba perdida
Allí buscando un Dios.

Y cuando más ansioso le buscaba
Aparecer te ví,
Y la faz de aquel Dios que no encontraba
Ví reflejarse en tí.



Marilina Rébora

el cristo de dalí

-- de Marilina Rébora --

El cristo de dalí
siempre desde abajo pudimos mirarle
y aun de nuestra altura miramos a cristo,
mas nunca hasta ahora pudo contemplarle
alguien de lo alto, ni de allá fue visto.
Pero así el artista consiguió pintarle,
en tremendo escorzo con genio imprevisto,
mirando de arriba, y supo evocarle
de terreno ambiente al fin desprovisto.
Brazos y cabeza en un primer plano
provocan sorpresa por su recio encuadre
y el extraordinario grandor del proyecto.
El cuerpo en su fuga termina lejano,
el estar arriba nos acerca al padre
y de arriba vemos el terrible aspecto.



Marilina Rébora

la hormiga

-- de Marilina Rébora --

La hormiga
sin saber que es domingo, ruidoso día de fiesta,
va llevando su carga la minúscula hormiga:
el trozo de una hoja en perfilada cresta
columpiase oscilante sin impedir que siga.
Apenas se apresura, que caminar le cuesta,
y se esfuerza consciente pues el deber la obliga,
prosiguiendo el sendero, pese a tal lastre, enhiesta,
pero sin detenerse ni demostrar fatiga.
¿Cómo sigue su rumbo el portentoso insecto,
conociendo infalible la dirección que toma?
¿qué indicios lo conducen por previsto trayecto
y alcanzar sin perderse el lugar donde vive?
¿será acaso la brisa? ¿o tal vez el aroma?
¿quizá la propia tierra por su altura o declive?
¿cuál será la conciencia de un obrar tan perfecto?



Rosalía de Castro

Los unos altísimos

-- de Rosalía de Castro --

Los unos altísimos,
Los otros menores,
Con su eterno verdor y frescura,
Que inspira a las almas
Agrestes canciones,
Mientras gime al rozar con las aguas
La brisa marina, de aromas salobres,
Van en ondas subiendo hacia el cielo
Los pinos del monte.

De la altura la bruma desciende
Y envuelve las copas
Perfumadas, sonoras y altivas
De aquellos gigantes
Que el Castro coronan;
Brilla en tanto a sus pies el arroyo
Que alumbra risueña
La luz de la aurora,
Y los cuervos sacuden sus alas,
Lanzando graznidos
Y huyendo la sombra.



Rosalía de Castro

Más rápidos que el rayo

-- de Rosalía de Castro --

Más rápidos que el rayo,
Más alados que el viento,
Inquietos vagamundos que no pueden
Refrenar nunca el inconstante vuelo,
Así descienden de la mar al fondo
Como escalan la altura de los cielos.

Mas si son impalpables e incorpóreos
Y múltiples y varios,
¿Por qué llamarles pensamientos negros
O pensamientos blancos,
Si no tienen color, esos del alma
Invisibles
Eternos e invisibles soberanos?



Rosalía de Castro

Santa Escolástica

-- de Rosalía de Castro --

SANTA ESCOLÁSTICA

I

Una tarde de abril, en que la tenue
Llovizna triste humedecía en silencio
De las desiertas calles las baldosas,
Mientras en los espacios resonaban
Las campanas con lentas vibraciones,
Dime a marchar, huyendo de mi sombra.

Bochornoso calor que enerva y rinde,
Si se cierne en la altura la tormenta,
Tornara el aire irrespirable y denso.
Y el alma ansiosa y anhelante el pecho
A impulsos del instinto iban buscando
Puro aliento en la tierra y en el cielo.

Soplo mortal creyérase que había
Dejado el mundo sin piedad desierto,
Convirtiendo en sepulcro a Compostela.
Que en la santa ciudad, grave y vetusta
No hay rumores que turben importunos
La paz ansiada en la apacible siesta.



Juan Nicasio Gallego

En la traslación de los restos de D. Pedro Calderón

-- de Juan Nicasio Gallego --

Gloria y delicia de los patrios lares,
¡buen Calderón!, de tu fecunda vena
el copioso raudal el orbe llena
venciendo espacios y cruzando mares.

Difunden hoy tus dramas a millares
las prensas de Leipsick, los oye Viena,
y hasta en las playas bálticas resuena
el cisne del modesto Manzanares.

¡Oh hispana juventud! Si al arduo empeño
de hollar del Pindo la sublime altura
no te alentare porvenir risueño,

esa pompa. Ese mármol te asegura
con muda voz que, si la vida es sueño,
siglos de siglos el renombre dura.



Juan Ramón Jiménez

ya la tú

-- de Juan Ramón Jiménez --

Ya viene la primavera.
¡Lo ha dicho la estrella!
la primavera sin mancha.
¡Lo ha dicho la agua!
sin mancha y viva de gloria
¡lo ha dicho la rosa!
de gloria, altura y pasión.
¡Lo ha dicho tu voz!



Juan Ruiz Arcipreste de Hita

libro de buen amor 107

-- de Juan Ruiz Arcipreste de Hita --

Quiero seguir a ti, flor de las flores,
siempre desir cantar de tus loores;
non me partir de te servir
mejor de la mejores.
Grand fiança he yo en ti, señora,
la mi esperança en ti es toda hora,
de tribulaçión sin tardança
venme librar agora.
Virgen muy santa, yo paso atribulado,
pena atanta con dolor atormentado
en tu esperança coyta atanta
que veo, ¡mal pecado!
estrella del mar, puerto de folgura,
de dolor complido et de tristura
venme librar et conortar,
señora del altura.
Nunca falleçe la tu merçed complida,
siempre guaresçes de coytas et das vida,
nunca peresçe nin entristeçe
quien a ti non olvida.
Sufro grand mal sin meresçer, a tuerto,
escribo tal porque pienso ser muerto,
mas tú me val', que non veo ál
que me saque a puerto.
Lt;lt;lt;
índice de la obra
gt;gt;gt;



Juan Ruiz Arcipreste de Hita

libro de buen amor 96

-- de Juan Ruiz Arcipreste de Hita --

«urraca só, que yago so esta sepultura,
en quanto fui al mundo, ove viçio e soltura,
con buena rasón muchos casé, non quise locura,
caí en una hora so tierra del altura.
Prendiome sin sospecha la muerte en sus redes,
parientes et amigos, ¿aquí non me acorredes?
obrad bien en la vida, a dios non lo erredes,
que bien como yo morí, así todos morredes.
El que aquí llegare si dios le bendiga,
e si l' dé dios buen amor, et plaser de amiga,
que por mí pecador un pater noster diga,
si desir non lo quisiere, a muerta non maldiga.»
Lt;lt;lt;
índice de la obra
gt;gt;gt;



Julio Flórez

por qué se mató silva

-- de Julio Flórez --

En lo más abrupto y alto
de un gran peñón de basalto,
detuvo un águila el vuelo:
miró hacia arriba, hacia arriba,
y se quedó pensativa
al ver que el azul del cielo
siempre alejándose iba.
Escrutó la enorme altura
y, con intensa amargura,
sintió cansancio en las alas.
(En la glacial lejanía
el sol moría, moría
entre sus sangrientas galas
bajo la pompa del día).
Y del peñón por un tajo,
miró hacia abajo, hacia abajo,
con desconsuelo profundo;
el ojo vivo y redondo
clavó luego en lo más hondo...
Y asco sintió del mundo
¡vio tanto cieno en el fondo!
si huía el azul del cielo,
si hervía el fango en el suelo,
¿cómo aplacar su tristeza?
ah, fue tanta su aflicción
que, en su desesperación
se destrozó la cabeza
contra el siniestro peñón.



Francisco de Quevedo

parnaso español 45

-- de Francisco de Quevedo --

¡cuántas manos se afanan en oriente
examinando la mayor altura,
porque en tus dedos, breve coyuntura,
con todo patrimonio, esté luciente!
¡cuánta descaminada ciega gente
tiene en poco del mar la saña dura,
sólo para que adorne tu locura
rubia calamidad, púrpura ardiente!
¡cuánto pirata de noruega, atento
ministro de tu gula, remontado,
despuebla de familia alada el viento!
¡cuánto engaño de cáñamo anudado
tiene el golfo, inquiriendo su elemento
al pasto delicioso del pecado!



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 46

-- de Francisco de Quevedo --

Cuando con atención miro y contemplo
la soberana raza, y compostura
de esta divina, y celestial figura,
que de su hacedor es vivo ejemplo.
La prima con razón bajo, y contemplo
del indigno instrumento, que procura
tocar los puntos de mayor altura,
que la madre de amor oyó en su templo.
Pues no es bien ofenderos, y agraviaros
cortamente alabando la riqueza
de los raros extremos, que en vos veo.
Sólo se ocupe el alma en contemplaros,
y estos ojos en ver esta belleza,
que es último sujeto del deseo.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 76

-- de Francisco de Quevedo --

Es la soberbia artífice engañoso;
da su fábrica pompa, y no provecho:
ve, nabuco, la estatua que te ha hecho;
advierte el edificio cauteloso.
Hizo la frente del metal precioso;
armó de plata y bronce cuello y pecho;
y por trocar con el cimiento el techo,
los pies labró de barro temeroso.
No alcanzó el oro a ver desde la altura
la guija, que rompió con ligereza
el polvo en quien fundó rica locura.
El que pusiere el barro en la cabeza
y a los pies del metal la lumbre pura,
tendrá, si no hermosura, fortaleza.



Francisco Sosa Escalante

A Hidalgo

-- de Francisco Sosa Escalante --

¡Ay del que osado á proclamar se atreve
La santa libertad de un pueblo hundido
En dura esclavitud! Ay si vencido
Al fin se mira por tirano aleve!

Que no basta cortar el hilo breve
De la vida del héroe aborrecido:
Por empañar su nombre esclarecido
Su lengua de áspid la calumnia mueve.

¡Oh grande Hidalgo! tu inmortal renombre
Hundir quisieran en la noche oscura
Los que del hombre hacen lobo del hombre.

Y en vano te denigran; que á la altura
En que supiste colocar tu nombre,
No llega el fango de la tierra impura!



Francisco Sosa Escalante

A Laura

-- de Francisco Sosa Escalante --

Avaro, Laura, soy de tu ventura,
Y al mirar tu belleza soberana
Me atribula pensar que ciega ó vana
Pudieras descender de tánta altura.

Goces, riquezas, cuanto dicha augura,
Te habrá de prometer la cortesana
Juventud que te sigue y que se afana
Por ver marchita tu inocencia pura.

Ay si la escuchas! sus brillantes flores
Aspid ocultan de fatal veneno
Que hará que triste y desolada llores.

Si abres incauta al seductor tu seno,
Tras el sueño falaz de los amores
Su negra infamia te hundirá en el cieno.



Francisco Sosa Escalante

Elodia

-- de Francisco Sosa Escalante --

Era tan dulce, cariñosa y buena,
En el paterno hogar, la hermana mia,
Y tanta su piedad, que ella tenia
Por suya propia la desdicha ajena.

En su mirada angelical, serena,
Su noble corazón resplandecía
Y el eco de su voz era armonía
De dulce encanto y de ternura llena.

Junto á la madre de mi amor, callada
Sufria de sus penas la amargura,
A una temprana muerte resignada;

Y al ver llegar su fin, clavó en la altura
De sus serenos ojos la mirada,
Llena de fé, con la conciencia pura.



Francisco Sosa Escalante

La escuela (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Oid! en dulce y argentino coro
Parece que se elevan á la altura
Palabras mil y mil que el onda pura
Lleva en sus alas con rumor sonoro.

Los niños allí están; allí el tesoro
Se encierra ¡oh patria! que en edad futura
Formará tu grandeza y tu ventura
Y la prenda será de tu decoro,

¡Bendito el templo do la Ciencia ofrece
Al niño, con amor, sus ricos dones,
Y la razón sublime resplandece!

Funda en la Escuela, Anáhuac, tus blasones,
Que solo al pueblo do el saber florece
Contemplan con respeto las naciones.



José Asunción Silva

Las voces silenciosas

-- de José Asunción Silva --

¡Oh voces silenciosas de los muertos!
Cuando la hora muda
y vestida de fúnebres crespones,
desfilar haga ante mis turbios ojos
sus fantasmas inciertos,
sus pálidas visiones...
¡Oh voces silenciosas de los muertos!
En la hora que aterra
no me llaméis hacia el pasado oscuro,
donde el camino de la vida cruza
los valles de la tierra.
¡Oh voces silenciosas de los muertos!
Llamadme hacia la altura
donde el camino de los astros corta
la gélida negrura;
hacia la playa donde el alma arriba,
llamadme entonces, voces silenciosas,
¡hacia arriba!... ¡Hacia arriba!...



José Eustasio Rivera

con pausados vaivenes

-- de José Eustasio Rivera --

Con pausados vaivenes refrescando el estío,
la palmera engalana la silente llanura;
y en su lánguido ensueño, solitaria murmura
ante el sol moribundo sus congojas al río.

Encendida en el lampo que arrebola el vacío,
presintiendo las sombras, desfallece en la altura;
y sus flecos suspiran un rumor de ternura
cuando vienen las garzas por el cielo sombrío.

Naufragada en la niebla, sobre el turbio paisaje
la estremecen los besos de la brisa errabunda;
y al morir en sus frondas el lejano celaje,

se abandona al silencio de las noches más bellas,
y en el diáfano azogue de la linfa profunda
resplandece cargada de racimos de estrellas.



José Martí

en un dulce estupor

-- de José Martí --

En un dulce estupor soñando estaba
con las bellezas de la tierra mía:
fuera, el invierno lívido gemía,
y en mi cuarto sin luz el sol brillaba.
La sombra sobre mí centelleaba
como un diamante negro, y yo sentía
que la frente soberbia me crecía,
y que un águila al cielo me encumbraba.
Iba hinchando este gozo el alma oscura,
cuando me vi de súbito estrechado
contra el seno fatal de una hermosura:
y al sentirme en sus brazos apretado,
me pareció rodar desde una altura
y rodar por la tierra despeñado.



José Martí

rosario

-- de José Martí --

Rosario
rosario,
en ti pensaba, en tus cabellos
que el mundo de la sombra envidiaría,
y puse un punto de mi vida en ellos
y quise yo soñar que tú eras mía.
Ando yo por la tierra con los ojos,
alzados ¡oh mi afán! a tanta altura
que en ira altiva o míseros sonrojos
encendiólos la humana criatura.
Vivir: saber morir; así me aqueja
este infausto buscar, este bien fiero,
y todo el ser en mi alma se refleja,
¡y buscando sin fe, de fe me muero!



Carolina Coronado

a una estrella

-- de Carolina Coronado --

Chispa de luz que fija en lo infinito
absorbes mi asombrado pensamiento,
tu origen, tu existencia, tu elemento
menos alcanzo cuanto más medito.
Si eres ardiente, inamovible hoguera,
¿dónde el centro descansa de tu lumbre?
si eres globo de luz, ¿cómo en la cumbre
no giras tú de la insondable esfera?
¿por qué la tierra sin descanso rueda?
¿por qué la luna el globo majestoso
mueve, mientras tu carro misterioso
inmóvil, fijo en el espacio queda?
¿es que mi vista de mortal no alcanza
a percibir desde su oscuro asiento
allá en la altura suma el movimiento
de tu carroza que en lo inmenso avanza?
¡ah, sí! que por espíritu movida
la creación sin descanso se sostiene,
y todo en la creación marcado tiene
forma y destino, movimiento y vida.
Tú giras, sí: tus alas soberanas
sulcan el mundo y sus confines tocan...
Mas ¿cómo en tu carrera no se chocan
tus millares sin número de hermanas?
más allá de su límite prescrito
sediento avanza, audaz el pensamiento,
y tu origen, tu vida, tu elemento
menos alcanzo cuanto más medito.



Carolina Coronado

en un álbum una de cuyas páginas se presentaba a la magdalena en actitud de clamar al cielo

-- de Carolina Coronado --

¡piedad!... Virgen, arráncame y levanta
de entre estas rocas donde estoy hundida:
hieren sus filos mi desnuda planta,
no hay senda abierta y moriré en la huida.
Corrí sin tino tras lejana estrella
ansiosa de su luz brillante y pura
y osé trepar a esta eminente altura
para después precipitarme de ella.
Subí a la cumbre por camino blando
lleno de blancas perfumadas rosas
y ahora no encuentro de pavor temblando
más que pendientes altas y espantosas.
¡Piedad!... Virgen. Tu mano salvadora
las manos prenda que hacia ti levanto
y hasta los muros de tu pueblo santo
conduce el alma que tu auxilio implora.



Clemente Althaus

A España (1 Althaus)

-- de Clemente Althaus --

Un día, España, en tu anchuroso imperio,
moviendo el sol el refulgente paso,
jamás hallaba tenebroso ocaso
al ir de un hemisferio a otro hemisferio;

cual ya al romano, así al valor iberio,
el ámbito del orbe vino escaso:
mas a tu antigua majestad, acaso
iguala tu presente vituperio.

De tal altura a sima tan profunda
te hizo caer del hado la inconstancia,
que Roma el mundo te llamó segunda:

Dad escarmientos a Inglaterra y Francia,
y teman que en abismo igual las hunda
su proterva ambición y su arrogancia.



Ramón María del Valle Inclán

la trae un cuervo

-- de Ramón María del Valle Inclán --

¡tengo rota la vida! en el combate
de tantos años ya mi aliento cede,
y al orgulloso pensamiento abate
la idea de la muerte, que la obsede.

Quisiera entrar en mí, vivir conmigo,
poder hacer la cruz sobre mi frente,
y sin saber de amigo ni enemigo,
apartado, vivir devotamente.

¿Dónde la verde quiebra de la altura
con rebaños y músicos pastores?
¿dónde gozar de la visión tan pura

que hace hermanas las almas y las flores?
¿dónde cavar en paz la sepultura
y hacer místico pan con mis dolores?



Ricardo Güiraldes

Aconcagua

-- de Ricardo Güiraldes --

Cima. Altura. Cono tendencioso, que escapas de la tierra, hacia la coronación rala de aires eternos.

Aspiración a lo perfecto.

Gran tranquilo. Eterno mojón de cataclismo, cernido de nubes que lloran en tus flancos pétreos, desflocando sobre tu dureza la impotencia blanduzca de sus velámenes, esclavos del viento.

Indiferente.

Caótica cristalización.

Rezo de piedra.

Véngame tu firmeza inconmovible. Dios del silencio. Dios de aspiraciones hacia la perfección sideral.

¡Oh! tú que escapas a la tierra.

Impulso en catalepsia.

Borbotón solidificado.

Serenidad, hecha materia, que duermes al través de los siglos, imperturbablemente.

Vuelo en letargo.

Véngame tu estabilidad perenne, oh, pacificador inerte; dame tu sopor inmutable y la paz de tu quietismo de esfinge geológica.

¡Aconcagua!

Mendoza, 1913.



Roberto Juarroz

el silencio que queda entre dos palabras

-- de Roberto Juarroz --

El silencio que queda entre dos palabras
no es el mismo silencio que envuelve una cabeza cuando cae,
ni tampoco el que estampa la presencia del árbol
cuando se apaga el incendio vespertino del viento.
Así como cada voz tiene un timbre y una altura,
cada silencio tiene un registro y una profundidad.
El silencio de un hombre es distinto del silencio de otro
y no es lo mismo callar un nombre que callar otro nombre.
Existe un alfabeto del silencio,
pero no nos han enseñado a deletrearlo.
Sin embargo, la lectura del silencio es la única durable,
tal vez más que el lector.



© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba