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Se han encontrado 24 poemas con la palabra alivio

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Alfonso Reyes

ausencias

-- de Alfonso Reyes --

De los amigos que yo más quería
y en breve trecho me han abandonado,
se deslizan las sombras a mi lado,
escaso alivio a mi melancolía.
Se confunden sus voces con la mía
y me veo suspenso y desvelado
en el empeño de cruzar el vado
que me separa de su compañía.
Cedo a la invitación embriagadora,
y discurro que el tiempo se convierte
y acendra un infinito cada hora.
Y desbordo los límites, de suerte
que mi sentir la inmensidad explora
y me familiarizo con la muerte.

Poema ausencias de Alfonso Reyes con fondo de libro

Alfonso Reyes

visitación

-- de Alfonso Reyes --

Soy la muerte me dijo. No sabía
que tan estrechamente me cercara,
al punto de volcarme por la cara
su turbadora vaharada fría.
Ya no intento eludir su compañía:
mis pasos sigue, transparente y clara
y desde entonces no me desampara
ni me deja de noche ni de día.
¡Y pensar confesé, que de mil modos
quise disimularte con apodos,
entre miedos y errores confundida!
«más tienes de caricia que de pena».
Eras alivio y te llamé cadena.
Eras la muerte y te llamé la vida.

Poema visitación de Alfonso Reyes con fondo de libro

Leandro Fernández de Moratín

A Flerida, poetisa

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Basta Cupido ya, que a la divina
Ninfa del Turia reverente adoro:
ni espero libertad, ni alivio imploro,
y cedo alegre al astro que me inclina.

¿Qué nuevas armas tu rigor destina
contra mi vida, si defensa ignoro?
Sí, ya la admiro entre el castalio coro
la cítara pulsar griega y latina.

Ya, coronada del laurel febeo,
en altos versos llenos de dulzura,
oigo su voz, su número elegante.

Para tanto poder débil trofeo
adquieres tú; si sólo su hermosura
bastó a rendir mi corazón amante.

Poema A Flerida, poetisa de Leandro Fernández de Moratín con fondo de libro

Enmudeció el Amor la pluma y mano

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Enmudeció el Amor la pluma y mano;
volvió el Amor a pluma y mano, lengua,
¡ay de mí!, quiere llore, por mi mengua,
agravios de sus manos con mi mano.

Tal Guadarrama, por su escarcha cano,
agravios del sol llora cuando mengua
sus nevados tesoros; tal, sin mengua
mis ojos trata Amor, Amor tirano.

Llorad, ojos, llorar, pues desatando
parte del mal, por quien estoy muriendo
irá en mi pecho su furor menguando.

En vano alivio con llorar pretendo,
si vuelve al pecho, por su mal, volando,
lo que de él sale, por su bien, corriendo.



Lloras, oh solitario, y solamente

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Lloras, oh solitario, y solamente
tu llanto te acompaña, que, lloroso,
el eco usurpa deste valle umbroso
y triste oficio desta dulce fuente.

¡Ay cómo en escucharte alivio siente
mi pecho, en sus diluvios caudaloso!
A no ser natural tu son quejoso,
mereciera una ausencia tu corriente.

Lloremos juntos, pues, y dure tanto
que al brío desta fuente presurosa
le dilate sus términos el llanto.

Mas vencerá mi ausencia querellosa,
pues de una ausente ingrata el dulce encanto
es causa a más efectos poderosa.



Remataba en los cielos su belleza

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Remataba en los cielos su belleza,
alivio, un alto chopo, a un verde prado,
amante de una vid y de ella amado,
que amor halló aposento en su dureza.

Soberbia, exenta, altiva su cabeza
era lengua de Céfiro enojado;
del verde campo rey, pues coronado
daba leyes de amor en su corteza.

Le robó su corona, airado, el viento;
sintió tanto su mal, que fue tornada
en verde oscura su esperanza verde.

Yo, sin los lazos de mi Celia amada,
¿qué mucho a mal me traiga un pensamiento,
si un árbol me dio Amor que me lo acuerde?



José María Blanco White

A Dorila

-- de José María Blanco White --

Te engañas, mi Dorila,
si juzgas que rendido
de amar sin esperanza
se verá el pecho mío;
que no, no es tan tirano,
cual dicen, el Dios niño,
y sabe aun con las ansias
dar premios exquisitos.
Son necios los amantes
que llaman su dominio
cruel, y que maldicen
sus cadenas y grillos.
Dorila, yo te adoro;
y el ardor en que vivo,
es el premio y la gloria
que el adorarte pido.
Peno ¡ay triste! mas tengo
en tu rostro divino
de mis crueles ansias
un dulce y cierto alivio:
pues aun cuando mi pecho
más agitado miro,
volviendo a ti los ojos
ledo que da y tranquilo.
Y si del rostro amable
el influjo benigno
me es negado, y ausente
mi fuego es más activo,
tu dulce nombre entonces
tiernamente repito,
y un nuevo fuego enciendo,
con que aplaco el antiguo.
¡Ay! de esta suave llama
los amantes deliquios
sólo es dado gozarlos
a quien sabe sentirlos.
Zagala, no te engañes,
que aun el más afligido
pagado está, si logra
dar a tiempo un suspiro.



Pedro Antonio de Alarcón

Desaliento

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

Llorar es tu destino... Mas no llores.
Alza la frente soberana al cielo,
y no afanada busques en el suelo
premio al amor, alivio a tus dolores.

Acaso yo... Mas ¡ay! a tus clamores
respondieran los gritos de mi duelo,
y, sin prestar a tu dolor consuelo,
marchitaría tus postreras flores.

¡Ay de los dos! Del mundo la inclemencia
rompió de nuestras almas el encanto...
Lloramos... Y la ajena indiferencia

mi risa provocó, secó tu llanto...
Hoy nos acerca un sentimiento amigo,
¡y en hielo en otro hielo no halla amigo!



Juan de Arguijo

Ariadna

-- de Juan de Arguijo --

«¿A quién me quejaré del cruel engaño,
Arboles mudos, en mi triste duelo?
¡Sordo mar! ¡Tierra extraña! ¡Nuevo cielo!
¡Fingido amor! ¡Costoso desengaño!

»Huyó el pérfido autor de tanto daño,
Y quedé sola en peregrino suelo,
Do no espero á mis lágrimas consuelo;
Que no permite alivio mal tamaño.

»Dioses, si entre vosotros hizo alguno
De un desamor ingrato amarga prueba,
Vengadme, os ruego, del traidor Teseo.»

Tal se queja Ariadna en importuno
Lamento al cielo, y entre tanto lleva
El mar su llanto, el viento su deseo.



Juan de Arguijo

Orfeo (1-Arguijo)

-- de Juan de Arguijo --

«Desiertas selvas, monte yerto y frío,
Ródope, que en el cielo tocar osas;
Vosotras, de Estrimon ondas hermosas,
A quien vencer presume el llanto mio,

»Seréis testigos largo tiempo, fio,
De mi dolor y quejas lastimosas,
Que en vano esparzo al aire, y con piadosas
Voces al rey del lago obscuro envio.»

Así cantando llora el tracio amante;
Y á sus blandos acentos enmudece
El viento, y la agua su corriente enfrena;

Y enternecidas truecan el semblante
Las fieras ¡corto alivio! mientras crece
Del ya perdido bien la justa pena.



Hernando de Acuña

Cierto escogí bien peligrosa vía

-- de Hernando de Acuña --

Cierto escogí bien peligrosa vía
cuando primero en vos los ojos puse,
pues a pasar tal vida me dispuse
cual vos, señora, veis que ahora es la mía.

Para más no vivir viví aquel día
y, porque el veros todo bien pospuse,
ni sé a quién acusar ni a quién excuse,
ni hallo parte en mí del que solía.

Mas tomar tanto gusto en muerte ajena,
contra tanta humildad tal aspereza,
y obras a muerte tan enderezadas,

sin dar jamás alivio a tanta pena,
ved vuestras manos, que de tal fiereza
por fuerza se han de ver ensangrentadas.



Hernando de Acuña

Un tiempo me sostuvo la esperanza

-- de Hernando de Acuña --

Un tiempo me sostuvo la esperanza,
y Amor lo consintió porque sintiese,
cuando al estado en que estoy viniese,
que fue para mayor desconfianza.

En gran fortuna me mostró bonanza
y aseguróme porque conociese,
cuando nuevo dolor menos temiese,
que en su seguridad hay más mudanza.

Pasé con este alivio mi cuidado,
hasta que he conocido de hora en hora
que todo fue color para más daño;

y con haberme ya desengañado,
conozco que hay en mí de nuevo ahora
más aparejo para nuevo engaño.



Salvador Díaz Mirón

A Piedad

-- de Salvador Díaz Mirón --

Llegas a mí con garbo presumido,
tierna y gentil. ¡Cuán vario es el orgullo!
Ostenta en el león crin y rugido,
y en la paloma tornasol y arrullo.

Brillas y triunfas, y a carnal deseo
cierras la veste con seguro alarde,
y en el fulgor de tu mirada veo
sonreír al lucero de la tarde.

Hay minutos de gracia, que suspenden
el dolor con alivio soberano,
que de la paz divina se desprenden
para cruzar el infortunio humano.

Virtud celeste a la miseria mía
viene contigo, y en el antro asoma
y entra y cunde como una melodía,
como una claridad, como un aroma.

Al triste impartes, como buena maga,
tregua feliz, y en dulce desconcierto,
bendigo por el bálsamo la llaga
y amo por el oasis el desierto.

Y me vuelvo a mi cítara y la enfloro
y la pulso, y el son que arranco a ella
se va, tinto en la púrpura y el oro
del puesto sol, a la primera estrella.



Antonio García Gutiérrez

Carta a Filena

-- de Antonio García Gutiérrez --

Aunque siempre fuí cobarde
Contigo, amoroso alarde
Hacer de un recuerdo quiero:
Era á mitad de Febrero;
Era á mitad de una tarde.

Con el alma de amor llena,
Buscando alivio á la pena
Que mi corazón traspasa,
Llamé á tu puerta, Filena,
Y estabas solita en casa.

No sé si aliviar quisiste
Mis amantes desvarios:
Ello es que viéndome triste
Enternecida pusiste
Tus labios sobre los mios.

Sin duda fué caridad:
Sin duda fué solo un medio
De mostrarme tu piedad;
Pero ¡ay! que ha sido el remedio
Peor que la enfermedad.

Mira, Filena querida,
Si hay desdicha parecida
A esta mi desdicha fuerte:
Lo que á tantos da la vida
A mi me ha dado la muerte.



Mariano Melgar

Yaraví VIII

-- de Mariano Melgar --

Ya mi triste desventura
No deja
Esperanza de tener
Alivio;
Y el buscarlo solo sirve
De darme
El tormento de mirarlo
Perdido.

En vano huiré buscando
Regiones
Donde olvidar á mi dueño
Querido:
Con la distancia tendrá
Mi pecho
Sus recelos y su amor
Más fijos.

Lloraré cuando estes lejos
Mis males;
Y emitiré los más tristes
Gemidos;
Y ya no tendré el consuelo
De verte,
Ni que sepas mis crueles
Martirios.

Ay! Dime, querido dueño:
¿Que causa
Pudo mudar ese pecho
Tan fino?
No te mueve á compasión
El verme
Que huyendo de tus crueldades
Espiro?

¿Con qué corazón oirás
Decir
Que por tí murió quien firme
Te quiso?
No seas, amada prenda,
No seas
De mi desdichada vida
Martirio.



Nicolás Fernández de Moratín

Atrevimiento amoroso

-- de Nicolás Fernández de Moratín --

Amor, tú que me diste los osados
intentos y la mano dirigiste
y en el cándido seno la pusiste
de Dorisa, en parajes no tocados;

si miras tantos rayos, fulminados
de sus divinos ojos contra un triste,
dame el alivio, pues el daño hiciste
o acaben ya mi vida y mis cuidados.

Apiádese mi bien; dile que muero
del intenso dolor que me atormenta;
que si es tímido amor, no es verdadero;

que no es la audacia en el cariño afrenta
ni merece castigo tan severo
un infeliz, que ser dichoso intenta.



Juan Gelman

si dulcemente

-- de Juan Gelman --

Si dulcemente por tu cabeza pasaban las olas
del que se tiró al mar ¿qué pasa conlos
hermanitos
que entierraron?¿hojitas les crecen de los
dedos?¿arbolitosotoños
que los deshojan como mudos?en silencio
los hermanitos hablan de la vez
que estuvieron a dostres dedos de la muertesonríen
recordandoaquel alivio sienten todavía
como si no hubieran moridocomo si
paco brillara y rodolfo mirase
toda la olvidadera que solía arrastrar
colgándole del hombroo haroldo hurgando su amargura(siempre)
sacase el as de espadaspuso su boca contra el viento
aspiró vidavidascon sus ojos miró la terrible
pero ahora están hablando de cuando
operaron con suertenadie matónadie fue muertoel enemigo
fue burlado y un poco de la humillación general
se rescatócon corajescon sueñostendidos
en todo eso los compañerosmudos
deshuesándose en la noche de enero
quietos por finsolísimos sin besos



Juan Meléndez Valdés

Ora pienso yo ver a mi señora

-- de Juan Meléndez Valdés --

Ora pienso yo ver a mi señora
de donosa aldeana, y que el cabello
libre le vaga por el alto cuello,
cantando alegre al despertar la Aurora:

Ya en pellico y callado de pastora
los corderillos guía, y suelta al vellos
por el prado brincar corre en pos de ellos;
ya en ocio blando en la cabaña mora.

Tierna ora ríe, y va cogiendo flores:
a caza ora tras ella el monte sigo;
y bailar en la fiesta ora la veo.

Así ausente me alivio en mis dolores;
y aunque sueño de amor es cuanto digo,
el alma siente un celestial recreo.



Julio Flórez

Caos

-- de Julio Flórez --

Poem

No hay miedo en sombra para el hombre fuerte que ve, sin pestañar, el precipicio; que conoce las úlceras del vicio y no tiembla jamás ni ante la muerte!

Para el que al cabo de la vida, advierte la sinrazón de todo sacrificio; para el que nunca halló nada propicio y fue siempre vejamen de la suerte.

¡Ah qué puede temer el que por huellas de los pies dejó sangre!... El que, contrito, pide alivio a sus múltiples querellas,

y ve solo, ante el eco de su grito, la inmutabilidad de las estrellas en medio del sopor del infinito!



Evaristo Carriego

De invierno (Carriego)

-- de Evaristo Carriego --

Frío y viento. Ya en la casa miserable,
tiritando se durmió la viejecita,
y en la pieza, abandonada como siempre,
gime y tose, sin alivio, la enfermita.

¡Oh, qué noche! Se me antoja ver extraños
rojos cirios en las calles solitarias...
¡Con qué lúgubre sigilo van pasando
las angustias, en sus rondas silenciarias!

Madre, hermana, prima, santas compasivas
de las trágicas miserias sollozantes:
¿qué será de los enfermos esta noche,
tan adusta de presagios inquietantes?

¡Oh, las vidas, condenadas en el lecho
al suplicio de las fiebres horrorosas...
¡Pobrecitos los pulmones que no llegan
al dorado mes del sol y de las rosas!



José Martí

a adelaida baralt

-- de José Martí --

De una novela sin arte
la comisión ahí le envío:
¡bien haya el pecado mío
ya que a vd. Le deja parte!
cincuenta y cinco fue el precio:
la quinta es de vd., La quinta
de cincuenta y cinco, pinta
once, si yo no soy necio.
Para alivio de desgracias
¡sea! : de lo que yo no quiero
aliviarme es del sincero
deber de darle las gracias.



Catalina Clara Ramírez de Guzmán

Al temor

-- de Catalina Clara Ramírez de Guzmán --

Deja vivir, Temor, a mi esperanza,
que apenas nace cuando a penas muere;
y si no ha de lograr, deja que espere,
ya que está el bien del mal en la tardanza.
No tengo en sus promesas confianza,
mas le agadezco que adularme quiere;
no estorbes que me engañe si pudiere,
fingiendo que en mi mal habrá mudanza.
Si esperar la esperanza me entretiene,
deja tan orto alivio a mi tormento
que por lisonja el gusto lo previene.
No me nieges,Temor, tan corto aliento;
ya sé que el concederte me conviene,
que es seguir la esperanza asir el viento.



Clemente Althaus

Al Rímac

-- de Clemente Althaus --

I

En muda calma la ciudad reposa:
y yo, de codos en tu vasto puente,
miro brillar tu rápida corriente,
que al mar se precipita bulliciosa,
hoy del placer la taza deleitosa
bebió de Lima la festiva gente,
y yo la del dolor, que eternamente
de hiel amarga para mí rebosa.
Y ahora, Rímac, tu raudal sonoro
su sueño arrulla bajo puro cielo,
azul dosel con lentejuelas de oro:
¡y yo tan solo, con perenne duelo,
de la ciudad en la alegría lloro,
de la ciudad en el reposo velo!

II
¡Cuánto crecieron con el llanto mío
Arno y Betis y Támesis y Sena,
testigos todos de mi larga pena
y de mi insano amor y desvarío!
Y hoy también a tus ondas, patrio río,
mezclan mis ojos su encendida vena;
que en la tierra natal como en la ajena,
tenaz me sigue mi recuerdo impío.
Y en vano busco junto a ti reposo,
y el alivio del mal que me atormenta
al refrigerio de tus ondas pido:
¡Ah! sólo del Leteo silencioso
beber puedo en el agua soñolienta
la paz profunda der eterno olvido.



Ramón López Velarde

En el reinado de la primavera

-- de Ramón López Velarde --

Josefa de los santos

(17 de marzo de 1880 - 7 de mayo de 1917)

Amada, es primavera.
Fuensanta, es que florece
La eclesiástica unción de la cuaresma.

Hay un alivio dulce
En las almas enfermas,
Porque abril con sus auras les va dando
La sensación de la convalecencia.

Se viste el cielo del mejor azul
Y de rosas la tierra,
Y yo me visto con tu amor... ¡Oh gloria
De estar enamorado, enamorado,
Ebrio de amor a ti, novia perpetua,
Enloquecidamente enamorado,
Como quince años, cual pasión primera!

Y con la dicha de palomas que huyen
Del convento en que estaban prisioneras
Y se ven lejos, bajo la promesa
Azul del firmamento
Y sobre la florida de la tierra,
Así vuelan a verte en otros climas
¡oh santa, amadísima, oh enferma!
Estos versos de infancia que brotaron
Bajo el imperio de la Primavera.



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