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Se han encontrado 83 poemas con la palabra ala

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José Ángel Buesa

ala y raíz

-- de José Ángel Buesa --

Ala y raíz: la eternidad es eso.
Y aquí, de frente al mar, en la ribera,
la vida es como un fruto que cayera
de un alto gajo, por su propio peso.
Ala y raíz. Y el ala, sin regreso,
a la raíz, con sed de primavera:
que así el confín de la emoción viajera
duerme a la sombra del follaje espeso.
(El mar corre descalzo por la arena.
Mi corazón ya casi es sólo mío.
El ancla está aprendiendo a ser antena
y el latido unicorde se hace escala.
Después, libre del tiempo, en el vacío,
así: ¡mitad raíz y mitad ala!)

Poema ala y raíz de José Ángel Buesa con fondo de libro

César Vallejo

Trilce: XLV

-- de César Vallejo --

Me desvinculo del mar
cuando vienen las aguas a mi.

Salgamos siempre. Saboreemos
la canción estupenda, la canción dicha
por los labios inferiores del deseo.
Oh prodigiosa doncellez.
Pasa la brisa sin sal.

A lo lejos husmeo los tuétanos
oyendo el tanteo profundo, a la caza
de teclas de resaca.

Y si así diéramos las narices
en el absurdo,
nos cubriremos con el oro de no tener nada,
y empollaremos el ala aún no nacida
de la noche, hermana
de esta ala huérfana del día,
que a fuerza de ser una ya no es ala.

Poema Trilce: XLV de César Vallejo con fondo de libro

César Vallejo

me desvinculo del mar

-- de César Vallejo --

xlv
me desvinculo del mar
cuando vienen las aguas a mí.
Salgamos siempre. Saboreemos
la canción estupenda, la canción dicha
por los labios inferiores del deseo.
Oh prodigiosa doncellez.
Pasa la brisa sin sal.
A lo lejos husmeo los tuétanos
oyendo el tanteo profundo, a la caza
de teclas de resaca.
Y si así diéramos las narices
en el absurdo,
nos cubriremos con el oro de no tener nada,
y empollaremos el ala aún no nacida
de la noche, hermana
de esta ala huérfana del día,
que a fuerza de ser una ya no es ala.

Poema me desvinculo del mar de César Vallejo con fondo de libro

José Lezama Lima

ya yo sabía

-- de José Lezama Lima --

Como un ala perdida
-era la noche intensa por mil voces herida-
apareciste ¡ya yo sabía que alguna noche
se rompería el ala sobre la frente herida.¿

En la mañana
-idéntico rebrillar en el oro tendido,-
tu cabellera era pura mañana,
en el hondo temblor de las luces.
¿Hay espejo que copie cabellera
teñida por el oro de la mañana, chorro de mañana?

me empapé de ti,
todo envuelto en el aro
de tu oro dúctil
-oro y brazalete-. Todo
era oro en la pura mañana.

¡Ya yo sabía que alguna noche
se rompería el ala sobre la frente herida!



Ricardo Jaimes Freyre

peregrina paloma imaginaria

-- de Ricardo Jaimes Freyre --

Peregrina paloma imaginaria
que enardeces los últimos amores;
alma de luz, de música y de flores
peregrina paloma imaginaria.

Vuele sobre la roca solitaria
que baña el mar glacial de los dolores;
haya, a tu peso, un haz de resplandores,
sobre la adusta roca solitaria...

Vuele sobre la roca solitaria
peregrine paloma, ala de nieve
como divina hostia, ala tan leve...

Como un copo de nieve; ala divina,
copo de nieve, lirio, hostia, neblina,
peregrina paloma imaginaria...



José Ángel Buesa

canción del amor que pasa

-- de José Ángel Buesa --

M'apporte le parfum et te laisse la rose...
H. De regnier
yo soy como un viajero que no duerme
más de una vez en la misma casa.
Dame un beso y olvídame. No intentes retenerme:
soy el amor que pasa...
Yo soy como una nube que da sombra un instante;
soy una hoguera efímera que no deja una brasa.
Yo soy el buen amor y el mal amante.
Dime adiós y sonríeme: soy el amor que pasa...
Soy el amor que olvida, pero que nunca miente,
que muere sonriendo porque nace feliz.
Yo paso como un ala,fugazmente;
y, aunque se siembre un ala, nunca tendrá raíz.
No intentes retenerme: déjame que me vaya
como el agua de un río, que no vuelve a pasar...
Yo soy como una ola en una playa,
pues las olas se acercan, pero vuelven al mar...
Soy el amor de amar, que nadie odia lo inerme,
que se lleva el perfume, pero deja la flor...
Dime adiós, y no intentes retenerme:
soy el amor que pasa... ¡Pero soy el amor!



Miguel Hernández

1

-- de Miguel Hernández --

1
un carnívoro cuchillo
de ala dulce y homicida
sostiene un vuelo y un brillo
alrededor de mi vida.
Ala de metal crispado,
fulgentemente caído,
picotea mi costado
y hace en él un triste nido.
Mi sien, florido balcón
de mis edades tempranas,
negra está, y mi corazón,
y mi corazón con canas.
Tal es la mala virtud
del rayo que me rodea,
que voy a mi juventud
como la luna a mi aldea.
Recojo con las pestañas
sal del alma y sal del ojo
y flores de telarañas
de mis tristezas recojo.
¿A dónde iré que no vaya
mi perdición a buscar?
tu destino es de la playa
y mi vocación del mar.
Descansar de esta labor
de huracán, amor o infierno
no es posible, y el dolor
me hará a mi pesar eterno.
Pero al fin podré vencerte,
ave y rayo secular,
corazón, que de la muerte
nadie ha de hacerme dudar.
Sigue pues, sigue cuchillo,
volando, hiriendo. Algún día
se pondrá el tiempo amarillo
sobre mi fotografía.



José Martí

¡hala, hala!

-- de José Martí --

hala, hala
¡da vueltas a la noria, arrastra el ala!
rosa que alegra el aire al sol que asoma
de aires te deja ¡estúpida conseja!
y ven en la olla negra a echar tu aroma.
Alma, que dulcemente te consumes,
y en esta muerte ves sabrosa suerte,
¡almas abajo,abajo los perfumes!

la vida es un molino:
hay que ganar el pan y hacer el vino.
Ya sé que vas sangrando y malherida,
y a cada gota de tu sangre brota
una cruz de jacinto florecida.
Ya sé que a cada noche alzas el vuelo
a las estrellas y que bajas de ellas
con un dolor tan grande corno el cielo.
Morir es un deleite:
pero un tirano nos echó a la vida,
y a la terrible lámpara encendida,
¡alma infeliz! hay que nutrir de aceite.
¡Hala, alma, hala!
¡da vueltas a la noria, arrastra el ala!



José Martí

quiero, a la sombra de un ala,

-- de José Martí --

ix
quiero, a la sombra de un ala,
contar este cuento en flor:
la niña de guatemala,
la que se murió de amor.
Eran de lirio los ramos,
y las orlas de reseda
y de jazmín; la enterramos
en una caja de seda.
... Ella dio al desmemoriado
una almohadilla de olor:
él volvió, volvió casado:
ella se murió de amor.
Iban cargándola en andas
obispos y embajadores:
detrás iba el pueblo en tandas,
todo cargado de flores.
... Ella, por volverlo a ver,
salió a verlo al mirador:
él volvió con su mujer:
ella se murió de amor.
Como de bronce candente
al beso de despedida,
era su frente ¡la frente
que más he amado en mi vida!
... Se entró de tarde en el río,
la sacó muerta el doctor:
dicen que murió de frío:
yo sé que murió de amor.
Allí, en la bóveda helada,
la pusieron en dos bancos:
besé su mano afilada,
besé sus zapatos blancos.
Callado, al oscurecer,
me llamó el enterrador:
¡nunca más he vuelto a ver
a la que murió de amor!



Ramón López Velarde

un lacónico grito...

-- de Ramón López Velarde --

Un lacónico grito...
Yo te digo: «alma mía, tú saliste
con vestido nupcial de la plomiza
eternidad, como saldría una ala
del nimbus que se eriza
de rayos; y una mañana has de volver
al metálico nimbus,
llevando, entre tus velos virginales,
mi ánima impoluta
y mi cuerpo sin males».
Mas mi labio, que osa
decir palabras de inmortalidad,
se ha de pudrir en la húmeda
tiniebla de la fosa.
Mi corazón te dice: «rosa intacta,
vas dibujada en mí con un dibujo
incólume, e irradias en mi sombra
como un diamante en un raso de lujo».
Mi corazón olvida
que engendrará al gusano
mayor, en una asfixia corrompida.
Siempre que inicio un vuelo
por encima de todo,
un demonio sarcástico maúlla
y me devuelve al lodo.
Tú misma, blanca ala que te elevas
en mi horizonte, con la compostura
beata de las palomas de los púlpitos,
y que has compendiado en tu blancura
un anhelo infinito,
sólo serás en breve
un lacónico grito
y un desastre de plumas, cual rizada
y dispersada nieve.



Ramón López Velarde

Un lacónito grito

-- de Ramón López Velarde --

Yo te digo: "Alma mía, tú saliste
con vestido nupcial de la plomiza
eternidad, como saldría una ala
del nimbus que se eriza
de rayos; y una mañana has de volver
al metálico nimbus,
llevando, entre tus velos virginales,
mi ánima impoluta
y mi cuerpo sin males."
Mas mi labio, que osa
decir palabras de inmortalidad,
se ha de pudrir en la húmeda
tiniebla de la fosa.

Mi corazón te dice: "Rosa intacta,
vas dibujada en mi con un dibujo
incólume, e irradias en mi sombra
como un diamante en un raso de lujo."

Mi corazón olvida
que engendrará al gusano
mayor, en una asfixia corrompida.

Siempre que inicio un vuelo por encima de todo,
un demonio sarcástico maúlla
y me devuelve al lodo.

Tú misma, blanca ala que te elevas
en mi horizonte, con la compostura
beata de las palomas de los púlpitos,
y que has compendiado en tu blancura
un anhelo infinito,
sólo serás en breve
un lacónico grito
y un desastre de plumas, cual rizada
y dispersada nieve.



Alberto Hidalgo

Ser hecho a mano

-- de Alberto Hidalgo --

El aire almacenado en los textos de física y de química
Cómo me satisface, me enamora.
Ese es el aire que respiro.
La luz para la memoria de los siglos en la pintura establecida
por los colores siempre insomnes,
Es la luz con que veo.
El calor irradiado de los libelos y demás hogueras,
resplandecientes de odio equitativo.
Es el calor que me circunda
Mujeres de escultura y natación,
a la existencia incorporadas de tanto presentirlas;
pueblan de júbilo mis ansias.
Si alguien pudiera escamotearme el suelo debajo de los pies,
mi cuerpo quedaría bien parado.
Le da levitación la poesía.
Si desnudo la música me viste.
Si cansado los libros me transfieren.
Si mudo el verso me declama.
Aire luz y calor placer y suelo vestuario,
Movimiento y habla,
con herramientas de ala y pétalo
Me los hago a la medida de mi ser.
El hombre es un acto manual.



Alfonsina Storni

Aspecto

-- de Alfonsina Storni --

Vivo dentro de cuatro paredes matemáticas
alineadas a metro. Me rodean apáticas
almillas que no saben ni un ápice siquiera
de esta fiebre azulada que nutre mi quimera.

Uso una piel postiza que me la rayo en gris.
Cuervo que bajo el ala guarda una flor de lis.
Me causa cierta risa mi pico fiero y torvo
que yo misma me creo pura farsa y estorbo.



Alfonso Reyes

mariano, así nació la poesía

-- de Alfonso Reyes --

Mariano, así nació la poesía:
humo de sangre que la vida exhala
y luego se depura todavía
y asume voz al retomar el ala.
Sus raudos hijos la palabra cría,
risas y llantos en el trino iguala,
siendo victoría, vive de agonía
y se agota de austera siendo gala.
Dureza blanda, eternidad, ansiosa,
tesoro esquivo pero nunca vano,
fugitivo cristal, perenne rosa.
Tú lo sabes de sobra; tú, mariano,
que suele suspender la mariposa
con el encantamiento de su mano.



Amado Nervo

la sombra de ala

-- de Amado Nervo --

Tú que piensas que no creo
cuando argüimos los dos,
no imaginas mi deseo,
mi sed, mi hambre de dios;
ni has escuchado mi grito
desesperante, que puebla
la entraña de la tiniebla
invocando al infinito;
ni ves a mi pensamiento,
que empañado en producir
ideal, suele sufrir
torturas de alumbramiento.
Si mi espíritu infecundo
tu fertilidad tuviese,
forjado ya un cielo hubiese
para completar su mundo.
Pero di, ¿qué esfuerzo cabe
en un alma sin bandera
que lleva por dondequiera
tu torturador ¿quién sabe?;
que vive ayuna de fe
y, con tenaz heroísmo,
va pidiendo a cada abismo
y a cada noche un ¿por qué?
de todas suertes, me escuda
mi sed de investigación,
mi ansia de dios, honda y muda;
y hay más amor en mi duda
que en tu tibia afirmación.



Amado Nervo

el fantasma soy yo

-- de Amado Nervo --

Vivants, vous êtes des fantômes.
C'est nous qui sommes les vivants!
v. H.
Mi alma es una princesa en su torre metida,
con cinco ventanitas para mirar la vida.
Es una triste diosa que el cuerpo aprisionó.
Y tu alma, que desde antes de morirte volaba,
es un ala magnífica, libre de toda traba...
Tú no eres el fantasma: ¡el fantasma soy yo!
¡qué entiendo de las cosas! las cosas se me ofrecen,
no como son de suyo, sino como aparecen
a los cinco sentidos con que dios limitó
mi sensorio grosero, mi percepción menguada.
Tú lo sabes hoy todo...; ¡Yo, en cambio, no sénada!
tú no eres el fantasma: ¡el fantasma soy yo!



Amado Nervo

a leonor

-- de Amado Nervo --

Tu cabellera es negra como el ala
del misterio; tan negra como un lóbrego
jamás, como un adiós, como un «¡quiénsabe!»
pero hay algo más negro aún: ¡tus ojos!
tus ojos son dos magos pensativos,
dos esfinges que duermen en la sombra,
dos enigmas muy bellos... Pero hay algo,
pero hay algo más bello aún: tu boca.
Tu boca, ¡oh sí!; tu boca, hecha divinamente
para el amor, para la cálida
comunión del amor, tu boca joven;
pero hay algo mejor aún: ¡tu alma!
tu alma recogida, silenciosa,
de piedades tan hondas como el piélago,
de ternuras tan hondas...
Pero hay algo,
pero hay algo más hondo aún: ¡tu ensueño!



Amado Nervo

impaciencia

-- de Amado Nervo --

Soy un viajero que tiene prisa
de partir.
Soy un alma impaciente e insumisa
que se quiere ir.
Soy un ala que trémula verbero...
¿Cuándo vas, oh destino, a quitar
de mi pie tu grillete de acero
y ¡por fin! a dejarme volar?



Amado Nervo

Azrael

-- de Amado Nervo --

Azrael, abre tu ala negra, y honda,
cobíjeme su palio sin medida,
y que a su abrigo bienhechor se esconda
la incurable tristeza de mi vida.

Azrael, ángel bíblico, ángel fuerte,
ángel de redención, ángel sombrío,
ya es tiempo que consagres a la muerte
mi cerebro sin luz: altar vacío...

Azrael, mi esperanza es una enferma;
ya tramonta mi fe; llegó el ocaso,
ven, ahora es preciso que yo duerma...
¿Morir..., Dormir..., Dormir...? ¡Soñar acaso!



Amado Nervo

Exhalación

-- de Amado Nervo --

Cayó la tarde y el taimado anhelo
que noche a noche la extensión explora,
busca en vano la estrella donde mora
mi luminoso espíritu gemelo.

Como un ave de luz herida al vuelo,
que al caer bate el ala tembladora,
una blanca fotófuga desflora
la comba lapizlázuli del cielo.

¿Es lágrima de un dios ese astro errante?
¿Es «Ella» que dejó su edén distante
para buscarme en la existencia ingrata?

-Tú lo sabes, ¡oh luna dulce y fría,
que trazas, dividiendo noche y día,
tu divino paréntesis de plata!



Amado Nervo

La sombra del ala

-- de Amado Nervo --

Tú que piensas que no creo
cuando argüímos los dos,
no imaginas mi deseo,
mi sed, mi hambre de Dios;

ni has escuchado mi grito
desesperante, que puebla
la entraña de la tiniebla
invocando al Infinito;

ni ves a mi pensamiento,
que empañado en producir
ideal, suele sufrir
torturas de alumbramiento.

Si mi espíritu infecundo
tu fertilidad tuviese,
forjado ya un cielo hubiese
para completar su mundo.

Pero di, qué esfuerzo cabe
en un alma sin bandera
que lleva por dondequiera
tu torturador quién sabe!;

que vive ayuna de fe
y, con tenaz heroísmo,
va pidiendo a cada abismo
y a cada noche un por qué?

De todas suertes, me escuda
mi sed de investigación,
mi ansia de Dios, honda y muda;
y hay más amor en mi duda
que en tu tibia afirmación.



Amós de Escalante

A Elena (Escalante)

-- de Amós de Escalante --

Cuando en silencio duerme el bosque umbrío
y el astro virgen de la noche oscura
vierte su lumbre misteriosa y pura
sobre las ondas trémulas del río;

húmeda el ala tenue del rocío,
recorriendo la brisa la espesura,
vuelve a la flor la vida y la frescura
que el sol robóla del ardiente estío.

Tal vez un alma en juvenil aurora,
pálida flor que marchitó el verano,
triste las muertas esperanzas llora;

mas si acaricia a su dolor temprano
aura de amor, alegre se colora
y reverdece el corazón humano.



Leopoldo Lugones

la tarde clara

-- de Leopoldo Lugones --

En el jagüel, más trémulo, la rana
repercute sus teclas cristalinas.
La noche, por detrás de las colinas,
su ala de torvo azul tiende cercana.
No acaban de decir hasta mañana ,
locas de inmensidad las golondrinas...



Luis Cañizal de la Fuente

carrer del pou dolç

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

Carrer del pou dolç
alegre y errabundo
sales de pozos lóbregos,
entras
al pañuelo del aire,
que te torea, muy considerado,
con flámula de seda
ligeramente húmeda.
Y cuando lo respiras, cuando embistes
hacia adentro, bebiendo
su sabor a placenta, a plaza lenta,
a pureza corrupta,
percibes que es verdad, que ahí está
el toro ensabanado de la mar,
sus delicados dedos sudorosos
y su toque en la sien.
Por la noche se encorva, se doblega
a entrar en la caverna de mi olfato
(o convertido en cuervo
da un apretón jovial de pico y ala
a mi torso, a mi pecho, y un mantazo
de talante torero tolerante
a mis pulmones) muy bienhumorado.
Torero del calor aceitunado
de la noche y la mar en barcelona.



Luis Cernuda

donde habite el olvido

-- de Luis Cernuda --

Donde habite el olvido,
en los vastos jardines sin aurora;
donde yo sólo sea
memoria de una piedra sepultada entre ortigas
sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde mi nombre deje
al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
donde el deseo no exista.
En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
no esconda como acero
en mi pecho su ala,
sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.
Allí donde termine este afán que exige un dueñoa imagen suya,
sometiendo a otra vida su vida,
sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
disuelto en niebla, ausencia,
ausencia leve como carne de niño.
Allá, allá lejos;
donde habite el olvido.



Líber Falco

Oración de la desesperanza

-- de Líber Falco --

Noche sin luna
y yo aquí.
Ni velamen ni vientos,
ovillado en la noche
interrogante signo sin frase

Y este dolor
sin raigambre en las cosas
—fantasma sin memoria—
¿vino de un mundo donde no hay ojos,
que velen a la muerte?

Quiero solamente,
en bautismos de alegría y de dolor,
apretarme a la Tierra
bajo el ala quebrada del desvelo.



Manuel del Cabral

aire durando

-- de Manuel del Cabral --

¿quién ha matado este hombre
que su voz no está enterrada?

hay muertos que van subiendo
cuanto su ataúd más baja...

Este sudor... ¿Por quién muere?
¿por qué cosa muere un pobre?

¿quién ha matado estas manos?
¡no cabe en la muerte un hombre!

hay muertos que van subiendo
cuanto su ataúd más baja...

¿Quién acostó su estatura
que su voz está parada?

hay muertos como raíces
que hundidas... Dan fruto al ala.

¿Quién ha matado estas manos,
este sudor, esta cara?

hay muertos que van subiendo
cuanto más su ataúd baja..



Jaime Torres Bodet

continuidad iii

-- de Jaime Torres Bodet --

Todo, así, te prolonga y te señala:
el pensamiento, el llanto, la delicia
y hasta esa mano fiel con que resbala,
ingrávida, sin dedos, tu caricia.
Oculta en mi dolor eres un ala
que para un cielo póstumo se inicia;
norte de estrella, aspiración de escala
y tribunal supremo que me enjuicia.
Como lo eliges, quiero lo que ordenas:
actos, silencios, sitios y personas.
Tu voluntad escoge entre mis penas.
Y, sin leyes, sin frases, sin cadenas,
eres tú quien, si caigo, me perdonas,
si me traiciono, tú quien te condenas...
Y tú quien, si te olvido, me abandonas.



Javier del Granado

la casa solariega

-- de Javier del Granado --

Mordiendo la granítica quebrada
se yergue la casona solariega,
alba de sol, con la pupila ciega,
y su techumbre de ala ensangrentada.

Con rumores de espuma la cascada
sus vetustas murallas enjalbega,
y en luminoso tornasol despliega
su cola el pavo real de la cañada.

Su arquitectura colonial evoca
la altiva estampa de un hidalgo huraño,
que vivió preso en su cabeza loca.

Un gran danés en el portal bravea,
y se desborda el mugidor rebaño,
atropellando la silente aldea.



Javier del Granado

el lago

-- de Javier del Granado --

Sobre el terso cristal de malaquita
que aprisiona el soberbio panorama,
el carcaj de la aurora se derrama
y el bridón de los andes se encabrita.

Su ala de nieve la leyenda agita,
muerde las islas una roja llama,
y de la ola el sonoro pentagrama
el hachazo del viento decapita.

Sofrena el sol su cuadriga en el lago,
salpicando de lumbre los neveros,
y en el lomo de fuego del endriago.

Emergen de la bruma del pasado,
la sombra de los incas y guerreros,
bajo el palio de un cielo constelado.



Jorge Luis Borges

montevideo

-- de Jorge Luis Borges --

Resbalo por tu tarde como el cansancio por la piedad de un declive.
La noche nueva es como un ala sobre tus azoteas.
Eres el buenos aires que tuvimos, el que en los años se alejóquietamente.
Eres nuestra y fiestera, como la estrella que duplican las aguas.
Puerta falsa en el tiempo, tus calles miran al pasado más leve.
Claror de donde la mañana nos llega, sobre las dulces aguasturbias.
Antes de iluminar mi celosía tu bajo sol bienaventura tus quintas.
Ciudad que se oye como un verso.
Calles con luz de patio.



Josefina Pla

imposible

-- de Josefina Pla --

Vaciarme de paisajes, olvidarme caminos,
reedificar el arco de tu desnudo día.
Borrar tus ojos, sendas de mi llagado sueño,
y engriar en mi sangre tus dos terribles manos.

(...La estatua que he vaciado en soledad, volverla
raíz y musgo en tierra, canto y ala en el aire).

...O, en la antípoda lluvia de mi aherrojada llanto,
hacer cantar el muerto pájaro de tu beso.
Tornar a las cenizas las flechas de la llama,
reenhebrar en las venas el hilo del suspiro.

Y del dolor crecido, monstruo y criatura mía,
hacer de nuevo aquella sonrisa que en tus labios
me bautizaba tuya, con el nombre más mío.

1939



Josefina Pla

el soneto de tu voz

-- de Josefina Pla --

Blanda en mi entraña, como tibia lluvia,
beso aplastado corazón a vena;
tiembla en mis ojos, como sol en río
tañe en mis pulsos dolorida plata.

Pincel que te dibuja estremecida
rama en el agua azul de mis anhelos
pasa por mí, y se lleva mi dulzura
como un rayo de luz que fuese abeja.

Ave a quien le nací con viento y nido,
su ala sabe el curso de mi arroyo,
y en el ángulo agudo de su vuelo

-punta de corazón hiriendo en flecha-
una gota de sangre nueva siempre
recarmina las rosas del deseo.

1939



César Vallejo

Trilce: X

-- de César Vallejo --

Prístina y última piedra de infundada
ventura, acaba de morir
con alma y todo, octubre habitación y encinta.
De tres meses de ausente y diez de dulce.
Cómo el destino,
mitrado monodáctilo, ríe.

Cómo detrás desahucian juntas
de contrarios. Cómo siempre asoma el guarismo
bajo la línea de todo avatar.

Cómo escotan las ballenas a palomas.
Cómo a su vez éstas dejan el pico
cubicado en tercera ala.
Cómo arzonamos, cara a monótonas ancas.

Se remolca diez meses hacia la decena,
hacia otro más allá.
Dos quedan por lo menos todavía en pañales.
Y los tres meses de ausencia.
Y los nueve de gestación.

No hay ni una violencia.
El paciente incorpórase,
y sentado empavona tranquilas misturas.



César Vallejo

terremoto

-- de César Vallejo --

Confianza en el anteojo, nó en el ojo;
en la escalera, nunca en el peldaño;
en el ala, nó en el ave
y en ti sólo, en ti sólo, en ti sólo.
Confianza en la maldad, nó en el malvado;
en el vaso, mas nunca en el licor;
en el cadáver, no en el hombre
y en ti sólo, en ti sólo, en ti sólo.
Confianza en muchos, pero ya no en uno;
en el cauce, jamás en la corriente;
en los calzones, no en las piernas
y en ti sólo, en ti sólo, en ti sólo.
Confianza en la ventana, no en la puerta;
en la madre, mas no en los nueve meses;
en el destino, no en el dado de oro,
y en ti sólo, en ti sólo, en ti sólo.



César Vallejo

epístola a los transeúntes

-- de César Vallejo --

Reanudo mi día de conejo
mi noche de elefante en descanso.
Y, entre mi, digo:
ésta es mi inmensidad en bruto, a cántaros
éste es mi grato peso,
que me buscará abajo para pájaro
éste es mi brazo
que por su cuenta rehusó ser ala,
éstas son mis sagradas escrituras,
éstos mis alarmados campeñones.
Lúgubre isla me alumbrará continental,
mientras el capitolio se apoye en mi íntimo derrumbe
y la asamblea en lanzas clausure mi desfile.
Pero cuando yo muera
de vida y no de tiempo,
cuando lleguen a dos mis dos maletas,
éste ha de ser mi estómago en que cupo mi lámparaen pedazos,
ésta aquella cabeza que expió los tormentos delcírculo en mis pasos,
éstos esos gusanos que el corazón contó porunidades,
éste ha de ser mi cuerpo solidario
por el que vela el alma individual; éste ha de ser
mi ombligo en que maté mis piojos natos,
ésta mi cosa cosa, mi cosa tremebunda.
En tanto, convulsiva, ásperamente
convalece mi freno,
sufriendo como sufro del lenguaje directo del león;
y, puesto que he existido entre dos potestades de ladrillo,
convalezco yo mismo, sonriendo de mis labios.



César Vallejo

prístina y última piedra de infundada

-- de César Vallejo --

x
prístina y última piedra de infundada
ventura, acaba de morir
con alma y todo, octubre habitación y encinta.
De tres meses de ausente y diez de dulce.
Cómo el destino,
mitrado monodáctilo, ríe.
Cómo detrás desahucian juntas
de contrarios. Cómo siempre asoma el guarismo
bajo la línea de todo avatar.
Cómo escotan las ballenas a palomas.
Cómo a su vez éstas dejan el pico
cubicado en tercera ala.
Cómo arzonamos, cara a monótonas ancas.
Se remolca diez meses hacia la decena,
hacia otro más allá.
Dos quedan por lo menos todavía en pañales.
Y los tres meses de ausencia.
Y los nueve de gestación.
No hay ni una violencia.
El paciente incorpórase,
y sentado empavona tranquilas misturas.



César Vallejo

quiere y no quiere su color mi pecho

-- de César Vallejo --

Quiere y no quiere su color mi pecho,
por cuyas bruscas vías voy, lloro con palo,
trato de ser feliz, lloro en mi mano,
recuerdo, escribo
y remacho una lágrima en mi pómulo.
Quiere su rojo el mal, el bien su rojo enrojecido
por el hacha suspensa,
por el trote del ala a pie volando,
y no quiere y sensiblemente
no quiere aquesto el hombre;
no quiere estar en su alma
acostado, en la sien latidos de asta,
el bimano, el muy bruto, el muy filósofo.
Así, casi no soy, me vengo abajo
desde el arado en que socorro a mi alma
y casi, en proporción, casi enaltézcome.
Que saber por qué tiene la vida este perrazo,
por qué lloro, por qué,
cejón, inhábil, veleidoso, hube nacido
gritando;
saberlo, comprenderlo
al son de un alfabeto competente,
sería padecer por un ingrato.
¡Y no! ¡no! ¡no! ¡qué ardid, niparamento!
congoja, sí, con sí firme y frenético,
coriáceo, rapaz, quiere y no quiere, cielo y pájaro;
congoja, sí, con toda la bragueta.
Contienda entre dos llantos, robo de una sola ventura,
vía indolora en que padezco en chanclos
de la velocidad de andar a ciegas.



César Vallejo

oh botella sin vino! ¡oh vino que enviudó de esta botella

-- de César Vallejo --

¡oh botella sin vino! ¡oh vino que enviudó de estabotella!
tarde cuando la aurora de la tarde
flameó funestamente en cinco espíritus.
Viudez sin pan ni mugre, rematando en horrendos metaloides
y en células orales acabando.
¡Oh siempre, nunca dar con el jamás de tántosiempre!
¡oh mis buenos amigos, cruel falacia,
parcial, penetrativa en nuestro trunco,
volátil, jugarino desconsuelo!
¡sublime, baja perfección del cerdo,
palpa mi general melancolía!
¡zuela sonante en sueños,
zuela
zafia, inferior, vendida, lícita, ladrona,
baja y palpa lo que eran mis ideas!
tú y él y ellos y todos,
sin embargo,
entraron a la vez en mi camisa,
en los hombros madera, entre los fémures, palillos;
tú particularmente,
habiéndome influido;
él, fútil, colorado, con dinero
y ellos, zánganos de ala de otro peso.
¡Oh botella sin vino! ¡oh vino que enviudó de estabotella!



César Vallejo

romería

-- de César Vallejo --

Romería
pasamos juntos. El sueño
lame nuestros pies qué dulce;
y todo se desplaza en pálidas
renunciaciones sin dulce.
Pasamos juntos. Las muertas
almas, las que, cual nosotros,
cruzaron por el amor,
con enfermos pasos ópalos,
salen en sus lutos rígidos
y se ondulan en nosotros.
Amada, vamos al borde
frágil de un montón de tierra.
Va en aceite ungida el ala,
y en pureza. Pero un golpe,
al caer yo no sé dónde,
afila de cada lágrima
un diente hostil.
Y un soldado, un gran soldado,
heridas por charreteras,
se anima en la tarde heroica,
y a sus pies muestra entre risas,
como una gualdrapa horrenda,
el cerebro de la vida.
Pasamos juntos, muy juntos,
invicta luz, paso enfermo;
pasamos juntos las lilas
mostazas de un cementerio.



César Vallejo

confianza en el anteojo, nó en el ojo

-- de César Vallejo --

Confianza en el anteojo, nó en el ojo;
en la escalera, nunca en el peldaño;
en el ala, nó en el ave
y en ti sólo, en ti sólo, en ti sólo.
Confianza en la maldad, nó en el malvado;
en el vaso, mas nunca en el licor;
en el cadáver, no en el hombre
y en ti sólo, en ti sólo, en ti sólo.
Confianza en muchos, pero ya no en uno;
en el cauce, jamás en la corriente;
en los calzones, no en las piernas
y en ti sólo, en ti sólo, en ti sólo.
Confianza en la ventana, no en la puerta;
en la madre, mas no en los nueve meses;
en el destino, no en el dado de oro,
y en ti sólo, en ti sólo, en ti sólo.



César Vallejo

Los pasos lejanos

-- de César Vallejo --

Mi padre duerme. Su semblante augusto
figura un apacible corazón;
está ahora tan dulce...
Si hay algo en él de amargo, seré yo.

Hay soledad en el hogar; se reza
y no hay noticias de los hijos hoy.
Mi padre se despierta, ausculta
la huída a Egipto, el restañante adiós.
Está ahora tan cerca;
si hay algo de él de lejos, seré yo.

Y mi madre pasea allá en los huertos
saboreando un sabor ya sin sabor.
Está ahora tan suave,
tan ala, tan salida, tan amor.

Hay soledad en el hogar sin bulla,
sin noticias, sin verde, sin niñez.
Y si hay algo quebrado en esta tarde,
y que baja y que cruje,
son dos viejos caminos blancos, curvos.
Por ellos va mi corazón a pie.



César Vallejo

Romeria

-- de César Vallejo --

Pasamos juntos. El sueño
lame nuestros pies qué dulce;
y todo se desplaza en pálidas
renunciaciones sin dulce.

Pasamos juntos. Las muertas
almas, las que, cual nosotros,
cruzaron por el amor,
con enfermos pasos ópalos,
salen en sus lutos rígidos
y se ondulan en nosotros.
Amada, vamos al borde
frágil de un montón de tierra.
Va en aceite ungida el ala,
y en pureza. Pero un golpe,
al caer yo no sé dónde,
afila de cada lágrima
un diente hostil.

Y un soldado, un gran soldado,
heridas por charreteras,
se anima en la tarde heroica,
y a sus pies muestra entre risas,
como una gualdrapa horrenda,
el cerebro de la Vida.

Pasamos juntos, muy juntos,
invicta Luz, paso enfermo;
pasamos juntos las lilas
mostazas de un cementerio.



Efraín Huerta

órdenes de amor V

-- de Efraín Huerta --

Lléname de razón y de dolor.

Río de nardos, lléname
con tus aguas: ardor de ola,
mátame...

Amor mío.

Ahora sí, bendíceme
con tus dedos ligeros,
con tus labios de ala,
con tus ojos de aire,
con tu cuerpo invisible,
oh tú, dulce recinto
de cristal y de espuma,
verso mío tembloroso,
amor definitivo.



Emilio Bobadilla

El verdadero héroe

-- de Emilio Bobadilla --

No es la muerte, el dolor es lo que aflige,
lo que al sueño a plegar el ala obliga;
quien entre sirtes nuestra nave rige
y al más osado paladín fatiga.

La muerte es el silencio y el reposo:
ni dignidad, ni cólera, ni amores;
hedor que se transforma en oloroso
brotar de nuevas y encendidas flores.

No es héroe el que en la ardiente batahola
del tumulto, sangrando por la herida,
el pabellón patriótico tremola;

no el que muere en los campos de batalla:
es el que sufre de una adversa vida
tristezas sin consuelo y se las calla...



Rafael Obligado

sombra

-- de Rafael Obligado --

¿has podido dudar del alma mía?
¿de mí que nunca de tu amor dudé?
¡dudar! ¡cuando eres mi naciente día,
mi solo orgullo, mi soñado bien!

¡dudar! ¡sabiendo que en tu ser reposa
cuanta esperanza palpitó en mi ser,
y que mis sueños de color de rosa
el ala inclinan a besar tu sien!

por eso, lleno de profundo anhelo,
me oyó la tarde, divagando ayer,
decir al valle, preguntar al cielo:
¿por qué ha dudado de mi amor, por qué?

la luz rosada de la tarde bella,
huyó a mis pasos para no volver;
y la naciente, luminosa estrella,
veló sus rayos para huir también.

Y mudo, triste, solitario, errante,
el alma enferma, por primera vez,
hundí en la sombra, y se apagó un instante
la luz celeste de mi antigua fe.

Perdido en medio de la noche en calma,
brumoso el río que nos vio nacer,
de alzar el vuelo a la región del alma
sentí la viva, la profunda sed.

¡Fugaz deseo! tu inmortal cariño
ardió en la noche, y en su llama cruel
la mariposa de mi amor de niño
quemó sus alas y cayó a tus pies.



Salomé Ureña

el ave y el nido

-- de Salomé Ureña --

¿por qué te asustas, ave sencilla?
¿por qué tus ojos fijas en mí?
yo no pretendo, pobre avecilla,
llevar tu nido lejos de aquí.

Aquí, en el hueco de piedra dura,
tranquila y sola te vi al pasar,
y traigo flores de la llanura
para que adornes tu libre hogar.

Pero me miras y te estremeces,
y el ala bates con inquietud,
y te adelantas, resuelta, a veces,
con amorosa solicitud.

Porque no sabes hasta qué grado
yo la inocencia sé respetar,
que es, para el alma tierna, sagrado
de tus amores el libre hogar.

¡Pobre avecilla! vuelve a tu nido
mientras del prado me alejo yo;
en él mi mano lecho mullido
de hojas y flores te preparó.

Mas si tu tierna prole futura
en duro lecho miro al pasar,
con flores y hojas de la llanura
deja que adorne tu libre hogar.



Olegario Víctor Andrade

El orto

-- de Olegario Víctor Andrade --

(imitación de Longfellow)

Surgió del hondo mar adormecido
un viento vagabundo,
diciendo a las tinieblas: ¡Recogeos,
que ya despierta el mundo!

Pasó sobre los buques que veleros
rompen la onda sonora
gritándoles: ¡arriba, marineros,
que ya viene la aurora!

Se internó por la selva obscura y fría
poblada de visiones,
¡despertad! — murmurando, — ¡viene el día
germinador de frutos y pasiones!

A los añosos troncos de ancha copa
y gigantesca talla:
"De verdes hojas desplegad al aire
el pendón de batalla!"

Al ave que dormita en la espesura
el ala entumecida:
"Batid el vuelo, que se acerca el alba,
el ave de la vida!"

Al gallo vigilante de la choza
perdida en la llanura:
"Cantad, cantad que avanza el enemigo
de la tiniebla obscura!"

A la espiga del campo doblegada
al peso de su grano:
"La aurora, vuestra hermana, se levanta
tras el monte lejano!"

Al viejo campanario de la aldea
con lengua de metal: "Cantad el día"
y a los muertos del triste cementerio:
"Dormid, dormid, no es tiempo todavía!"



Pablo Neruda

soneto xliv cien sonetos de amor (1959) mediodía

-- de Pablo Neruda --

Sabrás que no te amo y que te amo
puesto que de dos modos es la vida,
la palabra es un ala del silencio,
el fuego tiene una mitad de frío.
Yo te amo para comenzar a amarte,
para recomenzar el infinito
y para no dejar de amarte nunca:
por eso no te amo todavía.
Te amo y no te amo como si tuviera
en mis manos las llaves de la dicha
y un incierto destino desdichado.
Mi amor tiene dos vidas para armarte.
Por eso te amo cuando no te amo
y por eso te amo cuando te amo.



José Ángel Buesa

poema del poema

-- de José Ángel Buesa --

Quizás pases con otro que te diga al oído
esas frases que nadie como yo te dirá;
y, ahogando para siempre mi amor inadvertido
te amaré más que nunca....Y jamás lo sabrás.
La desolada estrofa, como si fuera un ala,
voló sobre el silencio... Y tú estabas allí:
allí en el más oscuro rincón de aquella sala,
estabas tú, escuchando mis versos para ti.
Y tú, la inaccesible mujer de ese poema
que ofrece su perfume pero oculta su flor,
quizás supiste entonces la amargura suprema
de quien ama la vida porque muere de amor.
Y tú, que nada sabes, que tal vez ni recuerdes
aquellos versos tristes y amargos como el mar,
cerraste en un suspiro tus grandes ojos verdes,
los grandes ojos verdes que nunca he de olvidar.
Después, se irguió tu cuerpo como una primavera,
mujer hoy y mañana distante como ayer...
Y vi que te alejabas sin sospechar siquiera
¡que yo soy aquel hombre...Y tú, aquella mujer!



José Ángel Buesa

poema crepuscular

-- de José Ángel Buesa --

En el recogimiento de la tarde que muere,
entre las imprecisas brumas crepusculares,
cada jirón de sombras cobra vida, y sugiere
vaporosas siluetas familiares.
En la brisa que pasa, parece que suspira
la virgen de ojos claros que aún sueña en mi regreso;
el rumor de las frondas abre el ala de un beso,
y desde aquella estrella, alguien me mira
allá, entre la alameda, se perfila la sombra
grácil de la mujer que amé más en la vida,
y en la voz de la fuente vibra una voz querida,
que en su canción de oro y cristal me nombra
todo canta, a esa hora, la canción olvidada,
todo sueña el ensueño que quedó trunco undía,
y verdece de nuevo la ilusión agostada,
ebria de fe, de ardor y de armonía
y entre la sutil bruma de prestigios de incienso
que exalta mis recuerdos y mi melancolía,
en la paz de este parque abandonado, pienso
en la mujer que nunca será mía



Gabriela Mistral

dos ángeles

-- de Gabriela Mistral --

No tengo sólo un ángel
con ala estremecida:
me mecen como al mar
mecen las dos orillas
el ángel que da el gozo
y el que da la agonía,
el de alas tremolantes
y el de las alas fijas.
Yo sé, cuando amanece,
cuál va a regirme el día,
si el de color de llama
o el color de ceniza,
y me les doy como alga
a la ola, contrita.
Sólo una vez volaron
con las alas unidas:
el día del amor,
el de la epifanía.
¡Se juntaron en una
sus alas enemigas
y anudaron el nudo
de la muerte y la vida!



Gabriela Mistral

amo amor

-- de Gabriela Mistral --

anda libre en el surco, bate el ala en el viento,
late vivo en el sol y se prende al pinar.
No te vale olvidarlo como al mal pensamiento:
¡le tendrásque escuchar!
habla lengua de bronce y habla lengua de ave,
ruegos tímidos, imperativos de mar.
No te vale ponerle gesto audaz, ceño grave:
¡lo tendrásque hospedar!
gasta trazas de dueño; no le ablandan excusas.
Rasga vasos de flor, hiende el hondo glaciar.
No te vale decirle que albergarlo rehúsas:
¡lo tendrásque hospedar!
tiene argucias sutiles en la réplica fina,
argumentos de sabio, pero en voz de mujer.
Ciencia humana te salva, menos ciencia divina:
¡le tendrásque creer!
te echa venda de lino; tú la venda toleras.
Te ofrece el brazo cálido, no le sabes huir.
Echa a andar, tú le sigues hechizada aunque vieras
¡que eso paraen morir!



Gaspar María de Nava Álvarez

A un deseo vano

-- de Gaspar María de Nava Álvarez --

Oh deseo insensato, tu osadía
¡cuán justamente queda castigada!
Caminaste con ala arrebatada
adonde el bien a tu ansia se ofrecía.

Hallaste en vez de fuego, nieve fría,
mármol en vez de fuego, y rodeada
de agudas puntas, de impiedad amada
la rosa, que tan dulce parecía.

No quiera imposibles. No con vuelo
altivo al Cielo registrar presumas
ni el carro gobernar del Sol dorado.

Que destrozados yacen en el suelo
Ícaro, ya desnudo de sus plumas,
Faetón por el rayo ya abrasado.



Gastón Fernando Deligne

cantiga

-- de Gastón Fernando Deligne --

Cuando el viento ladra;
cuando gruñe el trueno;
a pares se miran
los nidos repletos.

Si el mal confinante
fulmina certero
sobre un ala sola,
¡herirá dos pechos!

así de las almas:
con doblados nexos
se juntan y ligan,
cuando gruñe el trueno,
cuando el viento ladra,
cuando oprime el cerco
de egolatrías sordas
e intereses ciegos.

Viandantes amables,
vosotros -¡sea presto!-
seréis de la vida
conjuntos viajeros;
¡y el mal circunstante
no podrá soberbio
descargar un golpe,
sin alzar dos ecos!

que sólo os fulminen
(¡mi voto oiga el cielo!)
nublados de rosas,
granizos de ensueño.

Y ya de partida,
vosotros -¡sea presto!-
hagáis el gran viaje,
cantando y riendo.



Gerardo Diego

palabras proféticas poemas adrede (1941 1943)

-- de Gerardo Diego --

Homenaje a san juan de la cruz
arrastrar largamente la cola del desmayo
sin miedo a una posible rebelión de fragancia
dejarse florecer durante el mes de mayo
de alelíes las manos los ojos de distancia
perdonar a la lluvia su vocación profunda
su amor de las estatuas su modelado egregio
perdonarla aunque luego sepamos que se inunda
de torsos mutilados el jardín del colegio
olvidar los perfumes que lloran los colores
merecer los escorzos que renuevan el aire
dimitir abdicar coronas y esplendores
corbatas fabulosas perdidas al desgaire
porque querido amigo ya todo se compensa
mis deudas tus jazmines trastornos siderales
el muerto que se estira el caracol que piensa
y el ala de la tórtola prolongando hospitales



Gustavo Adolfo Bécquer

rima liii

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres,
ésas... ¡No volverán!
volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.
Pero aquellas cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día....
Ésas... ¡No volverán!
volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar,
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas,
como se adora a dios ante su altar,
como yo te he querido..., Desengáñate,
¡así no te querrán!



Salvador Díaz Mirón

rimas

-- de Salvador Díaz Mirón --

El día con su manto
de vívidos colores,
inspira cosas dulces:
la risa y la ilusión.
Entonces la mirada
se inclina hacia las flores...
Las flores son los versos
¡que el prado canta al sol!

la noche con su sombra,
que deja ardientes rastros,
inspira cosas graves:
la angustia y la oración.
Entonces la mirada
se eleva hacia los astros...
Los astros son los versos
¡que el cielo canta a dios!

qué pliegue su ala de oro
la tarde en el vacío;
que pasen por mi mente
las ondas del cedrón;
que caiga de la nube
la gota de rocío;
¡que radien las estrellas,
que trine el ruiseñor!



Salvador Díaz Mirón

Mística

-- de Salvador Díaz Mirón --

Si en tus jardines, cuando yo muera,
cuando yo muera, brota una flor;
si en un celaje ves un lucero,
ves un lucero que nadie vio;
y llega un ave que te murmura,
que te murmura con dulce voz,
abriendo el pico sobre tus labios,
lo que en tu tiempo te dije yo:
aquel celaje y el ave aquella,
y aquel lucero y aquella flor
serán mi vida que ha transformado,
que ha transformado la ley de Dios.

Serán mis fibras con otro aspecto,
ala y corola y ascua y vapor;
mis pensamientos transfigurados:
perfume y éter y arrullo y sol.

Soy un cadáver, ¿cuándo me entierran?
Soy un viajero, ¿cuándo me voy?
Soy una larva que se transforma.
¿Cuándo se cumple la ley de Dios,
y soy, entonces, mi blanca niña,
celaje y ave, lucero y flor?



Salvador Díaz Mirón

Música fúnebre

-- de Salvador Díaz Mirón --

Mi corazón percibe, sueña y presume.
Y como envuelta en oro tejido en gasa,
la tristeza de Verdi suspira y pasa
en la cadencia fina como un perfume.

Y frío de alta zona hiela y entume;
y luz de sol poniente colora y rasa:
y fe de gloria empírea pugna y fracasa,
¡como en ensayos torpes un ala implume!

El sublime concierto llena la casa;
y en medio de la sorda y estulta masa,
mi corazón percibe, suena y presume.

Y como envuelta en oro tejido en gasa,
la tristeza de Verdi suspira y pasa
en la cadencia fina como un perfume.



Vicente Aleixandre

las manos

-- de Vicente Aleixandre --

Mira tu mano, que despacio se mueve,
transparente, tangible, atravesada por la luz,
hermosa, viva, casi humana en la noche.
Con reflejo de luna, con dolor de mejilla, con vaguedad de sueño
mírala así crecer, mientras alzas el brazo,
búsqueda inútil de una noche perdida,
ala de luz que cruzando en silencio
toca carnal esa bóveda oscura.
No fosforece tu pesar, no ha atrapado
ese caliente palpitar de otro vuelo.
Mano volante perseguida: pareja.
Dulces, oscuras, apagadas, cruzáis.
Sois las amantes vocaciones, los signos
que en la tiniebla sin sonido se apelan.
Cielo extinguido de luceros que, tibios,
campo a los vuelos silenciosos te brindas.
Manos de amantes que murieron, recientes,
manos con vida que volantes se buscan
y cuando chocan y se estrechan encienden
sobre los hombres una luna instantánea.



Vicente Huidobro

Campanario

-- de Vicente Huidobro --

A cada son de la campana
un pájaro volaba:
pájaros de ala inversa
que mueren entre las tejas,
donde ha caído la primera canción.

Al fondo de la tarde,
las llamas vegetales.
En cada hoja tiembla el corazón,
y una estrella se enciende a cada paso.
Los ojos guardan algo
que palpita en la voz.
Sobre la lejanía
un reloj se vacía.



Vicente Huidobro

Sombra

-- de Vicente Huidobro --

La sombra es un pedazo que se aleja
Camino de otras playas

En mi memoria un ruiseñor se queja
Ruiseñor de las batallas
Que canta sobre todas las balas

Hasta cuando sangrarán la vida

La misma luna herida
No tiene sino una ala
El corazón hizo su nido
En medio del vacío

Sin embargo
Al borde del mundo florecen las encinas
Y la primavera viene sobre las golondrinas



Marilina Rébora

es la mansión de ayer...

-- de Marilina Rébora --

Es la mansión de ayer...
Es la mansión de ayer, la de la infancia mía,
con ternura hogareña y calidez de seno,
que aún levanta la frente, a punto de agonía,
entre tanto derrumbe al que nada es ajeno.
Muéstrase melancólica el ala solariega
del loco enjambre antiguo hoy con seres distantes
y a la sombra de madre, amorosa, se agrega
el tono protector, los ojos vigilantes.
Los niños la vivían, encanto de morada;
aromas de su patio, tímida madreselva
con los albos jazmines en la azul enramada.
Y guardamos silencio para que el alma vuelva
a recordar imágenes de los dichosos años,
sintiéndonos ahora como intrusos o extraños.



Medardo Ángel Silva

Danse d'Anitra

-- de Medardo Ángel Silva --

A Juan Verdesoto

Va ligera, va pálida, va fina,
cual si una alada esencia poseyera.
Dios mío, esta adorable danzarina
se va a morir, se va a morir ... Se muere.

Tan aérea, tan leve, tan divina,
se ignora si danzar o volar quiere;
y se torna su cuerpo un ala fina,
cual si el soplo de Dios lo sostuviere.

Sollozan perla a perla cristalina
las flautas en ambiguo miserere ...
Las arpas lloran y la guzla trina ...
¡Sostened a la leve danzarina,
porque se va a morir... Porque se muere!



Meira Delmar

muerte mía

-- de Meira Delmar --

La muerte no es quedarme
con las manos ancladas
como barcos inútiles
a mis propias orillas,
ni tener en los ojos,
tras la sombra del párpado
el último paisaje
hundiéndose en sí mismo.
La muerte no es sentirme
fija en la tierra oscura
mientras mueve la noche
su gajo de luceros,
y mueve el mar profundo
las naves y los peces,
y el viento mueve estíos,
otoños, primaveras.
¡Otra cosa es la muerte!
decir tu nombre una
y otra vez en la niebla
sin que tornes el rostro
a mi rostro, es la muerte.
Y estar de ti lejana
cuando dices la tarde
vuela sobre las rosas
como un ala de oro .
La muerte es ir borrando
caminos de regreso
y llegar con mis lágrimas
a un país sin nosotros
y es saber que pregunta
mi corazón en vano,
ya para siempre en vano,
por tu melancolía
otra cosa es la muerte.
!--Img



Juana de Ibarbourou

como la primavera

-- de Juana de Ibarbourou --

Como una ala negra tendí mis cabellos
sobre tus rodillas.
Cerrando los ojos su olor aspiraste,
dicendome luego:
-¿duermes sobre piedras cubiertas de musgos?
¿con ramas de sauces te atas las trenzas?
¿ tu almohada es de trébol? ¿las tienes tan negras
porque acaso en ella exprimiste un zumo
retinto y espeso de moras silvestres?
¡qué fresca y extraña fragancia te envuelve!
hueles a arroyuelos, a tierra y a selvas.
¿Que perfume usas? y riendo te dije:
-¡nintuno, ninguno!
te amo y soy joven, huelo a primavera.
Este olor que sientes es de carne firme,
de mejillas claras y de sangre nueva.
¡Te quiero y soy joven, por eso es que tengo
las mismas fragancias de la primavera!



Julia de Burgos

¡oh lentitud del mar!

-- de Julia de Burgos --

He tenido que dar, multiplicarme,
despedazarme en órbitas complejas...
Aquí en la intimidad, conmigo misma,
¡qué sencillez me rompe la conciencia!

para salvarme el mundo del espíritu,
he tenido que armar mis manos quietas,
¡cómo anhelo la paz, la hora sin ruido,
cuando nada conturbe mi existencia!

todo sonar se ha muerto en mis pupilas,
a mis ojos no inquietan las estrellas,
los caminos son libres de mi rumbo,
y hasta el nombre del mar, sorda me deja.

¡Y aún me piden canciones por palabras,
no conciben mi pulso sin poemas,
en mi andar buscan, trémulos, los astros,
como si yo no fuese por la tierra!

¡oh lentitud del mar! ¡oh el paso breve
con que la muerte avanza a mi ala muerta!
¿cómo haría yo para salvarte el tiempo?
¿qué me queda del mundo? ¿que me queda...?



Federico García Lorca

Casida de la mano imposible

-- de Federico García Lorca --

Yo no quiero más que una mano;
una mano herida, si es posible.
Yo no quiero más que una mano
aunque pase mil noches sin lecho.

Sería un pálido lirio de cal.
Sería una paloma amarrada a mi corazón.
Sería el guardián que en la noche de mi tránsito
prohibiera en absoluto la entrada a la luna.

Yo no quiero más que esa mano
para los diarios aceites y la sábana blanca de mi agonía.
Yo no quiero más que esa mano
para tener un ala de mi muerte.

Lo demás todo pasa.
Rubor sin nombre ya. Astro perpetuo.
Lo demás es lo otro; viento triste,
mientras las hojas huyen en bandadas.



Francisco de Aldana

De sus hermosos ojos, dulcemente

-- de Francisco de Aldana --

De sus hermosos ojos, dulcemente,
un tierno llanto Filis despedía
que por el rostro amado parecía
claro y precioso aljófar transparente.

En brazos de Damón, con baja frente,
triste, rendida, muerta, helada y fría,
estas palabras breves le decía
creciendo a su llorar nueva corriente:

«¡Oh pecho duro, oh alma dura y llena
de mil durezas!, ¿dónde vas huyendo?,
¿do vas con ala tan ligera y presta?»

Y él, soltando de llanto amarga vena,
della las dulces lágrimas bebiendo,
besola, y solo un ¡ay! fue su respuesta.



Francisco Sosa Escalante

A Lelia (Sosa Escalante IV)

-- de Francisco Sosa Escalante --

No de las quejas que en letal quebranto
El alma triste dolorida exhala,
Las notas te daré miéntras resbala
Tu vida en medio de feliz encanto.

No con las gotas de mi amargo llanto
¡Oh paloma gentil! se moje tu ala;
Yo el rumbo seguiré que me señala
Mi sino adverso, aunque te amaba tanto.

Las hadas que en la cuna te mecieron
Gozosas presagiaron tu ventura
Cuando tu frente alabastrina vieron;

Ay! y esas mismas hadas la amargura
Al hombre que te amara predijeron,
¡Que tal el signo fué de tu hermosura!



Francisco Villaespesa

mi vida es el silencio de una espera...

-- de Francisco Villaespesa --

Mi vida es el silencio de una espera...
Se escapa de mis ojos la mirada,
ansiando contemplar la sombra amada
que en otros tiempos a mi lado viera.
La mano palpa, cual si presintiera
negrear en la atmósfera callada
la seda tibia de su destrenzada,
profusa y olorosa cabellera.
Mi oído de impaciencia se estremece,
un olor a algo suyo el viento exhala...
¿Estás ya aquí? le digo, y me parece
que «aquí estoy», dulcemente, me contesta
aquella voz que pasa como un ala
rozando fugitiva la floresta.



Francisco Villaespesa

los jardines de afrodita V

-- de Francisco Villaespesa --

El cisne se acercó. Trémula leda
la mano hunde en la nieve del plumaje,
y se adormece el alma del paisaje
de un rojo crepúsculo de seda.
La onda azul, al morir, suspira queda;
gorjea un ruiseñor entre el ramaje,
y un toro, ebrio de amor, muge salvaje
en la sombra nupcial de la arboleda.
Tendió el cisne la curva de su cuello,
y con el ala cándido abanico,
acarició los senos y el cabello.
Leda dio un grito y se quedó extasiada...
Y el cisne levantó, rojo, su pico
como triunfal insignia ensangrentada.



José Eustasio Rivera

en la estrellada noche...

-- de José Eustasio Rivera --

En la estrellada noche de vibración tranquila
descorre ante mis ojos sus velos el arcano,
y al giro de los orbes en el cenit lejano
ante mi absorto espíritu la eternidad desfila.

Ávido de la pléyade que en el azul rutila,
sube con ala enorme mi numen soberano,
y alta de ensueño, y libre del horizonte humano,
mi sien, como una torre, la inmensidad vigila.

Mas no se sacia el alma con la visión del cielo:
cuando en la paz sin límites al cosmos interpelo,
lo que los astros callan mi corazón lo sabe;

y luego una recóndita nostalgia me consterna
al ver que ese infinito, que en mis pupilas cabe,
es insondable al vuelo de mi ambición eterna.



José Martí

tiene el leopardo un abrigo

-- de José Martí --

xliv
tiene el leopardo un abrigo
en su monte seco y pardo:
yo tengo más que el leopardo,
porque tengo un buen amigo.
Duerme, como un juguete,
la mushma en su cojinete
de arce del japón: yo digo:
«no hay cojín como un amigo.»
Tiene el conde su abolengo:
tiene la aurora el mendigo:
tiene ala el ave: ¡yo tengo
allá en méxico un amigo!



José Martí

a los espacios

-- de José Martí --

A los espacios
a los espacios entregarme quiero
donde se vive en paz, y con un manto
de luz, en gozo embriagador henchido,
sobre las nubes blancas se pasea,
y donde dante y las estrellas viven.
Yo sé, yo sé, porque lo tengo visto
en ciertas horas puras, cómo rompe
su cáliz una flor, y no es diverso
del modo, no, con que lo quiebra el alma.
Escuchad, y os diré: viene de pronto
como una aurora inesperada, y como
a la primera luz de primavera
de flor se cubren las amables lilas...
Triste de mí: contároslo quería
y en espera del verso, las grandiosas
imágenes en fila ante mis ojos
como águilas alegres vi sentadas.
Pero las voces de los hombres echan
de junto a mí las nobles aves de oro:
ya se van, ya se van: ved cómo rueda
la sangre de mi herida.
Si me pedís un símbolo del mundo
en estos tiempos, vedlo: un ala rota.
Se labra mucho el oro, el alma apenas!
ved cómo sufro: vive el alma mía
cual cierva en una cueva acorralada:
¡oh nono está bien:
me vengaré, llorando!



José Martí

es rubia: el cabello suelto

-- de José Martí --

xvii
es rubia: el cabello suelto
da más luz al ojo moro:
voy, desde entonces, envuelto
en un torbellino de oro.
La abeja estival que zumba
más ágil por la flor nueva,
no dice, como antes, «tumba»:
«eva» dice: todo es «eva».
Bajo, en lo oscuro, al temido
raudal de la catarata:
¡y brilla el iris, tendido
sobre las hojas de plata!
miro, ceñudo, la agreste
pompa del monte irritado:
¡y en el alma azul celeste
brota un jacinto rosado!
voy, por el bosque, a paseo
a la laguna vecina:
y entre las ramas la veo,
y por el agua camina.
La serpiente del jardín
silba, escupe, y se resbala
por su agujero: el clarín
me tiende, trinando, el ala.
¡Arpa soy, salterio soy
donde vibra el universo:
vengo del sol, y al sol voy:
soy el amor: soy el verso!



José Martí

yo tengo un amigo muerto

-- de José Martí --

viii
yo tengo un amigo muerto
que suele venirme a ver:
mi amigo se sienta y canta;
canta en voz que ha de doler.
«En un ave de dos alas
bogo por el cielo azul:
una ala del ave es negra,
otra de oro caribú.
»El corazón es un loco
que no sabe de un color:
o es su amor de dos colores,
o dice que no es amor.
»Hay una loca más fiera
que el corazón infeliz:
la que le chupó la sangre
y se echó luego a reír.
»Corazón que lleva rota
el ancla fiel del hogar,
va como barca perdida,
que no sabe a dónde va».
En cuanto llega a esta angustia
rompe el muerto a maldecir:
le amanso el cráneo: lo acuesto:
acuesto el muerto a dormir.



José Martí

cuentan que antaño

-- de José Martí --

Cuentan que antaño,y por si no lo cuentan,
invéntologo, un labriego que quería
mucho a un zorzal, a quien dejaba libre
surcar el aire y desafiar al viento
de cierto bravo halcón librarlo quiso
que en cazar por el ala adestró astuto
un señorín de aquellas cercanías,
y púsole al zorzal el buen labriego
sobre sus alas, otras dos, de modo
que el vuelo alegre al ave no impidiesen.
Salió el sol, y el halcón rompiendo nubes,
tras el zorzal, que a la querencia amable
del labrador inquieto se venía:
ya le alcanza: ya le hinca: ya estremece
en la mano del mozo el hilo duro:
mas guay del señorín!: el halcón sólo
prendió al zorzal, que diestro se le escurre,
por las alas postizas del labriego.
Así, quien casa por la rima, aprende
que en sus garras se escapa la poesía!



José Martí

La niña de Guatemala

-- de José Martí --

Quiero, a la sombra de un ala,
contar este cuento en flor:
la niña de Guatemala,
la que se murió de amor.

Eran de lirios los ramos;
y las orlas de reseda
y de jazmín; la enterramos
en una caja de seda...

Ella dio al desmemoriado
una almohadilla de olor;
él volvió, volvió casado;
ella se murió de amor.

Iban cargándola en andas
obispos y embajadores;
detrás iba el pueblo en tandas,
todo cargado de flores...

Ella, por volverlo a ver,
salió a verlo al mirador;
él volvió con su mujer,
ella se murió de amor.

Como de bronce candente,
al beso de despedida,
era su frente -¡ la frente
que más he amado en mi vida!...

Se entró de tarde en el río,
la sacó muerta el doctor;
dicen que murió de frío,
yo sé que murió de amor.

Allí, en la bóveda helada,
la pusieron en dos bancos:
besé su mano afilada,
besé sus zapatos blancos.

Callado, al oscurecer,
me llamó el enterrador;
nunca más he vuelto a ver
a la que murió de amor.



Blanca Andreu

pájaro degollado por las astronomías ay pájaro sajado gótico

-- de Blanca Andreu --

Entonces resuenan las ramas inaccesibles.
Virgilio
pájaro degollado por las astronomías ay pájaro sajado gótico agonizante.
Alta ventana de tu nombre en la ojiva del ala y de la lágrima.
En lo agudo del mundo.



Blanca Andreu

así, en pretérito pluscuamperfecto y futuro absoluto

-- de Blanca Andreu --

Así, en pretérito pluscuamperfecto y futuro absoluto
voy hablando del trozo de universo que yo era,
de subcutáneas estrellas de sangre
cazadas por el ángel de la anemia
en el cielo arterial,
diciendo leucocitos del alba y río de linfa,
o bien de lo que quise:
el ligero mediterráneo,
la prohibición de envejecer,
la gavilla del sueño barbitúrico,
y sobre todo, sobre todas las cosas,
mozart anfetamínico preámbulo de pájaros,
mozart en ala y aeropuerto,
arco de violín príncipe o piloto: mozart el músico.



Blanca Andreu

la partida

-- de Blanca Andreu --

Como un rey de este mundo perdido en las leyendas,
solo, con calculado silencio, señor de la nada
a quien despierta un alcatraz
al amanecer
entre la sal dormida un ala ardiente, un mensaje
deja caer una pluma caudal
y se hace la luz del otoño.
Pero, antaño, creedme, toda la mar lo sabe.
Estaba escrito sobre las olas tormentosas,
sobre los días de valor
está ya escrito,
con maderos y sombras verdes
en hexámetros el ímpetu y la perfidia
con despojos de grandes navíos.
La historia no se ocupa y, sin embargo, aún
falta agregar la arrogante, mortífera obediencia
de la flota, cohorte de aves, bandada
o el espíritu sombrío y de tan alta condición
bramando entre los escollos
entre indicios de peste y malos augurios.



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