Buscar Poemas con Aguas


  ·En el buscador de poemas puedes encontrar entre más de doce mil poemas todos aquellos que contienen las palabras de búsqueda. Los poemas forman parte de la antología poética de los 344 poetas más importantes en lengua Española de todos los tiempo. Puedes elegir entre dos tipos de búsqueda:
  ·Buscar entre todos los poemas los que contienen las palabras de la búsqueda.
  ·Buscar sólo los poemas cortos -aquellos que tienen 8 versos o menos- que coinciden con el criterio de búsqueda.

Se han encontrado 76 poemas con la palabra aguas

Si lo prefieres puedes ver sólo los poemas cortos, aquellos que tienen ocho versos o menos aquí

Luis Cernuda

escondido en los muros

-- de Luis Cernuda --

Este jardín me brinda
sus ramas y sus aguas
de secreta delicia.
Qué silencio. ¿Es así
el mundo?... Cruz al cielo
desfilando paisajes,
risueño hacia lo lejos.
Tierra indolente. En vano
resplandece el destino.
Junto a las aguas quietas
sueño y pienso que vivo.
Mas el tiempo ya tasa
el poder de esta hora;
madura su medida,
escapa entre sus rosas.
Y el aire fresco vuelve
con la noche cercana,
su tersura olvidando
las ramas y las aguas.

Poema escondido en los muros de Luis Cernuda con fondo de libro

Pablo Neruda

ausencia de joaquín

-- de Pablo Neruda --

Desde ahora, como una partida verificada lejos,
en funerales estaciones de humo o solitarios malecones,
desde ahora lo veo precipitándose en su muerte,
y detrás de él siento cerrarse los días del tiempo.
Desde ahora, bruscamente, siento que parte,
precipitándose en las aguas, en ciertas aguas, en ciertoocéano,
y luego, al golpe suyo, gotas se levantan, y un ruido,
un determinado, sordo ruido siento producirse,
un golpe de agua azotada por su peso,
y de alguna parte, de alguna parte siento que saltan y salpican estasaguas,
sobre mí salpican estas aguas, y viven como ácidos.
Su costumbre de sueños y desmedidas noches,
su alma desobediente, su preparada palidez,
duermen con él por último, y él duerme,
porque al mar de los muertos su pasión desplómase,
violentamente hundiéndose, fríamente asociándose.

Poema ausencia de joaquín de Pablo Neruda con fondo de libro

Pablo Neruda

puentes

-- de Pablo Neruda --

Puentes: arcos de acero azul adonde vienen
a dar su despedida los que pasan
por arriba los trenes,
por abajo las aguas,
enfermos de seguir un largo viaje
que principia, que sigue y nunca acaba.
Cielos arriba, cielos,
y pájaros que pasan
sin detenerse, caminando como
los trenes y las aguas.
Qué maldición cayó sobre vosotros?
qué esperáis en la noche densa y larga
con los brazos abiertos como un niño
que muere a la llegada de su hermana?
qué voz de maldición pasiva y negra
sobre vosotros extendió sus alas,
para hacer que siguieran
el viaje que no acaba
los paisajes, la vida, el sol, la tierra,
los trenes y las aguas,
mientras la angustia inmóvil del acero
se hunde más en la tierra y más la clava?

Poema puentes de Pablo Neruda con fondo de libro

Alfonsina Storni

Dolor

-- de Alfonsina Storni --

Quisiera esta tarde divina de octubre
Pasear por la orilla lejana del mar;

Que la arena de oro, y las aguas verdes,
Y los cielos puros me vieran pasar.

Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera,
Como una romana, para concordar

Con las grandes olas, y las rocas muertas
Y las anchas playas que ciñen el mar.

Con el paso lento, y los ojos fríos
Y la boca muda, dejarme llevar;

Ver cómo se rompen las olas azules
Contra los granitos y no parpadear

Ver cómo las aves rapaces se comen
Los peces pequeños y no despertar;

Pensar que pudieran las frágiles barcas
Hundirse en las aguas y no suspirar;

Ver que se adelanta, la garganta al aire,
El hombre más bello; no desear amar...

Perder la mirada, distraídamente,
Perderla, y que nunca la vuelva a encontrar;

Y, figura erguida, entre cielo y playa,
Sentirme el olvido perenne del mar.



Alfonsina Storni

Dolor (Storni)

-- de Alfonsina Storni --

Quisiera esta tarde divina de octubre
Pasear por la orilla lejana del mar;

Que la arena de oro, y las aguas verdes,
Y los cielos puros me vieran pasar.

Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera,
Como una romana, para concordar

Con las grandes olas, y las rocas muertas
Y las anchas playas que ciñen el mar.

Con el paso lento, y los ojos fríos
Y la boca muda, dejarme llevar;

Ver cómo se rompen las olas azules
Contra los granitos y no parpadear

Ver cómo las aves rapaces se comen
Los peces pequeños y no despertar;

Pensar que pudieran las frágiles barcas
Hundirse en las aguas y no suspirar;

Ver que se adelanta, la garganta al aire,
El hombre más bello; no desear amar...

Perder la mirada, distraídamente,
Perderla, y que nunca la vuelva a encontrar;

Y, figura erguida, entre cielo y playa,
Sentirme el olvido perenne del mar.



Lope de Vega

Cesen tus aguas, conjurado cielo

-- de Lope de Vega --

Cesen tus aguas, conjurado cielo,
que está doliente por tu causa el mío;
sigue tu curso, nieva, haz tiempo frío,
cubre el campo de plata, escarcha y hielo.

Si es por vengar al sol, sol tiene el suelo,
que será su Faetón con mayor brío:
¡ay rompan los suspiros que te envío
de tantas nubes el oscuro velo!

Deja reinar a la serena boca
cuyos dientes esconden los enojos
de esta humildad, que a envidia os atribuyo.

Amaina el tiempo que su mal provoca,
salga tu sol en ti, y en mí sus ojos.
Tendrá salud mi cielo, y arco el tuyo.



Lope de Vega

Cubran tus aguas, Betis caudaloso

-- de Lope de Vega --

Cubran tus aguas, Betis caudaloso,
las galeras de Italia y españolas,
de Sevilla a Triana formen solas,
por una y otra margen, puente hermoso.

Las naves indias, con metal precioso
más hinchadas que de aire sus ventolas,
tu pecho opriman libre de las olas
del mar, en la Bermuda riguroso.

Apenas des lugar para los barcos,
y, en el mejor, Lucinda, sin memoria,
honre tus fiestas con igual presencia.

Diviértase en tus salvas, triunfos y arcos,
mientras que tengo yo por mayor gloria
peñas del Tajo, y soledad de ausencia.



Lope de Vega

No es mucho que Israel las aguas corte

-- de Lope de Vega --

No es mucho que Israel las aguas corte
del Rubio mar, si va Moisés delante
haciéndole dos muros de diamante,
que a Egipto emboten de la espalda el corte.
Ni que el peligro al pescador reporte,
para serlo del barco militante,
que Dios le llama, porque no le espante,
y está en la orilla el sol que alumbra el Norte.
Pero que tienda de Domingo el manto
Raimundo, y pase encima el mar profundo,
es fe que ha dado al mismo cielo espanto.
Pasad, profeta, ese Jordán segundo;
verán los reyes, que se ciegan tanto
que estima el mar a quien destierra el mundo.



Lope de Vega

Sobre ocho veces treinta el sol corría

-- de Lope de Vega --

Sobre ocho veces treinta el sol corría
los años de un enfermo, que aguardaba
junto a Betsaida el ángel que bajaba,
y a las sagradas aguas revolvía.
A Cristo, que salud le prometía,
de la falta del hombre se quejaba,
que la divina luz, que le llamaba,
la noche de su error desconocía.
Yo, que imito sus obras y su nombre,
ciego a la viva luz que me reduce,
aguardo mi remedio descuidado.
Mas no puedo decir por falta de hombre,
pues tengo un hombre en Dios que me conduce
a las aguas del mar de su costado.



Jorge Luis Borges

a una moneda

-- de Jorge Luis Borges --

Fría y tormentosa la noche que zarpé de montevideo.
Al doblar el cerro,
tiré desde la cubierta más alta
una moneda que brilló y se anegó en las aguas barrosas,
una cosa de luz que arrebataron el tiempo y la tiniebla.
Tuve la sensación de haber cometido un acto irrevocable,
de agregar a la historia del planeta
dos series incesantes, paralelas, quizá infinitas:
mi destino, hecho de zozobra, de amor y de vanas vicisitudes,
y el de aquel disco de metal
que las aguas darían al blando abismo
o a los remotos mares que aún roen
despojos del sajón y del fenicio.
A cada instante de mi sueño o de mi vigilia
corresponde otro de la ciega moneda.
A veces he sentido remordimiento
y otras envidia,
de ti que estás, como nosotros, en el tiempo y su laberinto
y que no lo sabes.



Jorge Luis Borges

efialtes

-- de Jorge Luis Borges --

En el fondo del sueño están los sueños. Cada
noche quiero perderme en las aguas obscuras
que me lavan del día, pero bajo esas puras
aguas que nos conceden la penúltima nada
late en la hora gris la obscena maravilla.
Puede ser un espejo con mi rostro distinto,
puede ser la creciente cárcel de un laberinto,
puede ser un jardín. Siempre es la pesadilla.
Su horror no es de este mundo. Algo que no se nombra
me alcanza desde ayeres de mito y de neblina;
la imagen detestada perdura en la retina
e infama la vigilia como infamó la sombra.
¿Por qué brota de mí cuando el cuerpo reposa
y el alma queda sola, esta insensata rosa?



Octavio Paz

sonetos iv

-- de Octavio Paz --

Sonetos - iv
bajo el cielo fiel junio corría
arrastrando en sus aguas dulces fechas,
ardientes horas en la luz deshechas,
frutos y labios que mi sed asía.
Sobre mi juventud junio corría:
golpeaban mi ser sus aguas flechas,
despeñadas y obscuras en las brechas
que su avidez en ráfagas abría.
Ay, presuroso junio nunca mío,
invisible entre puros resplandores,
mortales horas en terribles goces,
¡cómo alzabas mi ser, crecido río,
en júbilos sin voz, mudos clamores,
viva espada de luz entre dos voces!



Gabriela Mistral

agua

-- de Gabriela Mistral --

Hay países que yo recuerdo
como recuerdo mis infancias.
Son países de mar o río,
de pastales, de vegas y aguas.
Aldea mía sobre el ródano,
rendida en río y en cigarras;
antilla en palmas verdi-negras
que a medio mar está y me llama;
¡roca lígure de portofino,
mar italiana, mar italiana!
me han traído a país sin río,
tierras-agar, tierras sin agua;
saras blancas y saras rojas,
donde pecaron otras razas,
de pecado rojo de atridas
que cuentan gredas tajeadas;
que no nacieron como un niño
con unas carnazones grasas,
cuando las oigo, sin un silbo,
cuando las cruzo, sin mirada.
Quiero volver a tierras niñas;
llévenme a un blando país de aguas.
En grandes pastos envejezca
y haga al río fábula y fábula.
Tenga una fuente por mi madre
y en la siesta salga a buscarla,
y en jarras baje de una peña
un agua dulce, aguda y áspera.
Me venza y pare los alientos
el agua acérrima y helada.
¡Rompa mi vaso y al beberla
me vuelva niñas las entrañas!



Antonio Machado

En abril, las aguas mil

-- de Antonio Machado --

Son de abril las aguas mil.
Sopla el viento achubascado,
y entre nublado y nublado
hay trozos de cielo añil.
Agua y sol. El iris brilla.
En una nube lejana,
zigzaguea
una centella amarilla.
La lluvia da en la ventana
y el cristal repiquetea.
A través de la neblina
que forma la lluvia fina,
se divisa un prado verde,
y un encinar se esfumina,
y una sierra gris se pierde.
Los hilos del aguacero
sesgan las nacientes frondas,
y agitan las turbias ondas
en el remanso del Duero.
Lloviendo está en los habares
y en las pardas sementeras;
hay sol en los encinares,
charcos por las carreteras.
Lluvia y sol. Ya se oscurece
el campo, ya se ilumina;
allí un cerro desparece,
allá surge una colina.
Ya son claros, ya sombríos
los dispersos caseríos,
los lejanos torreones.
Hacia la sierra plomiza
van rodando en pelotones
nubes de guata y ceniza.



Federico García Lorca

sueño

-- de Federico García Lorca --

Mayo de 1919
mi corazón reposa junto a la fuente fría.
(Llénala con tus hilos,
araña del olvido.)
El agua de la fuente su canción le decía.
(Llénala con tus hilos,
araña del olvido.)
Mi corazón despierto sus amores decía.
(Araña del silencio,
téjele tu misterio)
el agua de la fuente lo escuchaba sombría.
Araña del silencio,
téjele tu misterio.)
Mi corazón se vuelca sobre la fuente fría.
(Manos blancas, lejanas,
detened a las aguas.)
Y el agua se lo lleva cantando de alegría.
(¡Manos blancas, lejanas,
nada queda en las aguas!)



Ricardo Jaimes Freyre

lo fugaz

-- de Ricardo Jaimes Freyre --

La rosa temblorosa
se desprendió del tallo,
y la arrastró la brisa
sobre las aguas turbias del pantano.

Una onda fugitiva
le abrió su seno amargo
y estrechando a la rosa temblorosa
la deshizo en sus brazos.

Flotaron sobre el agua
las hojas como miembros mutilados
y confundidas con el lodo negro
negras, aún más que el lodo, se tornaron,

pero en las noches puras y serenas
se sentía vagar en el espacio
un leve olor de rosa
sobre las aguas turbias del pantano.



Abraham Valdelomar

Ha vivido mi alma...

-- de Abraham Valdelomar --

Ha vivido mi alma en las Edades viejas
en un guerrero heroico y un galán trovador,
y en gentiles mancebos de enroscadas guedejas
enamorada siempre de una prohibición.

Mi alma fue de Tartufo, de un ídolo pagano,
de un impúber de lesbia, de un fauno y de un bufón;
vivió dentro del cuerpo de un gladiador romano,
y en el cuerpo caduco de un viejo Faraón.

Ha vivido en las aguas y ha vivido en las rosas,
ha vivido en los hombres y ha vivido en las cosas,
buscando siempre amor.

Irá hacia un país lejano de sátiros traviesos
y de labios de sangre que conviertan en besos
las cosas que no son...

Y vivirá mi alma en las cosas futuras
sintiendo las saetas de nuevas desventuras,
en una larga, triste, cruel peregrinación...



Adelardo López de Ayala

A una bañista

-- de Adelardo López de Ayala --

¡Quién fuera el mar, que enamorado espera
que tu cuerpo interrumpa su llanura
y rodear tu espléndida hermosura
de un abrazo y a un tiempo toda entera!

Si yo en tus aguas infundir pudiera
el alma ardiente que adorarte jura,
en muestra de mi amor y mi ventura
te alzara en triunfo a la celeste esfera.

Y, al descender con mi tesoro, ufano,
convirtiendo la líquida montaña
en olas que anunciaran mi alegría,

en las costas del reino lusitano,
y en áfrica, y América, y Bretaña,
mi grito de placer resonaría.



Alberti

A FEDERICO GARCÍA LORCA

-- de Alberti --

Sal tú, bebiendo campos y ciudades,
en largo ciervo de agua convertido,
hacia el mar de las albas claridades,
del martín-pescador mecido nido;

que yo saldré a esperarte, amortecido,
hecho junco, a las altas soledades,
herido por el aire y requerido
por tu voz, sola entre las tempestades.

Deja que escriba, débil junco frío,
mi nombre en esas aguas corredoras,
que el viento llama, solitario, río.

Disuelto ya en tu nieve el nombre mío,
vuélvete a tus montañas trepadoras,
ciervo de espuma, rey del monterío.



Alberti

funerales

-- de Alberti --

¡pescadores, pescadores,
lanzad el arpón al viento
y en banderas sin colores
izad vuestro sentimiento!

lloren los ojos del puente
las aguas de treinta ríos;
que el puño de la corriente
rompa en el mar los navíos.

¡Lampiños guardias marinas,
que alegres guardáis las olas,
giman las negras bocinas
y callen las caracolas!

¡marineras, marineras,
mujeres del aire frío,
regad vuestras cabelleras
negras por el playerío!

¡sal hortelana del mar,
flotando, sobre tu huerto,
desnuda, para llorar
por el marinero muerto!

llueve sobre el agua, llueve
nieve negra de alga fría.
Entre glaciares de nieve,
abierta, la tumba mía.

¡Funerales de las olas!
¡el viento, en los arenales!
entre apagadas farolas
se hunden mis funerales.



Alfonsina Storni

Buque - Escuela (Jeanne d'Arc)

-- de Alfonsina Storni --

Azul gris,
hería tu mole
el pulmón blando
de las aguas.

Pero te acunaban,
ignorantes
de tus nidos
de obuses.

Tornillo sobre tornillo,
Plancha sobre plancha,
torre sobre torre.
Te lanzabas al aire
en un esfuerzo
de catapulta.



Alfonsina Storni

Ecuación

-- de Alfonsina Storni --

Mis brazos:
saltan de mis hombros;
mis brazos: alas.
No de plumas: acuosos...
Planean sobre las azoteas,
más arriba... Entoldan.
Se vierten en lluvias:
aguas de mar,
lágrimas,
sal humana...

Mi lengua:
madura...
Ríos floridos
bajan de sus pétalos.



Alfonsina Storni

Esta tarde

-- de Alfonsina Storni --

Ahora quiero amar algo lejano...
Algún hombre divino
Que sea como un ave por lo dulce,
Que haya habido mujeres infinitas
Y sepa de otras tierras, y florezca
La palabra en sus labios, perfumada:
Suerte de selva virgen bajo el viento...

Y quiero amarlo ahora. Está la tarde
Blanda y tranquila como espeso musgo,
Tiembla mi boca y mis dedos finos,
Se deshacen mis trenzas poco a poco.

Siento un vago rumor... Toda la tierra
Está cantando dulcemente... Lejos
Los bosques se han cargado de corolas,
Desbordan los arroyos de sus cauces
Y las aguas se filtran en la tierra
Así como mis ojos en los ojos
Que estoy sonañdo embelesada...

Pero
Ya está bajando el sol de los montes,
Las aves se acurrucan en sus nidos,
La tarde ha de morir y él está lejos...
Lejos como este sol que para nunca
Se marcha y me abandona, con las manos
Hundidas en las trenzas, con la boca
Húmeda y temblorosa, con el alma
Sutilizada, ardida en la esperanza
De este amor infinito que me vuelve
Dulce y hermosa...



Alfonsina Storni

Marcha en silencio

-- de Alfonsina Storni --

La mole negra
del buque, avanza.

Se abren en silencio
los valles de agua.

Ojos fosforescentes
asoman a los pozos de las aguas:

¿Sirenas en hileras,
hacen, acaso, guardia?

Unica voz del mar,
una cadena, roe la planchada.

Un fantasma blanco,
sobre el puente, comanda.



Alfonsina Storni

Voluntad

-- de Alfonsina Storni --

Mariposa ebria,
la tarde,
giraba sobre nuestras cabezas
estrechando sus círculos
de nubes blancas
hacia el vértice áspero
de tu boca
que se abría frente al mar.

Cielo y tierra
morían,
en la música verde de las aguas
que no conocían caminos.



Amado Nervo

Ingenua

-- de Amado Nervo --

¡Oh! ¡los rizos negros y los ojos nubios!
¡Oh, los ojos claros y los rizos rubios!

Los enormes besos en que amor es ducho...
¡Besarse sin treguas y quererse mucho!

Ser grande, muy grande, ser bueno, muy bueno;
pero entre tus brazos y sobre tu seno;

Besarte la nuca, besarte los ojos
y los hombros blancos y los labios rojos...

¡Oh! ¡mis dieciocho años! ¡Oh, mi novia ida!
Mi amor a la vida, mi amor a la vida...

La vida era dulce y el mundo era bueno;
¡pero entre tus brazos y sobre tu seno!

Las lunas de mayo si se los preguntas,
te dirán que vieron nuestras sombras juntas;

el estero de aguas cuchicheadoras
lamió nuestra barca con lenguas sonoras,

lamió nuestras barcas con lenguas sonoras,
en aquellas horas, en aquellas horas...

¿Dónde está la barca? ¿dónde está el estero?
¿dónde están las lunas?... ¡Tú mueres, yo muero!

¡Oh! mis dieciocho años, ¡Oh! ¡mi novia ida!
mi amor a la vida... Mi amor a la vida...



Amós de Escalante

En San Pedro del Mar

-- de Amós de Escalante --

Súbito estalla el fiero galernazo,
las antes quietas aguas se embravecen,
y el mar y el viento y las tinieblas crecen,
y mengua el día, el corazón y el brazo.

Rota su lancha, del postrer pedazo
los náufragos en vano se guarecen,
cuando ya salvos de morir perecen,
sórbelos uno y otro maretazo.

Quédales Dios no más: su fe le implora;
y haciendo sacro altar de Peña Calva,
un sacerdote, al funeral testigo

las manos tiende al mar, y dice y llora:
del Dios el nombre, que persona y salva,
¡Mártires del trabajo, yo os bendigo!



Leandro Fernández de Moratín

soneto. rodrigo

-- de Leandro Fernández de Moratín --

rodrigo
cesa en la octava noche el ronco estruendo
de la sangrienta, militar porfía:
el campo godo destrozado ardía
con llama, que descubre estrago horrendo.
Rodrigo en tanto, su peligro viendo,
por ignorada senda se desvía,
y muerto orelia, entre la sombra fría,
herido y débil se acelera huyendo.
En vano el lete con raudal undoso
el paso estorba al príncipe, a quien ciega
de cadena o suplicio el justo espanto.
Surca las aguas. Cede al poderoso
ímpetu, espira el infeliz; y entrega
el cuerpo al fondo, a la corriente el manto.



Leandro Fernández de Moratín

Rodrigo

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Cesa en la octava noche el ronco estruendo
de la sangrienta militar porfía;
el campo godo destrozado ardía
con llama que descubre estrago horrendo.

Rodrigo en tanto, su peligro viendo,
por ignorada senda se desvía
y, muerto Orelio, entre la sombra fría
herido y débil se acelera huyendo.

En vano el Lete con raudal undoso
el paso estorba al príncipe, a quien ciega
de cadena o suplicio el justo espanto.

Surca las aguas, cede al poderoso
ímpetu, expira el infeliz y entrega
el cuerpo al fondo, a la corriente el manto.



Lope de Vega

Celoso Apolo, en vuestra sacra frente

-- de Lope de Vega --

Celoso Apolo en vuestra sacra frente,
más bello que en su curso, el laurel mira,
culto escritor, cuya divina lira
merece ser estrella eternamente.

El Caistro jamás por su corriente
tan dulce ha visto cisne, cuando espira;
Dauro ensancha su margen y se admira
que su oro puro vuestro canto aumente.

Miran por quién sus náyades y drías,
y, viendo que es un extranjero, mueven
risa en las hojas y en las fuentes frías.

Yo viendo cuánto las del Tajo os deben,
digo que allá lo pagarán las mías
cuando en sus aguas vuestro nombre lleven.



Lope de Vega

Cuando el mejor planeta en el diluvio

-- de Lope de Vega --

Cuando el mejor planeta en el diluvio
templa de Etna y volcán la ardiente fragua,
y el mar pasado el límite desagua,
encarcelando al sol dorado y rubio;

Cuando cuelgan del Cáucaso y Vesubio
mil cuerpos entre verdes ovas y agua,
cuando balas de nieve y rayos fragua,
y el Gange se juntó con el Danubio;

cuando el tiempo perdió su mismo estilo
y el infierno pensó tener sosiego
y excedió sus pirámides el Nilo;

cuando el mundo quedó turbado y ciego,
¿dónde estabas, Amor, cuál fue tu asilo,
que en tantas aguas se escapó tu fuego?



Lope de Vega

¿Cuándo en tu alcázar de Sión y en Beth

-- de Lope de Vega --

¿Cuándo en tu alcázar de Sión y en Beth
de tu santo David seré Abisac?
¿Cuándo Rebeca de tu humilde Isaac?
¿Cuándo de tu Josef limpia Aseneth?
De las aguas salí como Jafet,
de la llama voraz como Sidrac,
y de las maldiciones de Balac
por la que fue bendita en Nazareth.
Viva en Jerusalén como otro Hasub,
y no me quede en la ciudad de Lot,
sabiduría eterna, inmenso Alef.
Que tú, que pisas el mayor querub,
y la cerviz enlazas de Behemoth,
sacarás de la cárcel a Josef.



Lope de Vega

De hoy más las crespas sienes de olorosa

-- de Lope de Vega --

De hoy más las crespas sienes de olorosa
verbena y mirto coronarte puedes,
juncoso Manzanares, pues excedes
del Tajo la corriente caudalosa.
Lucinda en ti bañó su planta hermosa;
bien es que su dorado nombre heredes
y que con perlas por arenas quedes
mereciendo besar su nieve y rosa.
Y yo envidiar pudiera tu fortuna,
mas he llorado en ti lágrimas tantas,
(tú, buen testigo de mi amargo lloro),
que mezclada en tus aguas pudo alguna
de Lucinda tocar las tiernas plantas,
y convertirse en tus arenas de oro.



Lope de Vega

Descalzo el pie sobre la arena ardiente

-- de Lope de Vega --

Descalzo el pie sobre la arena ardiente,
ceñida la cabeza de espadañas,
con una caña entre las verdes cañas,
que al Tajo adornan la famosa frente,
tiende sobre el cristal de su corriente
su cuerda el pescador, y por hazañas
tiene el sufrir que el sol por las montañas
se derribe a las aguas de occidente.
Sale a su cebo el pez en tal distancia,
mas, ¡oh gran pescador Cristo, ceñido
de espinas, que, en la caña de tu afrenta,
sacas del mar del mundo mi ignorancia,
el pie en la cruz, ribera de mi olvido,
para que el cebo de tu sangre sienta!



Lope de Vega

En señal de la paz que Dios hacía

-- de Lope de Vega --

En señal de la paz que Dios hacía
con el hombre, templando sus rigores,
los cielos dividió con tres colores
el arco hermoso que a la tierra envía
lo rojo señalaba el alegría,
lo verde paz y lo dorado amores;
secó las aguas, y esmaltaron flores
el pardo limo que su faz cubría,
Vos sois en esa cruz, Cordero tierno,
arco de sangre y paz que satisfizo
los enojos del padre sempiterno;
vos sois, mi buen Jesús quien los deshizo;
ya no teman los hombres el infierno,
pues sois el arco que las paces hizo.



Lope de Vega

Hermosa Babilonia en que he nacido

-- de Lope de Vega --

Hermosa Babilonia, en que he nacido
para fábula tuya tantos años,
sepultura de propios y de extraños,
centro apacible, dulce y patrio nido;

cárcel de la razón y del sentido,
escuela de lisonjas y de engaños,
campo de Alarbes con diversos paños,
Elisio entre las aguas del olvido;

cueva de la ignorancia y de la ira,
de la murmuración y de la injuria,
donde es la lengua espada de la ira;

a lavarme de ti me parto al Turia,
que reír el loco lo que el sabio admira,
mi ofendida paciencia vuelve en furia.



Lope de Vega

Pasando el mar el engañoso toro

-- de Lope de Vega --

Pasando el mar el engañoso toro,
volviendo la cerviz, el pie besaba
de la llorosa ninfa, que miraba
perdido de las ropas el decoro.
Entre las aguas y las hebras de oro,
ondas el fresco viento levantaba,
a quien, con los suspiros ayudaba
del mal guardado virginal tesoro.
Cayéronsele a Europa de las faldas
las rosas al decirle el toro amores
y ella con el dolor de sus guirnaldas,
dicen que lleno el rostro de colores,
en perlas convirtió sus esmeraldas,
y dijo: «¡Ay triste yo!, ¡perdí las flores!»



Lope de Vega

Quien no sabe de amor, viva entre fieras

-- de Lope de Vega --

Quién no sabe de amor vive entre fieras;
Quién no ha querido bien, fieras espante,
O si es Narciso de sí mismo amante,
Retrátese en las aguas lisonjeras.

Quien en las flores de su edad primeras
Se niega a amor no es hombre que es diamante;
Que no lo puede ser el que ignorante,
Ni vio sus burlas ni temió sus veras.

¡Oh, natural amor! Qué bueno y malo,
En bien y en mal te alabo y te condeno,
Y con la vida y con la muerte igualo:

Eres en un sujeto, malo y bueno,
O bueno al que te quiere por regalo,
Y malo al que te quiere por veneno.



Lope de Vega

Una vez habló Dios el día tercero

-- de Lope de Vega --

Una vez habló Dios el día tercero
palabra de virtud y omnipotencia,
y no fue menester que a la obediencia
le reiterase lo que habló primero.
Mientras la habitación en su hemisfero
durare de los mixtos, su sentencia
por toda la mayor circunferencia
conservárase hasta su fin postrero.
Puso ley a las aguas convenible,
la tierra descubrió, dio al aire esfera,
y al fuego duración sin combustible.
Y yo, que por tener la razón fuera,
a sus preceptos, ¡oh rigor terrible!,
rebelde estoy, como la vez primera.



Despídese de su musa amor

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Ya no compuesto hablar, ya no que aspire
a laurel docto o a sagrada musa;
mándalo, ¡oh Musa!, Amor, que en mí rehúsa
menos que el pecho su rigor suspire.
Ya va fuera de mí verso que admire
en pulido decir; mi llama excusa,
¡oh, sagrados despojos de Medusa!
que en vuestras aguas este ardor respire.
Otro alentad en el licor dichoso,
que ya, ausente de voz, al mal presente,
desata el pecho un río caudaloso.
Adiós, pues trueca Amor por vuestra fuente,
(mirad cual cantaré) de mi lloroso
pecho, en su ausencia larga, la corriente



Góngora

amarrado al duro banco

-- de Góngora --

Amarrado al duro banco
de una galera turquesca,
ambas manos en el remo
y ambos ojos en la tierra,
un forzado de dragut
en la playa de marbella
se quejaba al ronco son
del remo y de la cadena:
«¡oh sagrado mar de españa,
famosa playa serena,
teatro donde se han hecho
cien mil navales tragedias!,
»pues eres tú el mismo mar
que con tus crecientes besas
las murallas de mi patria,
coronadas y soberbias,
»tráeme nuevas de mi esposa,
y dime si han sido ciertas
las lágrimas y suspiros
que me dice por sus letras;
»porque si es verdad que llora
mi captiverio en tu arena,
bien puedes al mar del sur
vencer en lucientes perlas.
»Dame ya, sagrado mar,
a mis demandas respuesta,
que bien puedes, si es verdad
que las aguas tienen lengua,
»pero, pues no me respondes,
sin duda alguna que es muerta,
aunque no lo debe ser,
pues que vivo yo en su ausencia.
»¡Pues he vivido diez años
sin libertad y sin ella,
siempre al remo condenado
a nadie matarán penas!»
en esto se descubrieron
de la religión seis velas,
y el cómitre mandó usar
al forzado de su fuerza.



Góngora

Cosas, Celalba mía, he visto extrañas

-- de Góngora --

Cosas, Celalba mía, he visto extrañas:
cascarse nubes, desbocarse vientos,
altas torres besar sus fundamentos,
y vomitar la tierra sus entrañas;

duras puentes romper, cual tiernas cañas;
arroyos prodigiosos, ríos violentos,
mal vadeados de los pensamientos
y enfrenados peor de las montañas;

los días de Noé, gentes subidas
en los más altos pinos levantados,
en las robustas hayas más crecidas.

Pastores, perros, chozas y ganados
sobre las aguas vi, sin forma y vidas,
y nada temí más que mis cuidados.



Góngora

Rey de los otros, río caudaloso

-- de Góngora --

Rey de los otros, río caudaloso,
que en fama claro, en ondas cristalino,
tosca guirnalda de robusto pino
ciñe tu frente, tu cabello undoso:

pues dejando tu nido cavernoso
de Segura en el monte más vecino
por el suelo andaluz tu real camino
tuerces soberbio, raudo y espumoso,

a mí, que de tus fértiles orillas
piso, aunque ilustremente enamorado,
tu noble arena con humilde planta,

dime si entre las rubias pastorcillas
has visto, que en tus aguas se han mirado,
beldad cual la de Clori, o gracia tanta.



Luis Gonzaga Urbina

mariposas de enero

-- de Luis Gonzaga Urbina --

Un día de invierno gris y opaco. Tienen,
el jardín pereza, modorra las flores,
cansancio las aguas, que apenas sostienen
erguidos los chorros de los surtidores.

No hay aves que trinen; no hay voces que suenen;
y en la anemia de la luz y los verdores,
dos mariposillas que van y que vienen
sacuden las alas de flavos colores.

¡Buscáis miel, ilusas! la miel ya no existe,
y un tropo me asalta, muy viejo y muy triste:
las dos ilusiones de mi vida entera.

(¡Amar! ¡ser amado!) son dos mariposas
en un jardín mustio que no tiene rosas....
Son dos rezagadas de la primavera.



Manuel del Palacio

El niño de nieve

-- de Manuel del Palacio --

A del Bósforo en las aguas

se iba la estela borrando
que abrió la velera nave
á la voz de—¡Larga el trapo!
y aun de pie sobre la popa
entre afligido y huraño
un hombre de luenga barba
y de semblante atezado
fija la vista en un punto
del horizonte lejano
á merced del aire hacía
flotar su pañuelo blanco.
Desde torrecilla esbelta



Jorge Isaacs

Inocencia

-- de Jorge Isaacs --

– Niña, ¿de las bellas flores
Que tu delantal oculta
Permites a este viajero
Llevar una... Sólo una?
– Son de la Virgen, Señor,
Pero en las selvas abundan.
– Alza los púdicos ojos
Que en vano mis ojos buscan;
Deben tener de tu acento
La gratísima dulzura.
¿Las espinas de los bosques
Tus desnudos pies no punzan?
¿De tus cabellos, las zarzas
No dañan las ondas rubias?
– Yo busco los alfombrados
Con yerbecillas menudas,
Y los zarzales no crecen
Bajo las bóvedas húmedas.
– ¿Sola vas por estos montes,
La soledad no te asusta?
– Cantando se espanta el miedo,
Pero no hay duendes ni brujas.
– ¿Quieres llevarme a la umbría
Donde esas aguas murmuran
Y cantarás las canciones
Que las palomas te escuchan?
– He aquí la senda.
– ¡ Detente!
Ángel de las crenchas rubias,
Llévale al templo tus flores,
Su altar con ellas perfuma...
Y huye de los caballeros
Que tu verde valle cruzan.



Jorge Luis Borges

un lobo

-- de Jorge Luis Borges --

Furtivo y gris en la penumbra última,
va dejando sus rastros en la margen
de este río sin nombre que ha saciado
la sed de su garganta y cuyas aguas
no repiten estrellas. Esta noche,
el lobo es una sombra que está sola
y que busca a la hembra y siente frío.
Es el último lobo de inglaterra.
Odín y thor lo saben. En su alta
casa de piedra un rey ha decidido
acabar con los lobos. Ya forjado
ha sido el fuerte hierro de tu muerte.
Lobo sajón, has engendrado en vano.
No basta ser cruel. Eres el último.
Mil años pasarán y un hombre viejo
te soñará en américa. De nada
puede servirte ese futuro sueño.
Hoy te cercan los hombres que siguieron
por la selva los rastros que dejaste,
furtivo y gris en la penumbra última.



Jorge Luis Borges

montevideo

-- de Jorge Luis Borges --

Resbalo por tu tarde como el cansancio por la piedad de un declive.
La noche nueva es como un ala sobre tus azoteas.
Eres el buenos aires que tuvimos, el que en los años se alejóquietamente.
Eres nuestra y fiestera, como la estrella que duplican las aguas.
Puerta falsa en el tiempo, tus calles miran al pasado más leve.
Claror de donde la mañana nos llega, sobre las dulces aguasturbias.
Antes de iluminar mi celosía tu bajo sol bienaventura tus quintas.
Ciudad que se oye como un verso.
Calles con luz de patio.



Jorge Luis Borges

en memoria de angélica

-- de Jorge Luis Borges --

¡cuántas posibles vidas se habrán ido
en esta pobre y diminuta muerte,
cuántas posibles vidas que la suerte
daría a la memoria o al olvido!
cuando yo muera morirá un pasado;
con esta flor un porvenir ha muerto
en las aguas que ignoran, un abierto
porvenir por los astros arrasado.
Yo, como ella, muero de infinitos
destinos que el azar no me depara;
busca mi sombra los gastados mitos
de una patria que siempre dio la cara.
Un breve mármol cuida su memoria;
sobre nosotros crece, atroz, la historia.



César Vallejo

Trilce: VI

-- de César Vallejo --

El traje que vestí mañana
no lo ha lavado mi lavandera:
lo lavaba en sus venas otilinas,
en el chorro de su corazón, y hoy no he
de preguntarme si yo dejaba
el traje turbio de injusticia.

A hora que no hay quien vaya a las aguas,
en mis falsillas encañona
el lienzo para emplumar, y todas las cosas
del velador de tánto qué será de mí,
todas no están mías
a mi lado. Quedaron de su propiedad,
fratesadas, selladas con su trigueña bondad.

Y si supiera si ha de volver;
y si supiera qué mañana entrará
a entregarme las ropas lavadas, mi aquella
lavandera del alma. Que mañana entrará
satisfecha, capulí de obrería, dichosa
de probar que sí sabe, que sí puede ¡CÓMO NO VA A PODER!
azular y planchar todos los caos.



César Vallejo

Trilce: XLV

-- de César Vallejo --

Me desvinculo del mar
cuando vienen las aguas a mi.

Salgamos siempre. Saboreemos
la canción estupenda, la canción dicha
por los labios inferiores del deseo.
Oh prodigiosa doncellez.
Pasa la brisa sin sal.

A lo lejos husmeo los tuétanos
oyendo el tanteo profundo, a la caza
de teclas de resaca.

Y si así diéramos las narices
en el absurdo,
nos cubriremos con el oro de no tener nada,
y empollaremos el ala aún no nacida
de la noche, hermana
de esta ala huérfana del día,
que a fuerza de ser una ya no es ala.



César Vallejo

el traje que vestí mañana

-- de César Vallejo --

Vi
el traje que vestí mañana
no lo ha lavado mi lavandera:
lo lavaba en sus venas otilinas,
en el chorro de su corazón, y hoy no he
de preguntarme si yo dejaba
el traje turbio de injusticia.
A hora que no hay quien vaya a las aguas,
en mis falsillas encañona
el lienzo para emplumar, y todas las cosas
del velador de tánto qué será de mí,
todas no están mías
a mi lado.
Quedaron de su propiedad,
fratesadas, selladas con su trigueña bondad.
Y si supiera si ha de volver;
y si supiera qué mañana entrará
a entregarme las ropas lavadas, mi aquella
lavandera del alma. Que mañana entrará
satisfecha, capulí de obrería, dichosa
de probar que sí sabe, que sí puede
¡cómo no va a poder!
azular y planchar todos los caos.



César Vallejo

estáis muertos

-- de César Vallejo --

lxxv
estáis muertos.
Qué extraña manera de estarse muertos. Quienquieradiría no lo estáis. Pero, en verdad, estáismuertos.
Flotáis nadamente detrás de aquesa membrana que,péndula del zenit al nadir, viene y va de crepúsculo acrepúsculo, vibrando ante la sonora caja de una herida que avosotros no os duele. Os digo, pues, que la vida está en elespejo, y que vosotros sois el original, la muerte.
Mientras la onda va, mientras la onda viene, cuán impunemente seestá uno muerto. Sólo cuando las aguas se quebrantan enlos bordes enfrentados, y se doblan y doblan, entonces ostransfiguráis y creyendo morir, percibís la sexta cuerdaque ya no es vuestra.
Estáis muertos, no habiendo antes vivido jamás.Quienquiera diría que, no siendo ahora, en otro tiempo fuisteis.Pero, en verdad, vosotros sois los cadáveres de una vida quenunca fue. Triste destino. El no haber sido sino muertos siempre. Elser hoja seca, sin haber sido verde jamás. Orfandad deorfandades.
Y sinembargo, los muertos no son, no pueden ser cadáveres deuna vida que todavía no han vivido. Ellos murieron siempre devida.
Estáis muertos.



César Vallejo

me desvinculo del mar

-- de César Vallejo --

xlv
me desvinculo del mar
cuando vienen las aguas a mí.
Salgamos siempre. Saboreemos
la canción estupenda, la canción dicha
por los labios inferiores del deseo.
Oh prodigiosa doncellez.
Pasa la brisa sin sal.
A lo lejos husmeo los tuétanos
oyendo el tanteo profundo, a la caza
de teclas de resaca.
Y si así diéramos las narices
en el absurdo,
nos cubriremos con el oro de no tener nada,
y empollaremos el ala aún no nacida
de la noche, hermana
de esta ala huérfana del día,
que a fuerza de ser una ya no es ala.



César Vallejo

Impía

-- de César Vallejo --

Señor! Estabas tras los cristales
humano y triste de atardecer;
y cuál lloraba tus funerales
esa mujer!

Sus ojos eran el jueves santo,
dos negros granos de amarga luz!
Con duras gotas de sangre y llanto
clavó tu cruz!

Impía! Desde que tú partiste,
Señor, no ha ido nunca al Jordán,
en rojas aguas su piel desviste,
y al vil judío le vende pan!



César Vallejo

Los anillos fatigados

-- de César Vallejo --

Hay ganas de volver, de amar, de no ausentarse,
y hay ganas de morir, combatido por dos
aguas encontradas que jamás- han de istmarse.

Hay ganas: de un gran beso que amortaje a la Vida,
que acaba en el áfrica de una agonía ardiente,
suicida!

Hay ganas de... No tener ganas. Señor;
a ti yo te señalo. Con el dedo deicida:
hay ganas de no haber tenido corazón.

La primavera vuelve, vuelve y se irá. Y Dios,
curvado en tiempo, se repite, y pasa:, pasa
:a cuestas con la espina dorsal del Universo.

Cuando, las sienes tocan su lúgubre .Tambor...
Cuando me- duele el sueño grabado en un puñal,
hay ganas de quedarse plantado en .Este verso!



Delmira Agustini

Mi aurora

-- de Delmira Agustini --

Como un gran sol naciente iluminó mi vida
y mi alma abrió a beberlo como una flor de aurora;
¡Amor! ¡Amor! bendita la noche salvadora
en que llamó a mi puerta tu mamita florida.

Mi alma vibro en la sombra como arpa sorprendida,
las aguas del silencio ya abiertas, en la aurora
cantó su voz potente misteriosa y sonora.
¡Mi alma lóbrega era una estrella dormida!

Hoy toda la esperanza que yo llorara muerta
surge a la vida alada del ave que despierta
ebria de una alegría fuerte como el dolor;

y todo luce y vibra, todo despierta y canta,
como si el palio rosa de su luz viva y santa
abriera sobre el mundo la aurora de mi amor.



Dulce María Loynaz

divagación

-- de Dulce María Loynaz --

Si yo no hubiera sido..., ¿Qué sería
en mi lugar? ¿más lirios o más rosas?.
O chorros de agua o gris de serranía
o pedazos de niebla o mudas rocas.
De alguna de esas cosas-la más fría...-
Me viene el corazón que las añora.
Si yo no hubiera sido, el alma mía
repartida pondría en cada cosa
una chispa de amor...

Nubes habría
-las que por mí estuvieran-más que otras
nubes, lentas... (¡La nube que podría
haber sido!...)

¿En el sitio, en la hora
de que árbol estoy, de qué armonía
más asequible y útil? esta sombra
tan lejana parece que no es mía...
Me siento extraña en mi ropaje; y rota
en las aguas, en la monotonía
del viento sobre el mar, en la paz honda
del campo, en el sopor del mediodía!...

¡Quién me volviera a la raíz remota
sin luz, sin fin, sin termino y sin vía!...



Efraín Huerta

órdenes de amor V

-- de Efraín Huerta --

Lléname de razón y de dolor.

Río de nardos, lléname
con tus aguas: ardor de ola,
mátame...

Amor mío.

Ahora sí, bendíceme
con tus dedos ligeros,
con tus labios de ala,
con tus ojos de aire,
con tu cuerpo invisible,
oh tú, dulce recinto
de cristal y de espuma,
verso mío tembloroso,
amor definitivo.



Emilio Bobadilla

Desolación flamenca

-- de Emilio Bobadilla --

Nostálgicas aldeas, campos desiertos
en que vagan de noche sombras de muertos;
esqueletos dolientes de campanarios
ya sin bronces; caminos que son osarios;

praderas calcinadas por la metralla,
—espectro espeluznante de la batalla—;
río que tuvo márgenes y hoy no las tiene
y a beber en sus aguas ya nadie viene;

cocina abandonada sin chimenea
cuyo hogar polvoriento, glacial, no humea;
reló que el tiempo anárquico desampara

cual corazón que un susto de pronto para...
¡Soledad elegíaca del cataclismo
en que habla el silencio consigo mismo!



Emilio Bobadilla

El combate de Ostende

-- de Emilio Bobadilla --

Tras de las dunas truenan los cañones teutones;
desde la mar la flota británica contesta;
vuelan hechos pedazos los pesados cañones
y el pueblo a defenderse hasta morir se apresta.

Llueven bombas del cielo, que lo destruyen todo;
la bulla de las armas y de los gritos rueda
sobre charcos de sangre, entre muertos y lodo,
en un aire mefíticio de asfixiante humareda.

La ciudad arde en llamas, los obuses retumban
y los diques se rompen y se anega la gente;
con horrísono estruendo las casas se derrumban,

las aguas por las calles hierven desaforadas
y corren por los campos, en éxodo doliente,
en busca de refugio, las turbas espantadas...



Enrique Lihn

el vaciadero

-- de Enrique Lihn --

No se renueva el personal de esta calle:
el elenco de la prostitución gasta su último centavo enmaquillaje
bajo una luz polvorienta que se le pega a la cara
una doble hilera de caries, dentadura de casas desmoronadas
es la escenografía de esta danza macabra
trivial bailongo sabatino en la pústula de la ciudad.
Es una cara conocida llena de
costurones con lívidas cicatrices
bajo unos centavos de polvo,
y que emerge de todas las grietas de la ciudad,
en este barrio más antiguo que el barrio de los alquimistas
como la cara sin cuerpo del caracol ofreciéndose
en los dos sexos de su cuello andrógino
blandamente fálico y untado de baba vaginal
el busto de un boxeador que muestra las tetas
en el marco de un socavón.
No avanza ni retrocede el río en ese tramo descolorido ybullente alrededor de la compuerta
el mecanismo de un reloj descompuesto cuelga como la tripa de un pescado
de la mesita de noche
entre los rizos de una peluca rosada
la fermentación de las aguas del tiempo que se enroscanalrededor del detritus
como el caracol en su concha
el éxtasis de lo que por fin sepudre para siempre.



Octavio Paz

la caída ii

-- de Octavio Paz --

Prófugo de mi ser, que me despuebla
la antigua certidumbre de mí mismo,
busco mi sal, mi nombre, mi bautismo,
las aguas que lavaron mi tiniebla.
Me dejan tacto y ojos sólo niebla,
niebla de mí, mentira y espejismo:
¿qué soy, sino la sima en que me abismo,
y qué, si no el no ser, lo que me puebla?
el espejo que soy me deshabita:
un caer en mí mismo inacabable
al horror del no ser me precipita.
Y nada queda sino el goce impío
de la razón cayendo en la inefable
y helada intimidad de su vacío.



Octavio Paz

crepúsculos de la ciudad vi

-- de Octavio Paz --

Las horas, su intangible pesadumbre,
su peso que no pesa, su vacío,
abigarrado horror, la sed que expío
frente al espejo y su glacial vislumbre,
mi ser, que multiplica en muchedumbre
y luego niega en un reflejo impío,
todo, se arrastra, inexorable río,
hacia la nada, sola certidumbre.
Hacia mí mismo voy; hacia las mudas,
solitarias fronteras sin salida:
duras aguas, opacas y desnudas,
horadan lentamente mi conciencia
y van abriendo en mí secreta herida,
que mana sólo, estéril, impaciencia.



Octavio Paz

agua nocturna

-- de Octavio Paz --

La noche de ojos de caballo que tiemblan en la noche,
la noche de ojos de agua en el campo dormido,
está en tus ojos de caballo que tiembla,
está en tus ojos de agua secreta.
Ojos de agua de sombra,
ojos de agua de pozo,
ojos de agua de sueño.
El silencio y la soledad,
como dos pequeños animales a quienes guía la luna,
beben en esos ojos,
beben en esas aguas.
Si abres los ojos,
se abre la noche de puertas de musgo,
se abre el reino secreto del agua
que mana del centro de la noche.
Y si los cierras,
un río, una corriente dulce y silenciosa,
te inunda por dentro, avanza, te hace oscura:
la noche moja riberas en tu alma.



Octavio Paz

ii. bajo tu clara sombra

-- de Octavio Paz --

Ii
tengo que hablaros de ella.
Suscita fuentes en el día,
puebla de mármoles la noche.
La huella de su pie
es el centro visible de la tierra,
la frontera del mundo,
sitio sutil, encadenado y libre;
discípula de pájaros y nubes
hace girar al cielo;
su voz, alba terrestre,
nos anuncia el rescate de las aguas,
el regreso del fuego,
la vuelta de la espiga,
las primeras palabras de los árboles,
la blanca monarquía de las alas.
No vio nacer al mundo,
mas se enciende su sangre cada noche
con la sangre nocturna de las cosas
y en su latir reanuda
el son de las mareas
que alzan las orillas del planeta,
un pasado de agua y de silencio
y las primeras formas de la materia fértil.
Tengo que hablaros de ella,
de su fresca costumbre
de ser simple tormenta, rama tierna.



Pablo Neruda

entierro en el este

-- de Pablo Neruda --

Yo trabajo de noche, rodeado de ciudad,
de pescadores, de alfareros, de difuntos quemados
con azafrán y frutas, envueltos en muselina escarlata:
bajo mi balcón esos muertos terribles
pasan sonando cadenas y flautas de cobre,
estridentes y finas y lúgubres silban
entre el color de las pesadas flores envenenadas
y el grito de los cenicientos danzarines
y el creciente monótono de los tam-tam
y el humo de las maderas que arden y huelen.
Porque una vez doblado el camino, junto al turbio río,
sus corazones, detenidos o iniciando un mayor movimiento,
rodarán quemados, con la pierna y el pie hechos fuego,
y la trémula ceniza caerá sobre el agua,
flotará como ramo de flores calcinadas
o como extinto fuego dejado por tan poderosos viajeros
que hicieron arder algo sobre las negras aguas, y devoraron
un alimento desaparecido y un licor extremo.



Pablo Neruda

soneto l cien sonetos de amor (1959) mediodía

-- de Pablo Neruda --

Soneto l
cotapos dice que tu risa cae
como un halcón desde una brusca torre
y, es verdad, atraviesas el follaje del mundo
con un solo relámpago de tu estirpe celeste
que cae, y corta, y saltan las lenguas del rocío,
las aguas del diamante, la luz con sus abejas
y allí donde vivía con su barba el silencio
estallan las granadas del sol y las estrellas,
se viene abajo el cielo con la noche sombría,
arden a plena luna campanas y claveles,
y corren los caballos de los talabarteros:
porque tú siendo tan pequeñita como eres
dejas caer la risa desde tu meteoro
electrizando el nombre de la naturaleza.



Pablo Neruda

tus manos

-- de Pablo Neruda --

Tus manos
cuando tus manos salen,
amor, hacia las mías,
qué me traen volando?
por qué se detuvieron
en mi boca, de pronto,
por qué las reconozco
como si entonces, antes,
las hubiera tocado,
como si antes de ser
hubieran recorrido
mi frente, mi cintura?
su suavidad venía
volando sobre el tiempo,
sobre el mar, sobre el humo,
sobre la primavera,
y cuando tú pusiste
tus manos en mi pecho,
reconocí esas alas
de paloma dorada,
reconocí esa greda
y ese color de trigo.
Los años de mi vida
yo caminé buscándolas.
Subí las escaleras,
crucé los arrecifes,
me llevaron los trenes,
las aguas me trajeron,
y en la piel de las uvas
me pareció tocarte.
La madera de pronto
me trajo tu contacto,
la almendra me anunciaba
tu suavidad secreta,
hasta que se cerraron
tus manos en mi pecho
y allí como dos alas
terminaron su viaje.



Pablo Neruda

poema 18 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Poema 18
aquí te amo.
En los oscuros pinos se desenreda el viento.
Fosforece la luna sobre las aguas errantes.
Andan días iguales persiguiéndose.
Se desciñe la niebla en danzantes figuras.
Una gaviota de plata se descuelga del ocaso.
A veces una vela. Altas, altas estrellas.
O la cruz negra de un barco.
Solo.
A veces amanezco, y hasta mi alma está húmeda.
Suena, resuena el mar lejano.
Este es un puerto.
Aquí te amo.
Aquí te amo y en vano te oculta el horizonte.
Te estoy amando aún entre estas frías cosas.
A veces van mis besos en esos barcos graves,
que corren por el mar hacia donde no llegan.
Ya me veo olvidado como estas viejas anclas.
Son más tristes los muelles cuando atraca la tarde.
Se fatiga mi vida inútilmente hambrienta.
Amo lo que no tengo. Estás tú tan distante.
Mi hastío forcejea con los lentos crepúsculos.
Pero la noche llega y comienza a cantarme.
La luna hace girar su rodaje de sueño.
Me miran con tus ojos las estrellas más grandes.
Y como yo te amo, los pinos en el viento, quieren cantar tu nombrecon sus hojas de alambre.



Pablo Neruda

grita

-- de Pablo Neruda --

Amor, llegado que hayas a mi fuente lejana,
cuida de no morderme con tu voz de ilusión:
que mi dolor oscuro no se muera en tus alas,
que en tu garganta de oro no se ahogue mi voz.
Amor llegado que hayas
a mi fuente lejana,
sé turbión que desuella,
sé rompiente que clava.
Amor, deshace el ritmo
de mis aguas tranquilas:
sabe ser el dolor que retiembla y que sufre,
sábeme ser la angustia que se retuerce y grita.
No me des el olvido.
No me des la ilusión.
Porque todas las hojas que a la tierra han caído
me tienen amarillo de oro el corazón.
Amor llegado que hayas
a mi fuente lejana,
tuérceme las vertientes,
críspame las entrañas.
Y así una tarde amor de manos crueles,
arrodillado, te daré las gracias.



Pablo Neruda

poema 9 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Poema 9
ebrio de trementina y largos besos,
estival, el velero de las rosas dirijo,
torcido hacia la muerte del delgado día,
cimentado en el sólido frenesí marino.
Pálido y amarrado a mi agua devorante
cruzo en el agrio olor del clima descubierto,
aún vestido de gris y sonidos amargos,
y una cimera triste de abandonada espuma.
Voy, duro de pasiones, montado en mi ola única,
lunar, solar, ardiente y frío, repentino,
dormido en la garganta de las afortunadas
islas blancas y dulces como caderas frescas.
Tiembla en la noche húmeda mi vestido de besos
locamente cargado de eléctricas gestiones,
de modo heroico dividido en sueños
y embriagadoras rosas practicándose en mí.
Aguas arriba, en medio de las olas externas,
tu paralelo cuerpo se sujeta en mis brazos
como un pez infinitamente pegado a mi alma
rápido y lento en la energía subceleste.



Pablo Neruda

soneto liii cien sonetos de amor (1959) mediodía

-- de Pablo Neruda --

Soneto liii
aquí está el pan, el vino, la mesa, la morada:
el menester del hombre, la mujer y la vida:
a este sitio corría la paz vertiginosa,
por esta luz ardió la común quemadura.
Honor a tus dos manos que vuelan preparando
los blancos resultados del canto y la cocina,
salve! la integridad de tus pies corredores,
viva! la bailarina que baila con la escoba.
Aquellos bruscos ríos con aguas y amenazas,
aquel atormentado pabellón de la espuma,
aquellos incendiaron panales y arrecifes
son hoy este reposo de tu sangre en la mía,
este cauce estrellado y azul como la noche,
esta simplicidad sin fin de la ternura.



Pablo Neruda

soneto lxxxiv cien sonetos de amor (1959) noche

-- de Pablo Neruda --

Soneto lxxxiv
una vez más, amor, la red del día extingue
trabajos, ruedas, fuegos, estertores, adioses,
y a la noche entregamos el trigo vacilante
que el mediodía obtuvo de la luz y la tierra.
Sólo la luna en medio de su página pura
sostiene las columnas del estuario del cielo,
la habitación adopta la lentitud del oro
y van y van tus manos preparando la noche.
Oh amor, oh noche, oh cúpula cerrada por un río
de impenetrables aguas en la sombra del cielo
que destaca y sumerge sus uvas tempestuosas,
hasta que sólo somos un solo espacio oscuro,
una copa en que cae la ceniza celeste,
una gota en el pulso de un lento y largo río.



Pablo Neruda

barrio sin luz

-- de Pablo Neruda --

Barrio sin luz
¿se va la poesía de las cosas
o no la puede condensar mi vida?
ayer mirando el último crepúsculo
yo era un manchón de musgo entre unas ruinas.
Las ciudades hollines y venganzas,
la cochinada gris de los suburbios,
la oficina que encorva las espaldas,
el jefe de ojos turbios.
Sangre de un arrebol sobre los cerros,
sangre sobre las calles y las plazas,
dolor de corazones rotos,
podre de hastíos y de lágrimas.
Un río abraza el arrabal
como una mano helada que tienta en las tinieblas:
sobre sus aguas se avergüenzan
de verse las estrellas.
Y las casas que esconden los deseos
detrás de las ventanas luminosas,
mientras afuera el viento
lleva un poco de barro a cada rosa.
Lejos... La bruma de las olvidanzas
humos espesos, tajamares rotos,
y el campo, ¡el campo verde!, en que jadean
los bueyes y los hombres sudorosos.
Y aquí estoy yo, brotado entre las ruinas,
mordiendo solo todas las tristezas,
como si el llanto fuera una semilla
y yo el único surco de la tierra.



Pablo Neruda

soneto lxxxi cien sonetos de amor (1959) noche

-- de Pablo Neruda --

Ya eres mía. Reposa con tu sueño en mi sueño.
Amor, dolor, trabajos, deben dormir ahora.
Gira la noche sobre sus invisibles ruedas
y junto a mí eres pura como el ámbar dormido.
Ninguna más, amor, dormirá con mis sueños.
Irás, iremos juntos por las aguas del tiempo.
Ninguna viajará por la sombra conmigo,
sólo tú, siempreviva, siempre sol, siempre luna.
Ya tus manos abrieron los puños delicados
y dejaron caer suaves signos sin rumbo,
tus ojos se cerraron como dos alas grises,
mientras yo sigo el agua que llevas y me lleva:
la noche, el mundo, el viento devanan su destino,
y ya no soy sin ti sino sólo tu sueño.



© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba