Buscar Poemas con Afortunado


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Se han encontrado 4 poemas con la palabra afortunado

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Vital Aza

Los jugadores

-- de Vital Aza --

LOS JUGADORES

Era Vicente hombre rico,
en el juego se envició
y en dos años se quedó
sin un cuarto el pobre chico.

Hoy, mísero y andrajoso,
llora sus faltas Vicente,
y al verle, dice la gente:
–¡Qué perdido! ¡Qué vicioso!

En cambio, el banquero Ponte,
nacido en modesta cuna,
adquirió su gran fortuna
en la ruleta y el monte.

Hoy derrocha y se divierte;
la atención de todos llama,
y al verle, la gente exclama:
–¡Es millonario! ¡Qué suerte!

Con esto el mundo ha probado
que en el juego, siempre odioso,
sólo el que pierde es vicioso,
y el que gana, afortunado.

Poema Los jugadores de Vital Aza con fondo de libro

Juan Meléndez Valdés

Los tristes recuerdos

-- de Juan Meléndez Valdés --

En este valle, do sin seso ahora
en muda soledad tu malhadado
nombre, ¡ay Fili!, repito, afortunado
decirte osé: «Mi corazón te adora».

Junto a este arroyo, que tu muerte llora,
te hallé cogiendo flores; y turbado
la guirnalda nupcial en tu dorado
cabello puse, y te juré señora.

Allí nos reveló sus deliciosos
misterios la alma Venus, la sagrada
tea encendiendo plácido Himeneo.

¡Ay, dejadme recuerdos dolorosos!
Mi Fili al claro Olimpo fue robada,
y yo en mil ansias fenecer me veo.

Poema Los tristes recuerdos de Juan Meléndez Valdés con fondo de libro

Francisco de Quevedo

parnaso español 31

-- de Francisco de Quevedo --

¿cuándo seré feliz con mi gemido?
¿cuándo sin el ajeno afortunado?
el desprecio me sigue desdeñado;
la envidia, en dignidad constituido.
U del bien u del mal vivo ofendido;
y es ya tan insolente mi pecado,
que, por no confesarme castigado,
acusa a dios con llanto inadvertido.
Temo la muerte, que mi miedo afea;
amo la vida, con saber es muerte:
tan ciega noche el seso me rodea.
Si el hombre es flaco y la ambición es fuerte,
caudal que en desengaños no se emplea,
cuanto se aumenta, caridón, se vierte.

Poema parnaso español 31 de Francisco de Quevedo con fondo de libro

Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 26

-- de Francisco de Quevedo --

Las rosas que no cortas te dan quejas,
lisi, de las que escoges por mejores;
las que pisas se quedan inferiores,
por guardar la señal que del pie dejas.
Haces hermoso engaño a las abejas,
que cortejan solícitas tus flores;
llaman a su codicia tus colores:
su instinto burlas, y su error festejas.
Ya que de mí tu condición no quiera
compadecerse, del enjambre hermoso
tenga piedad tu eterna primavera.
Él será afortunado, yo dichoso,
si de tu pecho fabricase cera,
y la miel de tu rostro milagroso.



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