Buscar Poemas con Adán


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Se han encontrado 28 poemas con la palabra adán

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Julio Herrera Reissig

Fecundidad (Herrera y Reissig)

-- de Julio Herrera Reissig --

«¡Adán, Adán, un beso!», dijo, y era
que en una dolorosa sacudida,
el absurdo nervioso de la vida
le hizo temblar el dorso y la cadera...

El iris floreció como una ojera
exótica. Y el «¡ay!» de una caída
fue el más dulce dolor. Y fue una herida.
La más roja y eterna primavera...

«¡Adán, Adán, procúrame un veneno!»,
dijo, y en una crispación flagrante
la eternidad atravesóle el seno...

Entonces comenzó a latir el mundo.
Y el sol colgaba del cenit, triunfante
como un ígneo testículo fecundo.

Poema Fecundidad (Herrera y Reissig) de Julio Herrera Reissig con fondo de libro

Jaime Sabines

adán y eva i

-- de Jaime Sabines --

Adán y eva i
estábamos en el paraíso. En el paraíso no ocurrenunca nada. No nos conocíamos. Eva, levántate.
Tengo amor, sueño, hambre. ¿Amaneció?.
Es de día, pero aún hay estrellas. El sol viene de lejoshacia nosotros y empiezan a galopar los árboles. Escucha.
Yo quiero morder tu quijada. Ven. Estoy desnuda, macerada, y hueloa ti.
Adán fue hacia ella y la tomó. Y parecía que losdos se habían metido en un río muy ancho, y que jugaban conel agua hasta el cuello, y reían, mientras pequeños pecesequivocados les mordían las piernas.

Poema adán y eva i de Jaime Sabines con fondo de libro

Jaime Sabines

adán y eva iv

-- de Jaime Sabines --

Adán y eva iv
ayer estuve observando a los animales y me puse a pensar en ti. Las hembrasson más tersas, más suaves y más dañinas. Antesde entregarse maltratan al macho, o huyen, se defienden. ¿Por qué?te he visto a ti también, como las palomas, enardeciéndotecuando yo estoy tranquilo. ¿Es que tu sangre y la mía seencienden a diferentes horas?
ahora que estás dormida debías responderme. Tu respiraciónes tranquilany tienes el rostro desatado y los labios abiertos. Podríasdecirlo todo sin aflicción, sin risas.
¿Es que somos distintos? ¿no te hicieron, pues, de micostado, no me dueles?
cuando estoy en ti, cuando me hago pequeño y me abrazas y meenvuelves y te cierras como la flor con el insecto, sé algo, sabemosalgo. La hembra es siempre más grande, de algún modo.
Nosotros nos salvamos de la muerte. ¿Por qué? todas lasnoches nos salvamos. Quedamos juntos, en nuestros brazos, y yo empiezoa crecer como el día.
Algo he de andar buscando en ti, algo mío que tú eresy que no has de darme nunca.
¿Por qué nos separaron? me haces falta para andar, paraver, como un tercer ojo, como otro pie que sólo yo sé quetuve.

Poema adán y eva iv de Jaime Sabines con fondo de libro

Jorge Luis Borges

al hijo

-- de Jorge Luis Borges --

No soy yo quien te engendra. Son los muertos.
Son mi padre, su padre y sus mayores;
son los que un largo dédalo de amores
trazaron desde adán y los desiertos
de caín y de abel, en una aurora
tan antigua que ya es mitología,
y llegan, sangre y médula, a este día
del porvenir, en que te engendro ahora.
Siento su multitud. Somos nosotros
y, entre nosotros, tú y los venideros
hijos que has de engendrar. Los postrimeros
y los del rojo adán. Soy esos otros,
también. La eternidad está en las cosas
del tiempo, que son formas presurosas.



José María Blanco White

Muerte y vida

-- de José María Blanco White --

Al ver la noche Adán por vez primera
que iba borrando y apagando el mundo,
creyó que, al par del astro moribundo,
la creación agonizaba entera.

Mas, luego, al ver lumbrera tras lumbrera
dulce brotar y hervir en un segundo
universo sin fin..., Vuelto en profundo
pasmo de gratitud, ora y espera.

Un sol velaba mil: fue un nuevo Oriente
su ocaso, y pronto aquella luz dormida
despertó al mismo Adán pura y fulgente.

...¿Por qué la muerte al ánimo intimida?
Si así engaña la luz tan dulcemente,
¿por qué no ha de engañar también la vida?



Adelardo López de Ayala

A Sara (López de Ayala)

-- de Adelardo López de Ayala --

Noé, segundo Adán de los mortales,
de turba irracional acompañado,
en el arca famosa anduvo a nado
hasta que vio pacíficas señales.

En la ausencia, que es arca de mis males,
me encierran tu rigor y desagrado,
de mil remordimientos acosado,
que son los más feroces animales.

Con esta carta, a guisa de paloma,
tímidamente me aventuro, y pruebo
si se ha calmado el mar de tus enojos...

Dímelo por piedad; que, si no asoma
la pacífica oliva, no me atrevo
a presentarme a tus divinos ojos.



Lope de Vega

¡Cuantas veces, Señor, me habéis llamado!

-- de Lope de Vega --

¡Cuántas veces, Señor, me habéis llamado,
y cuántas con vergüenza he respondido,
desnudo como Adán, aunque vestido
de las hojas del árbol del pecado!
Seguí mil veces vuestro pie sagrado,
fácil de asir, en una cruz asido,
y atrás volví otras tantas, atrevido,
al mismo precio en que me habéis comprado.
Besos de paz os di para ofenderos;
pero si fugitivos de su dueño,
hierran cuando los hallan los esclavos,
hoy que vuelvo con lágrimas a veros,
clavadme vos a vos en vuestro leño,
y tendreisme seguro con tres clavos.



Lope de Vega

Don Félix, si al Amor le pintan ciego

-- de Lope de Vega --

Don Félix, si al Amor le pintan ciego,
lo que no viera yo jamás lo amara;
si con alas veloces, ¿cómo para?,
pues tengo entre mis lágrimas sosiego

Si no me ha consumido, ¿cómo es fuego,
no siendo fénix en el mundo rara?
Y si es desnudo Amor, ¿cómo repara
en que le vistan, o se cansa luego?

Pintarle como niño, importa poco;
Luzbel se amó, y así fue amor nacido
antes que viese Adán del sol la lumbre.

Mejor fuera pintarle como a loco,
haciéndole a colores el vestido,
y no llamarle Amor, sino costumbre.



Lope de Vega

Sangrienta la quijada, que por ellas

-- de Lope de Vega --

Sangrienta la quijada, que por ellas
Adán comenzó a ser inobediente,
Caín deja mil bocas en la frente
del tierno Abel, para formar querellas.

Tiran del manto de Josef las bellas
manos de una mujer, y, de impaciente,
por adúltero prende al inocente
que cegó con la capa las estrellas.

Allí los padres muerto al mártir vieron;
allí al vendido, en carro de oro, el año
estéril, los hermanos piden trigo.

Muere Abel, Josef triunfa, porque fueron
Caín hermano y faraón extraño,
y no hay cuchillo como el propio amigo.



Lope de Vega

Si el padre universal de cuanto veo

-- de Lope de Vega --

Si el padre universal de cuanto veo
en la naturaleza nuestra humana,
despreció la sentencia soberana,
obedeciendo un femenil deseo;

si un rey David y un nazareno hebreo,
a Bersabé y a Dálida tirana,
la fuerza y la vitoria rinde llana,
que no pudo el león ni el filisteo,

¿en qué valor mis ojos se fiaron,
y presumió mi ingenio saber tanto
que no le hiciera tu hermosura agravio?

Pues con fuerza, virtud y ciencia erraron
Adán el primer hombre, David santo,
Sansón el fuerte y Salomón el sabio.



Lope de Vega

La primera vez que vio la mar

-- de Lope de Vega --

¡Válate Dios, el charco, el que provocas
con verte a helar el alma de las venas,
Adán de tirubones y ballenas,
almejas viles y estupendas focas!

Cerúleo sorbedor por tantas bocas
de más naves que vio tu centro arenas;
teatro en quien oyó trágicas scenas,
sentada la Fortuna entre estas rocas.

Tú, que enseñaste al Draque, a Magallanes
lo más estrecho de tu campo oblico,
a pesar de sirenas y caimanes,

en España nací con solo el pico,
cansado estoy de trajinar desvanes,
dime, ¿por dónde van a Puerto Rico?



Luis Cañizal de la Fuente

landre coma [a] landrú

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

Landre coma landrú
quién esconde palabras, quién escatima honra,
quién calla como losa la condición del leño;
y por culpa de todos hay mendigos de almendra,
hay bocados de adán que
piden misericordia de un ladrido
a las luces en forma de bombilla en bodega.
Mas por detrás del mundo hay otras veces
en que ingresan miradas inocentes como manos de pez,
desplazan en dos golpes de aleta dos nadas laterales,
lo ignoran todo generosamente
con el gesto fraterno del jabón,
y así se desgañitan en continuum.
Por el camino manso de naturalidad
protenden su natura de ladrillo;
si el reloj de ataúd da manchas de fatiga,
ostentan más y más que son de arcilla
y de curiosidad truncada a medio asombro.
Por fin, contentos, se
vuelven atrás de su propósito,
hacen el águila imperial a levante y poniente,
suben el abrigado cuello de la indiferencia
y profieren joviales sin desplegar los labios:
landre, coma, landrú.
Yo soy todo inocente. Mira si lo eres tú.



Manuel del Palacio

Entre salvajes

-- de Manuel del Palacio --

En dos troncos de verde manzanillo
Tengo mi hamaca de cordel tendida,
Y por el aire de la mar mecida
Fresco lecho me dá grato y sencillo.

Más feliz que el cacique de Luquillo
En nada pienso y nada me intimida;
Hallo en el bosque sombra apetecida,
Dulce jugo en el plátano amarillo.

Absorta el alma, y sin hallar su centro,
Aquí cual nunca al Hacedor se eleva,
Pura satisfacción llevando dentro.

¡Gozo en un nuevo mundo vida nueva;
Y si no es el Edén donde me encuentro,
Es porque soy Adán, pero sin Eva!



Jaime Sabines

adán y eva xv

-- de Jaime Sabines --

Bajo mis manos crece, dulce, todas las noches. Tu vientre manso, suave,infinito. Bajo mis manos que pasan y repasan midiéndolo, besándolo;bajo mis ojos que lo quedan viendo toda la noche.
Me doy cuenta de que tus pechos crecen también, llenos de ti,redondos y cayendo. Tú tienes algo. Ríes, miras distinto,lejos.
Mi hijo te está haciendo más dulce, te hace frágil.Suenas como la pata de la paloma al quebrarse.
Guardadora, te amparo contra todos los fantasmas; te abrazo para quemadures en paz.



Jorge Luis Borges

la moneda de hierro

-- de Jorge Luis Borges --

Aquí está la moneda de hierro. Interroguemos
las dos contrarias caras que serán la respuesta
de la terca demanda que nadie no se ha hecho:
¿por qué precisa un hombre que una mujer lo quiera?
miremos. En el orbe superior se entretejan
el firmamento cuádruple que sostiene el diluvio
y las inalterables estrellas planetarias.
Adán, el joven padre, y el joven paraíso.
La tarde y la mañana. Dios en cada criatura.
En ese laberinto puro está tu reflejo.
Arrojemos de nuevo la moneda de hierro
que es también un espejo magnífico. Su reverso
es nadie y nada y sombra y ceguera. Eso eres.
De hierro las dos caras labran un solo eco.
Tus manos y tu lengua son testigos infieles.
Dios es el inasible centro de la sortija.
No exalta ni condena. Obra mejor: olvida.
Maculado de infamia ¿por qué no han de quererte?
en la sombra del otro buscamos nuestra sombra;
en el cristal del otro, nuestro cristal recíproco.



Jorge Luis Borges

infierno, v, 129

-- de Jorge Luis Borges --

Dejan caer el libro, porque ya saben
que son las personas del libro.
(Lo serán de otro, el máximo,
pero eso qué puede importarles.)
Ahora son paolo y francesca,
no dos amigos que comparten
el sabor de una fábula.
Se miran con incrédula maravilla.
Las manos no se tocan.
Han descubierto el único tesoro;
han encontrado al otro.
No traicionan a malatesta,
porque la traición requiere un tercero
y sólo existen ellos dos en el mundo.
Son paolo y francesca
y también la reina y su amante
y todos los amantes que han sido
desde aquel adán y su eva
en el pasto del paraíso.
Un libro, un sueño les revela
que son formas de un sueño que fue soñado
en tierras de bretaña.
Otro libro hará que los hombres,
sueños también, los sueñen.



Jorge Luis Borges

la luna

-- de Jorge Luis Borges --

A maría kodama
hay tanta soledad en ese oro.
La luna de las noches no es la luna
que vio el primer adán. Los largos siglos
de la vigilia humana la han colmado
de antiguo llanto. Mírala. Es tu espejo.



Jorge Luis Borges

el instante

-- de Jorge Luis Borges --

¿dónde estarán los siglos, dónde el sueño
de espadas que los tártaros soñaron,
dónde los fuertes muros que allanaron,
dónde el árbol de adán y el otro leño?
el presente está solo. La memoria
erige el tiempo. Sucesión y engaño
es la rutina del reloj. El año
no es menos vano que la vana historia.
Entre el alba y la noche hay un abismo
de agonías, de luces, de cuidados;
el rostro que se mira en los gastados
espejos de la noche no es el mismo.
El hoy fugaz es tenue y es eterno;
otro cielo no esperes, ni otro infierno.



José María Blanco White

El sol y la vida

-- de José María Blanco White --

¡Oh noche! Cuando a Adán fue revelado
quién eras, y aun no vista, oyó nombrarte,
¿no temió que enlutase tu estandarte
el bello alcázar de zafir dorado?

Mas ya el celaje etéreo, blanqueado
del rayo occidental. Héspero parte;
su hueste por los cielos se reparte,
y el hombre nuevos mundos ve admirado.

¡Cuánta sombra en tus llamas ocultabas,
oh Sol! ¿Quién acertara, cuando ostenta
la brizna más sutil tu luz mentida,

esos orbes sin fin que nos velabas?
¡Oh mortal! Y ¿el sepulcro te amedrenta?
Si engañó el Sol, ¿no engañara la vida?



Pedro Antonio de Alarcón

A Pompeya

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

Cuando amanezca el iracundo día
que en la mente de Dios leyó el Profeta,
y, al agrio son de la final trompeta,
abandone de Adán la raza impía,

ora el sosiego de l ahuesa fría,
ora los lares de la vida inquieta,
y pase el JUICIO extremo, y el del Planeta
quede la extensa faz muda y vacía,

no será tan horrendo y pavoroso
encontrar por doquier huellas del hombre
y ni un hombre en campiñas ni ciudades,

como verte, sin vida ni reposo,
desierta y mancillada por tu nombre,
expiar ¡oh Pompeya! tus maldades.



Pedro Antonio de Alarcón

A San Ramón Non Nato

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

Tú, que a Dios te pareces y a mis nietos
por tu rara excepción de no nacido;
segundo Adán, pues nadie te ha parido;
de Jonás viceversa en los aprietos;

retoño de la Nada en los efectos,
si la Nada es igual a haber sido;
desfacedor de agravios de marido,
patrono ya abogado de los fetos:

vuélveme el pelo, quítame el bigote;
arráncame los dientes; la comadre
haz que me vista el primitivo hato;

y, trocado en inerte monigote,
sepúltame en el vientre de mi madre...
Que, mejor que nacido, es ser non nato.



Pedro Antonio de Alarcón

Al vino «Abolengo» de las bodegas de Misa (Jerez)

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

¡Deténte Pasajero! Aquí reposa
el Adán de los vinos jerezanos,
padre de tantos ínclitos ancianos
como duermen en torno de su fosa.

¡Enterrado está el sol bajo esta losa!
Pero no se lo comen los gusanos,
sino que vida y alma los humanos
aun piden a su llama generosa.

«Abolengo» se llama aqueste vino,
y en cada gota concentrado encierra
de mil generaciones el destino...

Si las cuitas del mundo te hacen guerra,
cátalo media vez, ¡oh peregrino!
y jurarás que el cielo está en la tierra.



Rafael María Baralt

Adán en la redención

-- de Rafael María Baralt --

Cuando al morir Jesús, en su cimiento
retiembla el orbe, y con fragor y susto
se abren las tumbas, soñoliento, adusto,
Adán en pie se pone al caso atento.

Mira absorto en redor, mira al portento,
e inquiere con afán quien es el justo
que en medio a chusma vil, sublime, augusto,
así se ofrece en sacrificio cruento.

Sábelo, en fin, y al punto la rugosa
frente, y el rostro, y los cabellos canos,
con rudo brazo arrepentido hiere.

Y mostrando la Cruz, dice a la esposa:
«Yo recibí la muerte de tus manos,
y Él por tu culpa y por mi culpa muere.»



Félix María Samaniego

Décimas (El jardín de Venus, Samaniego)

-- de Félix María Samaniego --

Una fe con testimonio
del pecado original
tendrá, alma virginal,
la noche del matrimonio.
No divise a Marco Antonio 5
Tácito, que vas perdida;
llora mucho por tu vida,
cena poco por tu alma,
y para ganar la palma
o haya lámpara encendida. 10

Ten tu lecho conyugal
con su mancha de artificio,
penitente sacrificio
sobre el ara original;
haya suspiro mortal, 15
y si Adán cogiera a Eva,
que toda fruta se prueba
en el jardín de la vida
dile con ansia afligida:
- Ay, señor, ¿dónde me lleva? 20

Si la piadosa madrina
al tálamo te llevare
y al esposo llamare,
dile: - Señor, no soy digna;
mas si el pobre determina 25
no parecer impotente,
dile con mucho dolor:
- Misericordia, Señor,
que soy cordera inocente.

Que con esto y con callar, 30
suspirar y presumir,
llorar, dudar y gemir,
el pobre la ha de tragar;
y si no quiere pasar
el agosto por abril, 35
para aliviar tu fortuna
di: - No hubo virgen ninguna
después de las once mil.



Juan Nicasio Gallego

A Glicera

-- de Juan Nicasio Gallego --

¿Qué imposible no alcanza la hermosura?
¿Quién no cede a su hechizo soberano?
Adonde llega su poder tirano
la fábula, la historia lo asegura.

Renuncia Adán la celestial ventura,
su dulce halago resistiendo en vano;
por ella Paris el valor troyano
arma y conduce a perdición segura.

De una manzana la belleza rara
causó de entrambos la desdicha fiera
que de tu amor los gustos acibara:

mas si a verte llegara, mi Glicera,
el uno de tu mano la tomara,
el otro a tus encantos la rindiera.



Federico García Lorca

Adam

-- de Federico García Lorca --

Árbol de Sangre riega la mañana
por donde gime la recién parida.
Su voz deja cristales en la herida
y un gráfico de hueso en la ventana.

Mientras la luz que viene fija y gana
blancas metas de fábula que olvida
el tumulto de venas en la huida
hacia el turbio frescor de la manzana,

Adam sueña en la fiebre de la arcilla
un niño que se acerca galopando
por el doble latir de su mejilla.

Pero otro Adán oscuro está soñando
neutra luna de piedra sin semilla
donde el niño de luz se irá quemando.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 67

-- de Francisco de Quevedo --

Adán en paraíso, vos en huerto;
él puesto en honra, vos en agonía;
él duerme, y vela mal su compañía;
la vuestra duerme, vos oráis despierto.
Él cometió el primero desconcierto,
vos concertaste nuestro primer día;
cáliz bebéis, que vuestro padre envía;
él como inobediencia, y vive muerto.
El sudor de su rostro le sustenta;
el del vuestro mantiene nuestra gloria:
suya la culpa fue, vuestra la afrenta.
Él dejó horror, y vos dejáis memoria;
aquél fue engaño ciego, y ésta venta.
¡Cuán diferente nos dejáis la historia!



Ramón López Velarde

El mendigo (Ramón López Velarde)

-- de Ramón López Velarde --

Soy el mendigo cósmico y mi inopia es la suma
de todos los voraces ayunos pordioseros;
mi alma y mi carne trémulas imploran a la espuma
del mar y al simulacro azul de los luceros.

El cuervo legendario que nutre al cenobita
vuela por mi Tebaida sin dejarme su pan,
otro cuervo transporta una flor inaudita,
otro lleva en el pico a la mujer de Adán,
y sin verme siquiera, los tres cuervos se van.

Prosigue descubriendo mi pupila famélica
más panes y más lindas mujeres y más rosas
en el bando de cuervos que en la jornada célica
sus picos atavía con las cargas preciosas,
y encima de mi sacro apetito no baja
sino un pétalo, un rizo prófugo, una migaja.

Saboreo mi brizna heteróclita, y siente
mi sed la cristalina nostalgia de la fuente,
y la pródiga vida se derrama en el falso
festín y en el suplicio de mi hambre creciente
como una conucopia se vuelca en un cadalso.



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Ariiba