Buscar Poemas con Adolescente


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Se han encontrado 25 poemas con la palabra adolescente

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José Ángel Buesa

soneto adolescente

-- de José Ángel Buesa --

Qué dulce, si lloviera de repente...
No sé por qué, porque tú estás lejana,
pero en la soledad de esta mañana
hay algo de tu amor que no está ausente.
Y yo sonrío, extraño adolescente
de ojos cansados y cabeza cana,
yo, que aún puedo asomarme a la ventana
y ver la luna que no ve la gente...
Ah, sí, qué dulcemente llovería
con ese sol, para olvidar un poco
mi prematura gran pasión tardía...
Y yo cierro los párpados huraños
pensando en ti, yo, extravagante y loco
adolescente de cuarenta años.

Poema soneto adolescente de José Ángel Buesa con fondo de libro

Alfonsina Storni

El adolescente del osito

-- de Alfonsina Storni --

En la penumbra de la salita,
las lámparas,
abrían su luz velada
de estrellas madrugantes.

Las espaldas femeninas
recogían la claridad
de los espejos.

Palabras
de puntas nocivas
buscaban
un corazón no maduro.

Poema El adolescente del osito de Alfonsina Storni con fondo de libro

Amado Nervo

Llénalo de amor

-- de Amado Nervo --

Siempre que haya un hueco en tu vida,
llénalo de amor.
Adolescente, joven, viejo:
siempre que haya un hueco en tu vida,
llénalo de amor.
En cuanto sepas que tienes delante de ti un tiempo baldío,
ve a buscar al amor.
No pienses: "Sufriré".
No pienses: "Me engañarán".
No pienses: "Dudaré".
Ve, simplemente, diáfanamente, regocijadamente,
en busca del amor.
¿Qué índole de amor?
No importa.
Todo amor está lleno de excelencia y de nobleza.
Ama como puedas, ama a quien puedas, ama todo lo que puedas...
Pero ama siempre.
No te preocupes de la finalidad de tu amor.
Él lleva en sí mismo su finalidad.
No te juzgues incompleto porque no responden a tus ternuras:
el amor lleva en sí su propia plenitud.

Siempre que haya un hueco en tu vida,
llénalo de amor.

Poema Llénalo de amor de Amado Nervo con fondo de libro

Luis Cañizal de la Fuente

más poemas en prosa:

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

Me hiciste perder el sentido moral de todo en todo. Lo que desde siempre era malo moralmente, con el andar de los años descubrió su interior blanco y rosado como la oreja de un gato. ¡Todo el mundo predicando que lo moralmente bueno es el exterior de la oreja del gato: almendrada, peludilla, acariciable pero nunca a redropelo! mas he aquí que ya de adolescente hiciste tus escarceos de volverle del revés las dos orejas al gato, y, como eso era perverso, ya el mismo animalito te lo indicaba con un agitar de cabeza que se las dejaba en su ser. Y al cabo de muchas duras y maduras, cualquiera estima bellísimo el tinte de la oreja gatuna por dentro. Anda y fíate de la opinión ajena y sus bandazos.



Luis Cernuda

como leve sonido:

-- de Luis Cernuda --

Hoja que roza un vidrio,
agua que acaricia unas guijas,
lluvia que besa una frente juvenil;
como rápida caricia:
pie desnudo sobre el camino,
dedos que ensayan el primer amor,
sábanas tibias sobre el cuerpo solitario;
como fugaz deseo:
seda brillante en la luz,
esbelto adolescente entrevisto,
lágrimas por ser más que un hombre;
como esta vida que no es mía
y sin embargo es la mía,
como este afán sin nombre
que no me pertenece y sin embargo soy yo;
como todo aquello que de cerca o de lejos
me roza, me besa, me hiere,
tu presencia está conmigo fuera y dentro,
es mi vida misma y no es mi vida,
así como una hoja y otra hoja
son la apariencia del viento que las lleva.



Luis Cernuda

adolescente fui en días idénticos a nubes,

-- de Luis Cernuda --

Cosa grácil, visible por penumbra y reflejo,
y extraño es, si ese recuerdo busco,
que tanto, tanto duela sobre el cuerpo de hoy.
Perder placer es triste
como la dulce lámpara sobre el lento nocturno;
aquél fui, aquél fui, aquél he sido;
era la ignorancia mi sombra.
Ni gozo ni pena; fui niño
prisionero entre muros cambiantes;
historias como cuerpos, cristales como cielos,
sueño luego, un sueño más alto que la vida.
Cuando la muerte quiera
una verdad quitar de entre mis manos,
las hallará vacías, como en la adolescencia
ardientes de deseo, tendidas hacia el aire.



Luis Rosales

verte, qué visión tan clara.

-- de Luis Rosales --

La lámpara del cuerpo es el ojo, así que si tu ojo fueresincero,todo tu cuerpo será luminoso.
San mateo, vi, 22
verte, qué visión tan clara.
Vivir es seguirte viendo.
Permanecer en la viva
sensación de tu recuerdo.
Verte. La distancia nace.
El cielo suprime al cielo.
La vida se multiplica
por el número de puertos.
Todo colmado por ti.
No ser más que el ojo abierto,
y eternizar el más leve
escorzo de tu silencio.
Verte para amarlo todo.
Claustro en tranquilo destierro.
Dulzor de caña lunada.
Luz en órbita de sueño.
Mortal límite de ti.
Cielo adolescente y tierno.
Núbil paciencia de playa.
Vivir es seguirte viendo.
¡Verte, abril, verte tan sólo!
tranquilísimo desierto.
Pena misericordiosa.
Sosegado advenimiento.
Verte: qué oración tan pura,
islas, nubes, mares, vientos,
las cinco partes del mundo
en las yemas de los dedos.



Líber Falco

Así fué...

-- de Líber Falco --

Arquero hoy de olvidados sueños,
he flechado tu imagen
con un dardo imprevisto del recuerdo.

Rubia muñeca de bazar de lujo,
en mis memorias de adolescente
con marco gris tu yaces displicente,
mientras tus humos tejen
en rancio novelón: héroe ficticio.

¿Y con esta complicada cocina
tú y yo doramos al amor?
Ah! el instinto. Padre Nuestro
que muerde y miente
cautelosamente.



Josefina Pla

tus manos

-- de Josefina Pla --

Tus manos

de las más hondas raíces se me alargan tus manos,
y ascienden por mis venas como cegadas lunas
a desangrar mis sienes hacia el blancor postrero
y tejer en mis ojos su ramazón desnuda.

En mi carne de estío, como en hamaca lenta,
ellas la adolescente de tu placer columpian.
-Tus manos, que no son. Mis años, que ya han sido.
Y un sueño de rodillas tras la palabra muda-.

...Dedos sabios de ritmo, unánimes de gracia.
Cantaban silenciosos la gloria de la curva:
cadera de mujer o contorno de vaso.

Diez espinas de beso que arañan mi garganta,
untadas de agonía las diez pálidas uñas,
yo los llevo en el pecho como ramos de llanto.

1939



Julián del Casal

al mismo (enviándole mi retrato)

-- de Julián del Casal --

Al mismo
(enviándole mi retrato)
no busques tras el mármol de mi frente
del ideal la esplendorosa llama
que hacia el templo marmóreo de la fama
encaminó mi paso adolescente;
ni tras el rojo labio sonriente
la paz del corazón de quien te ama,
que entre el verdor de la florida rama
ocúltase la pérfida serpiente.
Despójate de vanas ilusiones,
clava en mi rostro tu mirada fría
como su pico el pájaro en el fruto,
y sólo encontrarás en mis facciones
la indiferencia del que nada ansía
o la fatiga corporal del bruto.



Octavio Paz

sonetos iii

-- de Octavio Paz --

Del verdecido júbilo del cielo
luces recobras que la luna pierde
porque la luz de sí misma recuerde
relámpagos y otoños en tu pelo.
El viento bebe viento en su revuelo,
mueve las hojas y su lluvia verde
moja tus hombros, tus espaldas muerde
y te desnuda y quema y vuelve yelo.
Dos barcos de velamen desplegado
tus dos pechos. Tu espalda es un torrente.
Tu vientre es un jardín petrificado.
Es otoño en tu nuca: sol y bruma.
Bajo el verde cielo adolescente,
tu cuerpo da su enamorada suma.



José Ángel Buesa

poema del espejo

-- de José Ángel Buesa --

i
déjame ser tu espejo... Te supliqué aquel día.
Recuerdo que tu mano se estremeció en la mía.
Yo, que envidio tu espejo, quiero saber qué sientes
al copiar en la alcoba tu cuerpo adolescente...
(Detrás de los almendros, casi del fondo
del mar surgió la luna, con su espejo redondo...)
Ii
te vi de pie en la sombra. Junto al lecho vacío
se oyó un rumor de sedas, como el rumor de un río.
Y yo, como el espejo de aquella alcoba oscura,
yo, allí, solo contigo, reflejé tu hermosura.
Fue un instante, en la sombra. No sé bien todavía,
si eras tú, si fue un sueño o una flor que seabría.
Iii
muchacha de la noche de un día diferente:
yo no envidio tu espejo, ya sé que nada siente.
Ya sé que te duplica sin comprender siquiera
que eres mujer hermosa como la primavera;
pues, si lo comprendiera, saltaría en pedazos,
por el ansia imposible de tenderte los brazos.



José Ángel Buesa

el resucitado

-- de José Ángel Buesa --

i
no, nunca fue lo oscuro tan oscuro.
Y está acostado pero no en su lecho.
Quiere moverse y se lo impide un muro.
Un muro en derredor, largo y estrecho.
Llama, y su voz resuena extrañamente,
sin que acudan su madre ni su hijo.
Y un súbito sudor hiela su frente,
al palpar en su pecho un crucifijo.
No, no hay duda: esa sombra que lo aterra
es sombra de ataúd bajo la tierra,
y no es soñando, porque está despierto.
Y lo aturde un pavor definitivo
al comprender que se le dio por muerto
y al comprobar que fue enterrado vivo
ii
pero un día, al abrir la sepultura,
se sabría su muerte verdadera.
Si el ataúd mostrara la hendidura,
de un golpe de su mano en la madera.
Y al pensar de repente en el mañana,
piensa también enloquecidamente
en el espanto de la madre anciana
y en el horror del hijo adolescente.
Y allí, en la sombra, sin quejarse en vano
sin dar un grito, sin alzar la mano,
con una abnegación casi suicida
cierra los ojos y se queda quieto
porque así, solo así, será un secreto
su horrible muerte de enterrado en vida.



Gerardo Diego

sucesiva

-- de Gerardo Diego --

Déjame acariciarte lentamente,
déjame lentamente comprobarte,
ver que eres de verdad, un continuarte
de ti misma a ti misma extensamente.
Onda tras onda irradian de tu frente
y mansamente, apenas sin rizarte,
rompen sus diez espumas al besarte
de tus pies en la playa adolescente.
Así te quiero, fluida y sucesiva,
manantial tú de ti, agua furtiva,
música para el tacto perezosa.
Así te quiero, en límites pequeños,
aquí y allá, fragmentos, lirio, rosa,
y tu unidad después, luz de mis sueños.



Idea Vilariño

y seguirás sin mí

-- de Idea Vilariño --

Me moriré y él seguirá cantando
bueno
digo
carlitos
y jorge seguirá haciendo el amor
como si se muriera
y seguirá sin mí este mundo mago
¿este mundo podrido?

tanto árbol que planté
cosa que dije
y versos que escribí en la madrugada
y andarán por ahí como basura
como restos de un alma
de alguien que estuvo aquí
y ya no más
no más.

Lo triste lo peor fue haber vivido
como si eso importara
vivido como un pobre adolescente
que tropezó y cayó y no supo
y lloró y se quejó
y todo lo demás
y creyó que importaba.



Antonio Machado

Orillas del Duero II

-- de Antonio Machado --

Se ha asomado una cigüeña a lo alto del campanario.
Girando en torno a la torre y al caserón solitario,
ya las golondrinas chillan. Pasaron del blanco invierno,
de nevascas y ventiscas los crudos soplos de infierno.
Es una tibia mañana.
El sol calienta un poquito la pobre tierra soriana.
Pasados los verdes pinos,
casi azules, primavera
se ve brotar en los finos
chopos de la carretera
y del río. El Duero corre, terso y mudo, mansamente.
El campo parece, más que joven, adolescente.
Entre las hierbas alguna humilde flor ha nacido,
azul o blanca. ¡Belleza del campo apenas florido,
y mística primavera!
¡Chopos del camino blanco, álamos de la ribera,
espuma de la montaña
ante la azul lejanía,
sol del día, claro día!
¡Hermosa tierra de España!



Medardo Ángel Silva

A un poeta (Silva)

-- de Medardo Ángel Silva --

No llames una noche de llantos a tu vida,
ni pienses tu dolor tan hondo y duradero:
ofendes al que sufre la verdadera herida,
al hermano que calla su dolor verdadero.

Mercader de sollozos, profesional del llanto,
¡qué sabiamente expresas ignoradas angustias!
No son tales prodigios armónicos de canto
para labios resecos y para frentes mustias.

Gárrulo adolescente que la bella mentira
de tu tristeza acuerdas a suspirante lira,
¡calla! Tu voz insulta, con su pena sonora,
al que suspira y nunca sabe por qué suspira.
Al que llora y no puede decirnos por qué llora.



Medardo Ángel Silva

La primera estrella

-- de Medardo Ángel Silva --

Subió la Infanta a la terraza,
a la sombra del abedul,
y delataron su presencia
mariposas de alas de tul.

Irguió columnas de diamante
el melodioso surtidor,
soñanado serle blanda alfombra
agonizó más de una flor.

Para poder en sus pestañas
de seda rubia, se asilar
el crepúsculo tembloroso
prolongaba su agonizar.

De pronto, rasgando su seno,
como una flecha de marfil
hacia el azur, leve suspiro
dejó su cárcel princesil.

Tomó el mensaje perfumado
adolescente serafín
y lo prendió como una estrella,
en una nube de carmín.



Medardo Ángel Silva

Romanza de los ojos

-- de Medardo Ángel Silva --

Cálido estío de tus grandes ojos.
Negras flores, en selvas encantadas,
que abre la reina de los claros ojos,
el alba de las manos sonrosadas.

Lámpara astral de tus miradas puras.
Pálida luz de sol convaleciente
que cuida, bajo sus dos alas puras,
un rubio serafín adolescente...

Otoño triste de tus ojos dulces.
Crepúsculos de seda y pedrería
que cierra el soplo de tus labios dulces
tu sacra hemana la Virgen María.



Medardo Ángel Silva

Rondel

-- de Medardo Ángel Silva --

Bailas: grácil y fino, sobre la alfombra,
tu cuerpo adolescente rápido rueda;
y el alma siente anhelos de ser tu sombra
para morir besando tu pie de seda.

Lo rojo de tu veste la muerte incita
y el beso que en tus labios suspenso queda
roba el aire oloroso que fresco agita
tu cabello ondulante de nardo y seda...

Mi espíritu doliente sigue los trazos
de tu planta que un albo lirio remeda
tus mejillas enciende sus rojos rasos
y el corazón quisiera ser mil pedazos
para que lo triture tu pie de seda!



Medardo Ángel Silva

Y es una tristeza más en mi tristeza

-- de Medardo Ángel Silva --

A Jacinto Benavente

El lento son de la garúa,
en la calle del arrabal,
en mi corazón acentúa
la dolencia sentimental.

Simula, con su intermitente
lagrimeo, la lluvia clara,
la voz de algún adolescente
lloroso, que silabeara.

Tiene también la vida oscura
su encanto, y la poesía
que pone en la diaria amargura
la divina melancolía.

¡Sed de ideales y de cielo!
¡Oh lírica fiebre armoniosa!
¡Bien vales, infinito anhelo,
la pena que en mi alma rebosa!

Yo digo: ¡Sufro, luego existo!...
El dolor afirma la vida;
mas, todo caso está previsto,
¡y hay venda para toda herida!

Del abismo de lo que ha sido
al abismo de lo que ha de ser,
está el puente de lo vivido
y la actualidad del querer.

¡Está la linda boca fresca,
la dulce manzana carnal,
y nuestra vida funambulesca
tan líricamente anormal!



Miguel Hernández

27

-- de Miguel Hernández --

27
lluviosos ojos que lluviosamente
me hacéis penar: lluviosas soledades,
balcones de las rudas tempestades
que hay en mi corazón adolescente.
Corazón cada día más frecuente
en para idolatrar criar ciudades
de amor que caen de todas mis edades
babilónicamente y fatalmente.
Mi corazón, mis ojos sin consuelo,
metrópolis de atmósfera sombría
gastadas por un río lacrimoso.
Ojos de ver y no gozar el cielo,
corazón de naranja cada día,
si más envejecido, más sabroso.



Juan Ramón Jiménez

el adolescente

-- de Juan Ramón Jiménez --

El alba me sorprende
buscando entre los lirios
la huella de tu paso.
¡Imajen del naciente,
que yerras en los hilos
del renacer temprano!
¿en dónde el blanco tenue
que luzca en el sol fino,
por el frescor morado?



Ramón López Velarde

Sus ventanas

-- de Ramón López Velarde --

Sus ventanas floridas
que miran al Oriente,
llevan buena amistad con las auroras
que, como primicias fúlgidas, esmaltan
el campo de victorias de su frente.

Aquella madrugada
apareció el Amor tras de su reja
y la dejó lavada
con el cristal cerúleo de su pozo...
¡Y todavía, adentro
de mi alma, hay un gozo
fluido, de mujer madrugadora
que riega su ventana y la decora!

Ventanas que rondé
en la alborada de mis mocedades;
rejas con caracoles
en que Ella gusta de escuchar el sordo
fragor de las marinas tempestades;
rejas depositarias
de aquellos soliloquios de noctívago
y de mi donjuanismo adolescente;
que yo os mire de nuevo
¡oh ventanas, abiertas al Oriente!



Ramón María del Valle Inclán

rosa de mi abril

-- de Ramón María del Valle Inclán --

Fui por el mar de las sirenas
como antaño rudel de blaya,
y ellas me echaron las cadenas
sonoras de la ciencia gaya.

¡Divina tristeza, fragante
de amor y dolor! ¡dulce espina!
¡soneto que hace el estudiante
a los ojos de una vecina!

la vecina que en su ventana
suspiraba de amor. Aquella
dulce niña, que la manzana
ofrecía como una estrella.

¡Ojos cándidos y halagüeños,
boca perfumada dc risas,
alma blanca llena de sueños
como un jardín lleno de brisas!

era el abril, cuando la llama
de su laurel adolescente,
daba el sol como un oriflama,
en el navío de mi frente.

¡Clara mañana de estudiante
con tristezas de amor ungida,
y aquella furia de gigante
por llenar de triunfos la vida!

en mi pecho daba su canto
el ave azul de la quimera,
y me coronaba de acanto
una lírica primavera.

Ciego de azul, ebrio de aurora,
era el vértigo del abismo
en el grano de cada hora,
y era el horror del silogismo.

¡Clara mañana de mi historia
de amor, tu rosa deshojada,
en los limbos de mi memoria
perfuma una ermita dorada!



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