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Se han encontrado 19 poemas con la palabra admiro

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Hernando de Acuña

Demóclito y Heráclito

-- de Hernando de Acuña --

De tu tristeza, Heráclito, me espanto,
y de nuevo me admiro cada hora
que, viendo el mundo y lo que pasa ahora,
ya no hayas convertido en risa el llanto.

Heráclito

Yo me admiro, Demócrito, que cuanto
en este triste siglo que empeora
crecen más las miserias de hora en hora,
más crece tu placer tu risa y canto.

Demócrito

¿Pues quién no reirá si, en paz o en guerra,
el gobierno del mundo y del consejo
es todo desconciertos y locura?

Heráclito

Lo que a ti te da risa a mí me aterra,
eso me tienen ya doliente y viejo,
y eso me llevará a la sepultura.

Poema Demóclito y Heráclito de Hernando de Acuña con fondo de libro

Leandro Fernández de Moratín

A Flerida, poetisa

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Basta Cupido ya, que a la divina
Ninfa del Turia reverente adoro:
ni espero libertad, ni alivio imploro,
y cedo alegre al astro que me inclina.

¿Qué nuevas armas tu rigor destina
contra mi vida, si defensa ignoro?
Sí, ya la admiro entre el castalio coro
la cítara pulsar griega y latina.

Ya, coronada del laurel febeo,
en altos versos llenos de dulzura,
oigo su voz, su número elegante.

Para tanto poder débil trofeo
adquieres tú; si sólo su hermosura
bastó a rendir mi corazón amante.

Poema A Flerida, poetisa de Leandro Fernández de Moratín con fondo de libro

Luis Palés Matos

guayamesa

-- de Luis Palés Matos --

Suave como los tallos del papiro,
con una vaga irradiación de fresa
es tu talle de egipcia, en el que admiro
toda la majestad de una princesa.

El ensueño y el mar, en el zafiro
de tus ojos, se tiñen guayamesa;
y como turquesino es el suspiro,
en tus ojos se baña de turquesa.

Cabellera auroral y frente blanca
donde el pudor alguna vez se estanca...
Cuando tu cabellera rizos llueve.

Al caer en tu frente ese tesoro,
urde un desborde de flamante oro
sobre un albino témpano de nieve.

Poema guayamesa de Luis Palés Matos con fondo de libro

Jorge Isaacs

Las flores de la hija de caro en el bazar de los pobres

-- de Jorge Isaacs --

Eran como las que haces, esas flores
Que en ignoradas vegas recogía,
Para ufana ceñir la frente mía,
La púdica deidad de mis amores.

Esas que de sus bucles temporales
Caer dejaba, cuando huir fingía
De mis halagos en la selva umbría,
Tuvieron de las tuyas los colores.

Aun en mis sueños el aroma aspiro
De las que ajó mi labio enamorado...
¿Por qué las tuyas reverente miro?

Desprecia el indigente las del prado,
Desdeña aquellas que en tu huerto admiro:
¡Por eso flores para el pobre has criado!



Emilio Bobadilla

Bélgica

-- de Emilio Bobadilla --

¿Qué pueblo no lucha por sus libertades,
por su independencia contra el extranjero?
¿Qué pueblo no tiene sus heroicidades
y cuál no presume de indómito y fiero?

¿Quién de ser amado o de amar se jacta?
¿No es rutina orgánica la función de amores?
¡La luz en el lago viva se refracta
y no hay primavera sin aves ni flores!

Del valor ¿qué pueblo tiene el privilegio?
¡Y entre las naciones de valor hay pujas
—cosas de chiquillos, cosas de colegio!—

¡Te admiro en aquello que a otros sobrepujas:
en tu dulce Menling, en tu Rubens regio,
en tus carillones, en tu triste Brujas!



Emilio Bobadilla

El aviador

-- de Emilio Bobadilla --

Inventaste una máquina ligera
imitando del pájaro las alas;
con tu capricho sólo por frontera,
por el espacio a tu placer resbalas.

Admiro tu industriosa diligencia,
tu audacia y tu desprecio de la muerte.
Todo lo vence al cabo la paciencia
y el curso cambia de la misma suerte.

Minúsculo sin duda el universo
aparece a tus ojos cuando subes.
Eres del metafísico el reverso,

cuyo pensar por los espacios rueda:
tu cuerpo se remonta hasta las nubes,
pero en tierra tu espíritu se queda.



Pedro Antonio de Alarcón

A Carmen, al piano

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

No mujer... ¡Hada eres! Si amorosa
las manos tiendes al callado viento,
en él despiertas lánguido concierto
como la brisa en arpa melodiosa.

No mujer, bella Carmen... Eres diosa;
y de tu rostro el celestial portento
irradia el infinito sentimiento,
ser de tu ser, inspiración hermosa.

No mujer... ¡Eres ángel! Tu pureza
eclipsa la del sol: la sensitiva
no es como tú modesta y delicada.

Yo admiro arrebatado tu grandeza;
pero calla mi voz, no osando altiva
cantar a la que es ángel, diosa y hada.



Rafael María Baralt

El mar

-- de Rafael María Baralt --

Te admiro, ¡oh mar!, si la movible arena
besas rendida al pie de tu muralla,
o si bramas furioso cuando estalla
la ronca tempestad que al mundo atruena.

¡Cuán majestuosa y grande si serena!
¡Cuán terrible si agitas en batalla,
pugnando por romper la eterna valla,
con cólera de esclavo tu cadena!

Tienes, mar, como el cielo, tempestades;
de mundos escogidos, prodigiosa
suma infinita que tu mole oprime.

Y son tu abismo y vastas soledades,
como imagen de Dios, la más grandiosa;
como hechura de Dios, la más sublime.



Juan Abel Echeverría

El avión

-- de Juan Abel Echeverría --

Águila real que en el cenit admiro,
pasmo del genio creador, invento
que en ti llevas, como alma, el pensamiento,
que al éter te lanzó con raudo giro;

lumbre de ciencias en tus alas miro,
que te hacen navegar señor del viento,
y eres bajo el cerúleo firmamento,
cruz de nácar en fondo de zafiro.

Se encumbra, al par de ti, la inteligencia,
y al corazón agita tu presencia,
con temblor de ansias y bullir de anhelos,

y en éxtasis el alma, a lo infinito
vuela de adoración su ardiente grito:
¡Gloria a Dios en la altura de los cielos!



Antonio-Plaza-Llamas

amor

-- de Antonio-Plaza-Llamas --

¿por qué si tus ojos miro
me miras tú con enojos,
cuando por ellos deliro,
y a la luz del cielo admiro
en el éter de tus ojos?

cansado de padecer
y cansado de cansarte,
y queriendo sin querer,
finjo amor a otra mujer
con la ilusión de olvidarte.

No es mi estrella tan odiosa:
que en fugaces amoríos,
como ave de rosa en rosa
yo voy de hermosa en hermosa
y no lamento desvíos;

pero el favor de las bellas
irrita mas la pasión
que ardiente busca tus huellas,
y al ir mis ojos tras ellas
vuela a ti mi corazón.

Asi un proscrito tenía
goces en extraño suelo
y volvió a su patria un día
por mirar en su agonía
la linda luz de su cielo.

De ti proscrito y dejando
las rosas por tus abrojos,
vuelvo a tus pies suspirando,
por mirar agonizando
la linda luz de tus ojos.



Manuel Machado

Figulinas

-- de Manuel Machado --

¡Qué bonita es la princesa!
¡qué traviesa!
¡qué bonita
la princesa pequeñita
de los cuadros de Watteau!
Yo la miro, ¡yo la admiro,
yo la adoro!
Si suspira, yo suspiro;
si ella llora, también lloro;
si ella ríe, río yo.
Cuando alegre la contemplo,
como ahora, me sonríe,
...Y otras veces su mirada
en los aires se deslíe
pensativa.
¡Si parece que está viva
la princesa de Watteau!
Al pasar la vista, hiere,
elegante,
y ha de amarla quien la viere.
...Yo adivino en su semblante
que ella goza, goza y quiere,
vive y ama, sufre y muere...
Como yo.



Fernando de Herrera

En tu cristal movible la belleza

-- de Fernando de Herrera --

En tu cristal movible la belleza
veo, Nereo padre, figurada
de mi luz, que de rayos coronada,
muestra alegre su gracia y su grandeza.

Tus ondas vibran y arden con la alteza
de la llama titania, y la rosada
frente alabo, y de púrpura imitada
en ellas, y de nieve la pureza.

Si alzo al polo los ojos, donde junto
te pinta su color, presente miro
de mi lucero el dulce ardor florido.

Y dudoso del bien, al mismo punto
vuelvo, y en tu fulgente ponto admiro
su esplendor, y en el cielo dividido.



Francisco Sosa Escalante

A la ciencia (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Yo no te admiro, no, cuando la prora
Del hermoso bajel los mares hiende,
Ni cuando altiva y poderosa asciende
Las cumbres la veloz locomotora.

No ensalzo tu poder porque señora,
Eres del rayo que á tu voz desciende,
Ni me asombra saber cómo sorprende
Secretos, tu mirada indagadora.

Mas si del torpe error y la mentira
Tu luz al hombre por su bien redime
Y en la razon y en la verdad le inspira,

Entónces tu grandeza en mí se imprime,
Y el alma, ¡oh Ciencia! con fervor admira
Tu excelsa gloria y tu poder sublime.



Francisco Sosa Escalante

En el álbum de la Sra. R. B. de H.

-- de Francisco Sosa Escalante --

Yo ví correr de tu niñez florida
A la sombra del bien las gratas horas,
Y ví cómo, despues, tus seductoras
Gracias, crecieron con tu dulce vida.

Te ví al amparo de celeste egida
Aprender las virtudes que atesoras,
Y ví tu puro amor en sus auroras
Cuando eras solo hermosa prometida.

Hoy que contemplo en tu serena frente
Que nunca el tiempo marchitó en su giro,
De esposa la diadema refulgente,

¡Oh Rosa amiga! con placer te miro,
Ensalzo tus bondades reverente,
Te doy mi canto y tu virtud admiro.



Francisco Sosa Escalante

Gilda

-- de Francisco Sosa Escalante --

Allí en tu corazón enamorado
Que es de ternura celestial venero,
Veleidoso y falaz dejó Gualtero
Su nombre, Gilda, por tu mal, grabado.

Tu pecho estaba á la pasión guardado
Y él fué quien lo hizo palpitar primero
Con la delicia del amor, y fiero
Dejó el infiel tu hogar abandonada

Por él las notas de tu canto triste
Que el aura lleva al cielo de zafiro,
Doliente lanzas pues partir le viste.

Y en tanto que te aplaudo y que te admiro,
Pues nadie el eco de tu voz resiste,
Para él será tu postrimer suspiro.



Carolina Coronado

en otro. traducido de pastorini

-- de Carolina Coronado --

Si con tranquila faz, génova mía
tu bello cuerpo destrozado miro,
no es por ingratitud, es que un suspiro
me parece en tus hijos cobardía.
Trofeos de constancia y valentía
en tus ruinas orgullosa admiro,
pues dondequiera que la vista giro,
encuentro en tu peligro tu osadía.
Más que el triunfo valió tu sufrimiento,
y te vengaste bien del que te infama.
Quedando destruida hasta el cimiento:
así la libertad gozosa exclama
tus reliquias besando en las arenas:
ruinas... Sí; pero jamás cadenas.



Ramón López Velarde

mientras muere la tarde...

-- de Ramón López Velarde --

Mientras muere la tarde...
Noble señora de provincia: unidos
en el viejo balcón que ve al poniente,
hablamos tristemente, largamente,
de dichas muertas y de tiempos idos.
De los rústicos tiestos florecidos
desprendo rosas para ornar tu frente,
y hay en los fresnos del jardín de enfrente
un escándalo de aves en los nidos.
El crepúsculo cae soñoliento,
y si con tus desdenes amortiguas
la llama de mi amor, yo me contento
con el hondo mirar de tus arcanos
ojos, mientras admiro las antiguas
joyas de las abuelas en tus manos.



Ramón López Velarde

Mientras muere la tarde

-- de Ramón López Velarde --

Noble señora de provincia: unidos
en el viejo balcón que ve al poniente,
hablamos tristemente, largamente,
de dichas muertas y de tiempos idos.

De los rústicos tiestos florecidos
desprendo rosas para ornar tu frente,
y hay en los fresnos del jardín de enfrente
un escándalo de aves en los nidos.

El crepúsculo cae soñoliento,
y si con tus desdenes amortiguas
la llama de mi amor, yo me contento

con el hondo mirar de tus arcanos
ojos, mientras admiro las antiguas
joyas de las abuelas en tus manos.



Rubén Darío

A Cervantes

-- de Rubén Darío --

HORAS de pesadumbre y de tristeza
Paso en mi soledad. Pero Cervantes
Es buen amigo. Endulza mis instantes
Ásperos, y reposa mi cabeza.

Él es la vida y la naturaleza;
Regala un yelmo de oro y de diamantes
A mis sueños errantes.
Es para mí: suspira, ríe y reza.

Cristiano y amoroso y caballero
Parla como un arroyo cristalino.
Así le admiro y quiero.

Viendo cómo el destino
Hace que regocije al mundo entero
¡La tristeza inmortal de ser divino!



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