Buscar Poemas con Acerbo


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Se han encontrado 9 poemas con la palabra acerbo

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César Vallejo

la paz, la abispa, el taco, las vertientes

-- de César Vallejo --

La paz, la abispa, el taco, las vertientes,
el muerto, los decilitros, el búho,
los lugares, la tiña, los sarcófagos, el vaso, lasmorenas,
el desconocimiento, la olla, el monaguillo,
las gotas, el olvido,
la potestad, los primos, los arcángeles, la aguja,
los párrocos, el ébano, el desaire,
la parte, el tipo, el estupor, el alma...
Dúctil, azafranado, externo, nítido,
portátil, viejo, trece, ensangrentado,
fotografiadas, listas, tumefactas,
conexas, largas, encantadas, pérfidas...
Ardiendo, comparando,
viviendo, enfureciéndose,
golpeando, analizando, oyendo, estremeciéndose,
muriendo, sosteniéndose, situándose, llorando...
Después, éstos, aquí,
después, encima,
quizá, mientras, detrás, tánto, tan nunca,
debajo, acaso, lejos,
siempre, aquello, mañana, cuánto,
cuánto!...
Lo horrible, lo suntuario, lo lentísimo,
lo augusto, lo infructuoso,
lo aciago, lo crispante, lo mojado, lo fatal,
lo todo, lo purísimo, lo lóbrego,
lo acerbo, lo satánico, lo táctil, lo profundo...

Poema la paz, la abispa, el taco, las vertientes de César Vallejo con fondo de libro

Vicente García de la Huerta

Agradecimiento a la memoria del amor

-- de Vicente García de la Huerta --

Acostumbrado, Filis, a tu halago
y privado ya de él por tiranía
de mi suerte, las glorias de algún día
con doblados tormentos satisfago.

¿Quién tan mortal y tan acerbo trago
de tan grade dulzura esperaría,
que ni tan corto tiempo trocaría
tanto placer en tan terrible estrago?

Pero, ¿cómo es posible que yo sienta
pesar alguno tras de gusto tanto,
por más que amor me niegue ya su gloria?

Pues para disipar cualquier tormenta,
en el mar proceloso del quebranto,
tengo un iris seguro en mi memoria.

Poema Agradecimiento a la memoria del amor de Vicente García de la Huerta con fondo de libro

Vicente Wenceslao Querol

El genio (Querol)

-- de Vicente Wenceslao Querol --

«Quien coja audaz el fruto de la ciencia
perderá el Paraíso.»
Tal fue del cielo eterna la sentencia.
¡Ay!, ¡infeliz de aquel a quien consume
la llama de su genio! ¡Ay de quien quiso
ceñir laurel amargo y sin perfume!
Que hoy no evita la frente que lo lleva,
cual otro tiempo, el rayo; hoy es la fama
un crimen: ¡ay del que a su altar se atreva!
Quien roba el fuego a Dios, gime protervo
atado a estéril roca: en él se ceba,
buitre voraz, el infortunio acerbo.
¡Funesto don! ¡Llorad los que en el alma
ansia sentís de tan fugaz victoria!
Cuerdos los hombres dieron igual palma,
que al martirio, a la gloria.

Poema El genio (Querol) de Vicente Wenceslao Querol con fondo de libro

Mariano José de Larra

A una hermosa que dio en hacer buenos versos

-- de Mariano José de Larra --

¿No te bastan los rayos de tus ojos,
de tu mejilla la purpúrea rosa,
la planta breve, la cintura airosa,
ni el suave encanto de tus labios rojos?

¿Ni el seno que a Ciprina diera enojos,
ni esa tu esquiva condición de esposa,
que también nuestras armas, Nise hermosa,
coges para rendir nuevos despojos?

¿A celebrar de tantos amadores
ingrata el fin acerbo te previenes
que a manos morirán de tus rigores?

Ya que en tus redes nuestras almas tienes,
la lira déjanos, ya que no amores,
para cantar al menos tus desdenes.



Fernando de Herrera

Acabe ya el lamento grande mío

-- de Fernando de Herrera --

Acabe ya el lamento grande mío,
con quien inundo, Betis, tu corriente;
que mi dolor acerbo no consiente
perpetuo estado a tanto desvarío.

Este fuego en quien ardo gaste el frío,
rompa este yugo estrecho ya mi frente,
y amor en sus rendidos no me cuente;
que del a luengo paso me desvío.

No me tendrá en confuso error su olvido,
su desdén, su rigor y su tormento,
que tanto se cansaron en mi pena.

Mas yo ¿qué digo, ausente y ofendido,
si el impío ofrece siempre al pensamiento
de mi astro fatal la luz serena?



Francisco Sosa Escalante

A un amigo (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

En sueño eterno, por su bien, dormido
Se encuentra el niño que formó tu encanto;
La muerte le ha cubierto con su manto,
Ya no su voz deleitará tu oído.

Así lo quiso Dios! cese el gemido
Del alma triste, y el acerbo llanto;
Ya el niño es ángel que al Eterno y Santo
Por tí hoy implora y por tu hogar querido.

Del mundo miserable en los abrojos,
El hombre arrastra la fatal cadena
De dudas, de tormentos y de enojos.

¡Dichoso aquel que párte a la serena
Region do nunca nublará sus ojos
El llanto inextinguible de la pena!



Francisco Sosa Escalante

En la muerte del Dr. Rafael Lucio

-- de Francisco Sosa Escalante --

Bella Teñoxtitlan, tus ricas galas
En tul sombrío, aterrador, convierte,
El llanto acerbo de la pena vierte,
Suspiro gemidor llene tus salas.

Cubrió tu suelo con sus negras alas
El ángel misterioso de la muerte,
Y el sabio sucumbió; mírale inerte
Miéntras la vida en el placer resbalas.

Cuando le llame, de ansiedad transido,
Al verse en lecho de dolor postrado
El enfermo infeliz, sordo su oido

Encontrará su voz; ¡lo quiso el hado!
Pero su nombre vencerá al olvido
De la historia en las páginas grabado.



Francisco Sosa Escalante

La noche (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Cual dama hermosa que el oscuro velo
Para acercarse á su adorado, toma
Y en él se envuelve, y tras el velo asoma
La luz radiante de su dulce anhelo;

Como el arrullo del amor el vuelo
Detiene apasionada la paloma,
Y envuelta de la flor en el aroma
Se lanza al nido de su dicha cielo,

Oculta así la noche en negro manto
Que el áureo polvo de los astros llena,
Viene y derrama su divino encanto.

Piadosa alivia del mortal la pena,
Las gotas seca de su acerbo llanto
Y brinda al corazon la paz serena.



Ramón López Velarde

Una viajera

-- de Ramón López Velarde --

En mi ostracismo acerbo me alegré esta mañana
con el encuentro súbito de una hermosa paisana
que tiene un largo nombre de remota novela:
la hija del enjuto médico del lugar.
Antaño íbamos juntos de la casa a la escuela;
las tardes de los sábados, en infantil asueto,
por las calles del pueblo solíamos vagar,
y jugando aprendimos los dos el alfabeto.

Me saludó, y en medio de graciosos cumplidos,
su armonioso lenguaje me hizo reconocer
en ella a la cuentista de las horas de ayer
en la Plaza de Armas de musicales nidos.

¡Pobre amiga de entonces, pobre flor provinciana
que en metrópolis andas en ruidoso paseo;
pobre flor casadera, rosa que eres hermana
de las que se desmayan en humilde cacharro
esperando que vuelvas del viaje de recreo!

Para que no se manche tu ropa con el barro
de ciudades impuras, a tu pueblo regresa;
y sólo pido, en nombre de mi tristeza extática
que oyó tu voz ingenua, que en la nocturna plática
hagas de mí un recuerdo jovial de sobremesa.



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