¿Lleva tilde poderdante?

Hay una infinidad de palabras que se acentúan en Español, en concreto en nuestra base de datos tenemos 255.832 palabras que deben llevar tilde. Las reglas generales de acentuación son las siguientes:
  • Palabras agudas: son aquellas cuya última sílaba es tónica, deben llevar tilde aquellas que acaben en vocal, ene o ese.
  • Palabras llanas: son aquellas cuya sílaba tónica es la penúltima y llevan acento las que no terminan en vocal, ene o ese
  • Palabras esdrújulas: son aquellas cuya sílaba tónica es la antepenúltima, se acentúan siempre
Con las reglas anteriores puede parecer fácil saber cuando lleva tilde una palabra, no obstante en ocasiones saber separar una palabra en sílabas no es sencillo y pueden aparecer otros factores como los hiatos, las palabras compuestas o los acentos diacríticos que fácilmente inducen a equivocación. Por ello te ayudamos no sólo mostrandote cual es la forma correcta de escribir la palabra pero además te decimos por qué es así.

Poderdante no lleva tilde

Han de llevar tilde las palabras llanas que no terminen en vocal, "n" o "s".

Llamamos palabras llanas a las palabras donde el golpe de voz o sílaba tónica recae en su penúltima sílaba.

La separación silábica de PODERDANTE queda así: po-der-dan-te, es llana y termina en "e" por lo tanto no se acentúa.

Ejemplos con la palabra Poderdante

-Mi General, desde luego aseguro a usted que esa combinación no ha de aceptarla mi poderdante.
D. LIBORIO. Ya conozco a ese escribano. Mucho talento tiene, pero es un escribanillo montado a la moderna hasta en la supresión del dicho y el antedicho, y el susodicho y el supradicho, que el verdadero escribano repite en cada renglón y es lo que más caracteriza el estilo clásico curial. Pues, como iba a decir a usted, me parece que lo más puesto en razón es que, sin perjuicio de apreciar luego el tanto cuanto que han de percibir ustedes por los alimentos, vestido, etc., del chico, les haga yo a ustedes inmediatamente un regalo digno de la esplendidez de mi poderdante.
Comenzó el corpulento administrador por enterarme, entre las dos primeras aceitunas y las dos primeras y aun inofensivas cañas, de las partidas de cargo y data de su cuenta, y de la que a favor de mi poderdante resultaba, vació en seguida el saquillo que le había entregado su nieta, y apiló con la destreza y rapidez del más ducho banquero de cabecera, primero las monedas de oro, después los pesos, y, en fin, las pesetas, que componían la suma que me correspondía: cuatro mil reales en onzas y cuatro mil en plata, hizo rollos primero del oro, después de los duros y de las pesetas, hízome guardar los primeros en los bolsillos del pecho de mi levita y en los del chaleco, metióme los de las pesetas en los del pantalón, y haciendo un lío de los de los duros en mi pañuelo, lo colocó dentro de la comba que mi brazo izquierdo trazaba sobre la mesa, e introduciéndome la cuenta en el bolsillo del reloj y guardando él mi recibo en su cartera y ésta en el inmenso bolsillo de su chaquetón de pana, dijo: «Ahora emprendámosla con el manzanilla».
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