¿Lleva tilde ofensora?

Hay una infinidad de palabras que se acentúan en Español, en concreto en nuestra base de datos tenemos 255.832 palabras que deben llevar tilde. Las reglas generales de acentuación son las siguientes:
  • Palabras agudas: son aquellas cuya última sílaba es tónica, deben llevar tilde aquellas que acaben en vocal, ene o ese.
  • Palabras llanas: son aquellas cuya sílaba tónica es la penúltima y llevan acento las que no terminan en vocal, ene o ese
  • Palabras esdrújulas: son aquellas cuya sílaba tónica es la antepenúltima, se acentúan siempre
Con las reglas anteriores puede parecer fácil saber cuando lleva tilde una palabra, no obstante en ocasiones saber separar una palabra en sílabas no es sencillo y pueden aparecer otros factores como los hiatos, las palabras compuestas o los acentos diacríticos que fácilmente inducen a equivocación. Por ello te ayudamos no sólo mostrandote cual es la forma correcta de escribir la palabra pero además te decimos por qué es así.

Ofensora no lleva tilde

Han de llevar tilde las palabras llanas que no terminen en vocal, "n" o "s".

Llamamos palabras llanas a las palabras donde el golpe de voz o sílaba tónica recae en su penúltima sílaba.

La separación silábica de OFENSORA queda así: o-fen-so-ra, es llana y termina en "a" por lo tanto no se acentúa.

Ejemplos con la palabra Ofensora

Paseando por el cuarto con agilidad y rapidez de mozo, el conde se detuvo ante el mueble. A pesar suyo, volvió a complacerse en su belleza. Por instinto lo cerró, ocultando en el secreto los papeles malditos. Así que desaparecieron, sintió que su ira, de pronto, se calmaba y se abatía su valor, su resolución de héroe calderoniano. El cansancio de la vejez se sobrepuso. ¡Polvo y ceniza todo! ¡Polvo y ceniza el ofensor, polvo y ceniza, en breve, la ofensora y el ofendido, polvo cuanto nos rodea...! ¡Viejos ya, viejos, de piernas temblonas, de blando pecho, de ojos marchitos, de labios sin turgencia, de manos arrugadas, flácidas, muertas para la caricia y para el golpe! ¡Ridículo ayer por el engaño, más ridículo hoy por la venganza! Y la casa en confusión, y los criados llenos de terror, y la justicia, y los periódicos, y las burlas de los «amigos», y tanto frío como hará en la cárcel! Suspiró, echó la llave al mueble, y sentándose en un sitial de guardamesí se dedicó a mirar el contador otra vez. El placer de poseerlo, una especie de desquite de ultratumba, le invadió el alma. ¡Pobre Luis! Que descanse, que descanse en el helado nicho... El conde pensó en su dulce casa, en las estufas, en la comida sana y sabrosa, en la tertulia al brasero. «Esta tarde les diré a los otros que vengan a ver mi contador»...
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