¿Lleva tilde desacordado?

Hay una infinidad de palabras que se acentúan en Español, en concreto en nuestra base de datos tenemos 255.832 palabras que deben llevar tilde. Las reglas generales de acentuación son las siguientes:
  • Palabras agudas: son aquellas cuya última sílaba es tónica, deben llevar tilde aquellas que acaben en vocal, ene o ese.
  • Palabras llanas: son aquellas cuya sílaba tónica es la penúltima y llevan acento las que no terminan en vocal, ene o ese
  • Palabras esdrújulas: son aquellas cuya sílaba tónica es la antepenúltima, se acentúan siempre
Con las reglas anteriores puede parecer fácil saber cuando lleva tilde una palabra, no obstante en ocasiones saber separar una palabra en sílabas no es sencillo y pueden aparecer otros factores como los hiatos, las palabras compuestas o los acentos diacríticos que fácilmente inducen a equivocación. Por ello te ayudamos no sólo mostrandote cual es la forma correcta de escribir la palabra pero además te decimos por qué es así.

Desacordado no lleva tilde

Han de llevar tilde las palabras llanas que no terminen en vocal, "n" o "s".

Llamamos palabras llanas a las palabras donde el golpe de voz o sílaba tónica recae en su penúltima sílaba.

La separación silábica de DESACORDADO queda así: de-sa-cor-da-do, es llana y termina en "o" por lo tanto no se acentúa.

Ejemplos con la palabra Desacordado

¿Tan desacordado me crees? ¿En tan poco te estimas, hija mía?.
Y yo, la más desconsolada e infeliz de las mujeres, que gusté algún día la miel de sus promesas suaves, veo ahora aquel noble y sublime entendimiento desacordado, como la campana sonora que se hiende.
Caí en el lecho como un tronco derribado, dudoso, en el crepúsculo de mi somnolencia, entre si me derribaban los quebrantos de mi fatigosa jornada de todo el día, o el peso de la balumba de «cosas» que me había ingerido en el cerebro adormilado la inagotable erudición del solariego. Celtíberos, Agripa, legionarios, Augusto, cántabros, godos, mahometanos, Guadalete, Covadonga, Don Pelayo, las Cruzadas, Sotos-Cueva, panoramas esplendentes, campos sangrientos de batallas, rocas escarpadas, negros y rugientes abismos, el Cantábrico, las danzas guerreras a la luz de la luna, los lamentos por los difuntos... todo esto se movía a la vez y rechispeaba en las oscuridades de mi cabeza, y al desacordado son de sus estrépitos y al peso de sus feroces sacudidas, me dormí. Pero siguió la danza de las visiones dándome tema para los delirios de mi sueño. Aquello parecía el fin del mundo: legiones enteras de romanos despeñándose por las laderas de los montes, masas de huestes africanas hinchiendo los desfiladeros de Covadonga y ahogándose en la propia sangre que corría por el fondo tenebroso de todas las barrancas, después, huyendo despavorida de la persecución de los fieros montañeses, otra masa, la de los sobrevivientes mahometanos, trepando Picos arriba entre los aullidos de la tempestad, para ir a despeñarse a la vertiente opuesta y bajar convertida en rimeros de cadáveres con las enrojecidas aguas del Deva, hasta desaparecer entre el fiero oleaje del embravecido mar Cantábrico, que también ayudaba a los cristianos contra los moros. Águilas y buitres cerniéndose sobre aquellas carnicerías espantosas, picachos desgajándose por sí propios para consumar la obra exterminadora de los valientes mesnaderos de los señores godos de Cantabria, cuevas sin fin, oscuras, de enormes antros, fríos y viscosos, repletos de moros y romanos descuartizados y hediondos, bosques inextricables en que se perdían la senda y la respiración, rocas tajadas sobre abismos insondables, gemidos de agonía entre gritos desaforados de libertad, valles risueños inundados de luz, danzas, cánticos y juegos en sus praderas rozagantes, y paz y abundancia en sus hogares rústicos, después, la nube negra cargada de rayos y pedriscos, pasando sobre ello empujada por el soplo de los hombres malos, arrasándolo todo, haciendo estériles los campos fecundos y trocando en odios y en guerras implacables y continuas, el amor y la paz que antes reinaban entre sus habitadores. Y a todo esto, en los campos de batalla, en los desfiladeros, en las escarpadas laderas, en todas partes donde había moros, o romanos, o gentes enemigas de la fe cristiana o de las patrias libertades, o del común sosiego o de los fueros de la justicia, se veía, veloz como la centella, fiero como el león, un hombre largo y enjuto, cabalgando en un rocín de escasa talla, sin casco ni armadura, con la cabeza descubierta y bañada en luz, el pelo revuelto y las barbas erizadas, entrando por lo más espeso de la refriega, enristrada la lanza.. ¡qué digo lanza! un horcón de dos puntas, y con ellas desbaratando enemigos y lanzándolos al aire, como paja con el bieldo, volando después, mejor que saltando, sobre los abismos, entre los bosques, y peleando incansable e invencible hasta con las nubes cargadas de rayos y pedriscos y con los hombres malos que las empujaban contra la santa libertad de los pueblos y los fueros sagrados de la justicia. Y aquel hombre incansable e invencible, ¡cosa extraña!... era el solariego en cuya casa estaba yo pasando la noche.
Ver ejemplos de oraciones con la palabra desacordado

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