¿Lleva tilde avizorador?

Hay una infinidad de palabras que se acentúan en Español, en concreto en nuestra base de datos tenemos 255.832 palabras que deben llevar tilde. Las reglas generales de acentuación son las siguientes:
  • Palabras agudas: son aquellas cuya última sílaba es tónica, deben llevar tilde aquellas que acaben en vocal, ene o ese.
  • Palabras llanas: son aquellas cuya sílaba tónica es la penúltima y llevan acento las que no terminan en vocal, ene o ese
  • Palabras esdrújulas: son aquellas cuya sílaba tónica es la antepenúltima, se acentúan siempre
Con las reglas anteriores puede parecer fácil saber cuando lleva tilde una palabra, no obstante en ocasiones saber separar una palabra en sílabas no es sencillo y pueden aparecer otros factores como los hiatos, las palabras compuestas o los acentos diacríticos que fácilmente inducen a equivocación. Por ello te ayudamos no sólo mostrandote cual es la forma correcta de escribir la palabra pero además te decimos por qué es así.

Avizorador no lleva tilde

Han de llevar tilde las palabras agudas que terminan en vocal, "n" o "s".

Llamamos palabras agudas a aquellas que tienen como sílaba tónica la última de sus sílabas, es decir que el golpe fuerte de voz recae en la sílaba final. Las palabras que tienen una sola sílaba se consideran también agudas, pero no suelen llevar tilde salvo en el caso de los acentos diacríticos, esto es que se acentúan para poder diferenciarlas como por ejemplo el caso del pronombre personal tú del determinante posesivo tu.

La separación silábica de AVIZORADOR queda así: a-vi-zo-ra-dor, es aguda y termina en "r" por lo tanto no se acentúa.

Ejemplos con la palabra Avizorador

Para quien siente en sí la necesidad de una reforma íntima, para quien ha menester quebrantar el hábito o inclinación que tiene bajo yugo a su personalidad moral, para quien ve agotadas las energías que de sí mismo conoce, lo complejo y variable de nuestra naturaleza es prenda de esperanza, es promesa dichosa de levante y regeneración. Porque, supuesto cierto poder avizorador y directivo de la voluntad para contener o alentar los movimientos de esa espontaneidad infinita, es a ellos a quien se debe que seamos capaces de libertarnos y de renovarnos. Cada una de las desviaciones o disonancias de un momento: ráfaga de entusiasmo que calienta el ambiente de una vida apática, acierto o intuición que rasga las sombras de una mente oscura y torpe, vena de alegría que brota en un vasto erial de horas tristes, inspiración benéfica que interrumpe la unidad de una existencia consagrada al mal: cada una de estas desviaciones de un momento, es como un claro que se abre de improviso sobre un horizonte de bonanza, y ofrece, para la reacción redentora de la voluntad, un punto de partida posible. Observar y utilizar tales disonancias, es resorte maestro en la obra del cultivo propio. Y aun cuando la atención y la voluntad no detengan ante ellas el paso... La veleidad dichosa, el momento rebelde, se pierden entonces en el olvido y la sombra, y se reanuda el tenor usual de existencia. -¿Es que han pasado para no volver?-. ¡Quién sabe! ¡Cuántas veces han vuelto..., han vuelto de esa profundidad ignorada de uno mismo, donde vagaron por misteriosos rumbos, y su reaparición no ha sido sólo el eco que vanamente suena en la memoria, ni nueva veleidad que anima el soplo de un instante, sino ya impulso eficaz, voluntad firme y duradera, nuncio de redención, aurora de nueva vida!
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