Ejemplos con yacían

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Sus territorios yacían en ambas riberas del Indo, y, como hijo de Painda Khan, Jehandad Khan era particularmente bien respetado entre sus gentes.
Aproximadamente dos mil hombres a lo largo de la picada Carriles yacían sedientos, insolados, enfermos y agotados.
Manson, incorrectamente hipotetizó que la enfermedad se transmitía por contacto con la piel y el agua en donde los mosquitos yacían sus huevos.
En los domingos y fiestas de santos valencianos, que eran los primeros del cielo para el tío San Vicente Mártir, San Vicente Ferrer, la Virgen de los Desamparados y el Cristo del Grao, aparecía la humeante , vasto redondel de arroz, sobre cuya arena de hinchados granos yacían despedazadas varias aves.
Sus admiraciones y deseos yacían abandonados al otro lado de la puerta.
Las plumas de mar yacían flácidas y obscuras, como animales muertos, hasta que absorbiendo el agua, se levantaban transparentes y llenas de hojas.
En el tocador yacían los frascos de pomada y esencias que ella usaba, a medio consumir, en las perchas colgaban algunos de sus abrigos y sombreros.
Varios jergones de hoja de maíz cubrían el tablado: cuatro mantas cosidas unas a otras formaban la cubierta común de los ocho, y junto a la pared yacían destripadas y mustias algunas almohadas de percal rameado, brillantes por el roce mugriento de las cabezas.
Viose entonces claro como nunca la funesta influencia que ejerce en una sociedad entera una de esas reinas de la moda que comienzan escotando los trajes y acaban escotando las costumbres, que empiezan imponiendo el yugo de sus elegantes extravagancias y terminan imponiendo el de sus desvergonzados vicios, que familiarizan con el escándalo y lo hacen tolerable y de buen tono hasta a los ojos de las personas virtuosas, que llegan a contemplar sin extrañeza, sin rubor y sin protesta, espectáculos como el que ofrecía Currita haciendo los honores de su casa con distinción elegantísima, en compañía del marqués de Sabadell, mientras sus hijos yacían olvidados, cada cual en un colegio, y Villamelón, reblandecido ya casi por completo, jugaba al bésigue o al tresillo con las celebridades del momento, o tentaba la paciencia de sus tertulianos encerrado, como en un círculo vicioso, en sus ordinarios tópicos de conversación: el combate de Cabo Negro, los prodigios de su cocinero, los adelantos de su fotografía, las ventajas de la incubación artificial de los huevos de gallina, o las extrañas peripecias del doctor Tanner y el italiano Succi, que, con gran pasmo suyo, parecían haber resuelto el problema, para él horripilante e incomprensible, de vivir sin comer.
Luego que puso fin a esta operación, se ocupó en acostar a los cuatro muchachos campaneros, los cuales, fatigados de la batahola de aquel día, yacían medio dormidos sobre el suelo.
acartonados como momias, podridos los otros por la humedad yacían.

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