Ejemplos con vivificante

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Los egipcios creían que los rayos del Sol llevaban hasta la tumba un gran poder vivificante que tenía algún efecto en la posterior resurrección del difunto.
Falta la chispa eficaz que haga levantarse la llama de un ideal vivificante e inquieto sobre el copioso combustible.
Hecho lo cual, se sentó en el rincón, y bajando el vidrio, respiró con ansia el vivificante fresco matinal.
La brisa del mar libre esparció su hálito vivificante por todo el buque.
Sus miembros férreos quedaban en corto reposo, pero el fuego vivificante seguía ardiendo en sus entrañas.
La vivificante sangre de la huerta iba lejos, para otros campos cuyos dueños no tenían la desgracia de ser odiados, y su pobre trigo allí, arrugándose, languideciendo, agitando su cabellera verde, como si hiciera señas al agua para que se aproximara y le acariciase con un fresco beso.
No hay que hablar de la abundancia, que en tal casa era como un continuo chorro vivificante de los múltiples dones de la Naturaleza.
Aquello eran tierras: siempre verdes, con las entrañas incansables engendrando una cosecha tras otra, circulando el agua roja a todas horas como vivificante sangre por las innumerables acequias y regadoras que surcaban su superficie como una complicada red de venas y arterias, fecundas hasta alimentar familias enteras con cuadros que, por lo pequeños, parecían pañuelos de follaje.
Esa fuerza vivificante la encuentro en una porcion de materia admirablemente organizada, y cuya organizacion conspira a un fin que es el ejercicio armónico de las facultades de ese viviente que llamamos animal, el no saber lo que es esa fuerza en sí misma, no me impide el afirmar su existencia, ya que los fenómenos me la revelan de una manera incontestable.
En la fértil tierra negra, profunda, de hirviente fecundidad, abrió con el arado un ancho surco, embalsamándose el aire con el perfume vivificante del suelo removido.
Lo haréis con el anhelo de cambiar vuestro negocio triste, vuestro trabajo lúgubre, por otro que sea claro, y fecundo y vivificante.
No hay quien no ostente lo mejor de sus galas, todo brillo, los más vivos y gayos colores se hallan caprichosamente mezclados, aquello es un jardín en que todas las flores han abierto a un tiempo sus corolas a recibir el vivificante calor del sol en medio día.
A veces me imagino estar en medio de los llanos desiertos de nuestros campos y respirar libre su aire vivificante: me levanto, salgo de casa y camino velozmente por la primera calle que se me presenta con la vista inclinada al suelo, pero el ruido de los pasantes, los encontrones que me dan, disipan bien pronto mi ilusión y me retiro fatigado y el corazón oprimido.
¿ Quién no queda absorto al contemplar en la callada noche el disco melancólico y plateado de la luna, acompañado de esa multitud de faros rutilantes que pueblan el firmamento? ¿Quién, al respirar el aroma vivificante de las flores en medio de esta soledad y de este silencio que no interrumpen sino el balido de la oveja, el relincho del caballo y el chillido de los insectos, queda frío espectador y no siente en su corazón emociones peregrinas? Y luego ¡tanta luciérnaga ambulante, el murmullo del arroyo y esos fuegos fatuos que se levantan, se acercan, se alejan y desaparecen dando pábulo a la fantasía y aterrorizando al vulgo! Son las doce de la noche y es la hora que yo voy como Ossian a interrogar mis recuerdos al resplandor de la luna, a escuchar las melodías aéreas y a hablar con mi corazón.
¡Ah, qué escena tan desolante! Arrojéme sobre su cuerpo casi yerto, lo regué con mis lágrimas, imprimí mil y mil besos sobre su frío rostro y pareció animarse como con un éter vivificante al respirar mi aliento, recogió todas sus fuerzas y articuló estas palabra: Hijo, yo me muero: la Providencia me llama a su seno.
¿Estoy dormido o despierto? Sacadme pronto del dédalo de estos mitos que enloquecerían a la razón misma, si la razón con su luz vivificante no los ahuyentara.
Escribo a mi rigurosa Dulcinea una carta dulce y triste, pidiéndole que me ampare y sostenga, que lance por mi camino ráfagas de su espíritu vivificante, y con el mismo fervor a usted me encomiendo, señora madre y sibila de este aburrido caballero.
¿Qué cosa existe más fea y desagradable para nuestros sentidos, tacto, vista, olfato, que el vernos privados de los precisos dineros para las atenciones de la vida, ora sean éstas de las elementales, ora de las artificiosas y superfluas que crea y fomenta nuestra estúpida vanidad? Y no era lo peor que yo careciese de aquella materia vivificante, sino que me apretasen los usureros para el pago de lo que les debía, estrechándome con tal rigor de cerco militar, que se creería que el cielo los desataba en mi persecución, como aquellos vándalos que del Norte vinieron sobre estos infelices pueblos mediterráneos.
La llegada de Eugenio dio a su existencia un interés, una luz desconocida cuyo peligro no comprendió al principio: la amena conversación del joven fue una revelación para su espíritu, que jamás había sentido el vivificante influjo de las ideas de un hombre pensador, poniendo a su alcance materias que hasta entonces creyó áridas o incomprensibles.
Sería perder el vivificante contacto con la muerte.
''Así también está escrito: fue hecho el primer hombre Adam en ánima viviente, el postrer Adam en espíritu vivificante.
«En el mismo exprés debe llegar, según autorizadas noticias, el joven aristócrata y distinguido clubman, vizconde de la Hondonada, que desde hace días tiene tomada habitación en el hotel inmediato al que ha de ocupar durante la season elegante de este año, en la incomparable playa de esta afortunada ciudad, la egregia familia mencionada en el párrafo precedente, y de la cual forma parte el astro esplendoroso y vivificante, cuya atracción arrastra en pos de sí, como a su mimado planeta, al ilustre viajero de quien vamos hablando, y que ha de caer de lleno en el foco de aquel sol sin manchas, que calienta sin quemar, dentro de breve tiempo: a la vuelta de la hoy dispersa sociedad elegante de la corte, a sus hogares, a la apertura de los aristocráticos salones, templos suntuosos del lujo, de la elegancia y de la felicidad.
¿Cómo, en qué forma vendrá en lo futuro el espíritu vivificante de la civilización europea a nuestro suelo? Como vino en todas épocas: Europa nos traerá su espíritu nuevo, sus hábitos de industria, sus prácticas de civilización, en las inmigraciones que nos envíe.
y sin guantes! El sol refulgente, la pradera florida, el verde follaje, el río murmurando, la dulce brisa, las mieses fecundas, la sonora esquila y el santo trabajo a la luz del astro vivificante, para depositar en las entrañas de la madre tierra el leve grano que, bendecido por la mano de Dios, ha de producir la suculenta hogaza.
Pero tal es la fe que yo tengo en la virtud progresiva, en la energía vital de la civilización europea, que ni siquiera puedo concebir que muera una nación que esté en su seno poderoso y vivificante.
Amaneció un día con el viento al Sur, casi en calma: el cielo sonrosado con algunas nubes aturbonadas, la bahía, como un espejo, la mar, como un lago, la temperatura, a placer, el campo, verde y fragante, las flores, meciéndose sobre los tallos, los árboles, entreabriendo sus hinchadas yemas y asomando por ellas las tiernas esmaltadas hojas, que se estremecían y se desplegaban al sentir por primera vez el calor de los rayos del sol vivificante, la sonora voz de las campanas de todos los templos, llenando de armonías el espacio, y el movimiento y la circulación, interrumpidos por la solemnidad de los días anteriores, restableciéndose bulliciosos en todas las arterias de la población.
Y era verdad que no tenía pareja el olor de la tierra bien enjuta, removida a la luz y al calorcillo vivificante del espléndido sol de febrero.
No trabajó las tierras con sus manos, pero pagó el trabajo de otros para vivir él de sus productos, y en su casa y en las accesorias de ella, donde siempre había reinado el silencio enervante de la holganza y de los grandes fastidios de la vanidad infanzona, comenzaron a oírse y a respirarse los ruidos de la actividad campesina, el cencerro del ganado y la fragancia vivificante y regeneradora de los frutos sazonados de la tierra.
En mayo ¡hasta las piedras, hasta los hielos verdeguean, o florecen sin verdeguear! Sí, señor, las duras peñas lucen este mes renovados musgos o, cuando menos, un liquen llamado geográfico, primer grado de la vegetación, y en cuanto a los hielos, y a la misma nieve, producen en las regiones polares ciertos fresales amarillentos y líquenes incoloros que sólo se nutren del aire, o sea del aliento vivificante de Flora, como los camaleones y los verdaderos poetas.
Y por cierto compadezco al andaluz joven que, al entrar un día de verano por la puerta de los Monteros y al mirar las filigranas arabescas del palacio, al pasar por los salones del jardín, y de allí a las caballerizas reales, por fin al guarecerse de los rayos del sol, ardiente pero vivificante, en el laberinto de calles moriscas que están detrás del Alcázar, puede oír con indiferencia aquellas sabrosas narraciones que el lenguaje del hombre no puede trasladar de las creaciones de la fantasía, aquellas pláticas dulces que mecieron mi niñez y que jamás borrará de mi memoria el tiempo.

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