Ejemplos con vergüenzas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Manuscrito de Ayala: Los sodomitas suelen tenes las vergüenzas como puños.
Como suelen dar en sodomías, se representa éste con calzones por gorro, descubriendo sus vergüenzas por la trampa, y en el acto de echarse sobre un pobre diablo y de remangarse la faldamenta.
Cubren sus vergüenzas con mauras.
Hitler le dio a cada uno de sus personas de confianza una cápsula de cianuro en caso de que los atrapasen los soviéticos, ya que pensaba que si sucedía les iban a someter a vergüenzas y a cosas peores que la muerte, y no se equivocaba, Manziarly lo vivió en carne propia al escapar del búnker, y ser atrapada por las tropas del Ejército Rojo.
Mientras tanto, Adán iba casi desnudo, mostrando sus vergüenzas de puro pobre.
He crecido sabiendo con qué punzadas y retortijones avisa el estómago el dolor de su vacío He sufrido privaciones y vergüenzas, hasta que un día.
La vida les había impuesto una obligación y la cumplían severamente, sin conocer arrepentimientos ni vergüenzas.
Pero ahoraprosiguió Cosme,ahora, ¿quién es el que se casaría con ella a no estar loco? Los pobres estamos debajo, y tenemos que sufrir estas vergüenzas.
Ella sintió crecer aquel desconsuelo que la oprimía y la angustiaba y le producía una irritación sorda, una amarga iracundia, que la llevaba a escarbar llena de saña en el basurero de su vida, buscando y enumerando las vergüenzas públicas, las inmundicias de todos conocidas, que le había tolerado, consentido y hasta aplaudido como amables aquel mismo Madrid que ahora le volvía la espalda, para arrojárselas a la cara, gritándole con muy buena lógica: ¿Acaso soy ahora peor que lo fui antes? ¿Por ventura hace más fuerza en ti una calumnia anónima, levantada por pérfidos asesinos, que ese montón de lodo con que a todas horas te he salpicado el rostro?.
Calló Currita, y con la cabeza baja y las manos cruzadas y entornados ojitos, esperó muy devotica el sermón formidable, la peluca tremenda que creía ella iba a venir tras de aquello, seguida de alguna violenta exhortación a la confesión y la penitencia, con algunos toquecitos de llamas del infierno, y luego, más tarde de lo que ella deseaba y con tanto anhelo iba buscando, un generoso ofrecimiento, noble, sincero y amplio Mas el padre Cifuentes, que había escuchado sin pestañear todo aquel cúmulo de vergüenzas y de horrores, que no había hecho el menor gesto de asombro, de disgusto, de compasión ni de protesta, sacó la tabaquera de cuerno, tomó un polvo y dijo lacónicamente:.
Currita sintió un movimiento de gozo vivísimo que le pareció el presentimiento del triunfo, los carruajes de la corte saldrían, por el buen tiempo, descubiertos, y sin duda irían después de la Salve a dar una vuelta por la Castellana, donde todo el mundo elegante tendría ocasión de verla y contemplarla en su honorífico puesto Algo la espantaba, sin embargo: la idea de que iba a serle forzoso pasar por aquel mismo trayecto que había recorrido con Jacobo la noche funesta, por aquella misma iglesia ante la cual pronunció su última palabra, por aquella esquina en que le había visto caer lanzando un gemido de agonía Mas ¿qué iba a hacer ella? ¿Enterrarse en vida a los cuarenta y cinco años? ¿Dejar por escrúpulos sentimentales que le arrebatase una calumnia el prestigio, la soberanía suprema, el cetro de la elegancia y el buen tono que, a pesar de mil vergüenzas verdaderas, había conservado en su mano hasta entonces?.
Nadie dijo una palabra, nadie hizo un comentario En el embarazoso silencio que deja al descubierto las grandes vergüenzas, oyóse tan sólo la suave vocecita de la Albornoz, que decía algún tanto temblorosa:.
Las actrices más famosas y las damas más conspicuas, niveladas por el mismo sentimiento compasivo, habían hecho en ella prodigios de caridad, sacrificando, en aras de los pobres, los quilates más o menos subidos de sus respectivas vergüenzas.
-Y de que reviente España como un polvorín, harta de estas vergüenzas y de tanta injusticia.
Tendió la vista por la sala y pudo contemplar, desde luego, el Madrid heterogéneo de siempre, en que la virtud y el vicio se mezclan en amigable consorcio, representando la historia eterna de la manzana podrida que comunica a las sanas su podredumbre y sus gusanos, sin tomar de ellas ni el sabor exquisito, ni la fragancia saludable, la indecorosa y dañina mescolanza de grandes nombres y grandes vergüenzas, honras sin tacha y reputaciones escandalosas, revestidas todas con el mismo brillante barniz de formas elegantísimas, barajadas y confundidas por el mismo apetito ciego de placeres, por los mismos impulsos necios de vanidad, por el mismo afán irresistible de sacudir el ocio, de distraer el tedio, espantosa y continua tentación de los grandes y de los ricos, que les arrastra a todas sus extravagancias y les lleva a todos sus extravíos.
A las once, el calor y la afluencia de gente hacían ya insoportable la estancia e imposible el tránsito por los salones del marqués de Butrón: hallábanse abiertas de par en par cuantas puertas y ventanas había en la casa, y más que concurso de gentes, parecía aquello un confuso revoltijo de joyas, plumas, flores, telas vistosísimas y mujeres medio desnudas, entre las que se destacaban las manchas oscuras de los hombres, revolviéndose entre ellas sofocados y sudorosos, como un enjambre de gusanos negros que hubiera fermentado aquella compacta masa de mundo, demonio y carne En el gabinete más próximo al vestíbulo, el marqués y la marquesa de Butrón recibían a sus convidados, viendo desfilar con la misma amable sonrisa grandes nombres y grandes vergüenzas, inocencias completas y malicias refinadas, honras sin tacha y reputaciones escandalosas, barajadas y confundidas en aquella casa, sin disputa alguna noble y honrada, por la impúdica y funesta tolerancia de las grandes sociedades modernas.
Su madre era una tramposa capaz de todos los enredos y vergüenzas para conservar el falso oropel de su vida, su madre despreciaba las murmuraciones que herían hondamente el honor de la familia, dejaba a las hijas que se arrojasen en el peligro, arrastradas por la desesperada audacia de cazar un novio, y al final se entregaba como una perdida en brazos de un amigo de su esposo, se vendía infamemente cuando estaba próxima a la vejez, manchando todo su pasado, por una necesidad del orgullo.
Vinieron a su pensamiento pasadas vergüenzas y desdichas, y se prometió vigilar mucho.
Era una muerte lenta, una inquisición, que no mataba, pero que deshonraba con calma, con método, digámoslo así, día por día, escribiendo una infamia en cada hoja de un protocolo interminable, añadiendo en cada hora una sospecha, una declaración capciosa, un testimonio falso al catálogo de vergüenzas arrojadas sobre la frente del hombre justo, quitándole una a una todas las simpatías, todos los afectos, desde la amistad más decidida hasta la compasión más desdeñosa, dejándole al fin en espantosa soledad física y moral, sin más mundo que la cárcel para el cuerpo y su conciencia para el espíritu.
Por estas vergüenzas que le inspiraba su vanidad, hacía más de tres meses que no visitaba a Carlota y ni siquiera pasaba por cerca de su casa.
¿No importaba, acaso, para ante los demás, para ante él mismo, el mayor de los vejámenes, la más grande de las vergüenzas, declararse vencido de antemano?.
¡Oh, qué le importaban los quebrantos del pasado, las horas mortales de lucha y decaimiento, el torrente de hiel que había apurado, las ofensas, los vejámenes sufridos, las vergüenzas devoradas en silencio, la larga, la interminable cadena de sus padecimientos!.
Ella le había hecho hombre, a costa de sacrificios, de vergüenzas de que él no sabía ni la mitad, de vigilias, de sudores, de cálculos, de paciencia, de astucia, de energía y de pecados sórdidos, por consiguiente no pedía mucho si pedía intereses al resultado de sus esfuerzos, al Provisor de Vetusta.
Y después, ¡qué pronto fui olvidando las pérdidas, las vergüenzas nacionales!.
Porque indudablemente todo esto le viene de D'Artagnan, ¿de quién procederían tantas vergüenzas amontonadas sobre su cabeza si no es de él? Sólo él ha podido transmitir a lord de Winter todos esos horrendos secretos, que él ha descubierto uno tras otro por una especie de fatalidad.
»¡Y es claro, el perro que se pone en dos pies va enseñando impúdica, cínicamente, sus vergüenzas, de cara! Así hizo el hombre al ponerse de pie, al convertirse en un mamífero vertical, y sintió al punto vergüenza y la necesidad moral de taparse las vergüenzas que enseñaba.
Cantemos el oro, porque podemos ser unos perdidos, y él nos pone mamparas para cubrir las locuras abyectas de la taberna, y las vergüenzas de las alcobas adúlteras.
Bonis no pudo dormir, estuvo mezclando, con mil visiones de pesadilla, despierto y todo, sus remordimientos de antaño, sus iras y vergüenzas de ahora, sus propósitos de energía futura y sus esperanzas de padre.
Hay que someter a esa canalla que pretende resucitar las vergüenzas y los crímenes de otros siglos.

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