Ejemplos con ventura

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Crúzase, por ventura, con la hermana Lucidia, y le dice, al paso, sin detenerse:.
¿Qué era él todavía en la corte? ¿Quién hablaba del señor de los Peñascales, ni de la familia del señor de los Peñascales? ¿Qué periódico había cantado su opulencia, o la de doña Juana, o los atractivos de Julieta? Por ventura, aquellas resmas de prospectos, o aquellas circulares de industriales que acaban de recibir el surtido para la estación , o las esquelas mortuorias, o los folletos insulsos que diaria y profusamente le llegaban por el correo interior y que al principio creyó muestras de una especial deferencia a su persona, pues le eran desconocidos los remitentes, ¿no se le enviaban a título de diputado a Cortes? ¿No los recibían igualmente todos sus colegas, muchos de los cuales no tenían sobre qué caerse muertos? Y fuera de estas distinciones y las que también conocemos, ¿de qué otras había sido objeto hasta allí?.
No sabiendo qué decir, permanecí con la cabeza gacha y los ojos fijos en un punto, que por ventura resultó ser el retrato del relicario.
Por ventura suele la vista de una charca recordar el Océano, mas la charca, charca se queda.
Es de buen gusto horrorizarse de tales engendros, y certísimo que el que más se horroriza no será por ventura el que menos los lea.
Fue quizá la mayor y más duradera su desmedida afición al café, afición contraída en el negocio de ultramarinos, en las tristes mañanas de invierno, cuando la escarcha empaña el vidrio del escaparate, cuando los pies se hielan en la atmósfera gris de la solitaria lonja, y el lecho recién abandonado y caliente aun por ventura, reclama con dulces voces a su mal despierto ocupante.
¡Cuándo lograré yo tal ventura!.
Éralo ya, pero el alma lo ignoraba por ventura o barruntábalo solamente, hasta que repentina marca de hierro enrojecido viene a revelarle su esclavitud.
Su hijo mayor está estudiando en un colegio, hace tiempo, y como el muchacho se halla dotado de una energía de voluntad verdaderamente extraordinaria, a pesar de los obstáculos de la miseria y del desamparo en que comenzó sus estudios, pronto podrá ver el resultado de sus afanes y traer al seno de su familia la ventura, tan largo tiempo esperada por sus padres.
Le aterraba el ser expulsado de la catedral, corriendo de nuevo el mundo, a la ventura.
Doña Luz había vivido como en éxtasis, y ahora volvía en sí, y no sólo pensaba en su amor y saboreaba toda su ventura, retrotrayéndola reposadamente a la imaginación, sino que sentía, según suelen sentir las personas todas que se juzgan felices, la necesidad de expansión y el prurito de estar amable, como si quisiera hacerse perdonar el bien que poseía, bien, que, por ser tan poco y tan raro en la tierra, siempre parece que a costa de alguien se disfruta.
Pero si la inteligencia, en el alma que llega a Dios, no ve ni comprende todo su ser, bástale con percibir algún atributo para no quedar perdida y aniquilada en su ventura.
Pero ¿qué mucho si el mismo amor mal pagado suele ser causa de ventura y de gozo íntimo para el amante que prefiere amar, aun sin correspondencia, a que se desprenda y aparte el amor de su alma, dejándola solitaria, seca y vacía? Queda, pues, demostrado así que todo es egoísmo, si bien es fuerza convenir en que hay egoísmos sublimes y merecedores de perpetua alabanza.
¿Te aflige que yo me case? ¿Sientes el modo informal? ¿No lo comprendes bien, inocentona? ¿No caes en que ese bárbaro, egoistón, de Pepe Güeto, presume, y no sin razón, de ser un real mozo, y todo el furor que ha tenido y tiene aún contra mí, estriba en que anhelaba que yo me hubiese enamorado de él por lo triste y por lo serio, y me hubiese puesto a suspirar y a llorar, sin pensar más que en él y no en divertirme? ¿No ves que él se ha enamorado y que su rabia es que no me cree tan enamorada ni tan capaz de enamorarme, porque no hago pucheros y no aburro con lágrimas y sublimidades? ¿Y no calculas, por último, que yo le quiero también? Si no, ¿me casaría? Ya casada, vencido el natural encogimiento que debo guardar, le demostraré mi ternura, y le haré ver que hay un tesoro de ella en mi alma, aunque escondido entre burlas y alegrías, y cuando vea el tesoro, y le goce, y conozca que es suyo, y mejor que cuanto podía él soñar, ha de conocer que no es mi corazón de corcho sino de almíbar y jalea, y se ha de poner como jalea y como almíbar, y ha de bailar y reír de gusto, declarando y confesando que se compaginan bien los regocijos con el verdadero amor, y las risas con la ventura más seria y más grave en el fondo.
No me da pena confesarlo, y óyelo bien, mira que te lo digo sinceramente, como lo siento, como si mi madre me oyera: si te enamoras de Gabriela, si en el amor de esa niña esta cifrada tu felicidad, si ella es para tí dicha y ventura, no vaciles, olvídame, olvida a la pobre Linilla, y ¡se feliz! Ya te lo dije, te lo he dicho muchas veces, todo el anhelo de mi corazón es verte dichoso.
Y en ese coro de vivientes pasionarias, tan americano, tan nuestro, en la sentimental alegoría de la poesía sin ventura, yo creo que la mexicana y la colombiana vienen juntas.
Sus lecturas favoritas, la sarracena ardentía de su sangre española, no les dejan entrever otra ventura que un amor de exceso como dijo el poeta, en donde amor y beso fueran síntesis de la eternidad.
Recordaría esos grabados encantadores en donde Lamartine, de cara al empíreo , increpa al cielo por su ventura perdida, aquellas imágenes de Elvira, de pie en la barca, bajo la luna que entumece los corazones y los lagos.
El dolor, con el cual llegamos a encariñarnos, del cual nos abrazamos perdida toda esperanza de volver a la dicha, deseosos de vivir para él, sólo para él, pasa y se va, huye y no vuelve, nos deja para que brisas de ventura, de una ventura fugaz y efímera también, venga a refrescar nuestra frente y a reanimar el desmayado corazón.
Ganando siete reales por once horas de trabajo, era una sedienta de ideal, y acostumbrada al lenguaje de las madres sin ventura, de las mártires del amor, de todas aquellas señoras pálidas, ojerosas y vestidas de blanco que saludaba en las obras favoritas, hablaba en la intimidad con cierto sabor sentimental de novela por entregas.
Nací condenada al infortunio, nací condenada a padecer, y cuanto es para mí felicidad y ventura perece y se malogra.
¡Qué mayor ventura que no separarme de su lado!.
¡Cuántas historias, cuántos castillos en el aire fundaría sobre cada letra! ¡Cuántos recaditos, cuántos encargos daría a cada punto! ¡Qué ventura para la niña! ¡Pronunciar de una vez para siempre el nombre del dueño de su alma, esculpirlo, grabarlo, eternizarlo.
Durante su niñez, la sin ventura no cambiaría sus habilidades y su talento por la estúpida belleza de sus hermanas.
Para que tales días se pareciesen más a los de marras, el único gusto del joven era pasear por las calles sin rumbo fijo, a la ventura, observando y pensando.
No podía apartar su pensamiento de la persona que un poco más arriba, en la misma casa, había dejado de existir aquella mañana, y se maravillaba de notar en su corazón sentimientos que eran algo más que lástima de la mujer sin ventura, pues entrañaban tal vez algo de compañerismo, fraternidad fundada en desgracias comunes.
Y agarrándose al brazo del joven sin ventura, le llevaron a la alcoba.
¿Por ventura, lo que usted llama no sé cómo, es un pedazo de carne con un rabito que es de hueso?.
Preguntáronle si por ventura comería su merced truchuela, que no había otro pescado que dalle a comer.

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