Ejemplos con uña

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Que sea carne, que carne, gracias a Dios, no le falta, y que vosotros seáis la uña, doyme por satisfechodijo don Ángel.
Para conquistar a Orduña, aunque con gente bisoña, no faltó al Señor de Oña sino el negro de una uña.
Cuando Apolonio progresaba hacia las candilejas, doblando a tiempo la espina, pero sin perder, no obstante, su maravillosa prestancia y pontificia dignidad, una voz emitió clamorosa solicitud: ¡Que nos enseñe el negro de la uña! Truculentos aplausos.
A ti te pasará lo que a Belarmino, si no afilas la uña y te sacudes la mangana y la sandez.
¿No conoces en León a la persona aquí apuntada?siguió Colmenar señalando con la uña el renglón de la lista.
De la su mano derecha a cada cual dióle un dedo con su uña, para que rabuñasen en el corazón de mi hermano el señor mayorazgo.
Aquellos soles huían como el nuestro hacia lo ignorado, con vertiginosas velocidades, pero estaban tan lejos, que transcurrían tres y cuatro mil años sin que la humanidad advirtiese que se hubieran movido en el espacio una distancia mayor que el tamaño de una uña.
Y en el mismo momento brilló un segundo fogonazo, sonó otra detonación, confundiéndose con los ecos aún vivos de la primera, y Batiste sintió en el hombro izquierdo un dolor de desgarramiento, algo así como una uña de acero arañándole superficialmente.
Un brazo de Roseta se había apoyado en su hombro izquierdo, en el mismo sitio donde sufrió el desgarrón de la uña de acero, y en el que ahora sentía un peso cada vez más abrumador.
Y metiéndose la uña del pulgar entre los dientes, tiraba con fuerza, produciendo un chasquido.
¡Por vida de la santísima uña del diablo! Si consigo yo ponerte bueno, mi querida tía, la baronesa de Rothschild, no tendrá más remedio que hincar la jeta y darme lo que necesito.
¿No lo ve usted? ¿pero no lo ve? Porque el que sostenga ahora que estoy loco es el que lo está verdaderamente, y si alguien me lo dice en mi cara, ¡vive Cristo, por la santísima uña de Dios!, que me la ha de pagar.
Los perros de caza, despeados y anhelantes de fatiga, se habían sentado al pie del crucero, el abad picaba con la uña una tagarnina para liar un pitillo, cuyo papel sostenía adherido por una punta al borde de los labios, Primitivo, descansando la culata de la escopeta en el suelo, y en el cañón de la escopeta la barba, clavaba sus ojuelos negros en el recién venido, con pertinacia escrutadora.
Trampeta se quedó un rato pensativo, y con la cuadrada uña del pulgar, quemada del cigarro, se rascó la perilla.
Sé muy bien, como dijo el otro, que por el hilo se saca el ovillo, por la muestra se conoce el paño, y por la uña el león.
Bien esperaba yo en el cielo que ántes que estos mis ojos se cerrasen con el último sueño te habia de ver, hijo mio, y ya que te he visto, venga la muerte, y lléveme desta cansada vida: Has de saber, hijo, que en esta villa vivió la mas famosa hechicera que hubo en el mundo, a quien llamaron la Camacha de Montilla: fué tan única en su oficio, que las Eritos, las Circes, las Medeas, de quien he oido decir que están las historias llenas, no la igualaron: ella congelaba las nubes cuando queria, cubriendo con ellas la faz del sol, y cuando se le antojaba, volvia sereno el mas turbado cielo: traia los hombres en un instante de lejas tierras: remediaba maravillosamente las doncellas que habian tenido algun descuido en guardar su entereza: cubria a las viudas de modo que con honestidad fuesen deshonestas: descasaba las casadas, y casaba las que ella queria: por diciembre tenia rosas frescas en su jardin, y por enero segaba trigo, esto de hacer nacer berros en una artesa, era lo ménos que ella hacia, ni el hacer ver en un espejo, o en la uña de una criatura, los vivos o los muertos que le pedian que mostrase: tuvo fama que convertia los hombres en animales, y que se habia servido de un sacristan seis años en forma de asno real y verdaderamente, lo que yo nunca he podido alcanzar cómo se haga, porque lo que se dice de aquellas antiguas magas, que convertian los hombres en bestias, dicen los que mas saben, que no era otra cosa sino que ellas con su mucha hermosura y con sus halagos atraian los hombres de manera a que las quisiesen bien, y los sujetaban de suerte sirviéndose dellos en todo cuanto querian, que parecian bestias, pero en tí, hijo mio, la esperiencia me muestra lo contrario, que sé que eres persona racional, y te veo en semejanza de perro, si ya no es que esto se hace con aquella ciencia que llaman tropelía, que hace parecer una cosa por otra.
Mi señor don Quijote de la Mancha, que un tiempo se llamó el Caballero de la Triste Figura y ahora se llama el Caballero de los Leones, es un hidalgo muy atentado, que sabe latín y romance como un bachiller, y en todo cuanto trata y aconseja procede como muy buen soldado, y tiene todas las leyes y ordenanzas de lo que llaman el duelo en la uña, y así, no hay más que hacer sino dejarse llevar por lo que él dijere, y sobre mí si lo erraren, cuanto más, que ello se está dicho que es necedad correrse por sólo oír un rebuzno, que yo me acuerdo, cuando muchacho, que rebuznaba cada y cuando que se me antojaba, sin que nadie me fuese a la mano, y con tanta gracia y propiedad que, en rebuznando yo, rebuznaban todos los asnos del pueblo, y no por eso dejaba de ser hijo de mis padres, que eran honradísimos, y, aunque por esta habilidad era invidiado de más de cuatro de los estirados de mi pueblo, no se me daba dos ardites.
Mirad, amigo Sancho respondió el duque: yo no puedo dar parte del cielo a nadie, aunque no sea mayor que una uña, que a solo Dios están reservadas esas mercedes y gracias.
Señor replicó Sancho, si a vuestra merced le parece que no soy de pro para este gobierno, desde aquí le suelto, que más quiero un solo negro de la uña de mi alma que a todo mi cuerpo, y así me sustentaré Sancho a secas con pan y cebolla, como gobernador con perdices y capones, y más que, mientras se duerme, todos son iguales, los grandes y los menores, los pobres y los ricos, y si vuestra merced mira en ello, verá que sólo vuestra merced me ha puesto en esto de gobernar: que yo no sé más de gobiernos de ínsulas que un buitre, y si se imagina que por ser gobernador me ha de llevar el diablo, más me quiero ir Sancho al cielo que gobernador al infierno.
Quedó Sancho de nuevo como si jamás hubiera conocido a su señor, admirado de lo que sabía, pareciéndole que no debía de haber historia en el mundo ni suceso que no lo tuviese cifrado en la uña y clavado en la memoria, y díjole:.
¡Vive el Señor, don bacallao, alma de almirez, cuesco de dátil, más terco y duro que villano rogado cuando tiene la suya sobre el hito, que si arremeto a vos, que os tengo de sacar los ojos! ¿Pensáis por ventura, don vencido y don molido a palos, que yo me he muerto por vos? Todo lo que habéis visto esta noche ha sido fingido, que no soy yo mujer que por semejantes camellos había de dejar que me doliese un negro de la uña, cuanto más morirme.
Mire, señor decía Sancho, que aquí no hay encanto ni cosa que lo valga, que yo he visto por entre las verjas y resquicios de la jaula una uña de león verdadero, y saco por ella que el tal león, cuya debe de ser la tal uña, es mayor que una montaña.

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