Ejemplos con tuteaba

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Ella los tuteaba con una bondad superior.
Martínez se tuteaba con todos los insurrectos que tenía encargo de fusilar así que cayesen en sus manos.
Don Antolín había conocido a Gabriel siendo niño y le tuteaba.
Doña Manolita era la única persona a quien doña Luz tuteaba en Villafría.
¡Ella venía del mundo en que él soñaba a todas horas! ¡Ella figuraba en primera línea en el Olimpo de la Corte! ¡Ella habia conocido a Larra, más glorioso entónces por haberse suicidado, que por haber escrito sus inmortales obras! ¡Ella tuteaba a Espronceda.
¿Cómo no, si de pronto empezó a oír retahíla de palabras ardientes, que jamás oyera ella sino en sueños? Joaquín la tuteaba, Joaquín se extralimitaba de palabra.
Orgaz le llamaba Álvaro por lo muy familiar que era el trato de Paco y de Mesía, y como él tuteaba a Paquito.
-¡Vaya hombre! ¡Ni que yo fuera tu enemigo! ¡Serás diputado nacional! -y me tuteaba, camarada hasta la muerte.
-¡Hola, hola, Casto! -se permitió decirle un vejete, el único que le tuteaba-.
-No te entiendo, bobito -dijo Teresa, sin darse cuenta de que por primera vez le tuteaba.
¡Me tuteaba! Teníame por suyo.
El billete muy breve trazado con trémula mano, no decía más que esto: «Niño mío, pobre náufrago, ¿te ahogas, y aún dudas?» ¡Me tuteaba! El cariño encerrado en esta corta frase hizo explosión en mí.
Javert, sin advertirlo, no lo tuteaba ya.
-Me asustas - dijo Athos, que no le tuteaba sino en las grandes ocasiones-.
Éste se pasaba el día dando vueltas por la tienda, tan pronto dentro como fuera del mostrador, poniéndose y poniendo a sus dependientes en incesante comercio de gustos y de palabras con los compradores, a la mitad de los cuales tuteaba: a los unos, porque los conocía, y a los otros, porque debía conocerlos al cabo de tantos años de vender allí.
-Voy a darte una noticia -le dijo la infanzona, que ya le tuteaba- El domingo se proclama Magdalena.
En su afán la tuteaba y pedía a Dorotea que hiciese lo mismo: más tímida esta no podía adaptarse a una transición tan brusca.
Había, sin embargo, otra dama, de ojos profundos y negros, como los tienen las imágenes, muy joven, muy esbelta, que prodigaba a la del abanico el «señora» a todo pasto, mientras ésta la tuteaba.
Todo esto me pareció bien y muy en su lugar, pero ¿por qué una aldeanuca como la nieta del Marmitón tenía aquellos aires y aquellas travesuras de señorita de ciudad? ¿Por qué se tuteaba con Neluco y había entre los dos una intimidad tan sospechosa?.

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