Ejemplos con tunantes

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Muy pocos sobrevivían y en la cultura popular los llamaban tunantes.
Señor don Jeromo, el mundo está perdido, los tunantes se nos suben a las barbas, y los hombres de bien andamos por los suelos.
Los tunantes van a salirse con la suya.
Llegaron por allí esos tunantes.
Si esto continúa, no me extrañará ver a este pájaro y a otros tan tunantes como él jugando a la rayuela en el crucero ¡Dios me perdone!.
En la descarga que hicieron aquellos tunantes, le habían metido una bala en la pierna derecha.
¿Por escribir a los primos? No, no, no era esto: tres veces les he escrito, y no me han contestado esos tunantes.
De buena gana se escondería detrás de una cortina para estafarles sus secretos a aquel par de tunantes.
¡Qué horror! ¡Ah!, tunantes ¡Bendito Dios!, ¡cómo le han puesto! Anda, ¡que apañado estás!.
A estos tunantes hay que tratarles a la baqueta.
Si no ha visto nunca más que malos ejemplos, ¡si ha vivido siempre con tunantes! Yo pongo en su lugar a la mujer más perfecta, a ver lo que hacía.
Y eran tan tunantes, que después que iban a casa llorándome tocante a la prórroga, me los encontraba en el café atizándose bisteques y vengan copas de ron y marrasquino Lo mismo que aquel tendero de la calle Mayor, aquel Rubio que tenía peletería, ¿se acuerda usted? Un día, finalmente, me trajo su reloj, los pendientes de su mujer, y doce cajas de pieles y manguitos, y aquella misma tarde, aquella mismísima tarde, señora, me le veo en la Puerta del Sol, encaramándose en un coche para ir a los Toros Si son así quieren el dinero, como quien dice, para el materialismo de tirarlo.
Sospechaba quizás que en su ausencia los tunantes hablaban de otro asunto, y se alejó con ánimo de volver y aproximarse cautelosa.
Como si el que más y el que menos de ese atajo de tunantes no tuviese hechos méritos para ir a presidio y al palo, sí señor, ¡al palo!.
Nada, nada, señora, estoy viendo que a lo mejor esos tunantes asaltan la casa y nos llevan a Rosarito.
Llamole el gobierno y pasaba por Villahorrenda para ir a Madrid cuando fue cogido por media docena de tunantes.
Con su parlero trinar se decían aquellos tunantes las mayores insolencias, dándose de picotazos y agitando las alas, así como los oradores agitan los brazos cuando quieren hacer creer las mentiras que pronuncian.
Estos tunantes le robaron todo el dinero que tenía en su casa.
-Pero se escapó, y como nuestros Gobiernos de mantequilla protegen a todos los tunantes, y basta ser realista para ser mimado y recibir confites, Gil de la Cuadra volvió a Madrid y ahí está haciendo su santa voluntad y riéndose de ustedes.
-Que me maten esos perros tunantes, y digo que me maten, porque yo no puedo descuartizarlos a ellos.
Así todas las picardías que cometan en el gobierno se harán públicas, y el número de los tunantes tendrá que ser menor.
¡Dios mío! ¡Esas mujeres que pasan corriendo! Sin duda los muy tunantes intentan deshonrarlas.
Celestino, y cuando este sacudía el polvo de su manteo y alisaba con la manga las rebeldes felpas del sombrero de teja, la puerta se entreabrió, y una cara enjuta, arrugada y morena, con ojos vivarachos y tunantes, una cara de esas que son viejas y parecen jóvenes, o al contrario, cara a la cual daba peculiar carácter toda la boca necesaria para contener dos filas de descomunales dientes, apareció en el hueco.
Puede que esos tunantes tengan el propósito aleve.
-Mantengámonos, pues, a una distancia respetable de esos tunantes.
, eran prosaicamente dos tunantes del peor género, pillos de taberna y autores de robo, que por veinte escudos consintieron en dar fuego a las minas preparadas bajo el cuartel Serristori por los agentes del señor Batarri».
Pedro no pierde ripio de esta escena, y al ver a su caballo levantarse aún, merced a los palos que se le administran, y al contemplar cómo el noble bruto, sin exhalar un quejido, pisa y desagarra sus propias entrañas, patea frenético, y grita pidiendo «¡más caballos!» y llama, porque tarda un instante en aparecer otro de refresco, ladrón al empresario, pillos a los picadores, tunantes a los chulos y estúpido al presidente, pero no vomita estos improperios porque hayan desbandullado a su caballo, no, señor, sino porque el toro, que tal hizo en tan breves instantes, promete hacer mucho más, y es un dolor que no se le ofrezca prontamente abundancia de víctimas.
Al año de servir al canónigo Camoirán se vanagloriaba de haberle salvado varias veces de la bancarrota: sin ella hubiera tirado la casa por la ventana: todo hubiera sido de los pobres y de los tunantes y holgazanes que le saqueaban con la ganzúa de la caridad.
-Señor don Jeromo, el mundo está perdido, los tunantes se nos suben a las barbas, y los hombres de bien andamos por los suelos.
- No te dejes seducir, Jovita, que estos tunantes son muy largos.

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