Ejemplos con trozos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Un skender kebap contiene finas tiras de cane asada, el döner kebap por otra parte tiene pequeños trozos de carne.
Pollipapas: Similar al anterior pero con trozos de pollo a la brasa en vez de hot-dog o chorizo.
En la Edad Media, la fuerza del viento fragmentó las dunas en trozos de forma de W, activándolas en agrupaciones de dunas vivas en V con el frente dirigido hacia el Este, amenazando los campos de cultivo, núcleos de población y destruyendo el bosque primitivo.
Enjutos hidalgos de color enfermizo pasaban silenciosos las horas muertas encendiendo unos manojos de hierbajos, a modo de trozos de cuerda, llamados tobaco , y arrojando humo por su boca como demonios que ardiesen interiormente.
El mundo se descuartiza y los trozos van rodando por el aire.
Un día se presentó en el cuchitril de Belarmino Froilán Escobar, alias el Estudiantón y también Aligator, a que le pusiese palas y medias suelas a un par de botas, que para llegar a ser un verdadero par de botas no necesitaban, además de las palas y de las medias suelas, sino refuerzo en el contrafuerte, unos trozos de la caña y unos cuantos botones.
Hoy le cultiva de frente, y hay trozos en su libro, como el de la lucha de los dos pueblos rivales, o el de la entrada del ganado en las mieses, que parece que están reclamando el antiguo y largo metro épico, solemne y familiar a la vez.
Por fortuna, mientras exista en el mundo la posibilidad de disponer dos trozos de madera en forma de cruzes decir: siempre, la Humanidad seguirá creyendo que es el amor el fundamento de todo orden estable y que la superioridad jerárquica en el orden no debe ser sino una superior capacidad de amar.
De los bordes pendían trozos de madera, pedazos bamboleantes de pavimento, muebles detenidos en mitad de su caída.
Mientras alguna rubia inglesa ejecutaba en el piano trozos de música clásica, y las francesas asían de los cabellos la ocasión de lucir primorosas labores de cañamazo, dando en ellas tres puntos por hora, las españolas, más francas, aceptaban la holgazanería completa, dedicándose a hablar y a manejar el abanico.
Las mayólicas y los platos de Palissy parecían trozos de un bajo fondo submarino, jirones de algún hondo arrecife, o del lecho viscoso de un río, allí entre las algas y fucus resbalaba la anguila reluciente y glutinosa, se abría la valva acanalada de la almeja, coleteaba el besugo plateado, enderezaba su cono de ágata el caracol, levantaba la rana sus ojos fríos, y corría de lado el tenazudo cangrejo, parecido a negro arañón.
En Islandiala última Thule de los antiguosle enseñaron trozos de caoba que la corriente ecuatorial había arrastrado desde las Antillas.
Vistióse canturreando trozos de zarzuela.
Venturita, la faz alterada aún, lo hizo mil trozos.
Fue ese el tópico obligado, y Martí me decía: los suramericanos enviamos trozos humanos putrefactos para que estos países los escarben y examinen, mandamos el rostro ensangrentado de la Patria para que estos países lo abofeteen.
Además, colgaban del techo bacalao y trozos de tasajo americano entre grandes manojos de cebollas y ajos.
Un pan y unos trozos de bacalao seco eran su comida.
En la puerta del cafetín amontonábase la granujería, siguiendo con mirada ávida el voltear de los trozos de pasta entre las burbujas del aceite, y dentro del establecimiento, los hombres, formando corrillos ante el mostrador, hablaban a gritos o se impacientaban al ver que el cafetinero, según propia afirmación, no tenía bastantes manos para servir a todos.
Y pasaron a los platos los trozos de la gallina: la jugosa pechuga, el cuello cartilaginoso, los melosos muslos y el armazón chorreando grasa, que chupaba doña Manuela con un regodeo de gata golosa.
Sobre la mesa aparecían las doradas naranjas de terso cutis, el de Alberique, con miga porosa, la corteza obscura y barnizada y el vértice nevado, y las bandejas de dulce seco, confitería indígena, sólida y empalagosa: peras verdosas con la dureza del azúcar petrificado, limoncillos de las monjas de Sagunto, trozos de melón, yemas envueltas en rizados moñetes de papel, todo destilando azúcar y atrayendo a los insectos que revoloteaban en torno de la luz.
Si la pereza del trabajo material no se apoderase de nuestra mano, citaríamos en montón trozos de riquísima prosa, en que con la rapidez del relámpago pasa una idea brillante, una observación cáustica, un gemido seco, una alegría infantil, sobre el tranquilo reposo de un periodo, ajeno a tales sensaciones por el objeto que describe o el sentimiento que analiza.
Como estilista sin rival, como personalidad sin parecido en el terreno de las letras, donde brilla la figura de Alarcon con luz propia y bellísima, sirven de ejemplos constantes , , los trozos del y las , donde hay diálogos, descripciones y discursos que bastan por sí solos a hacer este libro una joya más de nuestra literatura, y un digno modelo para los que se dediquen en España a esta forma tan dificil y compleja, tan sin reglas y sin criterio, como que responde a la manera pública que tienen de manifestarse cosas tan difíciles de manosear, como el hogar doméstico, la fiesta de familia, la aventura galante, y todo ese mundo de acciones individuales que, por medio de la imprenta periódica, tienen su crítica constante en las columnas de los periódicos.
En aquel telón había racimos de dátiles colgados de una percha, puntillas blancas que caían de un palo largo, en ondas, como los vástagos de una trepadora, pelmazos de higos pasados, en bloques, turrón en trozos como sillares que parecían acabados de traer de una cantera, aceitunas en barriles rezumados, una mujer puesta sobre una silla y delante de una jaula, mostrando dos pajarillos amaestrados, y luego montones de oro, naranjas en seretas o hacinadas en el arroyo.
A trozos, el paisaje azuleaba con la plateada hoja de los olivos, más allá las viñas lo alegraban con la verde gala del pámpano.
Diego de Carriazo: vuesa merced saque los trozos que faltan a esta cadena, y el señor corregidor sacará el pergamino que está en su poder, y hagamos la prueba que ha tantos años que espero a que se haga.
Cotejáronse luego los trozos de la cadena, y hallaron ser las señas verdaderas.
—Yo, señor huésped, vengo a quitaros una prenda mia, que ha algunos años que teneis en vuestro poder, para quitárosla os traigo mil escudos de oro y estos trozos de cadena, y este pergamino.
Fué el huésped por ello, y trayéndoselo, vió que era así como le habia dicho: la cadena era de trozos, curiosamente labrada: en el pergamino estaban escritas, una debajo de otra, en el espacio que habia de henchir el vacío de la otra mitad, estas letras: E.
Cuando volvió estaba ya la niña dada a criar por mi órden con nombre de mi sobrina, en una aldea dos leguas de aquí: en el bautismo se le puso por nombre Costanza, que así lo dejó ordenado su madre, la cual contenta de lo que yo habia hecho, al tiempo de despedirse me dió una cadena de oro que hasta ahora tengo, de la cual quitó seis trozos, los cuales dijo que traeria la persona que por la niña viniese: tambien cortó un blanco pergamino a vueltas y a ondas, a la traza y manera como cuando se enclavijan las manos, y en los dedos se escribe alguna cosa, que estando enclavijados los dedos se puede leer, y despues de apartadas las manos queda dividida la razon, porque se dividen las letras, que en volviendo a enclavijar los dedos se juntan y corresponden de manera que se pueden leer continuadamente: digo que el un pergamino sirve de alma del otro, y encajados se leerán, y divididos no es posible, si no es adivinando la mitad del pergamino, y casi toda la cadena quedó en mi poder, y todo lo tengo, esperando el contraseño hasta ahora, puesto que ella me dijo que dentro de dos años enviaria por su hija, encargándome que la criase no como quien ella era, sino del modo que se suele criar una labradora.
Dábanle voces sus amos que no le diese tanto y que le dejase, pero estaba ya el mozo picado y no quiso dejar el juego hasta envidar todo el resto de su cólera, y, acudiendo por los demás trozos de la lanza, los acabó de deshacer sobre el miserable caído, que, con toda aquella tempestad de palos que sobre él vía, no cerraba la boca, amenazando al cielo y a la tierra, y a los malandrines, que tal le parecían.

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