Ejemplos con tristeza

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Parecía su pelo rizoso ese pelo de estopa apolillada de las muñecas viejas, que se cae, al pasarle la mano, en una polvorienta tristeza.
Españolay española del sur, de la Andalucía melancólica y riente, que es una Castilla más suave y refinada, más amanerada y elegantees la poesía de Juan Ramón Jiménez: andaluza es su tristeza nativa, su alegría dolorosa, su dejadez y abandono, su reconcentramiento altivo, su sobriedad de gesto y abundancia de expresión, su suprema distinción y elegancia inexplicables e inconfundibles.
Ahora, que la cabeza de Apolonio se enderezaba con cierto alarde confiado y olímpico, y, en cambio, la del señor Novillo pesaba sobre el pestorejo y el cuello, abombándolos en redor, y de los ojos se rezumaba una tristeza irracional.
Es tradición milenaria que en el equinoccio de septiembre el seráfico y mansueto pastor San Francisco se siente malhumorado por una vez, descíñese el cordón, lo blande sobre el cielo a guisa de honda, acuden los rebaños de nubes, revientan los odres donde se guardan los vientos, rómpense las esclusas de las aguas celestes, se embravecen los mares, zozobran las barcas pescadoras, huyen las aves trashumantes, corren las bestias a sus cubiles, guarécense los hombres en el hogar y el corazón se empapa en una tristeza que es como el llanto de las cosas perecederas.
Apolonio, en aquellos instantes, flotaba sobre la tristeza del mundo y sobre las nubes luctuosas, como el espíritu melodioso de Jehová sobre el caos primieval.
Si no veo los campos y los caminos, muérome de tristeza.
Volvían a caer, cubriendo los ojos mates, entelados, sin reflejo, con la tristeza gris de la muerte.
Hablaba con lentitud, con una tristeza reposada, como hombre acostumbrado a las miserias de un mundo del que pronto había de salir.
Batiste entró en la barraca, blanca y pulcra como siempre, con los azulejos luminosos y todos los muebles en su sitio, pero que parecía envuelta en la misma tristeza de una sepultura limpia y brillante.
Pero a solas, el buen Batiste lamentaba la tristeza de la pobre muchacha.
Batiste, en medio de la tristeza que le infundía este vacío, experimentó una ligera satisfacción.
Pero este triunfo le llenaba de tristeza.
De repente me sentí acometido de profunda tristeza.
¿Qué harían sin mí las pobres ancianas? ¿Qué harían si yo me iba? Tendrían más dinero, es cierto, pero se quedarían solas, como abandonadas, sin más amigos que un viejo servidor trabajado y achacoso, un médico tan pobre como ellas, y un dómine que se moría de tristeza y ¡de hambre!.
Sólo yo no lo tengo para nada, porque la tristeza me mata.
El mismo, en cierto modo, participaba de nuestra tristeza.
Mis tías ocultaban su tristeza.
¡Cuidadito! El dice que en las casas bien arregladas no dura mucho la tristeza, que en una mesa bien servida, aunque no haya en ella ricos manjares, ni perdices, ni lampreas, no falta la alegría.
Linilla sonreía alegremente, pensando en la próxima llegada de su protector, pero no podía disimular su tristeza.
Aquel recuerdo me llenó de tristeza.
Salí de la botica contagiado de tristeza pedagógica.
Al anuncio de las rifas se regocijaban mis paisanos, y huía de Villaverde la budística tristeza que de ordinario la consume.
Velaba su rostro una sombra de repentina tristeza.
No sólo me detenía en la budística ciudad el amor de los míos, no, cuando me ocurría que acaso sería preciso ausentarme, pensaba yo con tristeza en Angelina.
Don Román, severo e irascible, dictó nuevas órdenes, amenazó con duros castigos, y luego, haciendo un gesto de dolor, pronto borrado por una expresión resignada de tristeza, vino al estrado.
Honda tristeza se apoderaba de mi espíritu, y lento, retrasado, perezoso, volvía yo al colegio, entregado a la subyugadora melancolía que despierta en los jóvenes el espectáculo siempre nuevo de la tarde moribunda, de la llegada de la noche.
A la pobreza debemos atribuir la indiferencia de los caracteres y la tristeza de las almas.
Esta tristeza de las almas, en contraste con el risueño aspecto de los campos, trasciende a todo: a los edificios, a las calles, a los trajes, a las personas, a su trato, a sus maneras y a su lenguaje.
Ahora me daba yo cuenta de la tristeza que informaba sus cartas, ahora estimaba yo en lo justo la magnitud de sus afanes y de sus sacrificios.
Inocencio en presencia de la amiga de éste, que su humildad nativa tomaba un tinte extraño de tristeza.

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