Ejemplos con tranquilizaos

Paine interviene: Tranquilizaos, la gente vive de maneras distintas , Yuna: Sí, pero los amigos no se dicen cosas así .

-Sí, señora, comprendo -dijo el conde examinando al niño-, pero tranquilizaos, nada le ha sucedido, y sólo el miedo ha embargado sus sentidos.

-Os engañáis -dijo Morcef con sombría sonrisa-, no hablo con relación al matrimonio, y si me he dirigido al señor Cavalcanti, ha sido porque he creído ver en él la intención de intervenir en nuestra discusión, y tenéis razón, hoy estoy con ganas de buscar disputa, pero tranquilizaos, señor Danglars, la preferencia es vuestra.

-Sí, madre mía, sí -dijo Alberto-, volveré, ¡ah!, tranquilizaos, ¡y ay del infame.

-Tranquilizaos, caballero, no es en mi casa donde se hará caso de tales cosas.

Tranquilizaos, ésta es nuestra salvación.

-¡Oh!, tranquilizaos -dijo Maximiliano deteniéndose a tres pasos de la puerta-, no tengo la intención de hacer a nadie responsable de los rigores a que la suerte me destina.

-¡Ah!, tenéis razón, aún no os he respondido, tranquilizaos, señora, tendremos aquí esta noche al hombre de moda, somos de sus privilegiados.

-¡Oh!, tranquilizaos, señor abate -dijo el desconocido-, en todo caso, pondremos a cubierto vuestra conciencia.

-¡Oh!, tranquilizaos, si hablo por enigmas, no tardaré en daros la solución -repuso Danglars-.

-Tranquilizaos, mi querido Maximiliano, entienden de eso.

-Tranquilizaos, amigo mío -dijo el conde con aquella sonrisa que tan terrible y tan bondadosa podía ser, según su voluntad, y que esta vez no expresaba más que bondad-, no soy un jefe que vengo a inspeccionar vuestras acciones, sino un simple viajero conducido por la curiosidad, y que empieza a echarse en cara su visita al ver que os hace perder vuestro tiempo.

-¡Oh!, tranquilizaos, estamos solos -dijo Andrés-, además hablamos el italiano.

-Tranquilizaos, caballero -respondió el joven, recobrando su aplomo a medida que el conde hablaba-, los raptores que me alejaron de mi padre, y que sin duda se proponían venderme más tarde, como en efecto hicieron, calcularon que para sacar más partido de mí, era necesario dejarme todo mi valor personal y aumentarlo, si era posible, he recibido, pues, una buena educación, y he sido tratado por los ladrones de niños como lo eran en Asia los esclavos, a los cuales sus amos les hacían seguir las carreras de médicos, filósofos, etc.

-No, yo no quiero colocarme entre un padre y un hijo, estaréis solos, señor mayor, pero tranquilizaos, en el caso en que no le reconocierais, os daré algunas señas: es un joven rubio, demasiado rubio, de modales desenvueltos, esto os bastará.

Y ¡cómo la necesitaba mi conciencia! Pero tranquilizaos, señor.

-No, querido -repuso el joven incrustándose en el diván-, tranquilizaos.

-El caso es -dijo el conde- que si no llegáis a encontrarme en casa, hubiera sido una aventura que hubiese costado bastante cara a vuestro amigo, pero tranquilizaos, tan sólo le costará el susto.

Dice que no os creerá enteramente, pero yo sí os creeré, tranquilizaos, pues, y hablad.

-Tranquilizaos, amigo mío -dijo el abate- soy sacerdote y las confesiones mueren en mi seno.

No, no, tranquilizaos.

-No, no, tranquilizaos.

Pero tranquilizaos, que no estoy loco.

Por otra parte, tranquilizaos, amigo, que no estará vacío mucho tiempo este calabozo que yo voy a abandonar.

-No, no, tranquilizaos, no moriréis.

-¡Oh, tranquilizaos! Seguramente habrá sido transportado a Fenestrelles, a Pignerol o a las islas de Santa Margarita.

Tranquilizaos pues, caballero, mas no por eso estéis menos seguro de nuestra real gratitud.

-Tranquilizaos, pronto se reparará el error, y probablemente no llegaré a entrar en la cárcel.

-Tranquilizaos, caballero -le dijo-, quizá se habrá olvidado vuestro hijo de algunos de los requisitos que exigen la aduana o la sanidad.

Sin embargo, tranquilizaos, no gastaré más tiempo que el de ida y vuelta.