Ejemplos con tradición

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Su padre había sido oficial de la Armada, siguiendo una tradición de la familia.
¡Que no la hablasen de Jaime Febrer, el antiguo marino! Ella era una verdadera , una defensora de la tradición, y hacía sacrificios para que España fuese gobernada por caballeros.
Su abuelo le había contado, siendo niño, la tradición de cavernas submarinas que contenían tesoros, cuevas de los sarracenos y normandos que habían sido muradas con pedruscos, perdiéndose después el secreto del escondrijo.
Es tradición milenaria que en el equinoccio de septiembre el seráfico y mansueto pastor San Francisco se siente malhumorado por una vez, descíñese el cordón, lo blande sobre el cielo a guisa de honda, acuden los rebaños de nubes, revientan los odres donde se guardan los vientos, rómpense las esclusas de las aguas celestes, se embravecen los mares, zozobran las barcas pescadoras, huyen las aves trashumantes, corren las bestias a sus cubiles, guarécense los hombres en el hogar y el corazón se empapa en una tristeza que es como el llanto de las cosas perecederas.
De la veneración piadosa del pasado, del culto de la tradición, por una parte, y por la otra del atrevido impulso hacia lo venidero, se compone la noble fuerza que, levantando el espíritu colectivo sobre las limitaciones del presente, comunica a las agitaciones y los sentimientos sociales un sentido ideal.
Todo elemento noble de aquella civilización, todo lo que la vincula a generosos recuerdos y fundamenta su dignidad históricael legado de los tripulantes del , la memoria de los patricios de Virginia y de los caballeros de la Nueva Inglaterra, el espíritu de los ciudadanos y los legisladores de la emancipación, quedarán dentro de los viejos Estados donde Boston y Filadelfia mantienen aún, según expresivamente se ha dicho, el palládium de la tradición washingtoniana.
Con relación a los sentimientos morales, el impulso mecánico del utilitarismo ha encontrado el resorte moderador de una fuerte tradición religiosa.
Ellos han sabido salvar, en el naufragio de todas las idealidades, la idealidad más alta, guardando viva la tradición de un sentimiento religioso que, si no levanta sus vuelos en alas de un espiritualismo delicado y profundo, sostiene, en parte, entre las asperezas del tumulto utilitario, la rienda firme del sentido moral.
Pero en ausencia de esa índole perfectamente diferenciada y autonómica, tenemoslos americanos latinosuna herencia de raza, una gran tradición étnica que mantener, un vínculo sagrado que nos une a inmortales páginas de la historia, confiando a nuestro honor su continuación en lo futuro.
He leído en , que cuando un buque de vapor surcó por primera vez las ondas del Canal de la Mancha, los campesinos de Jérsey lo anatematizaban en nombre de una tradición popular que consideraba elementos irreconciliables y destinados fatídicamente a la discordia, el agua y el fuego.
La tradición le llamó después, en la memoria de los hombres, el rey hospitalario.
Agarrose, como nadador inexperto, a los hombros de tan prácticos buzos, y acá me sumerjo, y acullá me pongo a flote, fue sorteando los furiosos vendavales que azotaron a España, y continuando la tradición venerable de los Mirandas.
Además, entendía el matrimonio con arreglo a la tradición familiar: la mujer dueña absoluta del interior de la casa, pero confiada en los asuntos exteriores a la voluntad del señor, del guerrero, del jefe del hogar, sin permitirse pensamientos ni objeciones sobre sus actos.
Todos estos villancicos antiguos son de origen español,dijo el cura,y yo advierto que la tradición los conserva aquí constantemente como en mi país.
En ello, señores, no hizo Martí más que seguir aquella vieja tradición de sus mayores, de nuestros mayores, sería mejor decir, ya que la firme decisión del sacrificio había de ser la única arma de bastante temple para proporcionar a los cubanos la victoria, remota y casi inasequible.
Quedaba atrás, confundiéndose con otras montañas, el famoso pico de Banderas, con su castillete abandonado que recordaba la heroica Noche Buena de Espartero, el combate de Luchana, milagro de la leyenda dorada del liberalismo, que aún vivía en todas las memorias agrandado por las fantásticas proporciones que da la tradición.
Y Cristina daba a entender en su gesto la diferencia inabordable que aún existía para ella, entre la aristocracia antigua, defensora de la tradición, y aquella otra recién formada é hija de la fortuna, a la cual se había dignado descender.
Vivían confundidos cristianos y musulmanes, árabes puros, sirios, egipcios, mauritanos, judíos de tradición hispánica y judíos de Oriente, dando lugar a los cruzamientos y mesticismos de mozárabes, mudejares, muladíes y hebraizantes.
Por él pasaba aquella cultura joven y vigorosa, de rápido y asombroso crecimiento, que vencía apenas acababa de nacer: una civilización creada por el entusiasmo religioso del Profeta, que se había asimilado lo mejor del judaismo y la cultura bizantina, llevando además consigo la gran tradición india, los restos de la Persia y mucho de la misteriosa China.
Confiados a la tradición y transmitiéndose de oído, los cantos religiosos se desfiguraban y corrompían.
La Iglesia, anciana venerable que Gabriel había visto en su país inmóvil, con majestad hierática, sin dignarse tocar un solo pliegue de su manto para no perder el polvo de los siglos, se agitaba en Francia queriendo remozarse, arrojaba a un lado las vestiduras de la tradición, como harapos vetustos que la ponían en ridículo, y distendía sus miembros con esfuerzo desesperado, para acoplarse dentro de la moderna armadura de la ciencia, la gran enemiga del ayer, la gran triunfadora del presente, cuya aparición había sido saludada con hogueras y bochornosas abjuraciones.
El viejo jardinero murió tranquilo viendo a toda su familia al servicio de la catedral, sin que se interrumpiese la sana tradición de los Luna.
Diógenes, por el contrario, vivía en una modesta , y sentábase de diario a la primera mesa que hallaba puesta, sin esperar a que le invitasen, por cierta especie de derecho de cuchara que garantía su poquísima vergüenza, por una tradición constante que la inveterada costumbre había convertido en ley escrita en las pandectas de la capigorronería madrileña.
, todos saben algo, todos reconocen a alguna persona, todos representan una ingratitud, una injusticia, una decepción, una desgracia, un escándalo, una ruina!—¡Y todos dicen muy principalmente aquella gran verdad de que Madrid es una casa de huéspedes, donde no hay familia, ni hogar, ni casa, ni recuerdos, ni veneración, ni tradición, ni costumbres, ni.
Verdad es que los dos caciques aún continúan disputándose el mero y mixto imperio, mas ya parece seguro que Barbacana, representante de la reacción y la tradición, cede ante Trampeta, encarnación viviente de las ideas avanzadas y de la nueva edad.
No desmintiendo éstos la hospitalaria tradición campesina, hicieron pasar a los visitadores, quieras no quieras, al comedor, donde un mármol se hubiera reído también observando cómo la mesa del refresco, la misma en que comían a diario los dueños de casa, tenía dos escotaduras, una frente a otra, sin duda destinadas a alojar desahogadamente la rotundidad de un par de abdómenes gigantescos.
A no ser por semejante desgracia, acaso hubiera tenido carrera: los Moscosos conservaban, desde el abuelo afrancesado, enciclopedista y francmasón que se permitía leer al , cierta tradición de cultura trasañeja, medio extinguida ya, pero suficiente todavía para empujar a un Moscoso a los bancos del aula.
Este tal caballo, según es tradición antigua, fue compuesto por aquel sabio Merlín, prestósele a Pierres, que era su amigo, con el cual hizo grandes viajes, y robó, como se ha dicho, a la linda Magalona, llevándola a las ancas por el aire, dejando embobados a cuantos desde la tierra los miraban, y no le prestaba sino a quien él quería, o mejor se lo pagaba, y desde el gran Pierres hasta ahora no sabemos que haya subido alguno en él.
Volvímosle boca abajo, volvió mucha agua, tornó en sí al cabo de dos horas, en las cuales, habiéndose trocado el viento, nos convino volver hacia tierra, y hacer fuerza de remos, por no embestir en ella, mas quiso nuestra buena suerte que llegamos a una cala que se hace al lado de un pequeño promontorio o cabo que de los moros es llamado el de La Cava Rumía, que en nuestra lengua quiere decir La mala mujer cristiana, y es tradición entre los moros que en aquel lugar está enterrada la Cava, por quien se perdió España, porque cava en su lengua quiere decir mujer mala, y rumía, cristiana, y aun tienen por mal agüero llegar allí a dar fondo cuando la necesidad les fuerza a ello, porque nunca le dan sin ella, puesto que para nosotros no fue abrigo de mala mujer, sino puerto seguro de nuestro remedio, según andaba alterada la mar.
¿No han vuestras mercedes leído respondió don Quijote los anales e historias de Ingalaterra, donde se tratan las famosas fazañas del rey Arturo, que continuamente en nuestro romance castellano llamamos el rey Artús, de quien es tradición antigua y común en todo aquel reino de la Gran Bretaña que este rey no murió, sino que, por arte de encantamento, se convirtió en cuervo, y que, andando los tiempos, ha de volver a reinar y a cobrar su reino y cetro, a cuya causa no se probará que desde aquel tiempo a éste haya ningún inglés muerto cuervo alguno? Pues en tiempo de este buen rey fue instituida aquella famosa orden de caballería de los caballeros de la Tabla Redonda, y pasaron, sin faltar un punto, los amores que allí se cuentan de don Lanzarote del Lago con la reina Ginebra, siendo medianera dellos y sabidora aquella tan honrada dueña Quintañona, de donde nació aquel tan sabido romance, y tan decantado en nuestra España, de:.

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