Ejemplos con tormento

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Añádase, en honor de la verdad, que el tormento surtía contrapuestos efectos en Novillo que en Felicita, pues a Novillo no le robaba carnes, antes se las añadía.
Tornos enormes marcaban en la penumbra sus ruedas dentadas y mohosas, sus manivelas y maromas, como olvidados aparatos de tormento.
Se desconfiaba del juez por culto y escrupuloso y se echaba mano del esbirro, pidiéndole que renovase los antiguos aparatos de tormento.
Después ya no quiso suplicar, conociendo de antemano la respuesta: Era un tormento calculado: le ofrecían agua cuanta quisiera, pero luego que delatase los nombres de los culpables, afirmando lo que no sabía.
Antes, mucho antes, había sido el propietario de todo aquello un gran señor, que al morir depositó sus pecados y sus fincas en el seno de la comunidad, y ahora ¡ay! pertenecían a don Salvador, un vejete de Valencia, que era el tormento del tío , pues hasta en sueños se le aparecía.
En unos cuantos años de fatigosa peregrinación por las carreteras de la provincia, comiendo mal, durmiendo al raso y sufriendo el tormento de pasar meses enteros lejos de la familia, a la que adoraba con el afecto reconcentrado de hombre rudo y silencioso, Batiste sólo experimentó pérdidas y vió su situación cada vez más comprometida.
¡Insufrible tormento! Marchando junto a sus carros cargados de estiércol o montados en sus borricos sobre los serones vacíos, encontró en el hondo camino de Alboraya a muchos de los que habían presenciado el juicio.
Pero había otra consideración que le dolía más, que la tenía llena de sobresalto, y que, agravándose cada día, llegó a ser para la Condesa un tormento continuo.
Desde por la mañana tenía que endosarse el chaqué y el sombrero de copa, para estar dispuesto a acompañar a la señora, oíase llamar torpe a todas horas porque en las visitas cerraba la boca, o si la abría era para soltar ingenuidades y franquezas que recordaban su origen, y ¡oh tormento insufrible! Su Manolita no le permitía jamás que se quitara los guantes y hasta quería que comiese con ellos, para irsegún ella decíaacostumbrándose a los usos de la gente elegante.
Para mayor tormento del pobre muchacho, los dos viejos cínicos del cafetín hablaban a gritos, y por más esfuerzos que hacía, sus palabras le obsesionaban, le hacían olvidar su papel de poeta desesperado e infeliz, del que en el fondo se hallaba satisfecho.
Un taller que se perdía de vista, ocupando todo el último piso del caserón, un bosque de maderos y cuerdas, invadidos por las telarañas, una confusión de telares que, inactivos y muertos, parecían siniestras guillotinas, complicadas máquinas de tormento.
A ella le era muy difícil representar y fingir, por lo que su tormento se crecía considerablemente.
Parecía natural que en mi casa me viera yo libre de este tormento.
Puedes hacerte cargo de mi tormento, y de lo que yo sufriría teniendo que considerar y proteger, por escrúpulo de conciencia, a una mujer que no me inspira ningún afecto, ninguno, y que últimamente me inspiraba antipatía, porque Fortunata, créelo como el Evangelio, es de tal condición, que el hombre más enamorado no la resiste un mes.
Pero lo que más tormento daba a Maximiliano era la distinta impresión que sacaba todos los jueves de la visita que a su futura hacía.
Vamos, que semejante idea le aterraba! En tal caso no tenía más remedio que volverse él santito también, dedicarse a la Iglesia y hacerse cura ¡Jesús qué disparate! ¡Cura!, ¿y para qué? De vuelta en vuelta, su mente llegó a un torbellino doloroso en el cual no tuvo ya más remedio que ahogar las ideas, para librarse del tormento que le ocasionaban.
Tu adorado tormento, tu Cómo se llamaba o cómo se llama porque supongo que vivirá.
Del tormento que estas ideas daban a su alma se defendía Barbarita con su ardiente fe religiosa.
Cerca de dos horas estuvo en las garras del horrible demonio amarillo, cuyos resplandecientes ojos de oro producen tormento y fascinación.
—¡Gentil ánimo para jitano! ¿cómo podréis, Andres, sufrir el tormento de toca, pues no podeis llevar el de un papel?.
—¡Oh lamentables ruinas de la desdichada Nicosia, apénas enjutas de la sangre de vuestros valerosos y mal afortunados defensores! Si como careceis de sentido, le tuviérades ahora, en esta soledad donde estamos, pudiéramos lamentar juntamente nuestras desgracias, y quizá el haber hallado compañía en ellas aliviaria nuestro tormento: esta esperanza os puede haber quedado, mal derribados torreones, que otra vez, aunque no para tan justa defensa como la en que os derribaron, os podeis ver levantados, mas yo desdichado ¿qué bien podré esperar en la miserable estrecheza en que me hallo, aunque vuelva al estado en que estaba ántes deste en que me veo? tal es mi desdicha, que en la libertad fuí sin ventura, y en el cautiverio ni la tengo ni la espero.
Y al par de mi deseo, que se esfuerza a decir mi dolor y tus hazañas, de la espantable voz irá el acento, y en él mezcladas, por mayor tormento, pedazos de las míseras entrañas.
Fue en fragante, no hubo lugar de tormento, concluyóse la causa, acomodáronme las espaldas con ciento, y por añadidura tres precisos de gurapas, y acabóse la obra.
Señor caballero, cantar en el ansia se dice, entre esta gente non santa, confesar en el tormento.
A este pecador le dieron tormento y confesó su delito, que era ser cuatrero, que es ser ladrón de bestias, y, por haber confesado, le condenaron por seis años a galeras, amén de docientos azotes que ya lleva en las espaldas.
Y, volviéndose a todos los de la cadena, dijo: De todo cuanto me habéis dicho, hermanos carísimos, he sacado en limpio que, aunque os han castigado por vuestras culpas, las penas que vais a padecer no os dan mucho gusto, y que vais a ellas muy de mala gana y muy contra vuestra voluntad, y que podría ser que el poco ánimo que aquél tuvo en el tormento, la falta de dineros déste, el poco favor del otro y, finalmente, el torcido juicio del juez, hubiese sido causa de vuestra perdición y de no haber salido con la justicia que de vuestra parte teníades.
Sucedió en este tiempo que una de las cabalgaduras en que venían los cuatro que llamaban se llegó a oler a Rocinante, que, melancólico y triste, con las orejas caídas, sostenía sin moverse a su estirado señor, y como, en fin, era de carne, aunque parecía de leño, no pudo dejar de resentirse y tornar a oler a quien le llegaba a hacer caricias, y así, no se hubo movido tanto cuanto, cuando se desviaron los juntos pies de don Quijote, y, resbalando de la silla, dieran con él en el suelo, a no quedar colgado del brazo: cosa que le causó tanto dolor que creyó o que la muñeca le cortaban, o que el brazo se le arrancaba, porque él quedó tan cerca del suelo que con los estremos de las puntas de los pies besaba la tierra, que era en su perjuicio, porque, como sentía lo poco que le faltaba para poner las plantas en la tierra, fatigábase y estirábase cuanto podía por alcanzar al suelo: bien así como los que están en el tormento de la garrucha, puestos a toca, no toca, que ellos mesmos son causa de acrecentar su dolor, con el ahínco que ponen en estirarse, engañados de la esperanza que se les representa, que con poco más que se estiren llegarán al suelo.
De la dulce mi enemiga nace un mal que al alma hiere, y, por más tormento, quiere que se sienta y no se diga.
¡Sesenta mil satanases te lleven a ti y a tus refranes! Una hora ha que los estás ensartando y dándome con cada uno tragos de tormento.
-Amor, cuando yo pienso en el mal que me das, terrible y fuerte, voy corriendo a la muerte, pensando así acabar mi mal inmenso, mas, en llegando al paso que es puerto en este mar de mi tormento, tanta alegría siento, que la vida se esfuerza y no le paso.

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