Ejemplos con tomé

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Las tomé, agradecido, y le dí una al borriquillo débil, como dulce consuelo, otra a Platero, como premio áureo.
He callado hasta hoy, porque lo tomé como una locura fugitiva.
Nos arrodillamos ante la imagen, tomé la mano de Angustias y dije: Ante la reina de los cielos, te prometo casarme contigo.
Lo que yo tomé por enfermedades, eran las molestias del estado Sí, ahora lo comprendo muy bien, ¡pero qué tonta soy! ¿Cómo no lo conocí antes? Parece que una cosa tan grande, debía adivinarla sin que nadie me lo advirtiese.
Pues entonces, ¿por qué vivimos juntos con los Gonzalvo? Yo no los conocía, pero ahora le tomé cariño a ella, y eso de irme, dejándola tan mala.
Aquello me puso silencioso, y así tomé asiento junto a un buen fuego que ardía en la humilde chimenea del saloncito.
El estilo plateresco mostraba su gracia juguetona en la portada del claustro, y hasta el arte churrigueresco tenía la mayor de sus muestras en el famoso transparente de Tomé, que rompe la bóveda detrás del altar mayor para dar luz al ábside.
Ayer mismo, en Madrid, me dijeron que iría de nuevo a la cárcel si prolongaba allí mi estancia, y por la tarde tomé el tren.
Un campanillazo la separó de mí, y yo tomé el sombrero y me fuí a la casa de Castro Pérez.
Cierto día, aburrido de pasar el tiempo entre cuatro paredes, tomé el sombrero y me fuí de tertulia a la casa de don Procopio.
Me despedí del buen anciano, y tomé calle arriba, hasta el cementerio de San Antonio.
Tomé por las calles más apartadas y solitarias, temeroso de que las gentes me vieran a caballo.
Y tomé el camino de la hacienda.
Deshice el intacto lecho, revolviendo sábanas y colchas, tomé el sombrero y el gabán, y salí al corredor.
Tomé el sombrero y me dispuse a salir antes de que acabara la tertulia.
Tomé por calles que conducían a la casa paterna.
Tomé uno, La Novia de Lammermoor.
Tomé la pluma y escribí: Si el señor Licenciado Castro Pérez se digna recibirme en su casa, procuraré servirle con toda fidelidad.
Tomé las manos de la joven y las llevé a mis labios.
Tomé chocolate,—me levanté,—me lavé,—medio me vestí,—leí los periódicos,—escribí dos cartas,—almorcé,—acabé de vestirme,—fuí a casa de Antonio,—disputé sobre geología,—comí,—dí un paseo,—fuí al café,—tomé un sorbete,—entré en casa de la baronesa,—me dió té,—vine acá,—me senté al balcón al fresco,—y ahora voy a acostarme.
Y cuando tomé la medicina aquella que sabía tan mal, me dio mi tía dos duritos, y cada vez que había que tomar purga un durito o medio durito.
Los capones de este son muy ricos También les tomé el peso.
Entonces, tocayo de mi arma, viendo que me querían meter en el estaribel y enredarme con los guras, tomé el olivo y no juimos a Cartagena.
Hablamos cuatro palabras nada más, y volví y me colé en la casa, y me hice amigo de la tía y hablamos, y una tarde salió el picador de entre un montón de banastas donde estaba durmiendo la siesta, todo lleno de plumas, y llegándose a mí me echó la zarpa, quiero decir, que me dio la manaza y yo se la tomé, y me convidó a unas copas, y acepté y bebimos.
Estando yo un día en el Alcaná de Toledo, llegó un muchacho a vender unos cartapacios y papeles viejos a un sedero, y, como yo soy aficionado a leer, aunque sean los papeles rotos de las calles, llevado desta mi natural inclinación, tomé un cartapacio de los que el muchacho vendía, y vile con caracteres que conocí ser arábigos.
No caí dijo Sancho Panza, sino que del sobresalto que tomé de ver caer a mi amo, de tal manera me duele a mí el cuerpo que me parece que me han dado mil palos.
Tomé y leí la carta, la cual venía tan encarecida que a mí mesmo me pareció mal si mi padre dejaba de cumplir lo que en ella se le pedía, que era que me enviase luego donde él estaba, que quería que fuese compañero, no criado, de su hijo el mayor, y que él tomaba a cargo el ponerme en estado que correspondiese a la estimación en que me tenía.
Y luego, sin aguardar respuesta mía, se quitó de la ventana, aunque primero vio cómo yo tomé la carta y el pañuelo, y, por señas, le dije que haría lo que me mandaba.
En resolución, yo le hice desatar, y tomé juramento al villano de que le llevaría consigo y le pagaría un real sobre otro, y aun sahumados.
Tomé mi buen dinero, quebré la caña, volvíme al terradillo, miré la ventana, y vi que por ella salía una muy blanca mano, que la abrían y cerraban muy apriesa.

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