Ejemplos con taba

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En el rancho de don Liborio se celebra una fiesta con guitarras, cantos y taba.
Las conversaciones de Taba con el gobierno de la ANP, después de que su mandato hubiese terminado.
Todo Briviesca se convierte por un día en un casino donde niños, mujeres y varones prueban suerte, a diferentes horas del día, para conseguir que la taba , humilde hueso de cordero les depare algo de suerte, aunque más bien es la mesa, vigilada por el barato , la que gana.
Por la tarde y noche, e incluso desde a víspera, se juega al popular juego de la taba , que mueve enormes cantidades de dinero, y en que participan habitantes de toda la zona, de toda la provincia y de otras provicnias cercanas, ya que su área de influencia se extiende de año en año.
Los cario guaraní, ubicados sobre el río Paraguay y próximos a la taba del cacique Cara Cará, vivían amenazados por el permanente asedio de sus enemigos naturales.
En tres años que tardó en parecer y volver a su casa aprendió a jugar a la taba en Madrid, y al rentoy en las ventillas de Toledo, y a presa y pinta en pié en las barbacanas de Sevilla, pero con serle anejo a este género de vida la miseria y estrecheza, mostraba Carriazo ser un príncipe en sus obras: a tiro de escopeta en mil señales descubria ser bien nacido, porque era generoso y bien partido con sus camaradas, visitaba pocas veces las ermitas de Baco, y aunque bebia vino, era tan poco, que nunca pudo entrar en el número de los que llaman desgraciados, que con alguna cosa que beban demasiado, luego se les pone el rostro como si se le hubiesen jalbegado con bermellon y almagre.
Discretamente, se inició el partido de taba, y, poco a poco, empezó la vorágine del juego a poner en movimiento pesos y más pesos.
Esperaba Bentos que ella trajera la taba del cajón.
Algunos esquiladores andan por allí, recogiendo sus tropillas, otros se lavan en una tina cerca del pozo, mientras que aquellos concluyen de perder a la taba el producto de su penoso trabajo.
La pulpería y sus tentaciones son de mayor atractivo, y más fácil parece ganar el dinero en las carreras, a los naipes o a la taba, que chapoteando el agua de los cañadones para campear animales extraviados o juntar yeguas dispersas.
El Rubio pronto vio que no era por broma que el otro sacaba el cuchillo, y aunque el pretexto fuera una repentina disputa de taba, se dio cuenta de que el verdadero motivo era otro, y peleó con todo el valor, no sólo del gallo desafiado, sino también del miedoso que no puede huir.
Parados, sentados en el suelo, en cuclillas, todos seguían con ojos ansiosos los movimientos de la taba.
Pero las carreras no eran más que el pretexto, siendo más bien el objeto verdadero de los preparativos el buen partido de taba, durante el día, y de choclón, a la noche, en que todos se prometían tomar parte.
-Si estos diablos, para pedir plata, son tremendos -decía entre sí Fulánez-, siempre tienen alguna suegra enferma, o la mujer por morirse, o una criatura que enterrar, cuando le toman el olor a la taba.
Y jugó diez, y jugó veinte, y jugó cien, y perdió, y ganó, y sin saber lo que hacía, jugó lo que tenía, sin contar, se empeñó, pidió prestado al pulpero, le dio sus vaquitas en garantía, volvió a jugar, a ganar, a perder, tomó muchas copas, él, hombre sobrio, hombre de familia, blanqueando en canas, ordenado, que había formado su haber a fuerza de trabajo, y, después de la taba, hasta altas horas de la noche, quedó, febriciente, ciego, parado cerca del billar, al lado del coimero, jugando locamente al choclón, hasta que abombado, cansado, ebrio, arruinado como por un temporal repentino, fue a desatar del palenque su caballo, y se retiró.
Y el gaucho que tiene en mano la taba, en postura de tirar, la mira, callado, la hace dar vueltas al aire, tentadora, extiende el brazo, lo retrae, listo ya, pero sin apuro, esperando que don Servando se decida, y, por fin, lo envuelve a éste, con una mirada suave como terciopelo, fascinadora, y don Servando, tomando su resolución, como la toma el pájaro, al dejarse caer en las fauces de la serpiente:.
Mucho gauchaje se había juntado, en la pulpería de don Manuel Fulánez, aquel día, y todos se entretenían, jugando a la taba o al choclón, corriendo carreras y mamándose como cabras.
Por el contrario, le admiraba y veneraba, porque era el caudillo indiscutible del pueblo, y todos le rendían pleito homenaje, porque siempre fue «muy hombre», es decir, capaz de ponérsele delante al más pintado y de arrostrar cualquier peligro, por grave que fuese, porque tenía una libertad de palabra demostrativa de la más plena confianza en sí mismo, porque montaba a caballo como un centauro y realizaba sin aparente esfuerzo los ejercicios camperos más difíciles, las hazañas gauchescas más brillantes, sea trabajando con el ganado en alguna estancia amiga, sea en las boleadas de avestruces, o en las carreras, en el juego de pato, en las domadas, porque se distinguía en la taba, el truco, la carambola, el casín, el choclón y la treinta y una, amén de otros juegos de azar y de destreza, y porque criaba los mejores gallos de riña del departamento en una serie de cajones puestos en fila, en el patio de casa, frente a mi cuarto, porque, gracias a él, con quien nadie se atrevió nunca, yo podía atreverme impunemente con cualquiera.
Desde chicuelo era yo, Mauricio Gómez Herrera, el niño mimado de vigilantes, peones, gente del pueblo y empleados públicos de menor cuantía, quienes me enseñaron pacientemente a montar a caballo, vistear, tirar la taba, fumar y beber.
Eternamente, retaba al marido o a los chicos, Gabino dejaba que retase, comprendía que, para ella, rezongar era consuelo para todos los males y que no pudiendo, como él, gozar de las exquisitas emociones de la taba, del truco y de las carreras, y otras diversiones de la pulpería, era muy natural que buscase su alivio por otro lado.
No había casi peligro, en pago tan apartado, de que vinieran a menudo comisiones de policía, y dejaba que se pelasen al choclón, a la taba, a lo que quisieran.
Ese mismo día, Ignacio, al ver que un jugador usaba taba cargada, se la cambió por otra, cargada al revés, sin que lo pudiera sospechar, aprovechando para ello una parada más fuerte, ella sola, que todas las anteriores juntas, y pudo gozar a su gusto del enojo del ladrón robado.
Para quedar del todo seguro de la suerte que le había tocado, aprovechó un momento en que nadie lo miraba para volverse a poner el poncho, y aproximándose a un grupo de gauchos que jugaban a la taba, perfectamente conoció que ninguno de ellos lo veía, a tal punto que, colocándose por detrás del que iba a tirar y que estaba haciendo saltar al aire la taba, se la cazó de un manotón, se quedaron todos asombrados, y si la buscaron en el suelo, fue sólo con la esperanza de convencerse, encontrándola, de que no eran víctimas de una brujería.
-Queden con Dios -les dijo Moreira con un sarcasmo infinito-, yo les he de mandar tantos compañeros, que se han de estorbar para jugar al truco o a la taba.
Llegó la siesta tumbando a la mayor parte de los concurrentes que se pusieron a dormir a pierna suelta, pero Moreira que no había querido beber con exceso, seguía con la guitarra y aquello amenazaba no concluir en tres días, pues ya se habían organizado carreras y juegos de taba para el día siguiente.
A la caída de la tarde, Moreira llegó a una pulpería muy concurrida, pues era domingo y los paisanos habían estado de carreras y de jugada de taba.
Moreira había llegado a la pulpería de un tal López, en momentos que cuatro o cinco paisanos jugaban a la taba.
Lo que le pasaba era para entumecerle el tímpano a cualquiera, le ardía la sangre y algo hubiera dado en aquellos instantes por zambullirse en un baño de cuajaíta, no era para menos: ya estaba como todos los días Rosario en la puerta de la calle, sólo por el gusto de ver pasar al de Mairena, ¡aquello era para poner tarumba, al de más luces!, ser despreciado por causa de Paco, de aquel gachó para sacar en luz al cual se necesitaba todo un cargamento, no ya de sal sosa, sino de espíritu de vino, ¡y ser él la víctima!, él, que según rezaba la partida de bautismo, acababa de cumplir los veinticuatro abriles, él, que según los espejos y el decir de las gentes era de lo más bizarro del distrito, él, que se lavaba todos los días y se gas taba casi un tarro de aceite de almendras dulces con esencia de bergamota, en dejarse la cabeza como si fuera de cristal, él, que tenía un establecimiento acreditadísimo y un traje de reserva para las grandes solemnidades.
La taba quedó en manos de uno de los jugadores, los borrachos lograron enderezarse, y el sargento, como sorprendido, o tal vez por no voltear la prenda, se levantó como a disgusto.

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