Ejemplos con suavizaba

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

La imagen resultante se suavizaba, y se podía entonces restar de la imagen brillante.
Iban allí personas de todas edades, jóvenes y viejos, de diferentes ideas, dominando los liberales y demócratas, y los moderados que habían afinado con viajatas al extranjero su cultura, iban también , no de los enfurruñados e intolerantes, las disputas eran siempre corteses, y la fraternidad suavizaba el vuelo agresivo de las opiniones opuestas.
Pasábase la mano por su frente ardorosa y por toda la cabeza, sentándose el pelo, y con aquellos pases diríase que se suavizaba su furia y se dispersaban las ideas de exterminio.
Su carácter se suavizaba por grados, desapareciendo de él lentamente las asperezas ocasionadas por un fanatismo brutal y la irritación y acritud que en él produjera la gran enfermedad de la vida, que es la miseria.
A un lado de la alcoba había una cama alta, cuadrilonga, que siempre estaba de recibo, como que era de cuero sin curtir, cuya dureza la suavizaba un colchón de plumas, cubierto perennemente con una colcha de mil y un retazos o taracea.
Iban allí personas de todas edades, jóvenes y viejos, de diferentes ideas, dominando los liberales y demócratas, y los moderados que habían afinado con viajatas al extranjero su cultura, iban también neos, no de los enfurruñados e intolerantes, las disputas eran siempre corteses, y la fraternidad suavizaba el vuelo agresivo de las opiniones opuestas.
No era delgada ni pálida, sino fresca y mórbida, como suelen ser las hijas de Marineda, fina pelusa suavizaba su tez, sangre juvenil y pura coloreaba sus mejillas, y sus ojos verdosos y límpidos eran como dos «pocitas» de agua de mar en que se refleja el cielo.
El Magistral al entrar en estos salones y gabinetes suavizaba más sus modales suaves y con fácil elegancia, manejaba el manteo y plegaba la sotana y movía manos, ojos y cuello con una distinción profana que no llegaba nunca a la desfachatez del cura que reniega del pudor de los hábitos al pisar los palacios del gran mundo.
Pero aquel pánico pasó, y la pobre niña sin madre sintió dulce corriente que le suavizaba el pecho al subir a las fuentes de los ojos.

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