Ejemplos con sosos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Sus características son variadas, de tamaños pequeños a grandes, de dulces a agrios, y de muy picantes a sosos.
También ella desea que entre tú y Ballester le inventéis algo, y deis nombre a la casa, y llenéis bien el cajón del dinero Pero buen par de sosos tiene en su establecimiento.
Este trabajo pudiera yo tenerlo bien excusado, ahora que me acuerdo, si estos escritores provincianos fueran un poco traviesos, pero, hija, son tan sosos, por desgracia.
«Era mejor vivir como todos, dejarse ir, ocupar el ánimo con los pasatiempos vulgares, sosos, pero que, al fin, llenan las horas.
-¡Qué sosos van Álvaro y Ana! -decía Obdulia a Ronzal, su pareja.
Para que el clérigo le dejase en paz y no le cansase más con sus sermones sosos y desprovistos de vida, de unción, don Víctor fingió ceder, y dijo que no haría ningún disparate, que meditaría, que procuraría armonizar las exigencias de su honor y aquello que la religión le pedía.
Su estilo, hablando, era el de esos gacetilleros sosos que hoy tenemos, que por toda gracia usan algunas muletillas insignificantes, frases hechas y convencionalismos pasajeros.
-Ya ves, Dios premia a los hombres sosos, honrados, fieles al decálogo, dándoles hijas que pueden hacer bodas disparatadas, un fortunón.
Por más que en Flores protestasen una porción de nobles sentimientos, y hasta el orgullo ofendido con el placer que sentía, antes de que la reflexión pudiera deshacer el encanto, el corazón le latió con fuerza, un sudorcillo tibio, que parecía que le regaba por dentro, le inundó de una voluptuosidad también nueva, y, lo que es peor que eso, sintió en el alma, en el alma espiritual, no en el alma del cuerpo, que dicen que hay algunos filósofos, digo que sintió en lo más íntimo de sí, una ternura caliente, calentísima, que parecía acariciarle las entrañas y aflojar no sé qué cuerdas tirantes que hay en el espíritu de los que se han acostumbrado a sofocar ilusiones, a matar sueños y aspiraciones locas y románticas, decididos a ser unos muy sosos hombres de juicio.
Era el muchacho andaluz de la clase de los sosos y tristones, y en su candidez, vecina de la pobreza de espíritu, propendía a mirar todas las cosas por el lado serio, que podían no tener siquiera.
¡Bonito soy yo para apóstol, con esta lengua torpe, estos dichos sosos, esta voz de carraca y esta fachilla insignificante! Señor, ¿por qué no me habréis concedido el don de la palabra? ¡Sería tan hermoso cantar vuestras alabanzas, llenar de una conmovida multitud vuestro templo, siempre vacío, derretir los corazones, derramando en ellos, viva y caliente, la infusión de la gracia! Y el caso es, Jesús mío, que si con vuestro infinito poder me desatarais el habla, si me cortaseis el frenillo y me otorgaseis el palabreo bonito y los períodos sonoros que gastan los predicadores de rumbo.
Los casos que salen a la luz en los periódicos son, por regla general, bastante sosos y bastante vulgares.

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