Ejemplos con solitarias

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Las flores, solitarias, son blancas, crema, amarillas, verdes o rosadas que brotan de agosto a noviembre.
Sólo una vez en treinta años había modificado su camino por las calles solitarias y blancas de sol, en las que resonaban sus pasos.
Cerca de un mes permanecieron en la antigua ciudad episcopal, paseando a la caída de la tarde por las calles solitarias cubiertas de hierba, con sus palacios ruinosos del tiempo del Concilio, bajando en esquife la corriente del Rhin a lo largo de riberas orladas de bosques, deteniéndose a contemplar las casitas de techo rojo y amplias parras bajo las cuales cantaban los burgueses jarro en mano, con una alegría germánica de sochantre, grave y reposada.
Pero en torno de esta creación singular se agrupan, como digno cortejo, todos con fisonomía propia y rebosando de vida: la vieja , sentenciosa consejera de Magdalena, el hidalgo don Lope, alma de oro con corteza de hierro, tan breve en palabras como largo en hechos, último vástago de aquellos indomables banderizos del siglo XV, y condenado en el nuestro a matar las solitarias horas sobre su de piedra, el estudiante, el indiano, la solterona Osmunda, providencial castigo de don Gonzalo, Carpio y Gorio, en quienes se cifra y compendia el carácter del campesino montañés con todos sus rodeos y suspicacia, y hasta los personajes de segundo orden, Chisquín, Toñazos, Polinar, Barriluco.
Las damas solitarias, tendidas en una , con un volumen en la mano, arreglaban, al verle, la corola de sus faldas, tapándose las piernas con tanta precipitación, que siempre las dejaban más al descubierto.
Luego, en las calles solitarias, el marino tropezó con la misma preocupación.
Pasó en el puente días enteros, examinando el mar, temiendo la aparición de un periscopio, variando el rumbo de acuerdo con el capitán, en busca de las aguas más solitarias, donde los submarinos no podían esperar caza alguna.
Al entrar en París, las calles solitarias le parecieron llenas de gentío.
Me hallaba perdido entonces en medio de aquel océano de montañas solitarias y salvajes, era yo un proscrito, una víctima de las pasiones políticas, e iba tal vez en pos de la muerte, que los partidarios en la guerra civil tan fácilmente decretan contra sus enemigos.
A las doce o doce y media salían todos en pelotón, remangándose los pantalones y las faldas respectivamente, y guareciéndose debajo de los paraguas, charlando en voz alta al través de las calles solitarias y húmedas.
Quedarían en pie los palacios del ensanche, la ría prodigiosa con su puerto, que parece esperar las escuadras de todo el mundo: pero los palacios estarían desiertos, el abra, con sus contados barcos, tendría la triste grandeza de una jaula inmensa sin pájaros, y las fundiciones, los altos hornos, los cargaderos, serían ruinas, con sus chimeneas rotas, como esas columnas solitarias que hacen aún más trágica la soledad de las metrópolis muertas.
Y en aquel momento, al revolver aquella carta, después de tantos años, aquel turbio oleaje de penas abrumadoras, punzantes desdenes, ofensas terribles, negras ingratitudes, lágrimas solitarias y despreciados sacrificios, veía la infeliz levantarse en su corazón el amor a su marido, vivo siempre, fuerte, avasallador, resistiendo al olvido, al desdén, al insulto, al tiempo mismo y a la ausencia misma, viviendo sin esperanzas que le mantuvieran y le dieran savia, y por eso, inmortal como el alma.
El sol iba ocultándose lento y majestuoso en un abismo de oro, entre montañas de brillantes nubes, a través de las cuales pasaban las últimas ráfagas que subían divergentes a perderse en los espacios, o bajaban a iluminar con misteriosa claridad purpúrea las solitarias dehesas, los gramales de las laderas, los plantíos de caña sacarina, los carrizales cenicientos del río, las arboledas que dividen las heredades, y el tupido bosque de una aldea cercana, cuyo campanil recién enjalbegado surgía de la espesura como un pilar ruinoso.
Si me quisieras contar algo más de aquello indicó Jacinta, cuando vagaban por las solitarias y románticas calles que se extienden detrás de la catedral.

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