Ejemplos con soledad

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

A eso de las dos, Platero, en ese instante de soledad con sol, en ese hueco claro del día, mientras diestros y presidentas se están vistiendo, tú y yo saldremos por la puerta falsa y nos iremos por la calleja al campo, como el año pasado.
Y así este poeta aristocrático, que no habla nunca más que de lo más íntimo de su alma, crea una poesía que contiene en forma pura, selecta y personal todo lo que constituye el encanto único de la tierra andaluza donde vió el sol, una poesía llena de matices de color y de olores delicados e intensos, de flores y de jardines, de fuentes rumorosas en el misterio de las noches estrelladas, de muchachas soñadoras y pálidas, de pueblos dormidos, de paisajes dolientes, de soledad sonora y luminosa, de dulce y triste recogimiento interior.
Como dijo, siglos ha, Cristóbal Hayo, maestro físico de Salamanca, en loor del tabaco: usando del no se siente soledad.
Preguntábame, en la soledad de mi conciencia, ¿son éstas malicias de Satanás, que me inducen a imaginaciones impías? ¿O son, por el contrario, insinuaciones divinas con que se me hace patente que debo servir al Señor antes como buen casado que como sacerdote melancólico? Consulté con el confesor, el cual respondió afirmativamente a la primera pregunta, eran malicias de Satanás, que yo vencería sin esfuerzo.
es quizá el libro menos realista de Pereda, y no ya porque pinte costumbres campesinas, fáciles y risueñas, que esto bien cabe en el realismo, ni menos porque en este libro, y todavía más en , el tan decantado pesimismo de las se haya ido convirtiendo en simpática benevolencia, harto natural en quien, viviendo tantos años en la quieta soledad de su Tusculano, se ha ido prendando cada vez más de las escenas rurales, y viéndolas bajo un aspecto más poético y halagüeño.
No tenía de la aldea la holgura, ni la independencia, ni el horizonte, ni el aire puro, ni el sol esplendoroso, ni los aromas, ni el plácido aislamiento, pero sí sus miserias, sus , su escasez de recursos, su soledad, su desamparo, su pequeñez.
Aterrábale otra vez la tenebrosa soledad de un bosque, impenetrable a la tenue claridad del firmamento, única luz que hasta entonces había visto desde que anocheciera.
¡Id, inspiradas MUSAS, y cogiendo del oloroso mirto, laurel bello y rosas purpurinas, tejed en honor de CERVANTES inmortales coronas! PAN, y vosotros, SILENOS, FAUNOS y alegres SÁTIROS, danzad en la alfombra de los umbrosos bosques, en tanto que las NEREIDAS, las Náyades, las bulliciosas ONDINAS y juguetonas NINFAS, esparciendo mil aromosas flores, embellecerán con sus cantos la soledad de los mares, las lagunas, las cascadas y los ríos, y agitarán la clara superficie de las fuentes en sus variados juegos.
¡María Soledad, espérame! Tienes los ojos abiertos y siento que me miras Ahora me voy, pero vendré pronto y para siempre a tu lado ¡Dios! ¡Dios! ¡Cativo Dios, por qué me llevaste a la Rusa!.
¡Abierta queda mi sepultura! ¡Maldito quien intente poner la losa antes de haber bajado yo a la cueva! ¡María Soledad, espérame!.
¡Ni una luz que alumbre tu sepultura, pobre Rusa! ¡Nada han dejado! ¡Rusa, pide por mí y por esos ladrones que bebieron la leche de tus pechos! ¡Son nuestros hijos, María Soledad!.
Los maitines son rezados, y todos los oficios se entonan en medio de la mayor soledad.
En el coro cantaban los canónigos para ellos mismos en la triste soledad del templo.
Estaba habituado a ver cerca de él unos ojos azules, a oír una voz acariciadora, con inflexiones de pájaro, que le animaba en los momentos difíciles, y no pudo resistir la soledad en tierra extraña después de la muerte de Lucy.
La salvaje soledad de las alturas contrastaba con la riqueza de la capilla del Ochavo, llena de reliquias en vasos de oro y arquillas de esmalte y marfil, con la magnificencia del Tesoro, que amontona las perlas y las esmeraldas con tanta profusión como si fuesen guijarros, con la elegante abundancia del guardarropa, lleno de telas sobre las cuales reproducía el bordado todos los matices de la pintura.
A Gabriel le gustaba, por su silencio y su imponente soledad, aquel mundo extraño aposentado en la cabeza de la catedral.
Marchaban por el camino casi desierto, en la penumbra del anochecer, y la misma soledad parecía alejar de su pensamiento todo propósito impuro.
Y como su fino oído de hombre habituado a la soledad creyó percibir cierto rumor inquietante en los vecinos cañares, corrió a la barraca, para volver inmediatamente empuñando su escopeta nueva.
Iba a labrar la tierra con la escopeta al hombro, él y sus criados se reían de la soledad en que les dejaban los vecinos, las barracas se cerraban a su paso, y desde lejos les seguían miradas hostiles.
¡Y la ingrata no reaparecía! Las amigas, en el balcón, Concha, la hermana, coqueteando con Roberto, y ellos dentro, buscando la soledad y la discreta penumbra.
Volvió a encontrarse como en las Alamedas de Serranos, en una soledad relativa, mirando desde su banco la agitación de la feria y contemplando el cielo a través de las copas de los árboles, cuyas hojas, bañadas por el reflejo de la luz artificial, cambiaban su tono verde por un plateado mate.
Insensible a los encantos del paisaje, a la soledad rumorosa que los rodeaba, trazaba planes para lo futuro, para cuando fuesen dueños de una tienda en el Mercado y ella tuviese que desarrollar las facultades de ama de casa.
Los armarios colosales se contaban a docenas, todos de roble viejo, con tallas tan complicadas como sus enormes cerraduras, los cuadros, buenos o malos, llegaban hasta el techo, las sillerías incompletas y de distintos colores, no encontrando espacio junto a las paredes, esparcíanse por el centro, todo estaba ocupado, como si la casa fuese un almacén, un depósito de rapiñas verificadas al azar, y aunque todas las piezas estaban abarrotadas, la casa sonaba a hueco, y la soledad despertaba esos ecos misteriosos de las grandes viviendas abandonadas.
En la soledad, al recordar a Tónica, avergonzábase como el que ha cometido una acción punible, las palabras intencionadas que había deslizado en la conversación martilleábanle después los oídos, y tan pronto las consideraba ridículas como exageradamente audaces.
Pero ¡ay! así amé a Matilde, y aunque no había muerto en mi memoria, y aun vivía en mí su recuerdo dulcísimo, ya no era ¡ay! para el pobre mancebo, que le había jurado amor eterno, el ángel benéfico que a todas partes le seguía, que señoreado de su espíritu fué luz en todas las tinieblas, rumor de fuente en la soledad, iris de bonanza que anuncia, a través del nublado, que la tormenta se aleja, que ha cesado la tempestad.
¿A qué negarlo? ¿No es verdad que a solas, en la soledad de tu pensamiento, miras luminosos días de incomparable felicidad? Sí, y entonces ¡no piensas en mí! Tienes razón.
Ni un organillo que alegre aquella espantosa soledad.
Si el único pecado de las Troyas, si el único desahogo con que compensaban su soledad, su pobreza y abandono, era tirar cortezas de naranja al transeunte, bien se las podía disculpar.
Cada día de soledad me parecía un siglo.
Por eso gusto tanto vivir en esta pacífica soledad, lejos del laberinto de las ciudades, donde reinan ¡ay! la falsedad y el vicio.

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