Ejemplos con social

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

La alta posición social de su familia le ahorró la dureza de la lucha por la vida y le permitió consagrarse por completo a su vocación artística.
Después de separarme del señor de Fraile, recorrí algunos de estos heteróclitos albergues, hasta que posé definitivamente bajo los hospitalarios Penates de doña Trina, cobijo llevadero por la abundancia, ya que no por la delicadeza de bastimentos, y, sobre todo, lugar ameno, si los había, a causa de la afluencia de gentes de todo estado, edad y condición: sacerdotes, toreros, políticos, tahures, comerciantes, covachuelistas, militares, estudiantes, labriegos, inventores, pretendientes, petardistas, ingredientes y rebabas del revoltiño social, que allí se mezclaban desde todos los rincones de Iberia.
La autoridad de que, por su brillante posición social, está revestido este digno miembro de la Cámara, y el talento que le distingue, hacen creer que la discusión será una de las más interesantes que, en su género, se promuevan en la presente legislatura.
No se olvide que don Simón se creyó siempre capaz de todo, y téngase presente que cuando llegó a la posición social en que ahora le hallamos, los límites de sus aspiraciones se perdieron de vista.
Y en este todo lo demás inherente a la vida doméstica y social de esta familia.
He observado muchas veces que las niñas de corta edad son muy exigentes en la elección de amigas, por lo cual difícilmente se familiarizan con las que no sean de su categoría social, o de otra más alta si es posible.
Regía allí la ley de razas, si no por colores, por posiciones o categorías, y se guardaban las distancias hasta en la casa de Dios, único punto de la tierra en que es un hecho la decantada igualdad social, menos cuando se trata de esos ridículos términos medios entre la confusión de las grandes poblaciones y la tranquila sencillez de la vida campestre.
Poesía puede haber, pero anda muy oculta bajo la dura ley social, que obliga a todos a decir la mitad, cuando mucho, de lo que piensan y de lo que sienten, y que al detener en los labios la expresión pintoresca y enérgica, engendra hábitos de convención elegante y de disimulo académico, a los cuales difícilmente se allana, ni siquiera para remedarlos, una naturaleza artística tan sana, robusta y viril como la de Pereda.
Sin salir de ellos, ha encontrado la novela política en y en , la novela religiosa en , la novela o más bien el poema idílico en , la novela social en y hasta la más conmovedora tragedia en.
Todos han ensalzado unánimes la serena melancolía que el libro revela, la mirada firme y desengañada que el autor dirige sobre las cosas humanas, la amargura sin misantropía con que juzga nuestro estado social, y la verdad poética con que le ennoblece.
Para personificar una plaga social, buscó un tipo insignificante, un , egoísta, vulgar, sin ninguna cualidad dominante buena ni mala, que no es sabio ni tonto, ni hermoso ni feo, ni rico ni pobre, ni muy viejo ni muy joven, sin aficiones políticas ni literarias, un ser por excelencia prosaico, envuelto en las más ruines y mezquinas contradicciones de la vida.
La intención social del autor puede ser sanísima, y de esto no disputo.
Y es que el erudito se figura que los libros no cumplen una misión social de amenización y perfeccionamiento del espíritu, sino que existen sólo para que él tome notas.
Su vida externa, el curso y movimiento de su vida social, era al modo de una rueda dentada, en engranaje con otras, esta rueda cada día realizaba mecánicamente una vuelta completa, entreverando sus dientes con los dientes de las demás ruedas, siempre los mismos y siempre de la propia forma y disposición, y de suerte que no cabía averiguar si ella hacía girar a las otras o las otras le hacían girar a ella, o si la una y las otras rodaban con regularidad a impulsos de un mecanismo incógnito y enorme.
Ya desde aquellos primeros años de seminario me he atrevido a pensar que la Iglesia cristiana, en el curso de los siglos, fué mudando de condición, de potencia espiritual y apostolado de caridad social, se trocó en potencia política.
Tal era la misión social y espiritual de la Iglesia primitiva, de la Iglesia apostólica.
Yo he nacido para reformador social.
Nuestra organización social al presente, esto que dicen la sociedad capitalista, es otro ensayo de organización para la felicidad, a base de dos órdenes de actividad, el político y el científico, con menosprecio y preterición de los otros.
Ello es que allá, en San Madrigal, pensaba yo a veces: si yo tuviera medios de fortuna, hacienda bastante, para ensayar una comunidad de hombres felices, en lo posible, una experimentación social, como otras que se han hecho, pero aleccionado por los errores de los demás.
Nadie tiene derecho a poseer más cultura que la que le corresponde, según sus facultades y función social en que ha de emplearse.
Yo bien sé que los libros son la expresión de la sociedad, y que la sociedad sólo a medias es discípula de los libros, pero ¿quién negará que cada uno de ellos es leña echada en el fuego de la concupiscencia, incentivo del general descreimiento, piedra en que tropiezan las voluntades mal inclinadas, ocasión nueva de desaliento para las voluntades marchitas? Por eso es obligación ineludible en el escritor cristiano y de bien ordenado entendimiento, aplicar su ingenio a la reparación del edificio social, lidiando por la familia, que es su primera y necesaria base.
Primero fue Proudhon con sus audaces escritos, después completaron la obra algunos militantes que trabajaban en la misma imprenta que él, viejos soldados de la Commune que acababan de volver del destierro o de las prisiones de Oceanía, y reanudaban su campaña contra la organización social con un ardor acrecentado por los dolores sufridos y el ansia de venganza.
Luna se indignaba contra la injusticia social, que condena a la miseria a muchos millones de seres para la felicidad de unos miles de privilegiados.
Cuando surgieron los inevitables resultados de la desigualdad social, ella no quiso renunciar: fue una de esas naturalezas nobles que se sublevan contra los prejuicios del mundo, aun a riesgo de sufrir todas las amarguras de su rebelión, y cayó vencida.
Es una muerta en el combate social: un cuerpo que hay que levantar, y tú, que eres el padre, debes ser el primero en cumplir esta obra de justicia.
Espera encontrarle más tarde, pero el dichoso día, no llega nunca, y como ya se acostumbró a que le mantengan los suyos, y perdió el ánimo y toda esperanza de medro, se echa a vagar, a vivir de ocioso, se envicia, se corrompe, se resuelve a entrar en cualquier establecimiento donde trabajará mucho y ganará una miseria, casi nada, y entonces, ¡entonces sí que no responde de su conducta! Ahora vamos al punto segundo ¿Sabe usted, don Cosme, por qué los jóvenes de Villaverde no son un modelo de buenas costumbres? Pues por la sencilla razón de que aquí no hay trato social, porque aquí ni los hombres tratan a las mujeres ni las mujeres a los hombres.
La vida cada vez más cara, las exigencias del rango social muy costosas, y sobre todo, los hijos, ¡ay, los hijos! ¿Tú sabes, Juanito, lo que me costáis?.
El dependiente era para ella un ser de casta superior, causábala respeto la posición social de su familia, y mientras Tónica le llamaba por su nombre, ella, con sus costumbres de criada antigua, nombrábale siempre señor de Peña , ceremoniosamente, a estilo de comedia.
En la larga fila de vehículos estaba el antiguo faetón, balanceándose sobre sus muelles como una enorme caja fúnebre y encerrando en su acolchado interior toda una familia, incluso la nodriza, la ligera berlina, con sus ruedas rojas o amarillas, la carretela, como una góndola, meciéndose a la menor desigualdad del suelo, y la galerita indígena, transformación elegante de la tartana y símbolo de la pequeña burguesía, que, detenida en mitad de su metamorfosis social, tiene un pie en el pueblo, de donde procede, y otro en la aristocracia, hacia donde va.
Su hijo ya no era un dependiente de comercio, era un bolsista, y esto siempre proporciona mayor consideración social.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba