Ejemplos con simpática

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Así y todo, aun los más prevenidos contra aquella índole literaria tan angelical y tan simpática, ante quien toda crítica enmudece, no podrán menos de reconocer a la insigne dama andaluza, autora de y de , el mérito supremo de haber creado la novela moderna de costumbres españolas, la novela de sabor local, siendo en este concepto discípulos suyos cuantos hoy la cultivan, y entre ellos Pereda, que afín además por sus ideas con las de Fernán Caballero, se ha gloriado siempre de semejante filiación intelectual.
es quizá el libro menos realista de Pereda, y no ya porque pinte costumbres campesinas, fáciles y risueñas, que esto bien cabe en el realismo, ni menos porque en este libro, y todavía más en , el tan decantado pesimismo de las se haya ido convirtiendo en simpática benevolencia, harto natural en quien, viviendo tantos años en la quieta soledad de su Tusculano, se ha ido prendando cada vez más de las escenas rurales, y viéndolas bajo un aspecto más poético y halagüeño.
La obscuridad se había hecho más densa, pero yo veía en el cura, cuyo semblante aun no conocía, algo luminoso, tan cierto es que la simpatía y la admiración se complacen en revestir a la persona simpática y admirada con los atractivos de la Divinidad.
Don Martín, el cura de las monjas, a espaldas de su avariento protector, mostraba en sus ojos la avidez simpática con que acogía las palabras de Luna.
Era feo, y sin embargo, la expresión de sus ojos azules, el brillo de la dentadura sana, blanca e igual, que parecía iluminar la boca, y la sonrisa ingenua, casi infantil, que plegaba los labios, daban a su rostro esa expresión simpática que revela a los seres sencillos ensimismados en sus aficiones artísticas.
La marquesa levantó la tapa del secrétaire, y sacando el documento escrito por ella misma la noche antes, púsoselo a Jacobo ante los ojos, diciendo con su sonrisa habitual, tan franca y tan simpática:.
Por ser para usted, que es un amigodijo el gitano palmeándole en la espalda, por ser para usted, persona simpática que sabrá tratar bien a esta prenda lo dejaremos en cuarenta daros y trato hecho.
Su alegría era tan noble, tan generosa y tan confiada, y la expresión divina que esta alegría prestaba a su figura gentil era de tal suerte simpática, que la censura quedaba desarmada al cabo, y al mirarla, tenían que bendecirla todos los hombres.
Es muy hermosa, y muy simpática, y muy inteligente, y muy buena, y además rica, pero no te querrá tanto como yo.
Murmuraban de ella, susurraban acerca de la señorita tonterías y burlas, y, como es natural, a la simpática y elegante pollita nada de esto le agradó.
Correctamente vestido de negro, albeándole la camisa, desaliñado el calzado y muy peinada y brillante la profusa barba, era un tipo de los más simpáticos, pero más simpática aún era su charla.
Pero, ¿es buena, es simpática? ¿No es orgullosa ni altiva? Vamos: dime, dime.
Y entonces ¡oh miseria del corazón humano! la pobre niña ocupó mi pensamiento, y cuando me encontré con Gabriela a la entrada del comedor me pareció que era otra mujer, otra joven cualquiera que ni me causaba interés ni era simpática para mí.
¡Qué amable, qué simpática me parecía la unión de todos estos escritores, algunos contrarios en ideas políticas, todos amigos sinceros en literatura y en arte! Así debía ser, así me imaginé siempre la república literaria, sin odios, sin envidias, sin rencores.
Solís entonaba con su vocecilla devota y simpática:.
En provincias, la fisonomía de la casa siempre es igual, simpática, cariñosa: envejece con nosotros, nos recuerda nuestra vida, conserva nuestras huellas.
Padilla se desternillaba de risa, y Maxi observaba con atención simpática.
Pues, digo, cuando llamaron a la puerta y fue a abrir, y vio ante sí la simpática figura de Jacinta, creyó el pobre hombre que toda la corte celestial penetraba en su casa.
Cuando una vela se acaba, debe encenderse otra Conque tengamos valor, y aprendamos a despreciar Quien no sabe despreciar, no es digno de los goces del amor Y por último, simpática amiga mía, ya sabe que estoy a sus órdenes, que tiene en mí el más rendido de los servidores para cuanto se le ocurra, amigo diligente, reservadísimo, buena persona Abur.
Sabiendo que era muy mala, yo la quería me era simpática, no lo podía remediar.
Su existencia plácida y ordenada, reflejábase en su persona pulcra, robusta y simpática.
Su amante le dijo con simpática voz: ¡cuánto tenemos que hablar! y a ella le entró una risa convulsiva, que difícilmente podía expresarse: Ji ji ji ¡tres años! no, más años, más porque ji ji ji ¿Ves cómo tiemblo? No sé lo que me pasa pues sí, más tiempo, porque cuando estuve aquí con ji ji ji , te vi y no te vi y siempre él delante, y un día que le dije que te quería, sacó un cuchillo muy grande, ji ji ji y me quiso matar Yo muriéndome por hablarte y él que no que no Nuestro muerto, y yo más muerta, ji ji, y en Barcelona me acordaba de ti y te mandaba besos por el aire, y en Zaragoza besos por el aire ji ji, y en Madrid lo mismo.
Díjome doña Cirila que es usted muy linda, ¿sabe? que esta mañana la vio a usted en la iglesia y que le fue muy simpática.
Confundida con otras compañeras en un grupo que estaba a la puerta del comedor, la siguió con sus miradas, y se puso en acecho junto a la escalera para verla de cerca cuando bajase, y se le quedó, por fin, aquella simpática imagen vivamente estampada en la memoria.
Y no pudo en muchos días apartar de su pensamiento las cosas que le refirió doña Manolita que, entre paréntesis, no acababa de serle simpática, y lo que más metida en reflexiones la traía no era precisamente que aquellos hechos de regalar la custodia y el manto se hubieran verificado, sino la casualidad gracia.
¡Qué mona eres y qué simpática!.
Los dueños de la casa llamada , celebraban aquel día una simpática fiesta y ponían allí, junto al mismo taller de cucharas y molinillos que todavía existe, un altar con la cruz enramada, muchas velas y algunas figuras de nacimiento.
Por no mirar a Sabel, Julián se fijaba en el chiquillo, que envalentonado con aquella ojeada simpática, fue poco a poco deslizándose hasta llegar a introducirse entre las rodillas del capellán.
Dio cuerda a su velón, y apoyando los codos sobre la mesa intentó leer en las obras de Balmes, que le había prestado el cura de Naya, y en cuya lectura encontraba grato solaz su espíritu, prefiriendo el trato con tan simpática y persuasiva inteligencia a las honduras escolásticas de Prisco y San Severino.
Ya adoptaba posturas de ángel de Murillo, ya cogía un objeto y acertaba a llevarlo a la cálida boca, en la impaciencia de la dentición retrasada, ya ejecutaba con indecible monería ese movimiento cautivador entre todos los de los niños pequeños, de tender no sólo los brazos, sino el cuerpo entero, con abandono absoluto, hacia la persona que les es simpática, actitud que las nodrizas llaman.

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