Ejemplos con simplezas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Se caracterizan por las simplezas absurdas de abordar la realidad o las soluciones de este.
¡Quemarle ante un paisaje tan hermoso, tal vez una mañana como aquélla! ¡Meterse en la boca del lobo y dar la vida por si el Papa era bueno o malo, o los laicos debían comulgar con vino lo mismo que los sacerdotes! ¡Morir por tales simplezas cuando la vida es tan hermosa y el hereje hubiera podido amenizarla ricamente con cualquiera de las rubias pechugonas y caderudas, amigas de cardenales, que presenciaron su suplicio! ¡Infeliz apóstol! Febrer compadecía irónicamente la simpleza del mártir.
Unas cuantas jóvenes se complacían en burlarse de él haciéndole soltar un chorro de simplezas.
Su segundo le había hablado a veces de solidaridad de raza, de pueblos latinos, de la necesidad de acabar con el militarismo, de hacer la guerra para que no hubiese más guerras ¡Simplezas de lector crédulo! El no era inglés ni francés.
Con todas sus credulidades y simplezas, lo consideraba ahora superior a él.
Sin duda dije mil simplezas, y arrebatado de mi propensión a la vana oratoria, endilgué pedanterías hinchadas, de esas que comúnmente no entran en el cerebro de una mujer.
Quijote, y que cuantos locos hicieron disparates y simplezas en el mundo.
Andrés, que la iba entendiendo, no insistió, y mudando de conversación, procuró hacerla reír recordando las simplezas del criado o algún dicho malicioso de Rafael.
Vamos, Rita, déjame en paz y no digas simplezas Demasiado sé lo que es mi sobrino.
Ambos se divertían con tales simplezas.
Ya que me obligas a ello, te lo diré: me parecen simplezas, lo que no me acomoda, es que señales y repitas a la muchacha esa claridad y desnudez con que algunos de vuestros libros abren los ojos a quien los tiene cerrados, ensuciando la inocencia y despertando ideas torpes en quien jamás las tuvo.
Estas simplezas no son para que las vea nadie.
Con que déjese usted de si no quiere que la silbe, porque esas simplezas no se ven ya más que en las comedias malas.
No hagamos simplezas Hace un frío horrible.
-¿Qué es eso de condenarse? Me río de vuestras simplezas.
Gabriel: ¿para qué mientes? ¿O eres tú también de los que creen las majaderías y simplezas de Santurrias?.
¡Vaya un maestro, que no sabe enseñar sino mentecatadas y simplezas!.
¡Vamos señora, no diga usted simplezas! ¡Usted trabajar! ¡Trabajar con esas manos tan bonitas, que no me cansaba de mirar cuando jugábamos al tute! Pues, ¿a qué estoy yo en el mundo, si la hija de doña Teresa Carrillo, ¡de mi única amiga!, ha de coger una aguja, o una plancha, o un demonio, para ganarse un pedazo de pan?.
Vale más que su obra haya entrado a paso tan quedo que no el que hubiese hecho rebrotar a su cuenta el centón de sandeces y simplezas aquí de rigor en casos tales.
-¡No digas simplezas, Torcuata! Cuando se trate de construir la tapia del corral pagaré jornales, y hasta llevaré un maestro alarife.
-¡Simplezas de mujeres, tío Jenaro! Arrímese usted a la lumbre y hable.
Él, mozo de veinticinco, había venido a Madrid a negocios, según decía, y a los dos días de su llegada, ante un escaparate de joyero, cruzó la primera mirada significativa con Milagros Alcocer, que, después de oída misa en San José, daba su paseíllo de las mañanas, curioseando las tiendas y oyendo a su paso simplezas, como las oye toda muchacha no mal parecida que azota las calles.
-Esas son simplezas tuyas.
Sus discreciones le parecían frialdades, simplezas sus enigmas, arrogancia sus rendimientos y vanidad o codicia de sus riquezas el amor que le mostraban.
Mil simplezas, y, sobre todo, el inevitable «¡Qué calor!», que trae aparejada la respuesta ingeniosísima: «¡Ya, ya!».
, insensata, yo milagros, el último de las siervos de Dios! ¿De dónde sacas que a mí, que nada soy, que nada valgo, pudo concederme Su Divina Majestad el don maravilloso que sólo gozaron en la Tierra algunos, muy pocos elegidos, ángeles más que hombres? Desdichada, quítate de mi presencia, que tus simplezas, no hijas de la fe, sino de una credulidad supersticiosa, me enfadan más de lo que yo quisiera.
Esto pienso, esto temo, esto discurro, mas no me arredro ante la sospecha de que los futuros nada puedan o nada quieran aprender de mí, por no sentirse peores que yo, o estimarse incapaces de mejora, que en último caso, no habrán de negarme que mis defectos son el abolengo de los suyos, y mis faltas semilla de las que ellos estarán cometiendo cuando me lean, muy satisfechos de ver que los predecesores no les llevamos ventaja en la virtud, y de que en vanidades y simplezas allá se van los presentes con los pretéritos.
Sin duda dije mil simplezas, y arrebatado de mi propensión a la vana oratoria, endilgué pedanterías hinchadas, de esas que comúnmente no entran en el cerebro de una mujer.
Entre otras simplezas se dejó decir lo siguiente: «Si quieres ir a Lequeitio o Zarauz, donde estuviste en otras épocas, puedes ocupar los mismos palacios que entonces habitaste, pues no creo posible que en tal caso los marinos de tu hijo continuaran bombardeando aquellos puertos, y si lo intentasen, tengo cañones de suficiente alcance para que te dejen tranquila».
Don Práxedes rompió la conversación sacando a relucir diabluras y extravagancias de mi temprana juventud, y no fue poco mi asombro al ver que tales simplezas conocía y recordaba.

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