Ejemplos con serenas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Las figuras en sus iconos están afamadamente alargadas, las manos y los pies son diminutos, y las caras serenas y pacíficas.
Había destinado para su uso las habitaciones de don Manuel, y en la casa se desenvolvían las horas serenas y blandas, mudas y lentas, igual que en los días postreros del hidalgo.
Lo inorgánico se rige por leyes serenas, no contingentes.
Alguna vezcuando la noche era diáfana y tranquila, abriéndose a modo de dos valvas de nácar la artesonada techumbre, dejaba cernerse en su lugar la magnificencia de las sombras serenas.
Debe ser grande el asombro de esos hombres discretos, previsores y sensatos, al ver a muchos que, sin preocuparse gran cosa por las revueltas del camino, van llevados en alas de la suerte por iguales derroteros que ellos, y que tienen, ¡los insensatos!, además de la satisfacción de conseguir un fin, cuando lo consiguen, el placer de mirar a un lado y a otro de su ruta y de ver cómo sale el sol y se pone el sol, y cómo brotan las estrellas en el cielo de las noches serenas.
En las mañanas serenas era de un verde amarillento y olía ligeramente a agua descompuesta: agua orgánica, agua animal.
Sus ojos soltaban efluvios de dicha, tenían el brillo suave y misterioso de los luceros en las noches serenas de invierno.
Y estas entrevistas al aire libre, que el temor de ser observados hacía breves y melancólicas, eran, sin embargo, para ambos más gratas todavía que las tardes serenas del molino.
En estado normal era una de esas beldades serenas, de aspecto castísimo, en cuya contemplación se deleita el alma, y luego, cuando menos podía esperarse, aquella placidez y decoro dejaban el puesto a una sonrisa picaresca, hija de una sensualidad mimosa y dulce, natural y espontánea, que le resplandecía en los ojos abrillantándole las miradas, o parecía florecer en la humedad rojiza de los labios.
Los ojos, de un azul oscuro y limpio, traían a la memoria el cielo de las noches serenas de Granada, y los labios, que a veces esmaltaba de blanco mordiéndoselos ligeramente con un movimiento involuntario, parecían una flor de matiz encendido.
En efecto, ¿quién que abriga un alma de poeta no se inspira a la vista de esa hilera de casas desiguales de nuestra derecha, en que sobresalen los altos balcones de la solariega del Conde de Peñalver? ¿O a la de esta alameda sin árboles que termina en el café de Paula, ahora a oscuras y desierto? ¿O a la del hospital del mismo nombre en el fondo, que parece una pirámide egipcia, desde cuya ennegrecida cima, según dijo Bonaparte, nos contemplan los siglos? ¿O del lado opuesto, la de la oscurísima masa del navío , clavado, por decirlo así, en las serenas aguas de la bahía? ¿No ves cómo se destaca del cielo, donde chispean las estrellas? ¿Quién no diría que éstas, en vez de luz derraman lágrimas por la próxima desaparición del último resto de nuestras glorias navales?.
Los árabes y caldeos observaban el aparente giro del sol, y en las serenas noches al planeta que recibe su luz y los demás astros que la distancia nos amenora o nos oculta.
Aquellos quince años entre las rosas -quince años, sí, los estaban pregonando unas pupilas serenas de niña, un seno apenas erguido, una frescura primaveral, y una falda hasta el tobillo que dejaba ver el comienzo turbador de una media de color de carne,- aquellos rosales temblorosos que hacían ondular sus arcos verdes, aquellos durazneros con sus ramilletes alegres donde se detenían al paso las mariposas errantes llenas de polvo de oro, y las libélulas de alas cristalinas e irisadas, aquel cisne en la ancha taza, esponjando el alabastro de sus plumas, y zambulléndose entre espumajeos y burbujas, con voluptuosidad, en la transparencia del agua, la casita limpia, pintada, apacible, de donde emergía como una onda de felicidad, y en la puerta la anciana, un invierno, en medio de toda aquella vida, cerca de Mary, una virginidad en flor.
En vista de todo lo cual, no hay por qué escandalizarse de las serenas afirmaciones del general Prim desde el momento que las hizo sin miedo a la respuesta del país, que le conoce y le escuchaba.
La tormenta empezaba a fraguarse en las nubes, por entre aquellos apacibles maizales crecidos, en las fuentes claras, en las florestas serenas, en el ambiente luminoso, iniciábase una ráfaga de amenaza.
Una de estas pasadas noches, noche de esas serenas y estrelladas que tan magníficamente celebró Fray Luis de León, caminaba yo por las calles de mi querida Sevilla buscando una novela que, se había recientemente publicado, cuyo título es Vulgaridad y Nobleza, la que deseaba leer en mi tertulia con Quevedo, Mateo Alemán y el padre Isla.

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