Ejemplos con sentencia

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Y, sin embargo, don Restituto desmentía prácticamente la sentencia de la duquesa de Somavia, que todo rico es un ladrón.
Cuando la voz catarrosa e incorpórea dijo, con la frialdad de una sentencia fatídica: El sapo no factura la beligerancia, la inquisición, el pongo y quito de los comensales.
Toma y leedice, ceñudo, Apolonio, alargando despectivamente a Belarmino, como si fuese su sentencia de muerte, el telegrama que acaba de recibir.
Él mismo debió de vislumbrar el desastrado fin que le aguardaba, pues entre las notas y apuntes que dejó a su muerte leí esta sentencia: El que consagra sus días a la busca y ejercicio de la Verdad, el Bien y la Belleza, es incompatible con la vida, por lo menos, con la vida tal como se nos ofrece en la sociedad presente.
En cuanto a la última sentencia, el propio Belarmino la vertió al habla vulgar, a instancias del señor Colignon, que preguntó:
Las cosas, mujer, han de seguir su marcha naturaldijo Simón con acento solemne y reposado, como si hubiera consignado una gran sentencia.
Dioses y diosas: la JUSTICIA los cree iguales, doblad, pues, la frente, y demos a HOMERO la trompa, a VIRGILIO la lira y a CERVANTES el lauro, mientras que la FAMA publicará por el mundo la sentencia del DESTINO, y el cantor APOLO entonará un himno al nuevo astro, que desde hoy brillará en el cielo de la gloria y ocupará un asiento en el templo de la inmortalidad.
Estoy muy enfermo, Esteban: mi sentencia de muerte es irrevocable.
La fábula del Paraíso, la sentencia del Dios bíblico imponiendo el castigo de sudar de fatiga para ganar la subsistencia, demuestra que en todos los tiempos la moral natural consideró el reposo como el estado más grato al hombre, y que el trabajo debe reputarse como un mal indispensable para la existencia, pero mal al fin.
Allí no había secretarios, ni plumas, ni días de angustia esperando la sentencia, ni guardias terroríficos, ni nada más que palabras.
Al que se insolentaba con el tribunal, multa, al que se negaba a cumplir la sentencia, le quitaban el agua para siempre y se moría de hambre.
Sin abandonar su asiento, los jueces juntaban sus cabezas como cabras juguetonas, cuchicheaban sordamente algunos segundos, y el más viejo, con voz reposada y solemne, pronunciaba la sentencia, marcando las multas en libras y sueldos, como si la moneda no hubiese sufrido ninguna transformación y aún fuese a pasar por el centro de la plaza el majestuoso Justicia, gobernador popular de la Valencia antigua, con su gramalla roja y su escolta de ballesteros de la Pluma.
Y Batiste calló, mientras el monstruo de las siete cabezas, replegándose en el sofá de damasco, cuchicheaba preparando la sentencia.
Y fué por entonces cuando Batiste, el día de su sentencia en el Tribunal de las Aguas, la vió en el camino acompañada de Tonet.
También en él se cumplió la sentencia evangélica: , también por él, si es lícito comparar lo pequeño con lo grande, pudo decirse que.
Su fallo, la propia sentencia que ella dictaba acerca de cualquiera calidad, acto o virtud de su persona, la lisonjeaba y complacía mil veces más que todo el aplauso de cuantos la rodeaban.
Doña Luz andaba estudiando y comparando cómo aquellos dos autores habían puesto en acción dramática la misma sentencia: y.
Más bien se la podía acusar de que, sin envidia ni encono, y sólo por amor al arte, gustaba algo de la murmuración, y seguía demasiado, como regla para sus juicios, aquella terrible sentencia de.
Ya está hecha la sumaria, requeridos los testigos, celebrada la vista, dada la sentencia.
Todo es admirable, desde aquella gran sentencia , es decir, que no todas las tierras sirven para todos los árboles, Sr.
Y advierta vuestra merced, señor mío, que el principio que los antiguos dieron a sus consejas no fue así comoquiera, que fue una sentencia de Catón Zonzorino, romano, que dice: Y el mal, para quien le fuere a buscar, que viene aquí como anillo al dedo, para que vuestra merced se esté quedo y no vaya a buscar el mal a ninguna parte, sino que nos volvamos por otro camino, pues nadie nos fuerza a que sigamos éste, donde tantos miedos nos sobresaltan.
Digo, pues prosiguió Cardenio, que, estando todos en la sala, entró el cura de la perroquia, y, tomando a los dos por la mano para hacer lo que en tal acto se requiere, al decir: ¿Queréis, señora Luscinda, al señor don Fernando, que está presente, por vuestro legítimo esposo, como lo manda la Santa Madre Iglesia?, yo saqué toda la cabeza y cuello de entre los tapices, y con atentísimos oídos y alma turbada me puse a escuchar lo que Luscinda respondía, esperando de su respuesta la sentencia de mi muerte o la confirmación de mi vida.
En fin, él da tales muestras de tener apasionado el corazón, que tememos todos los que le conocemos que el dar el sí mañana la hermosa Quiteria ha de ser la sentencia de su muerte.
Pero, al fin, le desató y le dio licencia que fuese a buscar su juez, para que ejecutase la pronunciada sentencia.

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