Ejemplos con robaban

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Si bien los campesinos amigables les proveían de alimentos, en algunos casos robaban comida de las tiendas farms o saqueaban los escondites destinados para los soldados alemanes.
Durante la Edad Media en Europa, se decía que los judíos robaban la hostia consagrada y la profanaban para actuar la crucifixión de Jesús mediante el apuñalamiento o la quema de la hostia, o usándola para otra cosa.
La versión más común sobre los orígenes de esta actividad atribuye los primeros robos a los mismos gamonales: robaban a los comuneros como una manera de fomentar su dependencia económica de las haciendas y también como una forma de aumentar sus propias riquezas a través de la venta o consumo del ganado robado.
Las mujeres robaban a la madre al venderla los comestibles, y además la apodaban la Bruja.
Lo robaban todo, arrasaban los campos, como una nube de langosta, y cuando las tropas hacían alto, encontraban ya la hoguera ardiendo y la comida en su punto.
¡Todos le robaban! Al día siguiente hablaba con sonrisa bonachona de una importante cantidad que debería pagar por haber garantizado con su firma a un conocido , en completa insolvencia: ¡Pobre! ¡Peor es su suerte que la mía!.
Todos reconocían que aquel tío sabía mucho , y sin título de maestro ni miedo a que nadie se acordase de él para quitarle una escuela que no daba ni para pan, iba logrando a fuerza de repeticiones y cañazos que deletreasen y permanecieran inmóviles todos los pillos de cinco a diez años que en días de fiesta apedreaban a los pájaros, robaban la fruta y perseguían a los perros en los caminos de la huerta.
¡Si al menos tuviera un hijo! Buscando ayuda, tomaba criados, que le robaban trabajando poco, y finalmente los despedía, al sorprenderles durmiendo dentro del establo en las horas de sol.
Los dependientes, libres de vigilancia, hacían lo que les daba la gana, el género desaparecía, sin dejar como recuerdo de su paso dinero en el cajón, las criadas robaban arriba, en las mismas narices de doña Teresa, aturdida por tan radicales cambios, pero allí estaba el amo para remediarlo todo, y por mucho que se despilfarrase, los cobros de diferencias a fin de mes eran tan exorbitantes, que empujaban vertiginosamente aquel barco falto de dirección y haciendo agua por todas partes.
Eran enemigos jurados de este industrial los de la vecindad, que bonitamente le robaban los juncos para sus juegos y diabluras.
¿Qué mayor expedición que ir desde el Noviciado a la Puerta de Hierro haciendo escala en el Puente Verde para llamar a las lavanderas del río? ¿Pues y el viaje a Moratalaz o Amaniel para ver hacer el ejercicio a la tropa? ¿Y el ir a extasiarse ante los puestos de San Isidro, en vísperas de romería, o marcharse en invierno a ver si se había helado el Canal del Lozoya? Lo que nunca se les ocurrió fue tomar partido en pedrea de las Peñuelas, ver ajusticiado en el Campo de Guardias ni tratar con los barquilleros que, al juego de la cinta, robaban dinero a los provincianos en la Montaña del Príncipe Pío.
Ya no era que el Año repartiese, sino que le robaban, le despojaban, sin darle tiempo ni a hacer el ademán de la distribución.
Y cuando por las mañanas, al romper el día, le robaban el sueño el cencerreo del ganado que salía al pasto, los silbidos de los criados, las seguidillas de las mozas que iban a la mies, el toque al alba, los ladridos del perro, el cacareo de las gallinas y los relinchos del caballo, lejos de incomodarse, bendecía en sus adentros el instante en que se le ocurrió trocar el agitado torbellino de pasiones de la corte por el oscuro rincón de la vivienda de los Seturas.

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