Ejemplos con rica

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Me regaló una rica casulla, bordada en oro.
Aquí y acullá, y en todas partes, la historia del siglo XIX es la historia de la clase mediaclase media más rica y culta allá, más miseranda y cerril acá, la historia de una época de libertad anárquica, la libertad de explotación, torbellino de átomos insensatos e incoherentes, época egoísta y brutal, que pensó suprimir el dolor fingiendo ignorar que lo hubiese, y alardeó de las ideas y la belleza porque las avillanó y sometió cotizable en el mercado, como cualquiera otro artículo de comercio, época, en fin, en que el negociante venció y aniquiló al filósofo y al poeta.
Miróse el pueblo montañés en tal espejo, y no sólo vió admirablemente reproducida su propia imagen, sino realzada y transfigurada por obra del arte, y se encontró más poético de lo que nunca había imaginado, y le pareció más hermosa y más rica de armonías y de ocultos tesoros la naturaleza que cariñosamente le envolvía, y aprendió que en sus repuestos valles, y en la casa de su vecino, y en las arenas de su playa, había ignorados dramas, los cuales sólo aguardaban que viniera tan soberano intérprete de la realidad humana a sacarlos a las tablas y exponerlos a la contemplación de la muchedumbre.
En obsequio a la verdad, debe decirse que algo más que esto hay en la obra del mismo Zola, aunque mucho menos rica, interesante y variada que la inmortal de Balzac.
¿Por qué no se tiene para mí un mal recado de atención, por lo mismo que soy forastera? ¿Se les caería la venera a algunas de esas fachendosas por acordarse de mí, que soy más rica que muchas de ellas? ¡Pues no parece sino que todas son marquesas! ¡Y el marido de la una vende paño de Munilla y sogas de esparto, y el de la otra y de soldado, y me debe a mí hasta la sal con que sazona lo poco que come! Pues vinos y jabón vende mi marido.
Antes de salir a la calle pasa a otro gabinete frontero al suyo, con la aparatosa sala por medio, y allí encuentra, ordinariamente solas, y rara vez con , a una señora tan gruesa como él, dura de semblante y rica aunque charramente vestida, y a una joven como de veintidós años, ancha de hombros y caderas, bien destacada de pecho, de ojos y cabellos negros como el azabache, de blancos dientes y moreno cutis, bien proporcionada y airosa de talle, y vestida con todo el rigor de la moda, una buena moza en toda la extensión de la palabra.
¡!exclamó, fuera de sí, la , olvidándose en aquel instante de todos los miramientos que la esclavizaban desde que era rica.
¿No era ella rica? ¿No era él un personaje? ¿No era joven? ¿No tenía talento y elegancia?.
¡Ni harina ni grano en una casa tan rica!.
¡En una casa tan rica no haber pan en el horno! ¡Vísteislo vosotros jamás de los jamases?.
El vaho ardoroso de los pucheros donde se ahogaba el capullo subíasele a la cabeza, escaldándole los ojos, pero a pesar de esto, permanecía firme en su sitio, buscando en el fondo del agua hirviente los cabos sueltos de aquellas cápsulas de seda blanducha, de un suave color de caramelo, en cuyo interior acababa de morir achicharrado el gusano laborioso, la larva de preciosa baba, por el delito de fabricarse una rica mazmorra para su transformación en mariposa.
¡Pobre don Melchor! ¡Cuan caro le costaba ser esposo de una mujer hermosa y rica! Aburríase con el trato de unas personas a las que no podía entender, su esposa sólo le hablaba para proporcionarle nuevos tormentos, y únicamente se sentía feliz cuando, puesto de veinticinco alfileres, huía de casa, buscando en el Mercado a sus antiguos amigos.
Todo se realizó tal como lo dispuso doña Manuela, y ésta, a los pocos días, recordaba como un sueño la estancia de seis años en la tienda del Mercado, y se consideraba feliz pudiendo pasear en berlina por la Alameda y teniendo un lacayo a sus órdenes para enviar recaditos a las nuevas amigas, esposas de magistrados y militares, señoras a las cuales, por ser rica, trataba con aire protector.
Setenta mil duros aproximadamente heredaron en dinero, géneros e inmuebles cada uno de los hijos del , y mientras el primogénito se quedó con la casa solariega, contento con su posición y dispuesto a aumentar lo heredado, doña Manuela, al verse rica, sólo pensó en salir de su estado de tendera.
Pues ¡mejor, hijo, mejor! ¡Yo quiero mucho a Linilla! Gabriela será muy elegante, muy bonita, muy rica, ¡cuánto tú quieras! pero donde está Angelina.
La codicia, sí, la codicia, porque sólo ella me podía hablar de ese modo, me decía: ¿Dices que Gabriela ama a otro, que vive pensando en otro, que no puede amarte? ¡Ten paciencia, ten calma, que no todo ha de ir tan de prisa como tú quieres! Ese joven a quien ya detestas, aunque no le conoces, no es digno del amor de Gabriela, y tarde o temprano, el mejor día, se casará, con alguna señorita más rica que ésta a quien ya amas.
¿La riqueza? ¡No, la riqueza no puede dar felicidad a los corazones! Tía Carmen me había dicho que la señorita Fernández era rica sí, pero también me decía: no seas causa de que una mujer llore un desengaño.
Es muy hermosa, y muy simpática, y muy inteligente, y muy buena, y además rica, pero no te querrá tanto como yo.
¡Si, de esa señorita que es tan buena, tan amable, tan elegante, tan inteligente, tan linda, y tan rica!.
Había en ella algo o mucho de aquellas damas mexicanas, chapadas a la antigua, piadosas sin gazmoñería, caritativas sin parecer sensibleras, y en las cuales no podemos pensar sin imaginárnoslas vestidas de negro y veladas con rica y aristocrática mantilla.
Los altares lindísimos, el púlpito magnífico, nuevo, de madera muy rica, digno de un obispo, las imágenes muy buenas.
Pocos platillos: rica sopa de almendra, sopa de la pelea pasada , como decía don.
Yo sé muy bien cuánto vales, que, por mil motivos, eres digno de una mujer que te honre, sin que la historia de su familia, o el origen de la que llegue a ser tu esposa sea obstáculo a tu felicidad, yo bien sé, Rorró, que tu tía, doña Carmelita, desea para tí una mujer de brillante cuna, elegante, hermosa rica.
Pero, dime: ¿serías el primero que sin poseer caudales se casaba con una rica? No.
¡Esa sí me gusta! ¡Tan bonita, tan inteligente, tan buena, tan sencilla! Es rica, y tiene la sencillez de una pobre, es inteligente e instruída, y no hace alarde de ello, es hermosa, y no está pagada de su belleza.
Es el caso que una señorita muy guapa, muy elegante, y además muy rica, la misma que se puso tan seria y abogó por esas pobres muchachas que pedían socorro a las Conferencias, me tomó del brazo y.
Bañados en la luz de brillante crepúsculo, surgían ante mis ojos valles y colinas, llanuras y dehesas, bosques y heredades, en donde la rica vegetación de las tierras cálidas desplegaba su frondosidad incomparable.
Unos contaban que había muerto en campaña, después de batirse como un héroe, otros que pereciera en un duelo a que le llevó una aventura escandalosa, quienes que se había casado en Guadalajara con una rica heredera, quienes qué estaba procesado por un delito que la Ordenanza castiga con peña de muerte.
Había que verla en aquel retrato: amplio el escote, corto el talle, desnudo el torneado brazo, ricillos en las sienes, rica, donairosa mantilla, y ladeada peineta de boca de olla, ¡ni más ni menos que la reina, doña María Luisa! ¡Con razón los pisaverdes y lechuginos de Pluviosilla se bebían los vientos por mi hechicera tía!.
Y me pareció mirar una niña pálida y rubia, esbelta y graciosa, de grandes ojos de color de violeta, una niña en cuyo semblante puso el cielo angelicales bellezas, que ataviada gallardamente con rica veste azul, corta la falda, dejando ver unos pies brevísimos, pasaba y huía, e iba a perderse entre la sombra que proyectaba en el muro el blanco lecho: la dulce niña objeto de mi primer amor, de ese amor primero que embalsama con su aroma de azucenas la más larga vida, toda una existencia.

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