Ejemplos con rendijas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Para conseguir esto, quitaba énfasis a los normalmente expresivos ojos y cejas reduciéndolos a rendijas ennegrecidas y simples arcos.
Clavaron sus mosquetes por las rendijas del fuerte y dispararon a los sorprendidos defensores.
En este tipo de pared es frecuente la existencia de huecos o rendijas , lo que les aporta un aspecto de ligereza, que en ocasiones son rellenados con piedras de menor tamaño y sin argamasa.
Algunas clases de obreros de las fábricas y de los altos hornos, que por la índole permanente de su trabajo tienen que trabajar necesariamente de día y de noche, lo mismo los días laborables que los festivos, tienen establecidos sus turnos para dormir en una misma cama, y cuando se levanta el uno se acuesta el que le sustituye, pasándose largas temporadas sin que se laven sus ropas y sin que las habitaciones tengan otra ventilación que la que se produce por las rendijas de sus puertas y ventanas.
En la casona, enero reinaba exterminador, silbando por las innúmeras rendijas de las ventanas, y en la cocina, enorme y abandonada, entraba por la bocaza bruna de la chimenea y se complacía en apagar el rescoldo mezquino del llar, casi cegado por un montón de helada ceniza.
Pensó que tal vez el enemigo, oculto en la maleza, veía las rendijas de la puerta iluminadas y esto le hacía persistir en sus provocaciones.
Algunos muchachos saludaban con expresiones burlonas la luz de los relámpagos que se filtraba por las rendijas de la puerta, y el sonreía sentado en el suelo con la mandíbula apoyada en ambas manos.
Tras la luz rosada del amanecer marcábanse en las rendijas las barras de oro de la luz solar.
Algunas mañanas que Jaime se quedaba en el lecho viendo filtrarse por las rendijas la luz lívida y difusa de un día tempestuoso, tenía que levantarse apresuradamente al oír la voz de su compañero, que cantaba la misa acompañando los latinajos con pedradas a la torre.
Una luz misteriosa, mezcla de oro de sol y azul acuático, filtrábase por las rendijas, temblando en la blancura de las paredes.
Ni el más tenue resplandor entraba por las rendijas.
¡Cuán dulce su lejano despertar, en la luz celeste que entra por las rendijas de la alcoba! Yo, deseoso también del día, pienso en el sol desde mi lecho mullido.
Un detalle de las sobremesas de aquella casa, es que no había palillos de dientes, no por razones de economía, ni menos por escrúpulos de aseo y urbanidad, como es uso entre anglosajones, los cuales consideran el acto de mondar las rendijas de la dentadura como una necesidad de orden vergonzoso y clandestino, sino porque no había ocasión, y por ende los palillos holgaban.
Era de piedra amarillenta, y estaba cubierto de blasones, de musgo y de rendijas, el alero se caía, y los balcones se desmayaban.
Pero era el viento en las rendijas.
Oía los mugidos del río que pasaba a su izquierda, tocaba los jaramagos que brotaban entre las rendijas a su derecha, y sentía en el rostro el fango con que le salpicaban los caballos que le precedían, y el aire sutil y nauseabundo, como el de una caverna, que silbaba al pasar por aquel tubo retorcido y caprichoso.
El frío de la noche penetraba, aun cerrados los cristales, a través de las rendijas.
No pudo asistir el joven Telémaco a la entrevista, pero rondó por las inmediaciones de la puerta cerrada, alcanzando a oír algunas palabras en voz más fuerte que se deslizaron por las rendijas.
Abrían las cajas para sacar camisas blancas y vestidos nuevos, limpiábanse de los menudos compañeros de viaje repugnantes y molestos, que volvían a refugiarse en las rendijas de las naos, se ceñían la espada.
Los primeros navegantes que habían pasado al otro hemisferio daban por seguro que en la línea morían todos los parásitos que se albergaban en los cuerpos de los marineros y en las rendijas de las naves.
Entonces, cuando una débil claridad penetra por las rendijas de la ventana, se oye sobre la canal de latón, que pasa sobre ella, un traqueteo sonoro, ruido de saltos, carreras precipitadas, idas y venidas afanosas.
Unas tablas viejas cierran un portal ancho, por las rendijas se columbra un patio lleno de escombros, y entre el cascote, ante paredes desmoronadas, se yergue una arquería de medio punto, sostenida por elegante columnata dórica.
Miró en torno suyo: chisporroteaba una lamparilla sobre la mesa, una mujer de edad madura roncaba desapaciblemente al pie de la cama, en un gran butacón, y por las rendijas de las dos ventanas, cerradas ambas, entraban discretos rayos de luz, cual si el nuevo día se adelantase de puntillas y sonriendo a dar la enhorabuena al enfermo.
Por las rendijas de las puertas parecía escapar la respiración entrecortada y brutal del sueño aplastante después de una noche de caricias de fiera y caprichos amorosos de borracho.
Dentro de las blancas barracas había ojos que atisbaban curiosos por las rendijas, tal vez bocas que reían con un gozo infernal, pero ni una voz que dijera: ¡Aquí estoy!.
Una sola estancia rectangular con piso de madera, manchado de harina, lleno de agujeros y rendijas, por las cuales se veía a las ruedas revolver furiosamente con sus brazos de roble el haz del agua.
El caballero de la barba se obstinaba en mirar a la calle por las rendijas de la persiana, dándose golpecitos de impaciencia en el muslo con el sombrero de copa.
Al pasar junto a un balcón, hiriólas el frío que entraba por las rendijas.
Sí, señor, lo mismo la hija del Marqués o del Conde, que la del médico o el abogado y la del artesano o el campesino, así la doctora en amor de la metrópoli, como la tétrica de la ciudad sedentaria, y la díscola lugareña, todas hablan con el novio por el balcón, por la reja baja, por el tejado, por las rendijas de la puerta, por la tapia del huerto a la luz del sol, a la de la luna, a la de los faroles y a ninguna luz: ¡á la faz de los transeuntes, cuando los padres son gustosos, y de media noche para abajo, entre la una de la madrugada y el amanecer, cuando se opone la familia!.
El cuarto estaba casi a oscuras, por las rendijas de la madera penetraban dos o tres rayos de sol, agitando millares de átomos inquietos que bullían como polvo de luz, las galas estaban esparcidas sobre un sofá de raso, y el corsé de seda azul con trencillas blancas, caído al pié de una butaca.

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