Ejemplos con religión

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El obispo se mostró en todo conforme con el dictamen de su hermano en religión.
Tratábase del Padre Alesón, un fraile dominico de las dimensiones de un paquidermo antediluviano, a quien sus hermanos en religión y la grey parroquiana de la Orden llamaban la torre de Babel, por la estatura y porque sabía veinte idiomas: unos vivos, otros muertos y otros putrefactos.
La religión es seca como una vieja ¡Como las canillas de una vieja! Tiene cara de beata y cuerpo de galga Como el hombre necesita muchas mujeres y le dan una sola, tiene que buscarlas fuera.
Unos, como el , lo achacaban a la impiedad del tiempo, otros, como el músico, hacían responsable a la misma Religión, aunque no osaban decirlo en alta voz.
La religión era entonces alegre, popular, democrática, como diría usted, Gabriel, aún no había Inquisición ni sospechas de herejía que agriasen el ánimo con el fanatismo y el miedo.
El cristianismo, al formarse como religión, no inventó ni una mala melopea.
Y entonces escribió este lamento, esta despedida a la vida, cuya grandeza no puede ser igualada por ningún canto, por ninguna palabra de la religión.
Además, ¿qué religión tiene la grandeza de la música? ¿Conoce usted el último cuarteto que escribió Beethoven? Se sentía morir, y al borde de la partitura escribió esta pregunta aterradora: ¿Es preciso? Y más abajo añadió: Sí, es preciso, es preciso.
Sólo me preocupa la música, que alguien ha dicho que será la religión del porvenir , la manifestación más pura del ideal.
Pero la religión era mentira, y no, existiendo más vida que la presente.
Gabriel había encontrado su nueva religión y se entregó por completo a ella, soñando en la regeneración de la humanidad por el estómago.
Luna no vacilaba: la Ciencia, únicamente la Ciencia ocuparía el hueco de la religión, muerta para siempre.
El arte colocaba la Naturaleza sobre el ideal, los hombres pensaban más en la tierra que en el cielo: la Razón nacía, cada uno de sus avances era un paso atrás para la Fe, y llegaba el momento, por fin, en que los clarividentes, los que se inquietaban por el porvenir, pensaban ya en cuál había de ser la nueva creencia que sustituyese a la religión agonizante.
Llenaba la vida de los hombres durante la Edad Media, cuando no podía darse un paso fuera de la religión, y en la tierra, asolada por las luchas, no había otra esperanza que el cielo ni más lugar de asilo para el pensamiento que la catedral en la ciudad y el monasterio en el campo.
Su fe en el catolicismo como religión única desapareció completamente.
El catolicismo no fue ya para él la religión única.
¿Qué tenía dentro la fatal manzana del Paraíso, que después de seis mil años de maldición la misma Iglesia comenzaba a venerarla, esforzándose por hacerla olvidar las antiguas persecuciones? ¿Por qué la religión, firme como una roca en medio de los siglos, que había desafiado persecuciones, cismas y guerras, se ablandaba por el miedo ante los descubrimientos de unos cuantos hombres, entrando en la corriente loca que buscaba la causa y la explicación de todas las cosas? Teniendo el apoyo secular de la Fe, ¿a qué buscar el auxilio de la Razón para sostener sus tradiciones y justificar sus dogmas?.
Es más: hasta notaba cierto encogimiento humilde en los representantes de la religión cuando se encaraban con la ciencia, un deseo de agradar, de no ser rechazados, de infundir simpatía con soluciones conciliadoras para que el dogma no quedase en tierra privado de asiento en aquel tren de rapidísima marcha que llevaba a la humanidad hacia el porvenir con el vértigo de los nuevos descubrimientos.
No quería vivir en tierra extranjera, además, su padre había muerto, y no era difícil que le entregasen la torre de la catedral si alegaba los méritos de la familia, sus tres años de campaña por la religión y un balazo que había recibido en una pierna.
Al entrar en los pueblos gritaban: ¡Viva la religión! , pero a la más leve contrariedad, los combatientes de la Fe se hacían esto y aquello en Dios y en todos los santos, no olvidando en sus sucios juramentos ni a los más sagrados objetos del culto.
El infeliz prelado creía haber hecho una gran cosa sosteniendo los intereses de su familia durante la guerra, y se veía acusado de liberal, de enemigo de la religión y del trono, sin que pudiese adivinar en qué había conspirado contra ellos.
La gente joven que vive en las Claverías no tiene amor a nuestra Primada y se queja de lo cortos que son los sueldos, sin tener en cuenta el temporal que aguanta la religión.
Algo me escamaba leer tu nombre con tanta frecuencia en los periódicos, unido a esos en los que se pide el reparto de todo, la muerte de la religión y la familia, y qué sé yo cuántos disparates más.
Eso podría ser para los tramposos, para los que no han pagado nunca, pero él, que siempre había cumplido, que nació allí mismo, que sólo debía un año de arrendamiento ¡quiá! ¡Ni que viviera uno entre salvajes, sin caridad ni religión!.
La religión es lo único que puede contener a toda esa gente de abajo.
¡Y aún dicen que no hay fe! Por fortuna, la religión de nuestros padres vive y vivirá siempre.
¡Cómo estaba el mundo! No había religión, orden ni autoridad, y ¡claro! era imposible que una persona decente saliese a la calle sin que la pillería le diera que sentir.
¡Buenos ratos me pasé oyéndole hablar de religión! ¡Qué mansedumbre! ¡Qué dulzura! ¡Nada de vanos escrúpulos ni de ridículas gazmoñerías!.
Hago punto omiso de cuanto hay en ella contra la Religión.
El cura nos predicó el domingo tantas cosas altisonantes sobre las herejías y ofensas a la religión que hacen en Madrid.

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