Ejemplos con relente

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

No faltan influjos del cubismo y de su surrealismo, seguidos con una energía innovadora que evita todo relente servil.
Como los seres nerviosos que después de un esfuerzo extraordinario caen en desaliento mortal, él, tras la tarde de agitación y la noche pasada en los bancos del paseo, sufriendo el húmedo relente, sentíase enfermo.
Pues ¿y prestarlo a una señorita a la salida de un baile, para que preserve su encantadora cabeza del húmedo relente de la noche?.
El ruido que causaban los que iban saliendo, despidiéndose con regocijadas risas, y el húmedo relente con sus fríos vapores, hicieron a Lázaro volver en sí del largo desmayo al tiempo que los últimos grupos esperaban, en el espacioso vestíbulo y en los primeros términos del jardín, la llegada de sus carruajes.
Alumbraban el trapiche unas fogatas que habían encendido los negros, no tanto para obtener claridad en aquel ancho y tenebroso edificio, como para calentarse, pues se sentía un relente desapacible y ellos carecían de abrigo, excepto el gorro de lana que algunos llevaban puesto.
¿Qué relente es ése? Ármese vuesa merced, que aquí le traemos armas ofensivas y defensivas, y salga a esa plaza, y sea nuestra guía y nuestro capitán, pues de derecho le toca el serlo, siendo nuestro gobernador.
¡Por Dios respondió el huésped, que es gentil relente el que mi huésped tiene!, pues hele dicho que ni tengo pollas ni gallinas, y ¿quiere que tenga huevos? Discurra, si quisiere, por otras delicadezas, y déjese de pedir gallinas.
Iba solo ya y tapándose la boca con su pañuelo de bolsillo, porque el relente era fresco y él tenía un miedo cerval a las pulmonías, eran algo pasadas las diez y media, y en las calles que recorría no encontraba un alma, porque el movimiento y los atractivos de la población, a aquellas horas, no estaban por allí.
No sé qué cogí aquella noche, al relente, furiosa, por la calle húmeda.
El violín según él sonaba con más dulzura que en las salas ahogadas de los conciertos, donde las notas tenían que flotar en una atmósfera cargada de emanaciones impuras, parecía que las cuerdas en aquella triste soledad tranquila de la noche apacible se desperezaban con cierta gracia de ingenua confianza, la humedad del relente pasaba al timbre de la cuerda: era más fresca y algo húmeda la nota del violín.
Parecían capa angulosa de piel repugnante y como viva, y por instinto, para librarse del relente, el Demonio, meditabundo, se embozó en las alas.
Creí que aquello no tenía fin, pues terminada una ronda de besos que restallaban en las mejillas de María Ignacia, empezaba otra ronda, y entre tantas babas, pucheros y suspiros, se repetían sin cesar las recomendaciones de que escribiéramos, de que nos cuidáramos, de que nos guardásemos del relente al apuntar del alba, y los votos ardientes por nuestra felicidad.
La noche era serena y fría, y sobre todos los objetos extendía el relente una humedad glacial.
huerta, y otras en el mismo relente ó canal.
¡Gentil relente, por cierto! ¡Ea, vengan todos!.
:Desde la débil iluminación amarilla de mi cuarto de convaleciente, blando de alfombras y tapices, oigo pasar por la calle nocturna, como en un sueño con relente de estrellas, ligeros burros que retornan del campo, niños que juegan y gritan.
:¡Aquí está! ¡Oh canto del grillo por la madrugada, cuando, corridos de escalofríos, Platero y yo nos vamos a la cama por las sendas blancas de relente! La luna se cae, rojiza y soñolienta.
Allí se enfría en seguida, con el relente de la noche.
De pronto, y cuando ya no llegaban a sus orejas ni los más recios trombonazos de la banda del Hospicio, y el relente de la noche hubo secado la última gota de sudor en el más escondido de sus poros, sintió que se le apagaban los fuegos de sus preocupaciones, como se habían apagado los seis cabos del salón, que entre aquellas tinieblas frías se volcaba la máquina de sus pensamientos, y que se le enseñoreaban del meollo, por haber quedado encima otros, tan mortificantes y de tal peso, que le abatieron los bríos y hasta le cortaron el andar.
Parecióme que el relente frío de las madrugadas no debía de sentarle bien, y así se lo dije, aconsejándole que se guardara de él.
-Pos a mí el compadre no me ha encargao más sino que le diga a usté que se cuide mucho y que se quite del relente y que tenga usté güen corazón y guena sangre pa con los que gimen y lloran, conmigo, pongo por caso, ¡que me estoy muriendo a chorros por su presonita gitana!.
-Hombre, te diré -murmuró Cayetano sin atreverse a mirar a su primo cara a cara-, ya conoces tú lo súpita que es tu Rosalía, y como es tantísima la voluntá que te tiée, pos lo que pasa es que como el méico no quería que se le igiera aónde estás tú, poique, de enterarse, se hubiera enjotao en vinir y ella no está pa estos apretones, pos na, se le ijo que tú estabas con una pupa que te había salío por mo de que te dio el relente en la cara, pero ella se cabreó y ayer mañana se enteró por casolidá de que tú estabas aquí, y apenitas se enteró y la señá Micaela se fue a la compra, se salió por la puerta del corral, y.
-Pos bien, ya te lo digo, la hipoteca estaba vencía y er Zamora estaba prendaíco der tó de la der Romero, la cual ya le había dicho más veces que no que abejas tié una cormena y que púas un zarzal, pero como cuando er queré se mos mete en el alma por toicos los ventanales, se nos aletarga la razón y la consencia, pos velay tú, al mozo se le gorvió negro lo blanco un día y le ijo al tío Pepe el Perejiles que si su retoño no se casaba con él, él diba a tener el gusto de ponellos a dambos al relente del camino.
Después había notado el Cachete un cambio brusco en su conducta: la Gorgoritos estaba alegre, brillábanle los negrísimos ojos como en los días más felices, como en los días aquellos en que él cantábale sus amores en murcianas y soleares en el hondilón del Canela, además, procuraba acercársele lo menos posible, siempre tenía un motivo para justificar su alejamiento, era mucho lo que tenía que hacer, la pólvora íbase acabando de modo alarmante, ya las reservas estaban casi todas en casa del boticario, además, las cuatro joyas de alguna valía estaban a buen recaudo en casa de agüelito y pronto, de seguir la cosa como iba, tendrían que irse el uno al hospital y la otra a que le diera el relente en Martiricos.
-Pero, chiquilla, ¿es que me vas a dejar tú con la caspa al relente? ¿Te crees tú que a mí me va a coger otro toro? Pos no estás tú mu chalaíta, ¡camará! Aquel me cogió a mí porque me dio un calambre en un tobillo, pero ya sé yo con qué se curan esos calambres, y sobre to que yo ya tengo veintiún años y no tengo oficio ni beneficio, y a mí me gusta vestir bien y comer bien y vivir bien y que me traigan y que me lleven en lenguas a toas las horas, y además que ensoñando vivo yo con que llegue er día en que te puea yo coger por ese mimbre que Dios te puso por talle y llevarte al cubril que yo te haiga ya preparao, que te tendré, Dios mediante, más rebonito que un estuche, con tos los muebles doraos y forraos de telas azules y colorás, con muchísimos espejos biselaos y muchísimas cortinas de terciopelo granate y con muchísimas flores, y con muchísimas alfombras, y con muchísimas.
Nunca se movía, especialmente por la noche, sin llevar abierto el paraguas, porque, según aseguraba, le hacía mucho daño el relente, y esta circunstancia, unida al alto tupé, a los dos bucles caídos indefectiblemente sobre la pálida frente de la anciana y el gran gato Florindo, su compañero, hacían el mismo efecto en las gentes de la villa que el pleito y la dignidad inmutable del rubio Montenegro.
Puesta esta misma mujer en un baile campestre, aguanta el relente de la noche sin constiparse, gira como una peonza en brazos de un hombre horas enteras, y no se marea, sufre un pisotón que le aplasta un par de dedos, y no se queja, encuéntrase en su rápida marcha con una docena de parejas, crujen hasta sus pulmones con la violencia del choque, y no se da por entendida del suceso, rozan su terso cutis las patillas de su adjunto, y no se ruboriza, respira casi en la boca de éste su aliento tabacoso, y no estornuda, rómpese el leve zapato entre los chinarros del salón, y su pie delicado no da señales de sentir la aspereza del suelo, cae, en fin, un chaparrón de agosto, y si no le dicen «párate», sigue bailando con el agua a las rodillas.
-Niña, que te va a hacer daño el relente.
Así fue que un día, dándose a pensar muy seriamente sobre el asunto, concluyeron con este fundadísimo razonamiento: «Toda vez que no formamos ya parte de las masas, y somos independientes, y nada tenemos que ver con las fiestas de la muchedumbre, ¿por qué hemos de dar nuestros bailes precisamente en días de romería? Y si, prescindiendo, como debemos prescindir, de esta causa, elegimos los que más nos acomoden del verano para bailar, ¿por qué no hemos de hacerlo a la puerta de casa y con toda tranquilidad?»-Y aquellos infatigables reformadores columbraron al punto, en el barrio de Santa Lucía, la huerta de Noriega, en la cual huerta había un juego de bolos, y el cual juego de bolos estaba rodeado de un cobertizo de tablas, a modo de pesebrera, y exclamaron: -''Voi-ci notr'affaire'', es decir, aquí está lo que necesitamos: amparo contra el relente y la lluvia, proximidad al hogar de cada uno, e independencia absoluta.
-¡Eso no puée ser, señá Frasca! ¿No comprende usté, señora, que son ya muchas pantorrillas las de mi morena pa que las queme el relente?.

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