Ejemplos con rehuyendo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Con el nuevo refuerzo y las lecciones aprendidas en los años anteriores los pilotos cubanos consiguieron invertir los papeles y la SAAD comienza a cosechar sucesivas pérdidas, rehuyendo progresivamente los combates aéreos y abandonan a sus fuerzas terrestres ante la llegada de los caribeños.
Al año siguiente regresó a Francia, rehuyendo al servicio militar de los Estados Unidos.
A medida que los españoles se movían a lo largo del frente, echando atrás sus jabalinas y rehuyendo el combate singular, los arqueros de los flancos se cebaron en ellos ejecutando una gran carnicería.
This is not another freaky TV: programa que habla del mundo del cómico y de la imagen rehuyendo de los estereotipos clásicos.
Rehuyendo preciosismos y sentimentalismos hueros, desde una contenida distancia, la Coco de Sánchez-Andrade es una singular representación de la soledad más devastadora, la personal aproximación a una mujer que se creó a sí misma para escapar de lo que siempre temió en realidad ser.
Zumalacárregui, sorprendido al principio de tal movimiento, comprendió al fin que el tan formidable ejército no trataba ya más que de retirarse de su vista, rehuyendo el combate.
Ulises le habló rehuyendo su mirada, deseando evitar con el laconismo de su lenguaje todo motivo de emoción.
Ojeda, al estrecharle la mano, se fijó en su tendencia a volver la cara hacia el mar, rehuyendo el lado izquierdo, y con súbito movimiento le hizo ponerse de frente.
El contestó rehuyendo sus ojos.
Cecilia levantó los hombros y volvió a quedarse con los ojos extáticos, rehuyendo la conversación.
Se pasaban todo el mes comiendo al fiado, y el día de cobranza, si les era posible hacían lo que ellos llaman , cobraban y se iban a la taberna, rehuyendo el pasar por la tienda de comestibles.
Y enfurecido contra los clérigos de la catedral, que parecían acoger con buen gusto el Concordato y sus sueldos, satisfechos de salir bien librados de la tormenta revolucionaria, se aislaba en el jardín, cerrando la puerta de la verja y rehuyendo las tertulias de otros tiempos.
En tanto consagro mis horas a proporcionarme todos los gustos posibles, eliminando sinsabores y rehuyendo penas.
Hasta de día evitaba el abandonar sus campos, rehuyendo el roce con los vecinos.
Durante los días siguientes, Tirso guardó idéntica reserva: no salía, hablaba de cosas indiferentes, rehuyendo toda conversación sobre su pasado, esquivando rasgos de intimidad y haciendo como que no oía lo que le disgustaba.
¡Oh sorpresa! La resistencia más tenaz y briosa, la protesta más desesperada, unas manitas de acero que no podía cautivar, un cuerpo nervioso que se sacudía rehuyendo toda presión, y al mismo tiempo varias exclamaciones de profunda y verdadera congoja, dos o tres gritos ahogados que demandaban socorro.
Antonio Arregui, cuya austeridad de carácter conocemos, no habia tardado en alejarse de aquel sitio, rehuyendo conversaciones ociosas o dañinas.
Cuando digo aquí es porque es verdad, pues no creyendo mi casa bastante segura, y rehuyendo la indiscreción de los notarios, lo he guardado en un cofre sellado, oculto en aquel armario.
-Pos no he estao metío en ningún sótano -repúsole aquél, rehuyendo mirar al viejo frente a frente.
Como rehuyendo sus miradas.
-Oh, no es necesario aumentarlos -contestó apresuradamente, rehuyendo la cifra acusadora-.
-Vienes a tiempo de tomar una taza de café, pero tengo que salir en seguida -le dije, rehuyendo toda explicación delante de mi mujer.
-Le ruego a usted -exclamó Felipe rehuyendo por segunda vez una contestación explícita, que era cuanto anhelaba el insinuante orador-, que dejemos eso.
Las sombras vanidosas se mancornan para disculparse en el número, rehuyendo las íntimas sanciones de la conciencia, domesticadas, son incapaces de gestos viriles, fáltales coraje.
Y, siempre rehuyendo el rostro de su nuevo adversario, empezó a barajar los cubos de mármol, sus cubos.
Avergonzado de mí mismo, pero diciéndome interiormente: El miedo es natural en el prudente, cambiaba de rumbo, rehuyendo el peligro.
Subían rápidos a la cumbre de los médanos de movediza arena y bajaban con la celeridad del rayo, se perdían entre los montecillos de chañar, apareciendo al punto, se hundían en las blandas sinuosidades y se alzaban luego, se tendían a la derecha, evitando un precipicio, después a la izquierda rehuyendo otro, y así ora en el horizonte, ora fuera de la vista del plano accidentado, cuando menos pensábamos brotaban a nuestro lado, por decirlo así, incorporándose a mi comitiva.

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