Ejemplos con rebosante

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Mi alma estaba llena de miedo pero también rebosante de felicidad.
Rebosante con el reprimido secreto del inminente matrimonio y todos el Puri va a comer, ella revela el secreto de la pareja a Madhumati.
El archipiélago de Cabrera, juntamente con las aguas y los fondos marinos que le rodean, constituyen uno de los espacios naturales mejor conservados del Mediterráneo, rebosante de vida, tanto marina como terrestre.
Su nombre significa plenitud de conocimiento o rebosante de sabiduría.
Tras una larga y dura batalla, el pez tuvo la peor suerte, y el viejo, rebosante de felicidad, ya que no creía que el pez fuese tan inmenso, lo amarro al costado de la barca, para poner rumbo a la costa.
Algo se avecina acechante, amenazador y rebosante de maldad.
Con fama de petulante y fanfarrón, Martín de Riquer le describe como rebosante de ingenio y de agudeza, verboroso, espontáneo y transparentando una auténtica simpatía personal, siempre halla pretextos para componer canciones y raramente deja de ser brillante y agudo.
Fue un partido rápido, vibrante, rebosante de calidad y emoción.
La parte central superior está ocupada por un pilón, con forma hexagonal rebosante de agua, que probablemente haga referencia a la vida espiritual o a la especulación intelectual como Fuente de la Vida, en torno al que se arremolinan parejas de niños y del que arranca el tronco de un árbol, en posible alusión a la génesis de la Vida o a la imagen de la Ciencia.
Fué aquel un momento incomparable para Narcisa, tomó en triunfo la flor, y se la prendió en el pecho, rebosante de gozo.
Pero donde puso todo el corazón rebosante de ternura y amor, fue en la carta última, que le escribió a su anciana madre, entonces aquí, al lado de los que se sentaban a la mesa del jerez y de la manzanilla a comer el plato del robo y de la villanía.
El gran señor Confucio en su libro rebosante de sabiduría y admirable de sana y paciente erudición Fon-tin-góo o sea ''El tratado de las humanas pasiones'', dice refiriéndose a la envidia: Juntad en un año la peste, la sequía, el hambre, el látigo de los chon, la caracha, la tempestad, la pestilencia, la lepra negra, el granizo en la cosecha de arroz, las frases del blasfemo, la carne de toro, y el beso de la vieja desdentada, juntadlas en un año y siempre quedarán veinte hombres vivos, pero con una frase de un minuto dicha por uno que tenga la torva enfermedad tenebrosa no quedará una sola reputación limpia.
Isabel se detuvo a contemplar los hilitos del agua, a escuchar el musical ritmo, y recordó sus propias lágrimas, y sintió nuevamente preñados de ellas los ojos y rebosante el corazón.
-Sí, todos le pediremos, será nuestro abogado -afirmó el obispo, cruzando las manos fervorosamente, en un transporte de su hermosa alma, rebosante de piedad y unción.
rebosante de pedrería y que al hacerlas brillar se le.
Aquella transformación mágica, realizada tan presto, ¡hasta que punto la había preparado él en largos años de propaganda con la pluma, con aquella pluma de gran artista, rebosante de eficacia y sentimiento, de realismo y de contemplación elevada del fondo de la vida, ya pintando a los «sitaretzi», que guiados por su fe pasan a pie enjuto sobre el mar, ya transfigurando a la vulgar pecadora y redimiendo al que la perdió, por medio del dolor y de la abnegación, en caminos de luz y de sublime renunciamiento! Su doctrina sin duda había abierto, como la del de Asís, un surco en la dura tierra esteparia.
Aquella transformación mágica, realizaba tan presto, ¡hasta qué punto la había preparado él en largos años de propaganda con la pluma, con aquella pluma de gran artista, rebosante de eficacia y sentimiento, de realismo y de contemplación elevada del fondo de la vida, ya pintando a los «sitaretzi», que guiados por su fe pasan a pie enjuto sobre el mar, ya transfigurando a la vulgar pecadora y redimiendo al que la perdió, por medio del dolor y de la abnegación, en caminos de luz y de sublime renunciamiento! Su doctrina sin duda había abierto, como la del de Asís, un surco en la dura tierra esteparia.
Cuando el pastelero, que se llamaba El-Hadj Abdalá, vió al joven Hassan Badreddin y pudo examinarle a su gusto, le maravilló su hermosura, sus encantos y sus dones naturales, y rebosante de cariño el corazón, le dijo: ¡Oh, gentil mancebo! dime de dónde vienes.
«La Muñeca», nombre con el cual no sabemos por qué hubieron de bautizar la nueva Pescadería, brillaba a los abrasadores rayos del sol con sus edificios de madera casi todos y pintarrajeados de los más vivos colores, adaptados en su mayoría y del modo más caprichoso y pintoresco a las exigencias de la industria, acá y acullá, bajo los amplios cobertizos, mozos atezados llenaban unos los serones de pescado que colocaban entre verdes hojas de palma, en tanto otros, bañaban en tinte de pino las larguísimas redes, los más viejos y menos ágiles, los renegridos veteranos entreteníanse en hacer mallas, sentados en el duro suelo al abrigo de algunos sombrajos, agrupábanse los cenacheros, cenacho al hombro, alrededor de los grandes depósitos de madera rebosante de sardinas para hacer postura al artículo que pregonaba con monótono sonsonete el pregonero.
Miren cómo alegran el camino la acansinada recua, el arriero que dormita delegando su misión en el liviano, la galera que cruje amenazando romperse en las desigualdades del terreno, algún que otro poderoso de los caseríos próximos, que pregona lo holgado de su vivir merced a lo flamante de su indumentaria y a lo bien enjaezada que luce la fuerte cabalgadura, el ventorrillero que reposa bajo el verde parral con la barba en el pecho y sobre el abdomen las encallecidas manos, y miren cómo delante de una de las blancas alcubillas, medio oculta entre los pencares, rompe el tono áureo del camino con la nota brillante de su rojo zagalejo y de su chaquetilla gris una moza de robusto y de gallardo empaque que vuelca sobre el enorme cántaro el cubo rebosante de agua fresca y cristalina.
Una claridad extraña y fantástica la iluminaba, dando a sus muros tonalidades de pórfido y alabastro: junto a la entrada veíase una pequeña fuente rebosante de agua cristalina.
El circo estaba rebosante.
Sobre la mesa estaba la alforja rebosante, sacaba él, uno a uno, los objetos que traía y los iba entregando a cada uno de nosotros.
Su cuento milesio irracional, rebosante de magia, de cosas inverosímiles, empieza con la conexión necesaria, novelística, de los destinos de Lucio y Aristómenes: estos se ven unidos por la ciudad de Hípata, donde ambos hallarán la magia.
El salón está rebosante de invitados.
Y don Ruperto, levantando su copa rebosante del generoso líquido, bendijo la venida a su tierra de gente tan útil y tan buena como Giuseppe y Luis, viendo ya diseñarse en el horizonte cercano la riqueza futura de su patria querida, la Argentina, poblada por la raza vigorosa, valiente y alegre, que juntos, no tardarían en proporcionarle la Carne, el Pan y el Vino.
Mientras contemplaba aquella cabeza tan serena y tan apasionada, tan fría y tan ardiente, tan muerta y tan rebosante de vida, comprendió que tenía ante él a su primer y último amor, su copa de suprema embriaguez, sintió que se desvanecían como sombras ligeras los recuerdos de todas las mujeres que había creído amar y que su alma se volvía virgen de cualquier emoción anterior.
¿Qué mujer era aquella? ¿De dónde había salido tal divinidad? ¡Qué ojos de fuego, qué boca rebosante de gracias, qué tez, qué cuerpo, qué lozanas curvas, qué ademán señoril, qué voz melodiosa!.
Como que Manolo era el espíritu mismo y la esencia de O'Donnell el Grande, trasvasados a un ser familiar, un tanto diablesco, rebosante de ingenio y de gracia.
Al presente, repretada estaba su carne, y trajeada con elegancia charra y rebosante el negro moño en agujones y peinetas, en sus orejas resplandecían orlas de diamantes, y en sus dedos campeaban lanzaderas, tresillos, serpientes de esmalte.

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