Ejemplos con rabadanes

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

que ello es juego de rabadanes, y cambalache gitanesco.
Bien pudo suceder que la señora citara a varios clérigos para celebrar algún concilio, o junta de rabadanes.
Acisclo, donde este activo labrador y ganadero trataba con chalanes, corredores, rabadanes, aperadores, capataces y caseros: entendiéndose por caseros, no el terror de los inquilinos morosos, como en Madrid, sino los que cuidan y guardan las caserías o viviendas de cada finca rústica.
Con qué cuidado saqué de la gran caja, uno por uno, temeroso de romperlos, aquella multitud de zagalas y rabadanes que tejían danzas cerca del portal, y aquellos magos que seguidos de criados y soldados, tan suntuosos de vestidos como sus señores, y jinetes en caballos, elefantes y camellos, debían ser lo más lindo de aquel belén que tendría chozas y palacios, caminos de hierro y barcos de vapor, volcanes nevados, cascadas de brea, lagunas de cristal pobladas de ánades y garzas, catedrales y mezquitas, feroces beduinos y apuestos charros mexicanos que perseguían con el lazo al aire las reses montaraces.
Don Carlos de Atienza compartió la alegría de su mujer, y recordando que debía una especie de satisfacción al Comendador, el cual se había creído aludido cuando le oyó leer el idilio contra el viejo rabadán, compuso otro idilio en defensa de un rabadán no tan viejo y en alabanza del amor de los rabadanes.
Cuando Rosario la Bravía dejó el lecho, no parecía tener vida más que en los ojos, en aquellos ojos suyos sombríos y fulgurantes de atávica fiereza, ojos que según afirmaban los más viejos rabadanes de las cercanías eran iguales que los de su padre y que los de su abuelo, que los de aquellos dos ternes que durante muchos años hubieron de retar impunes y valerosos los riesgos de una vida accidentada, hasta sucumbir a los disparos de sus implacables perseguidores.
Y pensando en su malita fortuna estaba nuestro mozo, cuando apareció en una de las puertas del ventorrillo el señor Cristóbal Heredia, uno de los decanos de los rabadanes del pueblo donde Clotilde lucía sus ardientes incentivos.
Y corno, al caer la tarde, se retirase Romualdo á su casa, y viese juntos y solos á los dos rabadanes, dijo:.

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