Ejemplos con punzadas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

De vez en cuando sentía las punzadas de su enfermedad y suspiraba dolorosamente.
Yo quiero ver a mi lado el bien y veo el mal, por causa mía inocente, enferma Nelet de la peor dolencia, de aquella para que no hay consuelo ni medicina, como no sea ella misma y las punzadas de su propio dolor, esto veo y no puedo remediarlo, que si en mi mano estuviera, pronto lo haría.
Y no pudieron recrearse sus ojos en tanta belleza, porque sentía en su pierna herida tirantez horrible, y de rato en rato punzadas acerbas, que acrecían con el afán de disimularlas para que no se alarmasen sus bienhechoras.
Era lo de siempre: primero la pública admiración, después el homenaje de cien adoradores, tras esto el tributo de la envidia, la forma menos halagüeña, pero la más elocuente de la impresión que produce el mérito, y al cabo, el hastío del amor propio satisfecho, y las punzadas de la vanidad herida por rivalidades que la aprensión hace temibles.
Envidiosas las abejas a causa de la miel que les arrebataban los hombres, fueron en busca de Zeus y le suplicaron que les diera fuerza bastante para matar con las punzadas de su aguijón a los que se acercaran a sus panales.
Chiripa, a quien había sorprendido la tormenta en el Gran Parque, tendido en un banco de madera, se había refugiado primero bajo la copa de un castaño de Indias, y en efecto, se había mojado ya las dos veces de que habla el refrán, después había subido a la plataforma del kiosko de la música, pero bien pronto le arrojó de allí a latigazo limpio el agua pérfida que se agachaba para azotarle de lado, con las frías punzadas de sus culebras cristalinas.
El sudor le empapa la frente, un tropel de ideas voltea en su cabeza, y las punzadas de mil dolores le atormentan el corazón.
Has logrado la fama a que aspirabas, sin duda, pero en las miserias del destierro, en la oscuridad de la vida privada no cambiarán tus proscriptos una sola hora de sus ocios por las que te da tu celebridad espantosa, por las punzadas que de todas partes recibes, por los reproches que te haces a ti mismo de haber hecho tanto mal inútilmente.
Cierto ardor en las sienes y unas punzadas neurálgicas le comenzaban a molestar.

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