Ejemplos con pundonoroso

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Así se pelea, cobarde, díjole el coronel peruano, mostrándole sus relucientes presillas de jefe sobre sus anchos hombros, a lo que el pundonoroso jefe chileno le explicó con sorprendente calma el accidente de la víspera.
Había servido en la marina de guerra más de cuarenta años, gozando siempre opinión de oficial bravo y pundonoroso, pero al mismo tiempo de una severidad que rayaba en barbarie.
Parecía muy natural que la llamasen a ella Ofelia, María Stuard y Ángel de la guillotina, reíase allá en sus adentros de ver transformado a su marido en león enfermo y pundonoroso caballero, y dejábalo correr todo junto, porque sabía muy bien que nadie sube hoy al templo de la fama sin alas hechas de recortes de periódicos.
que había llorado sobre el rosado papel lágrimas de agua de Colonia, que había, en fin, creído, al empuñar la pluma en sus manos lavadas con , tremolar una bandera con un palo de sombrilla por asta y un encaje de Bruselas por lienzo ¡Oooh! Cuando Pedro López posó su turbada planta en el palacio de los marqueses, cuando vio profanadas por groseros pies de sicarios de un poder bastardo y despótico aquellas mullidas alfombras que tantas veces habían hollado en rítmicos movimientos del baile las bellezas más valiosas de la corte, angustia mortal oprimió su corazón, nube de sangre cegó sus ojos, y una palmada de su propia mano vino a herir su frente sin que¡pásmese el lector!notase Pedro López que sonaba a hueco Sonóle a un ¡ay! fatídico, a voz triste, lejana, misteriosa, crepuscular, que murmuraba a lo lejos: ¡El primer paso! ¡El primer paso dado hacia el noventa y tres el primer paso dado hacia el Terror! ¡Oooh! Allí había visto Pedro López sumida en el más profundo desconsuelo, y vistiendo elegante , con falda , de fular de seda y encajes crema a la bella condesa de Albornoz, ideal como la Ofelia de Shakespeare a orillas del lago, digna como la María Stuard de Schiller en el castillo de Fotheringhay, sublime como la princesa Isabel, la hermana de Luis XVI, que llamó la posteridad el ¡Aaaah! Allí había visto Pedro López y estrechado su mano al hidalgo caballero, al pundonoroso marqués de Villamelón, postrado en el lecho del dolor, cual león enfermo, derramando lágrimas de varonil despecho por no poder desenvainar, en defensa de su noble hogar allanado, la gloriosa espada de cien ilustres progenitores ¡Oooh! Y en torno de aquellas dos nobles figuras realzadas aquel día por el infortunio, elevadas por ruin despotismo de un gobierno sobre el gloriosísimo pedestal de la picota de sus iras, Pedro López había visto agruparse, más hermosas mientras más doloridas, y tan elegantes en su sencillo negligé, de mañana como en sus soberbias de otras ocasiones, a las bellísimas duquesas de A.
La mujer del avaro no quiso ocupar en aquel lecho dos veces fúnebre el sitio de la que fué años ántes felicísima esposa del pundonoroso caballero, y, pretextando tener que trabajar mucho, se pasó la noche dando cabezadas en una silla.
No por eso dejaba de conocer y aun de decir en confianza, cuando recordaba a su padre, después de muerto, que, si bien había sido un cumplido caballero, honrado, pundonoroso, buen marido y lleno de caridad para con los pobres, había sido también un.
Por lo demás, siempre fué el Comendador pundonoroso, hidalgo y bueno.
El pundonoroso y leal esposo respiró: estaba libre, pero pobre, enteramente pobre, sin otra cosa que un sueldo mezquino, tranquilo en cuanto a lo presente, pero inquieto siempre que pensaba en aquella niña infeliz que iba a quedar en la miseria.
Ni yo acostumbro apelar a esos medios, ni usted, que es un joven pundonoroso, de gran talento, según me dicen, se había de prestar a un espionaje de tal naturaleza.
Con la pena del pecador creyente, arrepentido y sintiendo la ansiedad de llorar, pensó: «¡Soy un malvado!» ¡Engañar a su mujer, a quien adoraba! ¡Deshonrar al Duque, haciendo objeto de ludibrio a aquel hombre pundonoroso y caballero, fuerte en cuestiones de honor, a quien una mancha en su honra bastaría a matar de dolor y de vergüenza, todo por satisfacer el instinto brutal de la naturaleza, que nada respeta ni ante nadie se detiene!.
La amistad aparente o sincera que profesara el conde a Gonzalo, a cuyo servicio estaba, era para el rey la circunstancia más propicia que pudiera depararle la suerte, jefe cauto, pundonoroso, y valiente hasta la temeridad a veces, efecto de su inexperiencia y de sus pocos años, Gonzalo poseía gran ascendiente, tanto en la guarnición como en los demás tercios militares del conde, contra quien guardara él siempre una prevención instintiva y hostil, prevención que se había agravado desde que oyó ciertas revelaciones de los labios del rey, según dejamos ya dicho.
El embajador, amante de esa beldad célebre, ese pundonoroso caballero errante y fugitivo, era Veremundo Moscoso, legítimo conde de Altamira y gran privado de la reina doña Sancha, nuestra augusta madre.
Pero ¿adónde ir? ¿A esconderme en las soledades de mi tierra? ¿Qué hijo pundonoroso se atreve a enjugar en el regazo de su madre el llanto de pesadumbres como la mía?.
Excesivamente modesto y pundonoroso, hace muchos años que vive alejado del bullicio de las academias y sociedades científicas y literarias.
Él era muy pundonoroso, y no podía sobrevivir a su deshonra.
Era guapo chico, muy pundonoroso, se pasaba las noches en vela, engolfado en las matemáticas, haciendo funcionar a muy alta presión esa energía intelectual y volitiva que los alumnos de estas carreras difíciles han llamado potencia empollatriz.
Era poco valiente, como usted sabe, pero pundonoroso.
Mi capitán era un bravo y un jugador, pero jugaba tan bien, era tan pundonoroso, que el juego en él parecía una virtud, por las muchas buenas cualidades que le daba ocasión para ejercitar.
El Duque le invita con frase más patriótica que militar a unirse al ejército de la Revolución, protesta Lacy pundonoroso, aferrado al cumplimiento de su deber.
-Porque si tuviéramos guerra todavía, usted, tan valiente y pundonoroso, sería muy pronto general.
Siendo de un ánimo arrojado y pundonoroso, y todavía de edad muy tierna, tenía por cierta su pérdida, creyendo que por la inexperiencia se habría metido entre los enemigos en lo recio de la pelea.
consideró al pundonoroso benjamín y cambió de voz.
Poco podía influir en su ánimo la sentencia más infamatoria que contra él llegase a fulminarse, porque el amor puro y lleno de fe que se había abrigado en aquel corazón, y que todavía le encendía, era incompatible con toda duda ni sospecha, pero la idea de ver a un joven tan noble y pundonoroso sujeto a infamantes penas, a la misma muerte quizá, la estremecía en sueños y despierta.
La obligación de juntarse con el conde y concertar con él todo lo perteneciente a la guerra era muy penosa para su pundonoroso carácter, una vez descorrido el velo que tanta ruindad y perversidad había encubierto, de manera que su camino por donde quiera estaba sembrado de abrojos y sinsabores.
Por otra parte, bien veía que don Álvaro, caballero y pundonoroso, si en aquella época los había, sólo acosado por la desesperación y la injusticia, se lanzaba a tan violentos partidos.
Ya no tenía derecho a llamarse hombre honrado, su honra había sucumbido, ni hombre pundonoroso: veíase forzado, paría ocultar su falta, a aceptar el oro que por desprecio su contrario le dejara.
Renunciar a una victoria que se consigue con los puños y sudando gotas como garbanzos, entre arañazos y coces, es ser un platónico del amor, un cursi, el verdadero don Juan del siglo, y de todos los siglos tal vez, vence como puede, es romántico, caballeresco, pundonoroso cuando conviene, grosero, violento, descarado, torpe si hace falta.
-Es un magistrado -les había dicho Crespo un día-, un aragonés muy cabal, valiente, gran cazador, muy pundonoroso y gran aficionado de comedias, representa como Carlos Latorre.
Al oír este brutal apóstrofe creyó el pundonoroso muchacho que el corazón se le partía en pedazos, sintió como hielo fundido que circulaba con su sangre, y hasta cayó en la cuenta de que su tía hablaba llena de razón.
¡Yo repito que lo es! Yo conozco a mi hijo, yo sé que es de noble condición, honrado, sí, señor, y pundonoroso como él solo.

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