Ejemplos con protector

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Desde entonces, los sospechosos de judaísmo, los que no contaban con un protector clérigo, tuvieron que ir todos los domingos a misa a la catedral con sus familias, bajo el mando y custodia de un alguacil, que los formaba en rebaño, les ponía un manto para que nadie los confundiese, y así los llevaba al templo, entre las rechiflas, insultos y pedradas del devoto populacho.
Novillo, en lo indumentario, constituía una réplica, algo rebajada, de su protector el duque, el cual le enviaba desde Madrid corbatas, cuellos postizos, calcetines y chalecos de fantasía semejantes a los suyos, aunque de clase inferior, y trajes, de paño catalán, imitados de los que él usaba, de paño inglés.
Los lentes de oro, con su brillo protector, parecían incitarles a mayores intimidades.
Don Martín, el cura de las monjas, a espaldas de su avariento protector, mostraba en sus ojos la avidez simpática con que acogía las palabras de Luna.
Y besó con piedad filial a la marquesa, con amor fraterno a la de Bara, estrechó la mano de Butrón con infantil afecto, y tuvo una cariñosa sonrisa para el general Pastor y un saludito protector y monísimo para el señor Pulido.
Fuera o no esto cierto, éralo, sin embargo, que el respetable Butrón había aparecido de repente, cubriendo a Jacobo con el manto protector de su confianza, que Currita habíale proporcionado la desinteresada amistad de su caro esposo Fernandito, y que así, en aquellos ocultos rincones de los como en las amplias aceras de las plazas públicas, designábanse a los tres personajes con los nombres de , murmurándose al mismo tiempo que Jacobo estaba arruinado, que el partido restaurador garantía su porvenir asegurándole una cartera en pago de sus servicios, y Currita atendía a su presente con una esplendidez que amenazaba dar al traste con la hasta entonces bien cimentada fortuna de la opulenta casa de Villamelón.
Había traído un pintor de la ciudad, manteniéndolo allí más de una semana, y este capricho de magnate protector de las artes le había costado, según declaraba él, unos cinco duros, peseta más que menos.
Detrás, presidiendo la comitiva, como muda invitación hecha al público para asociarse a la fiesta, iban en las carrozas municipales media docena de señores de frac, tendidos en los blasonados almohadones, llevando sobre el vientre, como emblema concejil, la roja cincha y saludando al público con un sombrerazo protector.
Pero ¿cuándo se cansaría Dios de enviar desgracias sobre ella? Primero la ruina del protector que sostenía el prestigio de la casa y la de su hijo, con cuya fortuna contaba para casos extraordinarios, e inmediatamente aquella enfermedad extraña, rápida como el rayo, que mataba por anticipado al pobre joven, pues le tenía inmóvil e insensible como un cadáver, sin otra vida que aquella respiración angustiosa que parecía asfixiar a los demás.
Y montó en el cochecillo, nervioso e impaciente, con el deseo de llegar cuanto antes a casa para dejar a la familia y correr en busca del infalible protector.
Una parte de su capital lo invirtió su eminente protector en papel del Estado, y con la otra, que era la más exigua, comenzó sus jugadas de Bolsa, siempre a la zaga de Cuadros y sin atreverse a imitar sus golpes de audacia.
La viuda, siempre sonriente, se asombraba de sus frases de doble sentido, de los guiños picarescos con que acompañaba sus palabras, y hasta le parecía ¡oh poder de la ilusión! que había en su persona un perfume extraño que comenzaba a crispar los nervios de doña Manuela, algo del ambiente de aquella mala piel de la calle del Puerto, que el protector se había traído sin duda a su hogar honrado.
Linilla sonreía alegremente, pensando en la próxima llegada de su protector, pero no podía disimular su tristeza.
Se apresuró a disponer la recámara de su protector.
No, Linilla, yo te lo agradezco, ganas mucho en mi cariño, pero antes que yo y que mis tías está tu protector, tu padre, que padre ha sido para tí ese buen anciano.
Lo mismo hacía Fortunata, cuando le tocaba a ella ser narradora, incitada por su protector a mostrar algún capítulo de la historia de su vida, que en corto tiempo ofrecía lances dignos de ser contados y aun escritos.
La visita del protector era diaria, pero sin hora fija.
Quedó convenido entre Fortunata y su protector tomar un cuarto que estaba desalquilado en la misma casa.
Juan Pablo sentía increíbles deleites en ir al café, hablar mal del Gobierno, anticipar nombramientos, darse una vuelta por los ministerios, acechar al protector en las esquinas de Gobernación o a la salida del Congreso, dar el salto del tigre y caerle encima cuando le veía venir.
Su gratitud y afecto hacia él eran siempre los mismos, pero no podía menos de considerar la presencia de su antiguo protector en la casa como una monstruosidad.
Trinidad cuando se lo llevó a su casa, ni se le oyó más el metal de la voz en el trascurso de los tres primeros años que vivió en su santa compañía, y ya pensaban todos que se habia quedado mudo para siempre, cuando un dia que se hallaba como de costumbre en la iglesia de que era cura su protector, observó el sacristan que, encarándose con una linda efigie del Niño de la Bola que allí se veneraba, le decia melancólicamente:.

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